Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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sábado, 28 de enero de 2012

El desafío y la esperanza de ser Anglicano hoy

++Rowan Cantuar 2006

La Comunión Anglicana: ¿Una Iglesia en Crisis?

Ante la pregunta: ¿En qué consiste la actual tensión en la Comunión Anglicana?, muchas personas creen estar seguras de saber la respuesta, y es que el asunto gira en torno a ordenar como obispos a mujeres y también a personas homosexuales practicantes. Al respecto, la Iglesia en Norteamérica está a favor, otros en el mundo están en contra, y la Iglesia de Inglaterra, como es usual, no está segura.

Es cierto que la elección de un homosexual practicante como obispo en los EE.UU. en el año 2003 fue en gran medida el detonante del presente conflicto. Pero también es cierto, sin duda, que mucha de la pasión que se ha añadido al conflicto, tiene su origen en los prejuicios y la ignorancia inherentes en algunos sectores de la sociedad, y en que para muchos, dentro y fuera de la Iglesia, el tema es claramente acerca de los derechos y la dignidad de los seres humanos.

Pero el debate en la Comunión Anglicana no es esencialmente un debate acerca de los derechos humanos de las personas homosexuales. Sin lugar a dudas tenemos como Iglesia que dar el más absoluto respaldo a la defensa de los homosexuales ante la violencia, la intolerancia y las desventajas legales que padecen y apreciar el rol que han jugado en la vida de la misma, pero aún así, hoy tenemos que admitir que eso no responde a la pregunta la pregunta de sí, la Iglesia Cristiana, sobre la base de sus enseñanzas históricas, y de la Biblia, tiene facultad para bendecir uniones homosexuales, como clara expresión de la voluntad de Dios. Cuando los cristianos discuten el tema, es un hecho que solo una pequeña minoría responde afirmativamente a la pregunta

A menos que uno piense que asuntos de carácter religioso puedan resolverse por medio de consideraciones sociales y legales, lo cual seria un pensamiento bastante riesgoso si uno también cree en una real libertad de opinión dentro de una sociedad diversa como la nuestra, debe reconocerse que las instituciones religiosas tienen el derecho de lidiar con el tema, en sus propios términos.

Los argumentos que se esgriman deben tener como base común la Biblia y la enseñanza histórica de la Iglesia. Además, para aclarar algo que puede haber quedado oscurecido en medio de la retórica sobre la 'inclusión', este no es y nunca debiera ser un problema acerca de la contribución de las personas homosexuales y lesbianas a la iglesia de Dios y su ministerio, ni acerca de su dignidad y valor.

En lugar de lo anterior, lo que es un problema, doloroso y difícil para muchos, es lo que se refiere a qué tipos de conductas puede aceptar y bendecir una Iglesia que busca ser leal a la Biblia. Y también sobre que tipos de conducta ella debe prevenir a sus fieles, y por lo tanto, es un problema sobre cómo tomamos decisiones como un cuerpo, cuando buscamos juntos discernir la mente de Cristo, a medida que compartimos el estudio de las Escrituras.

Toma de decisiones en el Anglicanismo

Aquí es donde surge el meollo del asunto para los anglicanos. ¿Cómo vamos a lidiar con el tema en nuestros propios términos? Lo que la mayoría de los anglicanos en el mundo han dicho es que no ayuda actuar como si el asunto hubiera sido resuelto, cuando en realidad no es así. La verdad que, a pesar de resoluciones y declaraciones de intención, el proceso de “escuchar la experiencia” de personas homosexuales no ha avanzado muy lejos en la mayoría de nuestras Iglesias, y que para muchos la discusión sigue dándose a un nivel muy básico. Pero la decisión de la Iglesia Episcopal de los EU de elegir a un homosexual practicante como obispo fue tomada sin que ni siquiera la misma Iglesia estadounidense, que ha tenido bastante discusión sobre este tema, haya decidido normalmente como Iglesia local, lo que piensa sobre la bendición de uniones del mismo sexo.

