Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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martes, 29 de noviembre de 2011

MARIA EN EL ECUMENISMO


P. Javier Alson smc

INTRODUCCIÓN
Las verdades sobre María que mantiene la fe católica a veces escandalizan a los hermanos protestantes y es conveniente comprender mejor el motivo de estas reacciones contrastantes. En la medida que comprendemos mejor el núcleo de la controversia, el contexto histórico religioso donde ocurrieron, podremos expresarnos de manera más adecuada y hacernos comprender incluso por aquellos que no comulgan con nuestra Iglesia. La cuestión primordial consiste en que para profundizar la doctrina del misterio de Dios en la historia, en la Iglesia, en la revelación; no podemos rechazar nada de este misterio. La Virgen María ha estado presente en el centro de este misterio, como nos lo muestran los evangelios y luego el credo de la Iglesia; en la medida que aceptemos su presencia y el reto de profundizar en su realidad personal relacionada al misterio divino, estaremos caminando en la verdad y eso nos va a ayudar a descubrir mejor nuestra participación en ese misterio divino. Los protestantes al haber negado esta profundización, se encuentran con un cierto vacío que tarde o temprano tendrán que enfrentar y resolver sinceramente. La Iglesia nos pide evitar expresiones que puedan confundir a los protestantes haciéndoles creer que somos idólatras o algo así; es decir, que no podemos decir que adoramos a María o a los santos; no podemos quitar la centralidad de Cristo en nuestra fe, no podemos dar una imagen, que en realidad es falsa, de nosotros mismos.
Al estudiar la mariología en esta dimensión ecuménica estamos adquiriendo herramientas que nos ayudan a expresarnos con todo el mundo, no para perder nuestra fuerza devocional y amor a María sino para poder comunicar y transmitirlo a los demás, incluso a los alejados de este amor. El Papa Pablo VI en su gran encíclica mariana Marialis Cultus nos explica cómo tiene que ser la mariología; bíblica, trinitaria, cristocéntrica y pneumatológica; además debe tomar en cuenta la dimensión ecuménica.
A- LOS VARIOS CRISTIANOS
Dentro del mundo cristiano tenemos tres grandes bloques o divisiones generales, los Ortodoxos, los Protestantes y los Católicos. La división con los Ortodoxos ocurrió alrededor del año 1000 después de Cristo, sobre todo debido a que se habían formado dos imperios, el Oriental en Bizancio, actual Turquía, y el Occidental en Roma. Antes el imperio era uno solo y había un solo emperador. Las relaciones entre las dos iglesias principales, Bizancio y Roma, sufrieron rupturas con anterioridad, que se lograron subsanar, pero la última ruptura no se logró subsanar. Aunque después a lo largo de los siglos hubo varias iglesias particulares que volvieron a la comunión con Roma, como la Iglesia de Armenia, la iglesia Griega Oriental Católica, y otras que aún manteniendo sus ritos tradicionales ortodoxos, volvieron a la unidad con el Papa. En general estas iglesias orientales tienen un gran amor y devoción a María. Su expresión devocional se expresa básicamente dentro de la liturgia, es decir, ellos mantienen durante toda la celebración eucarística una constante referencia a María, la Theotokos (la Madre de Dios), le dirigen oraciones e inciensan su icono, que colocan dentro del recinto donde el sacerdote celebra el rito de consagración del pan y el vino. Ellos mantienen un culto a María por medio de la inmensa iconografía que expresa cantidades de facetas sobre la Virgen, como la Virgen de la compasión, la del Perpetuo Socorro, etc., donde expresan su relación íntima espiritual con María como pueblo cristiano.
El otro gran bloque cristiano que encontramos es el Protestante, cuya ruptura ocurrió a en el siglo XVI, con sus principales protagonistas que fueron Lutero, de Alemania, Calvino de Suiza, quien afianzó la doctrina reformada de Zuinglio. Existen otras divisiones del momento como los Anabaptistas, quienes dejaron de bautizar a los niños pequeños, pero las dos más importantes fueron los luteranos de Lutero y los reformados, provenientes de Calvino.
La palabra "protestante" se dio en la segunda dieta de Speyer, Alemania, en 1529, cuando cinco príncipes del sagrado impero Romano y 14 ciudades libres "protestaron" contra la decisión tomada tres años antes que dio a los príncipes (o a las ciudades) el derecho de decidir como soberanos cuál debería ser la religión de sus súbditos. Para sostener su posición ellos afirmaron: "En materias que conciernen el honor de Dios y la salvación de nuestras almas, cada individuo debe estar solo ante Dios y darle cuentas"[1]. Así el término "protestante" no representa algo negativo sino más bien es una afirmación dentro del mundo medieval del derecho a la libertad de la fe por parte de los individuos. Los príncipes de la Reforma, tanto Luteranos como Reformados, se unieron en un manifiesto común y protestaron para exigir que dentro del imperio romano-germánico tuviesen el derecho de practicar su religión, que ya se había diferenciado suficientemente de la Iglesia católica.
En esas épocas la religión del rey o del príncipe era prácticamente obligada a sus súbditos, y ocurrieron muchas persecuciones por esta causa, cuando un príncipe se hacía protestante terminaba confiscando los bienes de la Iglesia Católica y persiguiéndolos, lo contrario también ocurrió. En general las cosas se trataban de llevar a una homogeneidad para que los civiles no pelearan y no hubiera violencia; si todos eran de una misma religión era más fácil la convivencia. En la época de la fundación de Rusia el rey envió hacia el sur a sus representantes porque quería tener una religión para su pueblo y un idioma común con su escritura, eso ocurrió cerca del siglo IX, los emisarios del rey quedaron extasiados con la liturgia ortodoxa de Bizancio y por eso San Cirilo y San Metodio fueron a evangelizar Rusia; cuando se dio el cisma la Iglesia Rusa quedó Ortodoxa y fuera de la comunión con Roma.
B- ECUMENISMO
La Iglesia católica se abrió definitivamente después del Concilio Vaticano II dentro del diálogo católico protestante. Después de varias reuniones entre el secretariado para promover la unidad de los cristianos, del Vaticano y la Federación Luterana Mundial, la primera vez que se reunió una comisión católica-luterana de estudios fue en 1967 con la idea de discutir el "Evangelio y la Iglesia". Sus conclusiones, comúnmente llamadas el reporte de Malta, cubrían amplio rango de temas: Tradición y escritura, Justificación evangelio y mundo, ministerios ordenados, papado. Como los posteriores diálogos luteranos-católicos, la comisión notó "la progresiva superación de las controversias doctrinales" y "los problemas estructurales que son ampliamente responsables de mantener nuestras iglesias divididas".[2]
Los logros y límites del reporte de Malta llevaron a la creación de un segundo grupo de diálogo, que produjo tres pares de documentos. Primero dos documentos fueron ocasionados por aniversarios: "Todos bajo Un solo Cristo" (1980), en el 450 año de la presentación de la Confesión de Augsburgo, y "Martín Lutero, testigo de Jesucristo" (1983), en el 500 aniversario del nacimiento de Lutero. Segundo, dos documentos examinaban problemas doctrinales específicos, "La Eucaristía" y “El Ministro en la Iglesia”.
Un tercer par de documentos daba una visión de cómo podría ser el proceso de unificación: “Vías hacia la Comunión” (1980), donde se resalta que la unidad implica un compartir espiritual y eclesial plenos... “Frente a la Unidad” (1985), describe varios modelos de unidad., y cómo católicos y luteranos pueden crecer en unidad a nivel diocesano y sinodal. Las respuestas de los luteranos a “Frente a la Unidad” ha sido sumamente cautelosa. De parte del Vaticano o de las conferencias episcopales no ha habido respuesta. Un tercer ciclo de diálogos internacionales comenzó en 1986, centrados en eclesiología.
También han ocurrido diálogos importantes a nivel regional o local, que tomaremos en cuenta en nuestra tesis, entre ellos el más prominente es el de USA. Después de la discusión del status del Credo Niceno como dogma de la Iglesia (1965) y de un solo bautismo para la remisión de los pecados (1966), el diálogo se abocó a cuestiones más controversiales. En “La Eucaristía como sacrificio” (1967) “una armonía creciente” se reportó en el carácter sacrificial de la Cena. Además se llegó a un acuerdo respecto a “la plena realidad de la presencia de Cristo” en la eucaristía, aun siendo entendida esta presencia en diferente manera. En la siguiente conclusión sobre “Eucaristía y Ministerio” (1970) aunque no se llegó a un pleno acuerdo, sin embargo “no hay razones persuasivas para negar la posibilidad de que la Iglesia Católica Romana reconozca la validez del ministerio (Luterano)... y por lo tanto, la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en las celebraciones eucarísticas de las iglesias Luteranas” (par. 54). Esta recomendación fue ampliamente criticada en los círculos católicos.[3]
Luego hubo el diálogo sobre “Primado del Papa y Universalidad de la Iglesia” (1973), donde se preguntaron si se pudiese desarrollar un status canónico diferente por el cual los Luteranos pudiesen estar en comunión oficial con la iglesia de Roma. En 1978 se habló sobre “Magisterio e Infalibilidad en la Iglesia” Importante para nuestro estudio es “Justificación por la fe” (1983) una visión sintética dice: “Nuestra plena confianza acerca de la justificación y salvación está en Cristo Jesús y en el evangelio en cualquier lugar donde la buena noticia de la misericordiosa acción de Dios en Cristo es dada a conocer; no ponemos nuestra última esperanza en nada más que en la promesa y acción salvífica de Dios en Cristo” (Par. 44,157). El diálogo reportó “convergencia (aunque no uniformidad) en la justificación por la fe considerada en y por sí misma, y una significativa aunque menor convergencia en la aplicación de esta doctrina como el criterio de autenticidad para la proclamación y prácticas de la Iglesia” (par. 152). Los diálogos de Estados Unidos también desarrollaron los temas de “Pedro en el Nuevo Testamento” (1973), “María en el Nuevo Testamento” (1978) y “Justicia en el Nuevo Testamento” (1982).[4]
A niveles nacionales también han ocurrido otros diálogos importantes católico-luteranos, sobre todo en Europa, como es el caso de Noruega, donde se han producido dos declaraciones conjuntas: “Comunión, la Cena del Señor” en 1982 y “El ministerio de la Iglesia” en 1986. Otras tres en Suecia: “Matrimonio y Familia desde un punto de vista cristiano” en 1974, Convergencia ecuménica sobre Bautismo y participación en la Iglesia” en 1978, y “El oficio del Obispo” en 1988; éste último es el de mayor consenso luterano-católico en el tema sobre episcopado.
En Alemania el único diálogo bilateral estrictamente luterano-católico fue. “Eclesiología en Palabra y Sacramento” en 1984. El parágrafo final de la declaración afirma la plena comunión como la meta de los diálogos católico-luteranos y cerraba con Lucas 9,6: Ninguno que ponga las manos en el arado y mire hacia atrás sirve para el reino de Dios.[5]
Hay que hacer notar también el gran acuerdo Católico Luterano logrado en 1999,[6] en la Declaración Conjunta sobre la Justificación por la Fe, al más alto nivel, entre la Federación Luterana Mundial y el Vaticano, donde las dos iglesias llegan a un consenso y declaran que los anatemas que se dieron ambas ya no se aplican para lo que se dice hoy, es decir, que se han superado muchos malentendidos y se ha logrado una mayor comprensión mutua sobre este tópico que fue el centro de la división doctrinal, aunque todavía falta camino por recorrer.
Respecto a la Iglesia Anglicana está el documento de la ARCIC (Comisión de Diálogo Iglesia Anglicana – Iglesia Católica Romana) donde se toca el aspecto litúrgico y de la maternidad espiritual de María.
Otro diálogo importante es el diálogo de Dombes, en Francia, entre Luteranos, Reformados y Católicos, donde se toca el tema de la cooperación de María directamente.
C- LA CUESTIÓN DOCTRINAL
La doctrina de Occidente se diferenció en forma sensible respecto a la doctrina griega oriental debido a San Agustín, quien desarrolló una doctrina antropológica teológica más negativa del normal tenor cristiano de los concilios ecuménicos previos por su lucha contra Pelagio. La justificación tomó un giro más legalista, y el pecado original un peso mayor dentro de la antropología teológica, heredando no solo las consecuencias del pecado sino incluso la culpa de Adán. El peso del misterio salvífico se puso en mayor medida en la dimensión divina, dando la primacía a la gracia en todo momento, tanto al comienzo, durante y hasta la perseverancia final, todo depende de la gracia y cualquier logro premiado es coronación de los dones del mismo Dios. Sin embargo la doctrina de la cooperación del ser humano con la gracia de Dios no fue negada por Agustín y ha estado presente en forma permanente dentro de la teología católica. Por su parte la doctrina ortodoxa se mantuvo dentro de la cristología de los primeros concilios ecuménicos y presenta una antropología teológica más generosa incluso que la católica, lo cual le permite tener una doctrina de sinergia, cooperación, entre Dios y el ser humano, sin por eso caer en un pelagianismo, sin por eso negar la gracia de Dios, sino que en forma natural, el hombre se ve llamado e involucrado a participar en el camino de la gracia de Dios. El énfasis en la teología del bautismo no es tanto hacia lo negativo (limpieza del pecado) sino hacia el derramar la gracia de Cristo en la persona, en un proceso que culminará en la deificación.