Hay otras causas de división, por supuesto, como la legitimidad de la ordenación de mujeres al presbiterado y al episcopado. Pero, como se olvida frecuentemente, la Conferencia de Lambeth (1988) resolvió que, por el momento, aquellas iglesias que ordenen mujeres al presbiterado y al episcopado y aquellas que no lo hacen, tienen el mismo lugar dentro del espectro anglicano.

Mujeres obispas asistieron a la ultima Conferencia de Lambeth (1998) y hay un reconocimiento bastante general, aunque no universal, de que las diferencias sobre el tema pueden entenderse dentro del espectro de diversidad manejable sobre lo que la Biblia y la tradición permiten.

Sobre el tema de elegir homosexuales practicantes como obispos, no ha habido tal acuerdo, y sería razonable buscar un consenso mucho más amplio y profundo antes de implementar algún cambio y, en ningún caso, se debe dar por terminado el debate, por el hecho de haber ordenado a alguien que, independientemente de sus méritos personales, estuviera participando de una unión homosexual en ese momento.
Las recientes resoluciones de la Convención General de ECUSA no dan una respuesta satisfactoria a los desafíos del Informe de Windsor, pero relacionado con este tema específico, hay que reconocer por lo menos, que se reconoció la gravedad de la situación por la manera tan ardua como se trabajó, para dar forma a la redacción final de sus resoluciones.

Muchos en la Comunión Anglicana quisieran ver que el debate sustancial del problema ético se hiciera como parte de un proceso general de discernimiento teológico, pero saben que la acción precipitada que se tomara en los EE.UU. en el 2003, ha hecho que dicho debate sea más difícil, porque ha aumentado las causas de división y ha provocado que una enorme cantidad de energía se pierda en una lucha 'política' dentro y entre las Iglesias, en diferentes partes del mundo.
Sin embargo, hablando en términos institucionales, sabemos que la Comunión es una asociación de Iglesias Locales, no una organización única, con una burocracia controladora y un sistema legal universal. Siendo así, todo depende de lo que han sido generalmente acuerdos tácitos de respeto mutuo. Cuando estas acuerdos se ignoran, no es de sorprenderse que se produzca una profunda división, en la que la politización del debate teológico toma el lugar de una reflexión razonada.
Por lo tanto, si otras iglesias han dicho como consecuencia de los eventos del 2003, que no pueden permanecer en plena comunión con la Iglesia norteamericana, ello no debiera verse automáticamente como una intolerancia ciega contra los homosexuales. Donde sea que tal intolerancia se muestre, debe quedar muy claro que es inaceptable; y si esto no quedara claro, no seria para nada sorprendente que todo el asunto quede reducido a los ojos de muchos a una lucha entre la justicia y la violencia del prejuicio.

Lo que sí están diciendo estas Iglesias es que, cualquiera que sea el tema de que se trate, ninguna Iglesia miembro puede adoptar decisiones importantes de una manera unilateral y esperar que ello no haga ninguna diferencia en cuanto a como será considerada esa decisión en la toda la Comunión. Esto sería tan inadecuado como decir que cualquier miembro puede redefinir los términos de pertenencia cómo y cuando le convenga.

Algunas acciones, y en particular las acciones sacramentales, precisamente tienen el efecto de poner a una Iglesia fuera, o incluso en contra del torrente central de vida que ha compartido con otras Iglesias. Esto no quiere decir que les echamos fuera sin más recurso, dejándoles en la indefensión, sino que hay que reconocer que las acciones que tomamos tienen consecuencias, y que las acciones que creemos de buena fe que son "proféticas' por su radicalismo, son las más propensas a tener las consecuencias más costosas.

Verdad y Unidad

Es cierto que aquello que creemos apasionadamente que es la verdad, parece, a veces, tener un valor mayor que la unidad, y de ello tenemos ejemplos emocionantes e inspiradores en el siglo XX.