La doctrina protestante desarrolló una antropología teológica totalmente negativa, dando al pecado original un peso todavía mayor en el ser humano, no solamente haciéndolo heredero de la culpa de Adán, sino además con una total incapacidad de actuar bien ni de querer el bien, una pérdida completa de la libertad y voluntad para hacer el bien, que por una parte exacerbó el sentido de la predestinación y elección de Dios, borrando todo el peso propio de la participación humana y por la otra disminuyó radicalmente la densidad salvífica de la Iglesia, dejando la dimensión humana que está en juego en la historia de la salvación totalmente disminuido. El hombre queda completamente negativizado no solamente en relación a la gracia de Dios, haber perdido la gracia y presencia de Dios por culpa de Adán, sino también haber quedado totalmente negativizado en sus facultades naturales, en su libertad y voluntad; la imagen de Dios prácticamente perdida en él, y por lo tanto totalmente incapaz de nada relacionado a la gracia, totalmente pasivo, y lo activo del hombre es inherentemente malo, se opone a Dios. El bautismo prácticamente no logra borrar el pecado sino que es la aplicación de la justicia de Cristo al creyente.
La Iglesia católica mantuvo su doctrina de la participación y cooperación humanas dentro de la justificación por la gracia de Dios, diferenciándose de los protestantes, sobre todo en Trento. La doctrina de la justificación por la gracia de Dios, tiene una directa implicación sobre la doctrina de la cooperación de María y de la Iglesia, la cual es negada por los protestantes y afirmada fuertemente por los católicos.
En el campo protestante, después de la muerte de Lutero en 1546, hubo sus controversias entre dos tendencias que se acusaban mutuamente, los Filipistas, de Melanchthon, y los Gnesio-luteranos, que pretendían seguir la verdadera doctrina de Lutero. Estas controversias se trataron de resolver en la Fórmula de Concordia de 1577 que ha quedado como base doctrinal para las iglesias luteranas.
Dentro de las controversias luteranas fue difícil lograr aclarar el problema del sinergismo entre gracia de Dios y cooperación humana, teniendo ellos mismos un espectro de diferencia entre los más gnesio-luteranos, que eliminaban toda bondad posible en el hombre, y los filipistas quienes alegaban que el libre albedrío del hombre coopera con el trabajo creador de fe y justificador del Espíritu Santo. Al final sin ponerse totalmente de acuerdo, coinciden en acudir a Lutero para poder interpretar ese punto[7], sobre todo en su doctrina de Evangelio y Ley, donde se distingue claramente entre la promesa de Cristo, que es Evangelio, gratuito, y la ley, que es cumplir, obrar; los cristianos deben encontrar seguro consuelo en los beneficios de Cristo antes que en su propia justicia y buen obrar.[8]
En general, después de la ruptura, la tendencia católica fue afianzarse más en la devoción y amor a María y la protestante hacer lo contrario. Ellos comenzaron queriendo limitar la devoción a María y a los santos y poner en evidencia a Cristo sobre todo, lo cual es saludable en sí mismo, pero se fueron al otro extremo de negar la devoción a María. Aunque al principio sin querer llegar a esta negación, sin embargo el mismo proceso de ruptura eclesial produjo una tendencia a tener identidades basadas en la devoción a María; así, a lo largo de los siglos, los católicos quedaron como los marianos y los protestantes como los antimarianos.
C.1- PECADO ORIGINAL
C.1.a- PECADO ORIGINAL EN LUTERO
Lutero, respecto al pecado original, lo afirma de manera fuertemente, en verdad es un pecado que nos merece la muerte eterna, no como los pelagianos que lo negaban. Todos los seres humanos, heredan la caída de Adán, la culpa y el pecado, y serían necesariamente culpables de eterna muerte si Jesucristo no hubiese venido en nuestra ayuda y tomado sobre sí esta culpa y pecado como cordero inocente, pagado por nosotros con sus sufrimientos, y si no intercediese y rogase por nosotros como un misericordioso mediador, Salvador, y el único Sacerdote y Obispo de nuestras almas.[9]
Lutero continúa afirmando que si no estamos en la gracia de Dios permanecemos completamente esclavos y cautivos del pecado. No existe de ninguna manera el libre albedrío, estamos en una situación contraria.[10]Esta visión de antropología teológica es por lo tanto altamente negativa y pone al ser humano completamente sometido al mal, incapaz de hacer nada bueno por sí mismo para salvarse. El pecado original por lo tanto es verdadero pecado y no simplemente una marca, una debilidad. La naturaleza humana para Lutero está totalmente corrompida, es totalmente rebelde a Dios.[11]
C.1.b- PECADO ORIGINAL EN CALVINO
Para Calvino el hombre está completamente dañado, el pecado de Adán le hizo perder completamente la imagen y semejanza de Dios. Adán fue creado a la imagen de Dios, incluida sabiduría, justicia, santidad, y con la gracia de Dios. Él hubiese podido vivir eternamente dentro de esta gracia pero por culpa del pecado esta imagen de Dios fue “cancelada y borrada”[12], por lo cual “perdió todos los beneficios de la gracia divina”[13]. Por esto el ser humano fue alejado de la presencia de Dios y se volvió un completo extranjero. El ser humano fue desprovisto de toda sabiduría, justicia, poder, vida, que solamente están en Dios, por lo cual solamente quedó en él ignorancia, iniquidad, impotencia, muerte y todo juicio, que son los frutos del pecado. Esta calamidad no solamente cayó en Adán sino en toda la humanidad que es su descendencia.
Calvino afirma que por lo tanto todos los descendientes de Adán somos ignorantes y contra Dios, corruptos, perversos, y faltos de cualquier bien, tenemos un corazón inclinado a toda clase de maldad y obstinado contra Dios. Y aunque mostremos alguna cosa buena exteriormente, sin embargo nuestra mente está en su intimidad pervertida. Dios ve el secreto de nuestro corazón y no las apariencias.[14]
La antropología teológica de Calvino es fuertemente negativa, y está a la base de toda su doctrina cristiana. Cualquier actividad que venga del ser humano es sospechosa de ser pecado, porque busca de imponerse a sí mismo, sin pasar por Dios, y está en lo íntimo del alma, llena de intenciones perversas y orgullosas, es una hipocresía farisaica, creerse bueno por sí mismo.
Respecto al bautismo, existe una diferencia de doctrina con la Iglesia católica, justamente en la eficacia del mismo respecto al pecado original: Calvino niega el poder del bautismo sobre el pecado.[15] Calvino mantiene una idea totalmente corrupta del ser humano por causa de la caída de Adán. “. . . como estamos totalmente corrompidos y viciada en todas las partes nuestra naturaleza, estamos justamente condenados por Dios, quien solamente acepta lo justo”.[16] El ser humano después de ser bautizado permanece en el pecado, no solamente tiene la concupiscencia sino que realmente el pecado sigue haciendo fluir en él las obras de la carne, todo la que está en el hombre está contagiado y dañado por esa concupiscencia. “El hombre mismo es en sí mismo nada más que concupiscencia”.[17] Porque las inclinaciones de este tipo no se extinguen sino con la muerte, que nos libera del cuerpo del pecado.
C.1.c- PECADO ORIGINAL EN ALGUNAS CONFESIONES
PROTESTANTES
En general las Confesiones Protestantes, tanto Luteranas como Reformadas, parten de la gran negatividad antropológica del ser humano, que con el pecado original perdió prácticamente toda la gracia y capacidad de obrar según Dios, aunque siempre hay unas ligeras variaciones que pueden acercarse más o menos a la doctrina católica, en general el calvinismo fue más negativo aún que el luteranismo. Las Confesiones luteranas (Confesión de Augsburgo, 1530) afirman que todos los descendientes de Adán son concebidos y nacen en pecado, llenos de maldad e inclinados al mal desde el vientre de su madre. “y son por naturaleza incapaces de tener auténtico temor de Dios verdadera fe en Dios”. [18] Esta marca no es simplemente concupiscencia sino auténtico pecado que condena a la eterna ira de Dios “a aquellos que no nazcan de nuevo por medio del bautismo y el Espíritu Santo”.[19]
La Seguna Confesión Helvética (Reformada) (1566) afirma que: “Todos nacimos en la contaminación del pecado y somos los hijos de la ira”[20]. El ser humano está completamente dañado por el mal. “totalmente deteriorados en todas sus facultades y partes de su cuerpo y de su alma”.[21] Aquí podemos percibir la negatividad absoluta respecto a la condición antropológica teológica; el ser humano pierde incluso sus facultades naturales, en cambio para el catolicismo se mantiene la parte humana sin mayores daños, como es la inteligencia, voluntad, memoria, lo que se pierde es más bien la parte de la gracia de Dios, el aspecto espiritual más que el corporal. La Reforma Inglesa (Los Treinta y Nueve Artículos de la Religión) es menos negativa, menos contundente en su negatividad, el hombre está inclinado al mal, la carne siempre actúa contra el espíritu, toda persona que llega a este mundo merece la ira de Dios, pero sin embargo mantiene una leve diferencia respecto a la naturaleza de la culpa original, habla de concupiscencia y debilidad y no directamente de pecado: “El Apóstol confiesa que la concupiscencia y debilidad tienen en sí mismas la naturaleza de pecado”.[22]
Otras Confesiones protestantes son más negativas, como las Tesis Teológicas de Roberto Barclay (1675) del credo de los Cuáqueros, que van más allá incluso de las concepciones protestantes en general. En estas Confesiones se mezcla nuevamente la cuestión de la naturaleza con la gracia y se identifica la misma naturaleza humana como corrupta.[23] También la Confesión Belga (1561) es más fuertemente negativa en cuanto a la antropología teológica, el pecado original es una infección que afecta al niño desde el vientre de su madre y no es abolido o totalmente arrancado ni siquiera por el bautismo, en este sentido el catolicismo afirma que el pecado sí es abolido por el bautismo pero queda la concupiscencia, que no es pecado. La justificación extricentrista está presente con fuerza en esta Confesión Belga, porque el pecado de origen “no se le imputa a los hijos de Dios para su condenación pero es perdonado por su bondad y misericordia. Dios es justo dejando a unos que queden en su ruina y a otros los escoge, sin ningún mérito de su parte, en Jesucristo”.[24] También se ve fuertemente afirmada la doble predestinación.
C.2- LA DOCTRINA MARIANA DE LUTERO.
En verdad Lutero no rechazó a María, siempre le tuvo gran aprecio y veneración, pero quiso separar la devoción mariana de la devoción cristiana, porque muchas veces se enseñaba a acudir a María por tener miedo de Cristo, “el severo juez”,[25] María era la dulce mediadora ante ese juez severo. Lutero, aunque fue evolucionando en un sentido cada vez más restringido, habló con mucha frecuencia de la Virgen, predicó innumerables sermones marianos, “permaneció devoto de la Virgen hasta su muerte”.[26] Lutero conocía el título de María como co-redentora en su época[27] y quería redimensionar el lugar de María, recentrar en Cristo la figura de María. La protesta contra la devoción exagerada a los santos quería regresar a una centralidad cristológica y por eso eliminan toda una serie de prácticas devocionales. No se puede invocar a María y a los santos porque ellos no pueden cooperar en nada con la gracia divina para justificarnos. La justificación viene estrictamente por le fe y es imputada desde fuera por Dios, como hemos dicho. Respecto de María, Lutero utiliza esta misma óptica, él en verdad no la rechaza sino que limita su expresión afectuosa hacia ella, su devoción, y la lleva a un plano basado estrictamente en la gracia de Dios. No hay que dar o esperar nada de ningún ser humano. María se merece el más alto reconocimiento y honor de parte de los cristianos pero por ser la madre de Cristo, no por ella misma.
C.2.1-MARÍA HUMILDE SERVIDORA, SIN MÉRITO PROPIO
Uno de los escritos más famosos de Lutero en referencia a María es su Comentario al Magnificat.[28] En su comentario al Magnificat Lutero desarrolla su doctrina y quita radicalmente todo mérito a María, “Ella no hace nada, Dios lo hace todo” “Ella no nos da nada, sino sólo Dios”.[29] Justamente aquí es que se da la diferencia básica con la doctrina católica, que está de acuerdo en todo lo referente a la humildad de María, a que ella recibió gracias inefables y únicas entre todos los seres humanos, pero hay espacio para la participación humana, para la cooperación con la gracia, en este caso tampoco la humanidad de Cristo cooperaría con la gracia.[30]
Chavannes en su interesante artículo sobre Lutero plantea que el motivo de la crisis luterana y protestante en general no está todavía bien comprendido, Lutero por su parte en su comentario al Magnificat mantenía dos posturas diferentes, por un lado el amor a María, heredado de su formación católica, y por el otro la negación total de los méritos de María, fruto ya de su nueva forma de pensar. Se ve cómo Lutero tiene un giro en su pensamiento.[31] Los diálogos Luterano-Católicos han acercado también esta percepción mariana entre las iglesias; un ejemplo es el ensayo del Padre Frederick Jelly OP, sobre la Inmaculada Concepción de María, utilizado en el VIII diálogo de USA, El único Mediador, los santos y María, publicado en 1992, donde ofrece el punto de vista, más comprensible para los protestantes, de que este privilegio mariano fue otorgado estrictamente por la sola gratia, sin ningún mérito de su parte.[32] En este sentido María es la favorecida, agraciada por decisión absoluta de Dios, lo cual coincide con la visión de Lutero.
Lutero traduce la palabra que pronuncia María no como humildad de ella por lo cual Dios se sintió atraído y le otorgó su gracia, sino más bien que María está agradeciendo a Dios porque miró la pobreza, la bajeza, la poca importancia social de esa sirvienta, en vez de buscar una hija de nobles y ricos de su entorno. María agradece que Dios se haya fijado en ella, sin merecer nada de parte de Dios, por pura benevolencia divina. Lo importante no es exaltar a María sino más bien captar cómo María glorifica a Dios por haberse fijado en ella dada su condición humilde. En este sentido María es un ejemplo, ella nos enseña a mirar no lo que nosotros hacemos sino lo que Dios hace por nosotros, porque lo que Dios hace por otros no nos interesa, solamente lo que hace por nosotros es lo que nos va a salvar.[33]
No solamente no debe adscribirse ningún mérito sino que los fieles no deben reconocerle ninguno, sería una falsedad.[34] En 1521 Lutero no duda en recurrir a la intercesión de María para obtener la ayuda que espera de Dios. También Lutero en su comentario al Magnificat muestra un sentido de interacción muy interesante; así como Jacob se vuelve Israel, Lutero traduce Israel como “el señor de Dios”, cada creyente por su fe se vuelve la esposa de Cristo, la esposa tiene poder y derecho sobre el esposo, así “el hombre hace lo que Dios quiere y Dios hace lo que el hombre quiere”.[35] En este sentido Lutero abre la posibilidad real de una interacción pero no por fuera de la fe, no por fuera de la gracia, sino dentro de ella. La relación de Dios con el creyente es tan fuerte, por medio de la fe, que produce un intercambio de dones y autoridades. Esta visión es prácticamente igual a lo que en la Iglesia católica significa la cooperación, una interacción mutua entre Dios y el creyente que nace de la relación basada en el Amor de Dios y en la aceptación del hombre. También podríamos decir con los ortodoxos, sinergia.
María es el ejemplo perfecto para ver cómo Dios actúa en sus fieles; ella está llena de gracia, favorecida por Dios, pero no merece nada por sí misma, por lo mismo no puede intervenir en nuestra vida con sus méritos, no puede ser mediadora entre Cristo y nosotros. El rol de María está totalmente abajo, los cristianos deben dirigirse a ella con estas palabras:
“A ti bienaventurada Virgen y Madre de Dios, como has sido inexistente (nada), insignificante y despreciada, y sin embargo Dios te ha mirado con tanta gracia y riqueza y cumplió en ti grandes cosas. Tú no has sido nunca digna de ninguna de esas cosas y la rica y sobreabundante gracia de Dios en ti ha sido mucho más amplia y alta que tus méritos.”[36]
Podemos notar en la teología cambiante de Lutero la progresiva disminución de lo humano respecto de la gracia, en su comentario al Magnificat nota este cambio de su mentalidad.[37]
C.2.2- MARÍA SIEMPRE UNIDA A DIOS, CENTRALIDAD DE CRISTO
Lutero, en su cometario al Magnificat, insiste en no separar a María de Dios, lo cual ha sido la línea que ha asumido la Iglesia definitivamente desde el concilio Vaticano II, La cooperación de María puede entenderse en la medida que se da esta centralidad pero no por fuera de ella,[38] y es un camino que se abre hacia el ecumenismo. El mismo Lutero insiste, en su Comentario al Magnificat, en los inmensos dones que Dios dio a María pero en la maravilla de que ella nunca se sintió más que nadie.[39] Lutero quiere recalcar que la grandeza de María viene exclusivamente del hecho de ser ella la madre de Dios, sin otorgar a María nada propio.[40] Concluye su meditación sobre el Magnificat pidiendo a Dios que nos dé una correcta comprensión del Magnificat, que no consiste en palabras bonitas sino en una vida buena en alma y cuerpo.
La presencia de María en Lutero también se puede notar en su himnología, aunque no muy bien estudiada, en ella se ve ante todo a María como la Madre de Dios, que domina en general toda la “mariología” de Lutero “María se distingue de todas las demás mujeres y de humilde Hija de Sión se convierte en Madre de Dios”.[41] Lutero publicó en el año 1523, en la fase decisiva de su reforma un cántico titulado Gelobet seys tu Jhesu Christ, donde con gran gozo explota el momento de la encarnación del Verbo y se refiere a la maternidad divina de María, aquél que en ninguna parte del mundo cabía (por su infinitud), está ahora en el vientre de María. También se refiere a la virginidad de María cuando canta acerca de la meta de la redención, “ . . . . resulta también de la gracia del cielo que se derrama sobre la púdica madre, . . . . el cuerpo y sangre de Jesús que comulgamos en la eucaristía, viene de ella”.[42] Podemos ver cómo Lutero en sí no rechazaba a María, al contrario, la veneraba, respetaba y amaba inmensamente, pero su devoción es esencialmente cristológica, por agradecimiento al Salvador, y por lo tanto María forma parte de su atención estrictamente en la medida que se refiera a Cristo. El cambio de práctica devocional hacia María y los santos es un esfuerzo por recentrar la religión cristiana en Cristo, no un rechazo de María.
Básicamente la mariología de Lutero no es negativa y queda enmarcada en ese centro que es la maternidad divina y su virginidad para que se dé la encarnación del Verbo de Dios. Pero sin ningún mérito de María, siempre por la gracia de Dios. Por eso la doctrina de la cooperación de María y de la Iglesia está completamente y radicalmente negada en Lutero, porque María es la más perfecta cristiana que recibe la gracia sin mérito alguno de su parte, y es la que recibe las gracias más elevadas, ser la madre de Cristo, pero estas gracias recibidas por lo mismo son las que demuestran la pequeñez de María; hay que separar ambas cosas para no confundirse.
C.3- COOPERACIÓN DE MARÍA
El problema de la cooperación de María a la obra salvadora es quizás el que nos separa más radicalmente de la teología protestante.[43] Ellos rechazan la mediación de María o de la Iglesia y el mérito de las buenas obras, tienen miedo excesivo de caer en el sinergismo teológico.[44] El mismo Yves Congar en su libro: Cristo, María y la Iglesia, dedica su atención a este tópico de la relación de Cristo con María y con la Iglesia, esta relación depende de un principio básico: “el de la cooperación de la humanidad a la obra de la salvación, cuya virtud viene evidentemente de Dios”.[45]
C.3.1- COOPERACIÓN DE MARÍA EN LUTERO
Lutero expresa en su Comentario al Magnificat que ella primero comienza con ella misma, proclamando lo que Dios ha hecho por ella. Esto nos enseña que cada cual debe poner cuidado en lo que Dios hace por uno más bien que en todas las obras que hace por los demás, “porque nadie será salvado por las obras que Dios hace en otro sino por las que hace para ti.”[46] Lutero no niega la posibilidad de intercesión de los demás, afirma en su comentario al Magnificat que es “correcto y apropiado; debemos todos rezar unos por los otros.”[47] En este sentido Lutero está abriendo una puerta a la mutua cooperación en el camino de la gracia por parte de los cristianos, de la Iglesia (y de María), pero pone un requisito importante, que nadie puede depender de las obras de los demás, dejando aparte la obra de Dios en cada uno. Debemos sentir esta acción de Dios como si fuésemos la única persona que existe en el mundo y como si Dios estuviese trabajando solamente con nosotros. “Sólo entonces podemos también contar con las obras de los demás”.[48] Por lo tanto está abriendo la posibilidad de cooperación entre los cristianos.
En su mariología Lutero quiere redimensionar el rol de María poniéndola como una cristiana más, que recibe la acción de Dios en su vida y luego ella misma quiere que esa acción de Dios se riegue a todos los demás. Así María nos enseña a orar a Dios agradeciéndole primero la obra que ha realizado en nosotros y después las que ha realizado en los demás. Mucha gente preparada ha tratado de conocer a Dios, lo cual es lo más grande que le pueda ocurrir a una persona, pero María es la que mejor nos puede ayudar a conocer a Dios. “Esto nos lo enseña la Madre de Dios de forma magistral, si solamente escuchásemos, en y por su propia experiencia”.[49] María por lo tanto sí puede cooperar con nosotros en el camino de la gracia, pero hay que escucharla de verdad y mirar y entrar en su propia experiencia. María es un ejemplo, un modelo, un camino a seguir para conocer a Dios de verdad.
María al final del Magnificat vuelve a reconocer las grandezas de Dios, de la cual la mayor es la encarnación del Verbo, que ha sido hecha no solamente por ella sino para la salvación de todo Israel.[50] Aquí todos los méritos y presunciones son rebajados y toda la gloria está dada solamente a Dios. Dios no ha ayudado a Israel de acuerdo a sus méritos pero de acuerdo a sus propias promesas. Lutero termina el Magníficat con las palabras que indican la cooperación de María: “pueda Cristo otorgarnos esto por la intercesión y por causa de su querida madre María. Amén”.[51]
El sentido de cooperación de María (y de los santos) por parte de Lutero está muy restringido, pero sin embargo existe un terreno donde hay criterios comunes con la Iglesia católica; una vez que se acepta la acción de Dios, tanto en María como en nosotros, como el centro primordial de la gracia, se puede también aceptar la voluntad de amor e intercesión de los unos por los otros, que entre dentro de esta acción de Dios, que es la obra de Cristo; por fuera de esta obra no hay sino pecado y muerte.
C.3.2- COOPERACIÓN DE MARÍA EN CALVINO
Calvino niega toda posibilidad de cooperación de parte de los santos respecto de los creyentes. Los santos rezan en el cielo pero lo hacen pidiendo a Dios que venga su reino, en forma general. La vía de petición de los santos es Cristo, quien es único camino; ellos (los santos) no pueden ser aceptados por Dios en ningún otro nombre, solamente el de Cristo. “Es un error de tratar de ganar algo por medio de los santos, los cuales no pueden ganarlo ni para sí mismos”.[52]
Sin embargo hay una posibilidad de recibir ayuda: “Por lo tanto no debemos esperar ser ayudados por ninguna oración de los santos (cualquiera que esta sea) a menos que tengamos parte en Cristo y seamos parte de su reino”.[53] Aquí percibimos una opinión de Calvino que se abre un poco más a la cooperación del ser humano con la gracia. La ayuda de los santos es posible pero con el requisito de que estemos en Cristo, de que nuestro corazón de verdad crea en Cristo y se abra a Cristo, y espere la salvación de Cristo y no de algún otro.
Por otra parte, una vez que estamos en el reino de Dios, debemos estar claros de que todo lo que hacemos viene de Dios y que la Iglesia entera reza para que el reino de Dios venga. Es una manera más general de ver la cooperación de los santos (o de la Iglesia), donde en el fondo cualquier logro es estrictamente de Dios, proviene de Dios, y nada viene del ser humano. Y aunque ellos estén rezando de esta manera, para pedir el reino de Dios, no debemos invocarlos. El intercambio se debe hacer entre los creyentes que están vivos, orando unos por otros para animarnos y fortalecernos con ese compartir de una fe común, pero no se puede hacer intercambio con los que han fallecido. Ellos nos animan a rezar también a Dios porque así como ellos son escuchados nosotros también lo seremos, en este sentido los santos no interceden por nosotros sino que cada cual debe buscar directamente a Dios mediante el único Mediador que es Cristo.

C.4- SITUACIÓN ACTUAL CATÓLICA
C.4.1- CONCILIO VATICANO II
Es importante resaltar que en el Concilio Vaticano II la mariología apuntó hacia el tema de la participación de María a la obra de la redención. El desarrollo dogmático de la Iglesia primero se ocupó del origen de Cristo y la relación de María con éste, lo cual definió los dogmas de la maternidad divina y la virginidad de María. Luego la Iglesia siguió desarrollando las otras cuestiones mariológicas sobre todo en relación al origen y al final de la Virgen María. Lo cual se desarrolló en la doctrina de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de María a los cielos. La realeza de María también fue resaltada en varias encíclicas papales, y al finalizar el Concilio Vaticano II el Papa Pablo VI declaró la maternidad espiritual de María, en cierta forma para equilibrar lo que se hizo en el Concilio, donde la figura de María quedó inserta en la Iglesia, pero al mismo tiempo había una expectativa hacia la promulgación posible de nuevos dogmas relacionados a la función de María dentro de la Iglesia.
La cooperación de María encierra toda una riqueza de desarrollos teológicos y diversos conceptos que incluso fueron utilizados en la Lumen Gentium, como el de socia, asociada, Nueva Eva, Mediadora, Abogada, Intercesora, etc. Todos elementos que indican la profunda raíz de la fe católica donde la participación y cooperación humana con la gracia tienen una cabida real y efectiva. Esta diferente percepción y sentimiento es el punto de choque más profundo con la doctrina y mentalidad protestante.
El sentimiento católico lleva automáticamente a la devoción mariana y de los demás santos, y produce en el pueblo de Dios una práctica devocional que colorea el catolicismo, donde el culto de veneración a María y a los santos están presentes y donde la reflexión constante de las virtudes, cualidades, actitudes, de María y de otros santos, representan un importante segmento del contenido de las predicaciones, incluyendo las de los sumos pontífices. No podemos soslayar esta realidad y en el diálogo ecuménico es necesario tomarlo en consideración. Pareciera que esta misma novedad ecuménica ha frenado al catolicismo en su desarrollo dogmático mariológico, y pareciera que la doctrina de la cooperación está cuestionada tan a fondo, por los mismos mariólogos, que ya no es doctrina católica. La presión ecuménica no puede convertirse en freno, inhibición del progreso en la profundización de la revelación divina, sino al contrario, ser estímulo, por una parte para centrar y llevar a una mayor austeridad la búsqueda teológica pero por la otra para profundizar más a fondo esas mismas verdades teológicas.