Si algunos piensan genuinamente que una decisión, como la ordenación de un obispo homosexual practicante es de ese tipo, es comprensible que estén dispuestos a tomar el riesgo de quebrar una unidad que ellos ven como falsa o corrupta. Pero el riesgo es real y nunca es fácil reconocer cuando llega al momento en que la separación es inevitable y que este es el tema por el cual uno se mantiene o cae, el gran tema de la fidelidad al Evangelio. La naturaleza de la acción profética es tal que nunca se tiene una garantía sólida de estar en lo correcto.

Pero supongamos que no hay ese nivel de claridad sobre el significado de algún tema divisivo. Si todavía también creemos que la unidad es generalmente una manera de estar más cerca de la verdad revelada. Al respecto sería bueno recordar, como alguien ha afirmado que, solo la totalidad de la Iglesia conoce la totalidad de la verdad”, como alguien ha dicho, enfrentamos entonces algunas opciones sobre que tipo de Iglesia los anglicanos somos o queremos llegar a ser.

Algunos hablan como si fuera algo absolutamente simple, y de hecho deseable, disolver las relaciones internacionales, de modo que cada Iglesia local pudiera hacer lo que considerase correcto. Esto puede ser tentador. Pero ignora al menos dos cosas:

Primero, no se da cuenta que el mismo problema y el mismo principio que aplica entre Iglesias a nivel internacional, puede aplicarse dentro de las Iglesias locales. Las divisiones no se dan solo entre cuerpos nacionales a la distancia, sino que también operan en cada localidad, y se hacen la misma pregunta: Estamos dispuestos a trabajar en una vida común que no refleje sólo los intereses y convicciones de un grupo, sino que trate de encontrar algo que pueda estar en los intereses de todos, reconociendo que esto implica variados costos para todos los involucrados. Sería una tentación decir: “dejemos que cada Iglesia local siga su propio camino”, pero una vez que se ha perdido la idea de que necesitamos intentar permanecer juntos para encontrar la mayor verdad posible, ¿a qué recurso vamos a apelar cuando en situaciones locales se enfrenten serias amenazas de división?

Segundo, esto ignoraría el grado en que ya estamos unidos con las vidas de otros a través de una vasta red de contactos e intercambios informales. Estos no son equivalentes a las relaciones formales de comunión eclesiástica pero son reales y profundos y serían mucho más débiles y mucho más casuales sin esas estructuras más formales. Ello implica que ninguna Iglesia local, ni un grupo dentro de una Iglesia local, pueda conformarse en forma complaciente con lo que su, o sus sociedades consideran adecuado.
La Iglesia mundial no es simplemente la suma total de comunidades locales. Tiene una dimensión transcultural que es vital para su bienestar, y sería ingenuo pensar que se puede sobrevivir sin alguna estructura que lo haga posible. Sin dudas, una Iglesia local aislada es menos que una Iglesia global.

Ambos argumentos están en realidad basados en la convicción de que nuestra unidad nos ha sido dada antes que existieran nuestras opciones, es decir, anteriormente a lo que hubiéramos decidido, Jesús dijo: “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes”, y cuando nos juntamos para celebrar la Eucaristía estamos diciendo que todos estamos allí, no porque tengamos méritos para ello, sino porque hemos sido invitados.

El desafío fundamental con el que frecuentemente tenemos que luchar prácticamente en todas las iglesias del mundo de cualquier denominación es, si estamos reuniéndonos en un acto de Santa Comunión, una Eucaristía, que trasciende nuestra localidad o, ¿estamos sólo celebrando nuestras identidades locales y nuestras preferencias personales?