La redacción del texto mariano de la Lumen Gentium estuvo llena de dificultades justamente buscando de situar rectamente la figura y la misión de María en la economía de la salvación. Este tema difícil fue el tema basilar alrededor del cual se entrecruzaron las opiniones de los padres conciliares. Salvatore Perrella, profesor del Marianum de Roma, lo explica con claridad cuando afirma que el no haber utilizado ciertos términos en los documentos conciliares no significa un desinterés por el tópico de la cooperación de María,[54] es en realidad la clave de todo el edificio de la mariología, resolverlo con rectitud fue preocupación máxima de los padres conciliares, como lo demuestra la expresión de sus intenciones al redactar el texto mariano (LG 54).[55]
Es preciso reconocer en términos generales la importancia de los trabajos desde el anuncio del Concilio.[56] La Iglesia católica desarrolló la doctrina mariana a lo largo de los siglos, y quedó María unida a Cristo, por ser su madre, por su virginidad, por su ser inmaculada para la venida de Cristo, por estar asunta al cielo para seguir acompañado a Cristo, pero el desarrollo teológico en cuanto a la participación activa de María en la obra redentora fue de gran interés en las décadas anteriores al Concilio, y la pugna que se desarrolló entre colocar a María dentro de la Iglesia o aparte, sin embargo no hizo desaparecer este interés soteriológico mariano sino que al contrario quedó plasmado en el texto conciliar.
El maximalismo mariano fue combatido al poner a María dentro del tratado de la Iglesia, Lumen Gentium, pero sin embargo esta misma inclusión mariana más bien aumentó el tono soteriológico del documento conciliar, porque María quedó plasmada casi plenamente desde su dimensión de cooperación a la obra redentora. El incluirla dentro del tratado de la Iglesia, también por una sensibilidad ecuménica, no opacó su dimensión soteriológica sino que la potenció, porque dentro de la Iglesia se ve con mayor claridad la cooperación de María, por su misma entrega de fe, de aceptación plena del plan de Dios, por su adhesión a Cristo en toda circunstancia, y por su cooperación hacia los discípulos de Cristo.
El Concilio Vaticano II también muestra la participación de la Iglesia en la obra salvadora de Cristo.[57] Separar a María de Cristo fue saludable, ubicarla en la Iglesia fue necesario, ahora nos toca profundizar mejor su participación activa a la obra redentora. Este elemento de la mariología está en el centro del diálogo ecuménico y representa la dificultad más profunda en este diálogo, más aún que los mismos dogmas de la Inmaculada y la Asunción de María, la dificultad mariológica está basada en la teología de la salvación, como dice Flanagan.[58]
C.4.2- EN JUAN PABLO II
El legado de Juan Pablo II en este sentido es muy abundante, esta doctrina papal refleja el alma de la fe católica respecto a la mariología, y constantemente vimos cómo aportaba voluntariamente reflexiones marianas y mariológicas relacionadas con esta doctrina y mentalidad católica; la participación de María a la obra redentora. En la audiencia general del 10 de septiembre del año 1997 el Papa resalta la absoluta disponibilidad de María al proyecto divino y por lo tanto la propone como el modelo sublime para escuchar y asentir a la Palabra de Dios.[59] En la audiencia general del 17 de septiembre del mismo año el Papa afirma que María desde la anunciación ha sido llamada a dar su consentimiento a la venida del Reino mesiánico que se cumplirá con la formación de la Iglesia y que en Caná María aporta una contribución fundamental al enraizamiento de la fe en la primera comunidad de los discípulos y coopera con la instauración del Reino de Dios.[60]
El Papa Juan Pablo II insiste en la interpretación del Concilio justamente en la línea de la cooperación de María, resaltando lo que dice la Lumen Gentium de que María estuvo asociada íntimamente a la obra redentora, convirtiéndose en socia generosa de una manera totalmente excepcional, que no es algo impersonal ni indiferente respecto a la misma esencia de la vida cristiana, el Concilio pone en evidencia, según el Papa Juan Pablo II, que la cooperación de María estuvo animada de las virtudes evangélicas, fe esperanza y caridad, asociada a Cristo se vuelve la madre espiritual de todos los hombres para realizar la obra redentora que incluye la restauración espiritual de la humanidad.[61] Incluso después de los diálogos de Dombes sobre la cooperación de María a la obra redentora, Andrée Birmelée, teólogo protestante interesado en el ecumenismo, resalta esta tendencia del Papa Juan Pablo II a ir más allá del Vaticano II en cuanto al tema de la cooperación de María, y da un alerta sobre el relativo logro de estos diálogos, puesto que el lenguaje real de la Iglesia va mucho más allá del utilizado en Dombes.[62]
Juan Pablo II aborda todos los temas de la Lumen Gentium en las diversas audiencias generales, la mediación de María, subordinada a la de Cristo, que no la opaca, sino al contrario, María ayuda a encontrarnos con el Mediador, la devoción y oración a María, que implica su real posibilidad de hacer algo por nosotros, La presencia de María en las Bodas de Caná, donde ella intercede y ayuda a que los discípulos comiencen a creer, ella nos precede en la fe, no para quedarse aislada sino para ayudarnos a creer y obedecer a Cristo. María al pie de la cruz, que nos recuerda la fidelidad de María y su compasión; ella no está allí simplemente en una actitud pasiva sino participando y ofreciendo su hijo para la redención del mundo; su presencia firme en la cruz, que representa la mayor esperanza para nosotros los cristianos; su aceptación de convertirse en nuestra madre. En fin, el Papa Juan Pablo II en la audiencia del 9 de Abril de 1997, plantea claramente el tema de María cooperadora singular de la redención; siguiendo la Lumen Gentium; allí defiende la idea que a partir del siglo XV se fue desarrollando y que algunos han temido que se ponga a María en el mismo plan que Cristo. María tiene una realidad diferente como colaboradora respecto de los otros cristianos, porque éstos cooperan después del evento de la cruz, en tanto que María lo hace en el mismo instante de la cruz, por lo cual se extiende a todos los momentos de la obra salvífica de Cristo, en unión con Cristo y sometida a él; ella ha cooperado para obtener la gracia de la salvación a toda la humanidad.[63]
D- LA CUESTIÓN MARIANA EN ALGUNOS DIALOGOS ECUMÉNICOS
D.1- DIALOGO LUTERANO CATÓLICO EN USA: EL UNICO MEDIADOR LOS SANTOS Y MARÍA
Diferentes Percepciones.
El diálogo quiere aclarar la cuestión de la cooperación de los discípulos, resaltando el hecho de que los cristianos participan de la obra salvífica, pero en ningún momento son fuente de la salvación, porque ésta se realiza totalmente por Cristo. La fuente de la salvación será Cristo, aunque el ser humano ayude a encontrarla y en cierta manera será una expresión de esa fuente. El aspecto cristológico es decisivo, porque la Iglesia, aunque coopera, no es fuente, siempre la fuente es Cristo. La tarea de cooperación que Jesucristo da a sus discípulos sobre la tierra a través de los siglos es el fruto de su mediación y ayuda para que los demás reciban la gracia que él media. Este rol se describe a veces como una mediación derivada. “Pero esto significa solamente que en el Nuevo Testamento Jesucristo es el Mediador en el sentido que sólo él puede y cumple la totalidad de la salvación, sin lo cual sus discípulos no harían nada de importancia salvífica”.[64]
El sentido de la cooperación está presente en ambas posturas, pero para el católico la frontera es más amplia, y hay mayor confianza de que María y los santos puedan actuar, aunque en el fondo todo se basa en Cristo. Para el protestante la cooperación es mucho más instrumental, porque Cristo es siempre el único Mediador, y no hay derecho de invocar a nadie que haya muerto. La ayuda mutua que se hacen los cristianos es en tanto que están vivos, aquí en la tierra, pero la frontera de la muerte elimina toda posible intercesión a no ser que sea Cristo.
Por una parte los católicos deben siempre redimensionar este aspecto de su fe, siempre redescubriendo la fuente de la salvación y evitando confundirse con los periféricos, y los protestantes dejándose tocar por la plenitud de doctrina que implica nuestra presencia como seres humanos dentro del plan de Dios, no simplemente como receptores de la gracia sino también como participantes activos.
El divorcio entre los Santos y Cristo
La tensión entre la doctrina protestante y la católica se da mucho en un punto esencial; el haberse independizado el posible poder de los santos y de María del poder de Cristo; el culto a las reliquias de los santos es una expresión de este divorcio. El pueblo puede acudir a buscar ayuda, protección, solución de sus problemas, sin tomar en cuenta para nada a Cristo, quien en realidad fue quien murió y trajo la gracia de Dios, y al final no hay conversión, no hay fe cristiana, no hay compromiso en cambiar el corazón, no hay encuentro en la fe con Cristo, no hay reconocimiento de sus propios pecados, no se abre el cristiano a la salvación. El culto a las imágenes y a las reliquias tiene su fuerza y tiende a desarrollarse cada vez más, divorciándose de su fuente; la tensión iconográfica que se nota en los siglos VII al XIX tiene que ver con la diferente concepción greco-ortodoxa, donde la imagen guarda algo de su original, por lo tanto es sagrada hasta cierto punto, se venera y se espera algo de ella, no por sí misma pero por quien representa. “Los teólogos de Carlomagno en los Libri Carolini afirman que las imágenes tienen su función en las iglesias únicamente como instrumentos educativos”.[65] Los teólogos franceses aunque criticaron el divorcio entre los santos y Cristo, y el uso de las imágenes, sin embargo apoyaron las reliquias, porque decían que pertenecieron a personas que ahora están en contacto directo con Dios y por eso deben ser veneradas.[66]
Desde la Reforma Protestante hasta el Presente
En el lado luterano también hay sensibilidad hacia la realidad maternal de María como nos dice el libro estudiado.[67] Sin embargo en general en el lado luterano se siente un vacío respecto a la relación con María y a la presencia mariana dentro del ámbito religioso. Lo maternal evidentemente que está unido radicalmente a lo devocional, forma parte de nuestra realidad antropológica. Este sentimiento será también una fuerza importante en la búsqueda de la plena comunión eclesial, relacionada en esta dimensión mariana que estamos trabajando.
Dentro del campo luterano hay personas que promueven la veneración a los santos, pero rechazan la invocación.[68] Este punto queda siempre firme para los luteranos, e indica de fondo la diferencia de sentimiento respecto al poder de cooperación que tienen los santos con la gracia. Invocar implica pedir protección y ayuda en las necesidades, esto queda solamente para Dios de parte de los luteranos. Para los católicos hay una idea básicamente diferente; los santos ya fallecidos están unidos en una misma Iglesia y contribuyen con la Iglesia de aquí abajo con sus oraciones y su santidad unida a la de Cristo. Los beneficios que llegan a nosotros en la tierra por recordar a los santos son muchos.[69]
Respecto de María la visión católica, que se da en el Concilio Vaticano II, quiere resaltar que ella pertenece a la raza humana y también fue necesitada de redención, ella está ubicada por lo tanto dentro de la Iglesia como un miembro prominente, pero para los católicos ella también participa en la obra redentora aportando su cooperación.[70] (El Papa Juan Pablo II en su magisterio ha ido más allá del CVII y muestra que la diferencia de percepción todavía está vigente a pesar del avance de los diálogos.[71] En referencia a la Anunciación, por ejemplo, hace referencia al aspecto de la cooperación y mediación de María, aunque recalca su subordinación a Cristo).[72]
El pensamiento mariano católico se dirige también a la idea de María como modelo de la Iglesia en su camino de fe, caridad y perfecta unión con Cristo; el Concilio Vaticano II asume esta idea de Ambrosio.[73] En este sentido para el católico la mediación se hace más amplia también, porque acude a María en forma natural y se detiene en ella para buscar su propia identidad. María, además de modelo, es percibida como mediadora, una persona muy especial que reza por la Iglesia, de manera que en el Concilio Vaticano II se le da el nombre incluso de mediadora, sin opacar la única mediación de Cristo.[74] Como una participación en la mediación de Cristo, la mediación de María muestra por lo tanto el poder de Cristo.
Aquí se percibe nuevamente la diferente actitud respecto de los protestantes; para el católico es natural la presencia de María de muchas maneras en la vida religiosa; una presencia real y efectiva, donde ella coopera constantemente a nuestro caminar en la fe. El hecho de acudir a ella no implica que se niega a Jesús, sino que se le da un espacio existencial real a la relación con María, y esta relación tiene por objetivo fundamental mejorar y ampliar la relación con Cristo, es su sentido y su meta. Para los protestantes este sentimiento práctico está negado, por temor a que se le quite a Cristo su papel real. Es necesario seguir descubriendo la raíz de nuestra fe, como hizo el Vaticano II, para que nuestro lenguaje mariano se logre entender en su justo lugar, y no se piense que estamos negando a Cristo. En la actualidad variados autores católicos abordan el tópico de la cooperación de María a la redención, aunque no pocas veces rechazando el uso de términos como corredención, muchos están de acuerdo en la importancia de este tópico, que todavía no se termina de aclarar en la Iglesia, algunos a favor y otros en contra de la terminología tradicional, sobre todo por la sensibilidad ecuménica que hoy en día está muy presente en la Iglesia católica.[75]
D.2- EL GRUPO DE DOMBES
El documento de Dombes, fruto del diálogo ecuménico entre Católicos, Luteranos y Reformados, publicado en el año 1996, tiene un apartado especial dedicado a la Virgen María, y en específico una sección dedicada a la cooperación de María en el plan de Dios (María en el plan de Dios y la comunión de los santos). Es interesante este aspecto, puesto que ha sido tratado en forma especial justamente en el diálogo de Dombes. Al tema de la cooperación se dedicaron los números 207-227, 295, 323-324.