La Identidad Anglicana

La razón por la que vale la pena que el anglicanismo supere estos problemas, es porque ha tratado de encontrar una manera de ser como Iglesia que, no es ni fuertemente centralizada, ni tampoco una tradición libre de cuerpos esencialmente independientes. Somos una Iglesia que está buscando ser una familia coherente de comunidades reunidas para escuchar la proclamación de la Biblia, para partir el pan y compartir el vino como invitados de Jesucristo, y para celebrar la unidad en la misión y el ministerio al mundo entero. Esto es lo que la palabra “comunión” significa para los anglicanos, y es una visión que se ha hecho más clara en muchos de nuestros diálogos ecuménicos.
Es posible, por supuesto, producir una auto engañosa y arrogante presentación de nuestra identidad mundial pretendiendo que somos una institución completamente internacional y universal como la Iglesia Católica Romana. No lo somos. Pero hemos tratado de ser una familia de Iglesias deseosas de aprender unas de otras más allá de nuestras fronteras culturales, sin asumir que la sabiduría de los europeos, o de los americanos, o de los africanos, es la que lo determina todo, abriendo las vidas de todos los anglicanos de una parte del mundo a las realidades de las experiencias cristianas en otras partes.

Vemos estos vínculos, no esencialmente de una manera burocrática, sino a través de un patrón común de ministerio y adoración, el de una comunidad que se congrega en torno a las Escrituras y a los sacramentos, al ministerio de obispos, presbíteros y diáconos, y a una forma de oración común centrada en la Biblia, con un énfasis central en la Santa Eucaristía.

Estos son los signos de que no somos solo una organización humana sino una comunidad tratando de responder a la acción y a la invitación de Dios que se ha hecho real para nosotros en el ministerio de la Iglesia, la Biblia y los sacramentos. Como consecuencia, tenemos inquietudes para explorar conjuntamente con el Catolicismo Romano, debido a su comprensión centralizada de la jurisdicción y algunas de las actitudes históricas frente a la Biblia. Igualmente tenemos inquietudes para compartir con el Protestantismo europeo clásico y con el Fundamentalismo y el Pluralismo protestante liberal. Tenemos entonces, una identidad, aunque ésta sea frágil y provisional todavía, para ofrecer.

Pero lo que le falta a nuestra Comunión es un conjunto de estructuras adecuadamente desarrolladas que sea capaz de lidiar con la diversidad de visiones que inevitablemente surge en un mundo de rápida comunicación global y enorme variedad cultural. Los convenios tácitos entre nosotros necesitan esclarecerse, no por que lo demande algún mecanismo de control central, sino para poder estar seguros de que todavía estamos hablando el mismo idioma y que estamos conscientes de pertenecer a la Iglesia de Cristo, Una. Santa, Católica y Apostólica. Es urgente que decidamos cuales serán las estructuras adecuadas para tomar decisiones. Necesitamos encontrar formas de traducir esta comunión sacramental subyacente en una realidad institucional más efectiva, de modo que no nos pongamos en situaciones difíciles o embarazosas unos a otros, formas que entorpezcan el camino de nuestra nuestra misión local y universal, sino que aprendamos como compartir en esta responsabilidad.

Perspectivas futuras

En nuestra Comunión, la idea de un "pacto" entre Iglesias locales, que se desarrolle junto al trabajo que se ha estado haciendo para armonizar la legislación eclesiástica entre ellas, es un método que se ha sugerido y que me parece la mejor solución hacia el futuro. Esto necesariamente sería algo “opcional”. Aquellas Iglesias que estén preparadas para aceptarlo, como una expresión de su responsabilidad para con las demás, limitarán su libertad local en pos de un testimonio más amplio, y algunos optarán por no participar en él.

Podríamos llegar a una situación en que habrá Iglesias 'constituyentes' en el pacto de la Comunión Anglicana y otras "Iglesias asociadas' al mismo, que estarán todavía unidas por vínculos históricos y quizás personales y alimentadas de muchas de las mismas fuentes, pero no ligadas en una sola e irrestricta comunión sacramental, y sin compartir la misma estructura constitucional.

La relación no sería muy distinta de la que existe entre la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia Metodista, por ejemplo. Las Iglesias "asociadas" no tendrán intervención directa en las decisiones de las iglesias 'constituyentes' aunque bien podrán ser observadores cuyas opiniones o experiencia se soliciten o se compartan de tiempo en tiempo, y con quienes pudieran darse significativas áreas de cooperación.