D.2.1- PROGRESO HISTÓRICO DE LOS DOGMAS MARIANOS
El documento resalta de manera interesante cómo la preocupación por el origen de María quedó resuelta, para los católicos, en el dogma de la Inmaculada Concepción, que desde el punto de vista ecuménico del grupo de Dombes, recibe este privilegio por pura gracia, sin mérito alguno. La cuestión del destino final de María, es decir, de la manera como entra en relación con el Reino definitivo de Dios, se resuelve con el dogma de la Asunción de María. En el diálogo ecuménico se puede destacar que la suerte de María no es independiente de la suerte de la Iglesia toda; es decir, que el privilegio mariano representa un adelanto especial para María pero que todos estamos destinados a seguir su camino, a resucitar en el Señor.[76]
La tercera cuestión es el aspecto de la cooperación de María con la gracia. En el desarrollo lógico de la teología parecía que el Concilio Vaticano II iba a aprobar un tercer dogma relacionado a la cooperación de María, antes, durante y después de la vida de Cristo, es decir, María Mediadora y quizás corredentora. Pero no fue así, y la cuestión sigue abierta en el debate teológico, habiendo diversas corrientes que quieren diversos grados de definiciones. Debido a que el problema de los protestantes respecto de los católicos está centrado en la justificación por la sola fe, sin las obras, la cuestión de la cooperación mariana (y de la Iglesia) es uno de los aspectos de roce más fuertes entre ambas doctrinas, y el grupo de Dombes se abocó a estudiar en específico este aspecto.
D.2.2- LA COOPERACIÓN DE MARÍA Y DE LOS CRISTIANOS
Se ve que el término “cooperación” es realmente un término que produce roce entre ambas iglesias, porque la una desea eliminarlo completamente mientras que la otra lo afirma constantemente. Por lo tanto Dombes se dirige a realizar una reconciliación o recomposición del término y del concepto que pueda satisfacer en lo posible a ambos lados. La cooperación de María es el fruto de la iniciativa del Padre, de la kenosis del Hijo y de la acción del Espíritu que dispone el corazón a la obediencia. Así María renuncia al gobierno de su propia vida. El mismo Lutero une María y la Iglesia en esa respuesta a la gracia de la justificación que se refleja luego en las buenas obras.[77]
María ha sido justificada por la sola gracia y por lo mismo pudo ser asociada a la obra de Dios en Cristo en una forma del todo especial, debido a su rol particular de ser la madre de Cristo, ella coopera de manera única al evento de la salvación, pero esta cooperación no es diversa en su naturaleza a la de cualquier persona justificada por la gracia. Debe haber una verdadera receptividad de la gracia y fecundado con ella, el cristiano, y María por excelencia, ayuda a Jesús a llevar adelante su obra en la historia, que es la acción de la Iglesia, la cual todo lo hace por el poder del Espíritu, pero aún así, debe también participar y aportar su voluntad y su acción. La libertad se vuelve así fuente de obras que manifiestan la salvación vivida en la comunión de los santos. En el lenguaje católico se dirá que estas obras son totalmente don de Dios y a la vez totalmente actos de la libertad humana bajo la gracia. Así la cooperación de María no atenta contra la soberanía de Cristo, su cooperación no va a agregar nada a la acción de Cristo puesto que es fruto de su gracia.[78]
María está presente al sacrificio de la cruz, se asocia con ánimo materno a éste (LG 58), responde con toda su libertad aceptando de perder a su hijo y recibiendo como hijo al discípulo amado. María es tipo de toda la Iglesia, la salvación debe ser recibida por el creyente, el dejar hacer a la gracia funda una nueva actividad en el creyente, que es la disponibilidad, obediencia a Dios, docilidad activa al Espíritu de Dios. Pero hay que aclarar que toda respuesta es contemporánea a la acción de la gracia divina. El rechazo de esa gracia depende absolutamente y únicamente del ser humano. Según opinión del teólogo protestante Alexander Vinet Dios hace todo, nos ha hecho, hace en nosotros la voluntad de actuar, hace por medio de nosotros todo lo que hacemos, pero lo hace con nosotros y no quiere hacerlo de otro modo.[79]
La gracia es un regalo, que depende únicamente de Dios, quien decide dar ese regalo, pero al mismo tiempo el regalo no llega a serlo si no es recibido por alguien libremente. No debe crearse una falsa rivalidad; lo que se reconoce a Dios no elimina lo del hombre, lo que se da al hombre no disminuye lo que le corresponde a Dios; hay lugar para ambos. Dios es un Dios de alianzas, y aunque la iniciativa es absolutamente de Él, si el hombre no entra, no hay alianza. Dios quiso que Cristo se encarnase en María habiendo de por medio el fiat de María.
Hay que distinguir también entre dos momentos, el momento fulgurante de la justificación, donde el hombre participa acogiéndola, coopera aceptándola, y luego la cooperación a lo largo de toda la vida, que es el proceso de santificación (aceptado también por los protestantes), donde las obras de los justificados resplandecen con la luz de Dios y son una respuesta que implica responsabilidad y corresponsabilidad tanto con Dios como con los demás cristianos. Dios quiere salvarnos dentro de un cuerpo que es la Iglesia, donde todos los bautizados participamos como sacerdotes, profetas y reyes. De esta manera estamos llamados a participar, a cooperar en la redención que solamente Cristo realiza. Todos los salvados pueden cooperar a la salvación del mundo con sus oraciones, sus servicios, sus sufrimientos.[80]
D.2.3- UNA PERCEPCIÓN CRÍTICA DEL DIÁLOGO
Lo que resalta del diálogo de Dombes en este tópico es básicamente la diferenciación entre “operar” y “cooperar”, lo uno corresponde estrictamente a Cristo; está ligado a la sola gracia, al solo Cristo, a la sola fe; es una dimensión irreductible, un núcleo esencial de nuestra fe cristiana, pero que no elimina en ningún momento el otro aspecto, que es la participación de la humanidad, de la Iglesia, el cooperar corresponde a María y a la Iglesia, y la cooperación de María es especialísima, aunque queda del lado de los redimidos.[81]
Salvatore Perrella, profesor del Marianum de Roma, critica el documento de Dombes porque no refiere nada del rol actual de María como redimida, señalando que después del tema de la cooperación sigue la doctrina de la mediación de María en la Iglesia, es decir, la cooperación actual y activa de María a la obra redentora de su Hijo.[82] De todas maneras la conversión de las Iglesias es un llamado que debe hacerse con la voluntad de participar y dentro de la gracia de Dios, como afirma el teólogo español Ismael Bengoechea, dentro de todo es un signo de esperanza que debe seguirse llevando adelante.[83]
Podemos decir que el Diálogo de Dombes ha sido un avance dentro del camino ecuménico, se ha caminado en un lenguaje común respecto a la cooperación de María y de la Iglesia, pero en sí hace falta profundizar realmente qué significa la cooperación con la gracia a nivel teológico. No es simplemente cooperar para recibir la gracia con un corazón abierto; ese es el primer momento; sino además la forma de implicarse con la gracia, la interacción y luego la respuesta a esa gracia primera. Además, la relación con Dios se sigue profundizando en la vida del creyente; Dios sigue dándose a sí mismo y el creyente sigue recibiéndolo y aceptándolo cada vez de nuevo, es decir, sigue cooperando a recibir la gracia para sí mismo, pero también ese involucrarse del creyente, con su corazón, sus deseos y sentimientos, su persona entera, afecta de alguna manera a los demás, porque “mueve” a Dios. En la medida que se valore la realidad antropológica y la acción del Espíritu Santo se entenderá mejor esta interacción de Dios con el creyente; esta “cooperación” con la gracia de Dios.
D.3- MARÍA GRACIA Y ESPERANZA (DIÁLOGO ANGLICANO CATÓLICO)
Este diálogo se realizó en Seattle por la ARCIC (Comisión Anglicana-Católica Internacional). Sale a la luz el 2 de febrero del 2004, fiesta de la Presentación. No es una declaración directa de cada Iglesia sino de la comisión y que va a ser estudiada luego por cada Iglesia implicada. Buscando los aspectos relacionados al tema de la cooperación de María, encontramos los tópicos de consentimiento, libre aceptación, participación, respuesta a la gracia, etc. que se refieren al punto aunque sin utilizar la palabra cooperación directamente.
Sección Bíblica: En la primera sección, bíblica, el documento analiza los pasajes que se refieren al rol de María dentro del plan de salvación, dentro de la vida de Cristo. “El nacimiento del hijo de María es el cumplimiento de la voluntad de Dios para Israel y la parte de María en ese cumplimiento es la del libre e invalorable consentimiento en auto donación y confianza: ‘He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’ (Lc 1,38; cf. Sal 132,2).”[84] El documento reconoce la participación libre de María, implica que la persona humana tiene una densidad ontológica real y la respuesta de ella tiene un peso específico en la realización del misterio de Cristo. Es a partir de esta valoración que se puede plantear un reconocimiento, el agradecimiento y el posible culto a María (y a los santos).[85] “Igualmente impresionante es el Fiat de María, su Amén, dado en fe y libertad a la poderosa Palabra de Dios comunicada por el ángel (1,38)”.[86] De nuevo queda resaltado en el documento la libre participación de María, lo cual redunda en un acercamiento de las posturas al valorar más la parte antropológica.
En el comentario sobre las bodas de Caná, parágrafo 25, el diálogo resalta también la cooperación de María en la obra del Salvador. “Desde este momento ella se compromete a sí misma totalmente al Mesías y a su palabra.”[87] Ella queda comprometida en ayudar a los discípulos en su camino de fe y confianza en el Señor. “Nuestra mirada de este pasaje refleja la comprensión eclesial del rol de María: ayudar a los discípulos ir hacia su hijo Jesucristo, y ‘hacer lo que él les diga”.[88] La Iglesia Anglicana está abierta a valorar el rol de María en el proceso de conversión de los discípulos, un rol activo, después de recibir la gracia de Dios en ella, fomentarla en los demás. El documento de la ARCIC en el punto 26 lo vuelve a decir claramente, abriéndose así a la relación materno filial de los cristianos, seguidores de Cristo, con María, la madre de Cristo, rol que implica cooperación y al mismo tiempo amor y devoción a María.[89]
Sección Litúrgica y Tradición: En la sección dedicada a la liturgia y a la tradición, el documento en cuestión también valora el crecimiento que ha habido en la Iglesia respecto al rol de María en la redención, un lugar único e irrepetible, que implica la participación de María y al mismo tiempo el reconocimiento del pueblo creyente, que desemboca en la piedad mariana, sea en forma pública que privada. Evidentemente esta piedad tiene una base de cooperación real de parte de María, tanto en la vida de Cristo como en la vida actual de los cristianos.
“Dentro de la nube de testigos, la madre del Señor ha llegado a tener un lugar especial. Los temas desarrollados a partir de las Escrituras y en la reflexión devocional revelan un profundo despertar del rol de María en la redención de la humanidad. Estos temas incluyen a María como la contraparte de Eva y como modelo y tipo de la Iglesia. La respuesta del pueblo cristiano, reflexionando en esos temas, encuentra expresiones devocionales en ambas, oraciones privadas y públicas.” [90]
Hablando del especial ministerio de María el documento aprecia el rol específico que tiene y la participación activa al menos en su oración de intercesión: “En consecuencia se considera que ella ejerce un ministerio particular de asistir a los demás con su oración activa.”[91] El parágrafo 72 del documento aborda la maternidad espiritual de María y enfatiza en ese rol activo de ella en la historia de la salvación, aunque también la pone como el testimonio de la potencia redentora de su Hijo, es interesante el paralelismo que señalan entre Eva y María, relacionado a la historia de la salvación, la Nueva Eva es por lo tanto la nueva madre de los creyentes, los nuevos vivientes.[92]
Al final, en las conclusiones definitivas, el documento resalta la acción actual de María y de los santos en su rol de intercesores y mediadores, y por lo tanto la costumbre de los cristianos de acudir a ellos buscando ayuda y consuelo, lo cual no se sale del verdadero culto cristiano siempre que se mantenga clara la diferencia y la ubicación de María respecto de Jesús. La cooperación de María y de la Iglesia demuestra más bien la potencia de la mediación de Cristo, quien hace entrar a trabajar a muchos otros en su obra, a cooperar con ella, pero todo viniendo de la única fuente que es su mediación. El deseo ecuménico y el avance de los diálogos permiten decir en esas conclusiones: “-que María tiene un ministerio continuo que sirve al ministerio de Cristo, nuestro único mediador, que María y los santos rezan por toda la Iglesia y que la práctica de pedir a María y a los santos de rezar por nosotros no divide la comunión”.[93]
E- CÓMO HABLAR A LOS NO CATÓLICOS
Con referencia sobre todo a los protestantes tenemos que profundizar nuestra capacidad de expresión respecto de María. En una actividad con Misa y charla mariana se preguntó a una joven qué le había gustado más y ella expresó que la charla mariana. Resulta que esa joven era protestante. Ella comentó que en la charla se había hablado de la humildad de María (dando la idea de que María era la cristiana más humilde y que nadie nunca se la podría ganar en humildad, con las implicaciones que tiene este aspecto para su participación en la obra de Dios), esa joven dijo que ella siempre trataba de ser humilde de verdad.
Los protestantes se sienten chocados de que amemos a María y la nombremos constantemente, de que la tengamos en estatuas y la veneremos en ellas, de que hagamos procesiones y oraciones dirigidas a María, de que le pidamos su protección e intercesión. Por nuestra parte debemos aclarar muy bien el lugar de María en el misterio de Dios. Ella está integrada en este misterio y tiene su propio lugar, pero los protestantes temen que al tomar en cuenta a María se deje de mirar a Jesús, a Dios.
Partiendo siempre de la doctrina católica, de los documentos del Magisterio, las encíclicas y dogmas aprobados en los concilios y directamente por los papas, tenemos que redescubrir cada vez el lugar de María en la historia de la salvación. Ella es la persona que encarnó de la manera más excelsa la Palabra de Dios y llegó a ser la Madre del Verbo Encarnado, Jesús de Nazaret. Ella participó con su fe, como discípula, como fiel cumplidora de las cosas de Dios, como buena cristiana, de todo el misterio de Cristo y de la Iglesia en sus comienzos, y ella lo sigue haciendo ahora.
Es decir que para hacerse entender mejor de los protestantes hay que resaltar la primacía de la gracia; poner en evidencia la integración de María dentro de la Iglesia y apoyarse lo más posible en la Santa Biblia.
Respecto a la primacía de la gracia, afirmamos que antes de todo está la gracia de Dios, luego está la respuesta de María. Es decir, que María recibió antes la gracia divina para poder estar preparada a la gran misión que le correspondió en la obra de Dios.
Cuando hablamos de la Kejaritomene, (Cf. Lc 1,28) la Llena de gracia, la altamente favorecida o agraciada por Dios, estamos enfatizando en que María fue escogida por Dios y fue llenada de la gracia de Dios. Antes de ella hacer nada, ya recibió la gracia. Esta doctrina es católica, pero no se enfatiza mucho, sino que se pone más fuertemente la otra parte, la respuesta de María como persona, que le permitió mantenerse sin perder esa gracia de Dios, al contrario, aumentándola cada día más en su ser.
Cuando hablamos de Inmaculada Concepción, dogma que no es aceptado por los protestantes, y que los ortodoxos tampoco lo toman como un dogma sino que ellos enfatizan en el aspecto de la Panagia, toda santa, es decir, llena de gracia; debemos comenzar diciendo que Dios decidió dar a María su gracia, pero no para hacer de ella un ser extraordinario, sino porque Dios estaba decretando su gracia para toda la humanidad, y Cristo iba a nacer de esa muchacha virgen, por lo cual ella ya estaba llena de la gracia de Dios para poder realizar esa misión. Por eso podemos afirmar que Dios realmente preservó a María de toda mancha de pecado antes de ser concebida, por los méritos de Cristo, y para servir a Cristo. El enfrentamiento del mal en contra de Dios es tan profundo que era necesario que la persona que iba a ser la madre del Verbo Santo hecho hombre no tuviese nunca mancha de pecado, ni siquiera en el origen de su ser. La potencia de Dios, la gracia, actuó en ella en forma extraordinaria, pero no para hacerla una persona especial y nada más, sino para fundar la Iglesia en María y desde María, lugar santo donde toda la humanidad iba a entrar a encontrarse con la santidad de Dios y por lo tanto a santificarse. Todos estamos dentro del dogma de la Inmaculada, todos estamos incluidos en la gracia otorgada a María: esa gracia es para todos, solamente que a través de ella es que la recibimos.
De esta manera queda ubicada María dentro de la Iglesia, como lo hizo el Vaticano II, como un miembro más de la Iglesia, pero un miembro sumamente especial, al cual hay que darle su lugar preciso para poder comprender mejor qué es lo que Dios está haciendo con nosotros y cómo responderle mejor. María es por lo tanto el primer miembro de la Iglesia, protegido por Dios del pecado, que respondió con todo su ser personal al llamado de Dios, a su gracia, y que luego recibió de su propio Hijo Jesús en la cruz el mandato de ser la madre de sus discípulos amados, por lo tanto la gracia que María recibe en el origen de su existencia al ser Inmaculada, se sigue desarrollando como un árbol que beneficia y donde se apoya y crece toda la Iglesia. Ella continúa como persona individual, puesto que todos somos personas únicas e irrepetibles, participando y cooperando para que todos vayamos entrando en esa gracia infinita de Dios, por medio de Jesucristo su Hijo amado, y con el poder del Espíritu Santo.
Respecto al dogma de la Asunción de María, que tampoco es aceptado por los protestantes como dogma de fe, y los ortodoxos no lo definen como un dogma sino que se refieren a la Dormición de María, que es en el fondo lo mismo pero con sus variaciones. Podemos explicar esta realidad mariana basándonos en la Biblia cuando San Pablo habla de que seremos arrebatados al cielo (Cf. 1 Tes 14,17); las promesas de vida eterna que están por todas partes en el Nuevo Testamento, el libro del Apocalipsis, capítulo 12, que habla de la mujer vestida de sol, de la lucha del mal, del dragón, contra la mujer y contra la Iglesia; esa mujer representa ella en sí misma a la Iglesia, pero a la vez es una persona, y es la madre del Mesías, por lo tanto es María.
Si creemos de verdad en la gracia de Cristo, en su resurrección y en sus promesas, tenemos que creer en la vida eterna, en el Reino de Dios. Como dice San Pablo, si no hay resurrección nuestra esperanza es vana y no sirve de nada nuestras luchas y sufrimientos en esta vida por las cosas de Dios (Cf. 1 Cor 15,19-20). En María se están cumpliendo de manera excelente y ejemplar las promesas de Cristo, su potencia redentora. La Asunción de María no es simplemente un privilegio para ella sino que es la ratificación plena de la obra redentora de Cristo, es como el broche de oro de su misión en la tierra. Así como María estuvo unida desde su origen a Cristo, pues fue preservada del pecado para ser su madre, así como permaneció fiel a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo, ella es arrebatada al cielo para permanecer en el seno de la Santísima Trinidad, como la primicia de la redención, como dijo Juan Pablo II, la primera redimida, nuestra hermana y madre en la fe, que va a permanecer en su casa, la casa de Jesús, la Iglesia, para esperarnos allí a cada uno de nosotros en la medida que vamos llegando, y para luchar contra el mal, como lo indica la mujer del Apocalipsis, y ayudarnos a salvarnos en Cristo.
La Asunción de María no es un privilegio para María sola; es un acto de Dios, de su gracia infinita, libremente realizado por él, ubicado dentro de una realidad militante, dentro de la lucha de la Iglesia entera por conquistar el Reino de Dios. María por su parte sigue guardando en su corazón, sigue reflexionando, sigue escuchando, sigue protegiendo y animando, sigue luchando por nosotros y con nosotros, como buena madre, para llevarnos hasta Dios.
El otro aspecto dogmático, aunque no decretado como tal, pero que forma parte de la doctrina católica ordinaria, es la participación de María en la obra redentora, que tiene varias dimensiones como la Mediación de María, la Maternidad Espiritual, la Intercesión, la Corredención, etc. María participa con todo su ser y su voluntad en la obra de Dios. Al anunciarle el ángel Gabriel, en Lucas 1,26-38, ella termina respondiendo: aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,36). Más tarde Lucas pone en boca del anciano Simeón la terrible profecía de que a ella también le atravesaría el corazón una espada, a fin de que las intenciones de los corazones salgan a la luz (Lc 2,35). Con lo cual vemos la actitud y participación de María en el misterio de Cristo y de la redención, en el misterio de la Iglesia. Ella está presente al final, al pie de la cruz, participando con su amor y sufriendo la espada, acompañando a su Hijo hasta el final, y abriéndose al misterio de Dios que en ese momento fundaba definitivamente la Iglesia por medio de la sangre de su Hijo (Cf. Jn 19,25ss). María sigue participando activamente en la obra de Dios cuando está en Pentecostés, cuando se funda definitivamente la Iglesia por la acción extraordinaria y maravillosa del Espíritu Santo. Ella sigue acompañando a los discípulos en la oración expectante del Espíritu (Cf. Hch 1,14).
En este sentido tocamos el otro polo de la realidad religiosa salvífica; el aspecto antropológico, que en general los protestantes disminuyen exageradamente negando toda participación humana, o negando todo valor a esta participación, y como hemos visto, al contrario de los protestantes, los ortodoxos sí lo aceptan y valoran. El reconocimiento que le hacemos a María por su actuación, significa que valoramos a la persona humana; el mismo Dios valora a la persona humana, es Dios mismo quien nos creó personas, porque Él es Persona, y tanto es así que murió en una cruz por nosotros; si no valiésemos nada para Dios, ¿cómo hubiese muerto en la cruz por nosotros?
Partiendo de esta valoración de la persona humana, la Iglesia a lo largo de los siglos ha “condecorado” a sus héroes, de los cuales María es la más grande heroína de la fe, y ha desarrollado todo un culto, invocación, devoción a la madre de Jesús.
Si no existe la realidad personal entonces no se puede valorar la heroicidad, no se puede valorar el aporte individual personal, propio de cada uno. La Iglesia cuando canoniza a alguien está afirmando básicamente que vivió en forma heroica la fe, la esperanza y la caridad. Pero al mismo tiempo, como prueba de que esa persona está en el cielo, exige un milagro, comprobado por los científicos, y que asegure que esa persona intervino en un hecho imposible de ocurrir por la misma realidad intramundana.
Esta realidad de la persona humana es la base de todo lo que creemos y percibimos. El desarrollo de la persona ha sido la gran conquista de la humanidad a lo largo de los siglos, pero esto no ha sido ajeno a la acción de Cristo, y de los cristianos, de la Iglesia, en la historia humana. La posibilidad de cooperación por parte de María implica el reconocimiento de ella como persona y por lo mismo el agradecimiento a ella explícitamente. Al mismo tiempo implica que ella sigue actuando por el bien de todos y que podemos acudir a ella para nuestro camino de Dios. Es una persona viva y activa, e interesada en todo el acontecer de la Iglesia y de cada cristiano.
María memoria de la Iglesia. El argumento de la realidad histórica de la encarnación también debe ser resaltado. María fue y es la madre de Jesús, por lo tanto fue la que recibió el anuncio del ángel Gabriel (Cf. Lc 1,27); fue la que llevó a Jesús en su seno; fue la que vivió por primero el misterio de Jesucristo, en silencio, sola. Ella lo llevó, como toda madre, por alrededor de nueve meses en su vientre; ella lo parió, lo amamantó, lo crió, acompañada de José; lo amó intensamente y radicalmente, como aman las madres a sus hijos. La Iglesia se apoya en ese amor de María para poder vivir su amor a Jesús; no se puede eliminar el amor de María para sustituirlo por otros amores. Es lo mismo con los apóstoles; no se pueden quitar de la Iglesia. Así María, por su realidad antropológica y familiar y como creyente, es la persona más interesada, y la que va a mantener en su memoria viva la presencia de Cristo de la manera más profunda y perfecta. Ella por lo mismo es la persona que va a hacer más porque la obra de su Hijo llegue a su plenitud; por todo eso María es la más perfecta cooperadora de Cristo, en eso nadie se la va a ganar nunca, y seguirá trabajando siempre por esa obra.
La manera especialísima de participar María en la obra de la redención, hace que ella estuvo presente desde antes de nacer Jesús, desde el momento de su encarnación, hasta el final de su vida en la cruz, y luego en su resurrección y el envío del Espíritu a la Iglesia primitiva. Su unión con Cristo supera todas las posibles uniones que podamos tener los cristianos, ni católicos ni protestantes ni ortodoxos, nadie va a superar a María en esta unión. Su participación en la redención, en el momento mismo de la cruz, que es el que marca definitivamente toda la realidad, fue de una manera única e irreemplazable, porque ella era su madre y lo amaba con todo el corazón, como lo demuestra el mismo hecho de que estuviese allí, y donde la espada del dolor le atravesó el corazón, como atestigua Lucas en la profecía de Simeón. Esta participación dolorosa de María, en la cual ella no cae en la trampa del mal, sino que permanece pura e inmaculada, sin pecar de odio ni de violencia ni de venganza ni de otra cosa, fiel al camino de su Hijo, quien perdona a sus verdugos desde la cruz, la más fiel y primera cristiana, perfecta discípula de Cristo, como lo resalta el documento de Aparecida en Brasil, produce una especial fecundidad en María; que Juan resalta cuando narra en su evangelio lo que Jesús pide a María como su última voluntad para ella: ser la madre de sus discípulos (cf. Jn 19,25ss) y como extensión, la madre de toda la humanidad, porque si Cristo murió por toda la humanidad, le pidió a María extender su amor maternal, que él conocía muy bien, como un amor espiritual hacia toda la humanidad por la cual él había entregado hasta la última gota de su sangre.
Por lo mismo la participación y cooperación de María en la obra de Dios no es cualquier cosa; es un mandato expreso de Jesús en un momento muy serio, el momento de su muerte en la cruz, y está enraizada en una realidad también muy seria; María es la madre de Jesús y a la vez la Kejaritomene, la llena de gracia, la altamente favorecida de Dios para cumplir todas esas misiones.
F- LA DEVOCIÓN A MARÍA
Por todo esto no es de extrañar que el pueblo cristiano haya desarrollado una profunda veneración y devoción a María, la dulce y amorosa madre de Jesús y madre nuestra. La primera prueba de esta devoción está en la Biblia; la manera como Lucas habla de María expresa una experiencia personal con ella; muestra cualidades propias, valoraciones únicas de su persona, como cuando dice que María meditaba y guardaba todas estas cosas en su corazón. (Cf Lc 2,19). La proclamación del Magníficat (Cf. Lc 1,46-55) en la visita que narra Lucas de María a su pariente Isabel, pone a María en la corriente de todos los verdaderos y verdaderas israelitas que han sido creyentes humildes y han participado en las cosas de Dios a lo largo de la historia de salvación. El título que da Isabel a María: la madre de mi Señor (¿y cómo es que la madre de mi Señor viene a mí? Lc 1,43) indica que para esa época cuando se escribió el Evangelio, a finales del siglo I, había la tradición en la Iglesia de referirse a María en forma respetuosa, con un título propio y especial, y que su visita a un hogar cristiano era considerado como uno, o el mayor honor posible para ese momento.
Los primeros escritores teólogos cristianos, Justino e Ireneo, de comienzos del siglo II, tocaron en sus explicaciones la realidad de María como nueva Eva; en el siglo III el pueblo cristiano invocaba a María en comunidad, como lo atestiguan las tablillas de arcilla encontradas en Egipto que datan de esa época y tienen inscrita la famosa oración Sub tuum praesidium (Bajo tu amparo nos acogemos santa madre de Dios…), y donde se utiliza en forma natural el título de Madre de Dios, que más tarde, en el siglo V, en Éfeso, se afirmaría como el primer dogma mariano decretado por la Iglesia.
Los ortodoxos mantienen una gran devoción y amor a María, aunque primordialmente dentro de la celebración litúrgica, lo cual muestra que esa devoción a María ha estado presente en la Iglesia desde muchos siglos atrás. Los católicos mantienen una profunda devoción a María de muchas maneras, dentro y fuera de la liturgia, y los protestantes se han ido secando casi completamente de esta devoción a María, hasta el punto de que muchos han llegado a la confusión de rechazarla directamente, como un acto de contraposición con la postura católica.
Respecto al lugar de María dentro de la liturgia y devoción de la Iglesia, es importante también colocarla en su lugar. Todo acto litúrgico debe apuntar a la gloria de Dios, y María entra en esa glorificación de Dios, porque en ella se puede notar con mayor facilidad la grandeza de la acción de Dios en una persona humana y el cumplimiento de sus promesas. Es necesario que María sea siempre canal para mostrar a Cristo al pueblo, para mostrar la gloria de Dios, y no que se constituya en obstáculo, en desviación de este objetivo primordial. La misma Virgen es lo que quiere, que todos encuentren a su Hijo y se salven. En este sentido la devoción a María debe ser cristocéntrica, trinitaria, pneumatológica, eclesial. Es decir; debe estar centrada en Cristo y en su obra redentora; debe girar alrededor de Cristo; María está en todo referida a Cristo. Debe partir de Cristo y llegar a Cristo. Además debe estar integrada en el misterio de la Santísima Trinidad; la obra del Padre (hágase en mí según tu palabra), la acción del Espíritu (el Espíritu Santo vendrá sobre ti) (Pentecostés), la relación con el Hijo.
Debe hacer referencia especial al Espíritu Santo, porque a veces se sustituye la acción propia del Espíritu y se pone a María en su lugar; debe ser eclesial, es decir, todo lo que ocurre a María es por y para la Iglesia; ella no está sola, ella forma parte de la Iglesia, en la obra de la salvación de Dios.
Además esta devoción debe tomar en cuenta el aspecto antropológico; María es una mujer, propia de su contexto cultural e histórico, madre, hija de un pueblo, pobre, sencilla, humilde, esposa de José; integrar toda esta realidad humana dentro de la devoción para ayudar a encarnarse en la historia, a redimensionarla siempre y verla como un ser humano en el que Dios ha actuado maravillas infinitas y que esas maravillas son para todos.
F.1- NUEVA EVANGELIZACIÓN
De esta manera la devoción a María será siempre un potente resorte evangelizador, el mayor de todos, el más profundo y estable de todos. La devoción no debe estar divorciada de esta evangelización constante; al contrario, ella sostiene la fe y a la vez la motiva y la potencia; en la medida que profundizamos en nuestra formación mariológica podemos trabajar en la evangelización con María, porque ella abrirá innumerables posibilidades donde uno menos se lo imagina. Ella ha estado a la base de todas las fundaciones de la Iglesia, de todas las vidas de los santos, ella es la motivadora principal de la evangelización, porque sus motivos son los más genuinos y los más sólidos; ella es la madre del Mesías y a la vez la llena de gracia; nunca se dejará vencer por el mundo, por la rutina histórica, por la desmemorización del sacrificio vivo de Cristo. Ella será siempre el estímulo primordial de la Iglesia en su evangelización. A ella le dolió y pagó completamente el costo de nuestra redención; ella estuvo cuando su Hijo murió en la cruz por nosotros; ella no va a permitir que ni una gota de su sangre se pierda, ni la más pequeña, porque es la sangre del Hijo de sus entrañas. La tenacidad del amor de María es la fuerza más profunda que la Iglesia tiene para no apostatar de Cristo.
La devoción a María debe ser la puerta de entrada más hermosa, estable y segura para encontrarnos de verdad con Jesús. Corresponde a la Iglesia, a los agentes evangelizadores y catequizadores de ir desarrollando esta labor y aprovechando convenientemente para continuar de la manera más excelente la obra de Cristo.
F.2- FORMACIÓN CONTINUA
Es importante estar en constante formación y actualización respecto de los documentos del Magisterio de la Iglesia, las encíclicas papales, los documentos de la Iglesia Latinoamericana y Venezolana así como todos los demás. El intercambio ecuménico no debe desviarnos de nuestra fe católica y devoción a María y a los santos sino al contrario afianzarnos más en ella, pero a la vez purificándonos de las tendencias equivocadas y aprovechando la experiencia de los otros cristianos, porque en el fondo formamos parte de una misma Iglesia de Cristo, aunque hay que seguir orando y trabajando para lograr lo unidad plena nuevamente. Es un grave error que a veces las personas profundizan la formación y pierden la devoción a María e incluso a veces llegan a perder la fe católica. La verdadera formación debe llevarnos a profundizar y afianzar cada día más la fe y no a perderla.
El profundizar en el conocimiento de María, en su participación dentro del misterio divino será siempre un elemento fundamental dentro de la verdadera formación cristiana; el que de verdad quiera formarse en este sentido encontrará un mar inagotable de conocimientos que ya existen dentro de la Iglesia católica y en otras iglesias como la ortodoxa. El católico no debe temer de su amor y devoción a María, antes bien debe prepararse mejor para poder enfrentar las críticas y con argumentos válidos, defender su fe y devoción. Al final el amor a María es tan de Dios que nadie podrá negarlo ni rechazarlo, pero habrá que pagar por ello, habrá que pasar por dificultades e incomprensiones. El que se mantenga firme y no traicione el amor a María tendrá un gran premio por la pureza de su fe; estará glorificado junto con ella. Traicionar a María en el fondo es traicionar una de las dimensiones más profundas y esenciales de la Iglesia.

[1] cf. Dictionary of the Ecumenical Movement. Voz: Protestantism. p. 830.
[2] Cf Dictionary of the ecumenical movement. Voz: Lutheran-Roman Catholic Dialogue. p 638.
[3] Dictionary of the ecumenical…, pg 639.
[4] Dictionary of the ecumenical…, pg 640.
[5] Dictionary of the ecumenical…, pg 640.
[6] Joint Declaration on the Doctrine of Justification. The Lutheran Word Federation and The Roman Catholic Church (Grand Rapids, Michigan / Cambridge, U.K: William B. Eerdmans Publishing Company, 1999) N. 15.
[7] “Lutero mismo distingue entre gracia o favor de Dios, un bien externo que lucha contra el mal externo de la ira, y don o el bien interno (de Dios) que lucha contra el mal interior o pecado (del hombre). La distinción entre gracia y don ha servido como base para una creciente lectura “católica” de Lutero en el movimiento ecuménico.” (Malloy, Christopher J: Engrafted into Christ. A critique of the Joint Declaration, [American University Studies. Peter Lang. New York 2005] 42).
[8] Cf. Justification by Faith. Lutherans and Catholics in Dialogue VII. Anderson George H., Murphy Austin T. and Burgess Joseph A (Augsburg Publishing House, Minneapolis, 1985) 238.
[9] Gritsch, Eric: Martin Luther. Faith in Christ and the Gospel. (NY: New City Press, 1996) 117.
[10] “fuera de Cristo la muerte y el pecado son nuestros maestros y el diablo es nuestro dios y señor y no hay poder o habilidad, clarividencia o razón, con las cuales podamos prepararnos nosotros mismos para la justificación y la vida o buscarla” (Gritsch, Martin Luther, 117).
[11] “Pero la carne, la naturaleza humana se rebela violentamente, porque ésta se deleita grandemente en el castigo, en lucirse de su propia justicia, en la desgracia del vecino”. “esta perversión es totalmente maligna, contraria al amor, que no busca su bien sino el del otro” (Gritsch, Martin Luther, 91).
[12] Calvin, John: Institutes of the Christian Religion (Edit: William B. Eerdmans Publishing
Company.1975) I.3.
[13] Calvin, Institutes, I.3.
[14] “Por lo tanto cualquier apariencia de santidad que pueda tener por sí mismo un ser humano es simplemente hipocresía, y más aún, una abominación delante de Dios, porque los pensamientos de su mente siempre son depravados y corruptos” (Calvin, Institutes, I.3).
[15] El pecado original es para Calvino “la depravación y corrupción de nuestra naturaleza, que nos hace en primera instancia sujetos a la ira de Dios, luego da en nosotros origen a lo que la Sagrada Escritura llama obras de la carne. Y que es propiamente llamado pecado en la Escritura” (Calvin, Institutes, IV.16).
[16] Calvin, Institutes, IV.17.
[17] Calvin, Institutes, IV.17.
[18] Creeds of the Churches (Lousville: Edited by John H. Leith. John Nox Press, 1982) 68.
[19] Creeds of the Churches, 68.
[20] Creeds of the Churches, 168.
[21] Creeds of the Churches, 201.
[22] Creeds of the Churches, 270.
[23] “Toda la posteridad de Adán está caída, degenerada, y muerta, desprovista de la sensación o sentimiento del testimonio interior o semilla de Dios, y sujeto bajo el poder, naturaleza y semilla de la Serpiente . . . mientras ellos permanecen en ese natural y corrupto estado. . . no solamente sus palabras y hechos solamente sino todas sus imaginaciones son malas perpetuamente a los ojos de Dios, al proceder de esta débil y depravada semilla. El hombre por lo tanto, en este estado, no puede conocer nada correcto, sus ideas y conceptos de Dios, mientras no se une a la Luz Divina, son sin valor para sí mismo y para los demás”(Creeds of the Churches, 327).
[24] Belge Confession, in Creeds and Confessions, 417.
[25] Cf. WA, XLV, 86.
[26] Fernández Domiciano, CMF: “María en el comentario de Lutero al Magnificat” Ephemerides Mariologicae, Vol XXXIII, 265 (hace referencia a W. Delius).
[27] The One Mediator, the Saints, and Mary (Minneapolis/Augsburg: Edited by H. George Anderson J. Francis Stafford, Joseph A. Burgess, c1992) 236.
[28] Lutero, Martín: Comentario al Magnificat, Edición de Weimar, (WA) tomo 7, 192.
[29] Lutero, Martín: Comentario al Magnificat, Edición de Weimar, (WA) tomo 7, 192.
[30] “Pero estos principios, llevados hasta el extremo, crean un grave problema teológico; si rechazamos toda cooperación humana, la de María, la de la Iglesia ¿qué función soteriológica corresponde a la humanidad de Cristo?” (Fernández, “María en el comentario”, 276).
[31] “Después de haber enumerado las gracias otorgadas a María, comienza a hablar de sus méritos. En este aspecto, es completamente negativo” (Chavannes, Henry: “Pourquoi Luther a-t-il regeté la médiation mariale”. Ephemerides Mariologicae, Vol 39 [1989].371).
[32] Cf. Jelly, Frederick op: The Roman Catholic Dogma of Mary’s Immaculate Conception, en The One Mediator, 277.
[33] Cf. Gritsch, Martin Luther, 40-41.
[34] Chavannes, “Pourquoi Luther”, 384.
[35] Lutero, El magníficat, O.e. III, 69-70. WA 7,597.
[36] Lutero, El magníficat, O.e. III, 36.
[37] “. . . el carácter principal de la obra que es teológico y ascético. En este comentario van tomando cuerpo las ideas principales de Lutero sobre la gracia y la justificación, sobre la nada del hombre, sobre la corrupción radical de la naturaleza humana, sobre el principio sólo Dios salva” (Fernández, “María en el comentario”, 266).
[38] Cf. Juan Pablo II: “Maria mediatrice” (1 Octubre 1997) en Marianum 63 (2001) 399.
[39] “¿No te parece maravilloso el corazón de María “Se sabe madre de Dios, ensalzada por todos los humanos, y a pesar de ello permanece tan sencilla y serena que ni siquiera a una humilde criada la hubiera considerado como inferior a sí” (Lutero, El magníficat, O.e. III, 189).
[40] “Las cosas más grandes no son más que ella haber sido la madre de Dios; con ello le han sido otorgados tantos y tales bienes que nadie es capaz de abarcarlos. De ahí provienen todo honor, toda felicidad, el ser una persona tan excepcional entre todo el género humano, que nadie se le puede equiparar, porque con el Padre celestial ha tenido un hijo, ¡y qué hijo!... Porque quien la llama “madre de Dios” no puede decir nada más grande, aunque tuviera tantas lenguas como hojas y hierbas hay en el campo, estrellas en el firmamento y arenas en el mar. Es preciso pensar muy de corazón qué significa eso de ser madre de Dios” (Lutero, El magníficat, O.e. III, 191).
[41] Gherardini, Brunero: “La Madonna nel´ínnologia di Lutero” Divinitas XXIX - I (1985) 68.
[42] Gherardini, “La Madonna”, 70.
[43] “Pero en verdad no es un problema estrictamente mariológico, va mucho más allá; es la radical negación de los protestantes a admitir que el hombre pueda cooperar de algún modo a su propia salvación”. (Fernández Domiciano, CMF: “El futuro de la Mariología ante el reto del ecumenismo”. Estudios Marianos 50 [1987] 319).
[44] “Católicos y evangélicos coincidimos en confesar que Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5-6), pero luego los católicos llaman a María mediadora de la gracia y la invocan como tal. Los teólogos evangélicos creen que de hecho se niega la única mediación de Cristo” (Fernández, “El futuro”, 319).
[45] Y. Congar: Cristo, María y la Iglesia. (Barcelona, 1964). 30-31. (Citado por Fernández Domiciano: “El futuro”, 276).
[46] Gritsch, Martin Luther, 41.
[47] Gritsch, Martin Luther, 41.
[48] Gritsch, Martin Luther, 42.
[49] Gritsch, Martin Luther, 44.
[50] Gritsch, Martin Luther, 44.
[51] Gritsch, Martin Luther, 46.
[52] Calvin, Institutes, III.6.
[53] Calvin, Institutes, III.6.
[54] Perrella, Salvatore: “Mary’s Cooperation in the Work of Redemption: Present State of Question”. En Inside the Vatican, 5 (Julio 1997) 16.
[55] Enrique del Sagrado Corazón de Jesús, OCD: “Cooperación de María en la teología posconciliar”. Estudios Marianos XXVII (1966) 310.
[56] “Antes del documento final de la Lumen Gentium, se había redactado un documento previo dedicado a la Virgen, De Beata, que en el fondo está contenido dentro del capítulo VIII de la Lumen Gentium. Estas discusiones deben ser tomadas en consideración puesto que representan la fe y el sentimiento católico. La mariología preconciliar tenía una gran vivacidad y recibía nuevos impulsos desde el movimiento bíblico, patrístico, litúrgico y las inquietudes ecuménicas. La inquietud católica quedó plasmada en la redacción final y la inquietud soteriológica se mantuvo a flote, aunque pareciera que hubo un retroceso mariológico debido a la expectativa de desarrollo que se venía dando en la época preconciliar, sobre todo respecto al tema de la mediación y cooperación de María” (Escudero Antonio: La mediación de María en la preparación del Vaticano II [Roma: LAS, 1997] 12).
[57] “Él constituyó a su Cuerpo, la Iglesia, como sacramento universal de salvación. Por tanto la restauración prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, progresa con el envío del Espíritu Santo y por Él continúa en la Iglesia. En ésta, por medio de la fe, aprendemos también el sentido de nuestra vida temporal, al mismo tiempo que, con la esperanza de los bienes futuros, llevamos a cabo la tarea que el Padre nos ha confiado en el mundo y realizamos nuestra salvación (cf. Flp 10,11)” (CVII. LG 7.N.48).
[58] Cf. Enrique del Corazón de Jesús: “Cooperación”, 221.
[59] Juan Pablo II. En La Documentation Catholique. (2 Nov 1997). No 2169, 913.
[60] Juan Pablo II. En La Documentation Catholique. (2 Nov 1997). No 2169. 914.
[61] Juan Pablo II. En La Documentation Catholique. (2 Nov 1997). No 2169. 915.
[62] “Afirmando que María es más que el modelo y la figura de la Iglesia que ella precede y que la Iglesia se realiza con su ‘cooperación’ Juan Pablo II va más allá del Vaticano II.” (Birmelé, Andrée: “L´Unique médiation L´Unique médiation de Christ et la “cooperation” de Marie á son œuvre de salut”. En Ephemerides Marilogicae. 50 (2000) 63.
[63] Cf. Juan Pablo II. En La Documentation Catholique (7 Decembre 1997) No 2171, 1009.
[64] “Su cooperación proviene de su mediación, que transforma pecadores en ministros, así no son simplemente sus palabras humanas pero más bien la palabra de Dios en las suyas que alcanzan los oídos para comenzar a creer (1 Tes 2,12-14)”(The One Mediator, nº 61).
[65] The One Mediator, nº 171.
[66] “Estas reliquias forman parte de un importante desarrollo de la piedad cristiana medieval, e incluyen la posibilidad de mejorar económicamente a quien posea las reliquias. Los monjes desarrollaron también este culto usando las reliquias de sus fundadores a quienes ponían como ejemplos de vida cristiana y protectores e intercesores. La actitud ascética del monacato y el desarrollo simultáneo de la devoción popular por las reliquias fue desarrollando en el pueblo de Dios una espiritualidad del esfuerzo por las virtudes y trabajos meritorios, que estaba abierta a distorsiones pelagianas y tendían a rebajar el motivo cristocéntrico de la imitatio Christi” (The One Mediator, nº 172).
[67] “En relación a María, influyentes teólogos como Friedrich Schleiermacher asumió los sentimientos de muchos luteranos cuando en 1806 declaró en sus reflexiones sobre Navidad que ‘cada madre puede ser llamada María’. Algunos, como Paul de Lagarde, un alemán intelectual y crítico del paulinismo ‘judío’ (1872-91), más aun proponía la transformación del culto a la Virgen como una expresión simbólica de la ‘religión alemana’.” (The One Mediator, nº 194).
[68] “La veneración a los santos recibió particular atención de parte de Max Lackmann, un teólogo alemán, quien planteó en 1958 que los ¨santos¨ (Heilige) fallecidos se relacionan con ¨lo santo¨ (das Heilige) en la Eucaristía. Pero en conjunto estos grupos e individuos promueven una veneración más que una invocación de los santos y María y como tal reflejan los límites fijados por las Confesiones Luteranas” (The One Mediator, nº 198).
[69] “Nuestra fe se inspira en la de ellos, nuestra vía se hace más segura por su ejemplo, y la comunión de toda la Iglesia es fortalecida… La respuesta propia de los discípulos vivos es de amar estos amigos de Cristo, de dar gracias a Dios por ellos, de orar a Dios en su compañía (particularmente durante la liturgia eucarística), imitarlos a ellos cuando es apropiado, y (en referencia al Concilio de Trento) invocar su intercesión, que significa pedir sus oraciones. En la visión de la Contitution cada una de esta acciones termina por medio de Cristo en Dios, que es maravilloso en sus santos” (The One Mediator, nº 204. 110).
[70] “Como un prominente y singular miembro de la Iglesia, ella se relaciona tanto con Cristo como con nosotros. De hecho, aun su gran dignidad que viene de su rol como madre del Hijo de Dios, ella es al mismo tiempo una hija de Adán y por lo tanto, una con todos los seres humanos necesitada de la salvación(s 53)” (The One Mediator, nº 206, 111).
[71] “A diferencia de la exégesis más bien minimalista de la Lumen Gentium propuesta por el grupo de Dombes, la interpretación propuesta por Juan Pablo II indica al contrario que la dificultad persiste. Ésta se expresa respecto a la cooperación de María pero plantea la cuestión general del lugar de la Iglesia (y de María) en el conjunto del misterio de Dios” (Birmelé: “L´Unique médiation”, 63).
[72] “Abrazando la voluntad salvífica de Dios con todo su corazón y sin ningún impedimento por su ausencia de pecado, ella se dedicó a sí misma totalmente como servidora del Señor a la persona y obra de su Hijo. Subordinada a Él y con Él, por la gracia del Altísimo ella sirvió al misterio de la redención” (LG 56).
[73] “Aceptando la palabra de Dios en la fe, también la Iglesia se hace madre, dando a luz nuevos hijos de Dios por medio de la predicación y el bautismo; la Iglesia es también una virgen con el corazón plena de fidelidad a Cristo” (LG 65, 66).
[74] Cf. LG 60
[75] “Todos estos aspectos del problema están pidiendo con urgencia, no sólo clarificar y fijar conceptos y terminología, sino configurar un nuevo modelo teológico de interpretación de la redención de Cristo que a su vez y como consecuencia, lleve consigo la necesidad de hacer un nuevo planteamiento de la colaboración de María a la obra redentora de Cristo” (Calero Antonio María: “El Influjo Salvífico de María”. En Ephemérides Mariologicae. Vol LV. Fasc IV [2005]. 373-374).
[76] “En la época medieval el interés en la Virgen María se centró en tres aspectos fundamentales, uno fue la relación de María con el pecado, que tiene que ver con su origen, y en específico con la cuestión de la Inmaculada Concepción; el Segundo aspecto tiene que ver con la manera cómo María tiene acceso al Reino de Dios, es decir, su destino final, aquí desemboca en la dormición o en la Asunción de María, el tercer aspecto de relevancia tiene que ver con la manera de actuar de María respecto a los fieles, es decir, la cooperación de María a la obra redentora. De esta manera los fieles pueden desarrollar una devoción mariana concreta que les ayude a recibir las gracias necesarias para ir al cielo” (Cf. Grupo di Dombes: Maria nel disegno di Dio e nella comunione dei santi [Edizioni Qiqajon. Comunità di Bose 1998] 43-44).
[77] Cf. Grupo di Dombes, Nº 216, 110-111.
[78] Cf. Grupo di Dombes, Nº 217, 111.
[79] Cf. Grupo di Dombes, Nº 219, 112-113.
[80] Cf. Grupo di Dombes, Nº 223, 114-115.
[81] “Para el protestante André Birmelé ya no se da la anterior crispación y se puede decir que María es cooperadora en el contexto de María-Iglesia; lo es también en tanto que modelo de fe y de obediencia; y lo es asimismo como “Madre de los creyentes” (Bengoechea, “La cooperación”, 375).
[82] “Salvador Perrella en su extenso y detallado estudio denuncia la absoluta ausencia de la “cooperación celeste” de María en el Grupo de Lyon (Dombes), que ni la contempla, ni la reconoce ni la admite” (Bengoechea, “La cooperación”, 376).
[83] “En este clima hacia el consenso se habla ya de un estado de conversión entre las iglesias cristianas, en el que la discusión debe ceder el puesto a la oración, porque en cuestiones de fe no lleva primacía la fuerza de la razón sino la luz del Espíritu” (Bengoechea , “La cooperación”, 377).
[84] Mary: Grace and Hope in Christ. The Seattle Statement, N. 11.
[85] “. . . también en el Magnificat María predice que “todas las generaciones la llamarán bienaventurada” (1,48). Este texto provee las bases escriturísticas para una apropiada devoción a María, aunque nunca separada de su rol como madre del Mesías” (Mary: Grace, N. 15).
[86] Mary: Grace, N. 16.
[87] Mary: Grace, N. 25.
[88] Mary: Grace, N. 25.
[89] “Entendido en términos de discipulado, las palabras de Jesús agonizante dan a María un rol maternal en la Iglesia y animan a la comunidad de los discípulos a abrazarla como madre espiritual” (Mary: Grace, N. 25).
[90] Mary: Grace, N. 30.
[91] Mary: Grace, N. 71.
[92] “Oyendo a Eva ser llamada “la madre de todos los vivientes” (Gn 3,20), puede verse a María como madre de la nueva humanidad, active en su ministerio de dirigir todos los pueblos hacia Cristo, buscando el bienestar de todos los vivientes. Estamos de acuerdo en que, manteniendo una prudencia necesaria en el uso de tales imágenes, se pueden aplicar a María, como una manera de honrar su particular relación con su Hijo, y la eficacia en ella de su obra redentora” (Mary: Grace, N. 72).
[93] Mary: Grace, Conclusions.

1 comentario:

  1. JAQUE MATE A LA DOCTRINA JUDAIZANTE DE LA IGLESIA. La importancia capital de la crítica a la doctrina judaizante de la Iglesia, radica en que nos aporta los elementos de juicio necesarios para darnos cuenta __del fatal error que cometió Pablo en sus epístolas al cercenar la naturaleza humana de Cristo que es su cualidad espiritual humana más importante, prueba objetiva de su divinidad; privando a la humanidad de la posibilidad de alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta practicando el altruismo, el misticismo y el activismo social intensos__ y de la urgente necesidad de corregir la doctrina de la Iglesia formulando un nuevo cristianismo, que no omita sino que acentué la trascendencia humana de Cristo, a fin de que el cristianismo afronte con éxito los retos y amenazas del Islam, el judaísmo, las corrientes de la nueva Era y la modernidad. http://es.scribd.com/doc/73946749/Jaque-Mate-a-La-Doctrina-Judaizante-de-La-Iglesia

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