Soy consciente que esto deja muchas preguntas sin contestar dado que las causas de división se dan a través de las Iglesias locales como también dentro de ellas, y esto, no sólo respecto a un tema sino a otros, como por ejemplo, el debate sobre la legitimidad de la presidencia laica en la Eucaristía que está teniendo lugar.

Esto podrá significar la necesidad de que las iglesias locales establezcan una separación ordenada y mutuamente respetuosa entre elementos “constituyentes” y “asociados”, pero podría también significar un desafío positivo para que las iglesias establezcan lo que consideren que involucra pertenecer a una comunidad sacramental global, una oportunidad de redescubrir una obediencia común positiva al misterio del don de Dios, que no fue un asunto de coerción desde arriba sino ese "esperarse unos a otros” que San Pablo recomienda a los Corintios en su primera carta (11: 33).

No existe la forma en que la Comunión Anglicana pueda mantenerse inalterable con lo que esta ocurriendo en ella en este momento. Ni los liberales ni los conservadores pueden simplemente apelar a una identidad histórica que no corresponde al momento en que ahora nos encontramos, tenemos una tradición histórica distintiva, un compromiso reformado que da prioridad absoluta a la Biblia para decidir nuestra doctrina, una lealtad católica a los sacramentos y al triple ministerio de obispos presbíteros y diáconos, y un hábito de sensibilidad cultural y una flexibilidad intelectual que no permite ignorar demasiado rápido cuestiones inesperadas.

Pero para que todo esto sobreviva intacto en todos sus aspectos, necesitamos un compromiso formal más cercano y más visible de unos con otros, y esto es algo que no va a parecerse exactamente a nada que hayamos conocido hasta ahora.

Algunos podrán encontrar que esa opción futura les resulta poco familiar, y por razones de conciencia inaceptable. Esa opinión merece respeto. Pero si vamos a continuar siendo algún tipo de Iglesia “Católica”, si creemos que tenemos que responder a algo más amplio que nuestro entorno inmediato y sus prioridades, y mantenernos en unidad por una razón mayor que el simple consenso del momento, tenemos un trabajo muy arduo por delante para encarnar esto más claramente. Como parte de su agenda, la próxima Conferencia de Lambeth necesita considerar este asunto directamente y en su totalidad.

Los diferentes componentes de nuestra herencia pueden, hasta cierto punto, florecer en forma aislada unos de otros. Pero priorizar cualquiera de ellos aisladamente, nos conduciría en definitiva por un camino que conllevaría a abandonar el anglicanismo histórico.

El componente reformado puede llevar a una forma más informal de orden ministerial y a un énfasis más fuerte en una exclusiva autoridad de la Biblia, sin mediaciones. El componente católico puede llevar a una alta doctrina de unificación visible y estructural del ministerio ordenado en torno a una figura principal. El componente cultural e intelectual puede llevar a un estilo de vida cristiana orientada a darle profundidad espiritual a la forma general de la cultura en detrimento de la revelación y de la historia.

Cuando se persiguen cada uno de estos componentes con intensidad y en forma aislada, cada uno de ellos nos conducirá a una postura diferente, a un Protestantismo evangélico estricto, o a un Catolicismo Romano o a un liberalismo religioso. Aceptar que cada uno de ellos tiene un lugar en la vida de la Iglesia y que se necesitan unos a otros, significa que los entusiastas de cada uno de estos componentes tienen que estar preparados para vivir con ciertas tensiones, e incluso sacrificios. Que deben saber convivir con la tradición de ser positivos hacia un enfoque crítico y responsable de las Escrituras, y también con las anomalías de un ministerio histórico no reconocido universalmente en el mundo Católico. Finalmente aceptando que hay límites al grado de ajuste a la cultura y a las costumbres que se consideren posibles o aceptables.

Conclusión

La única razón para ser anglicano es que este balance nos parece saludable para la Iglesia Católica como un todo, y que ayuda a las personas a crecer en discernimiento y santidad. Ser anglicano en la forma que he delineado involucra ciertas concesiones e incertidumbres, pero al menos provee maneras de compartir la responsabilidad y tomar decisiones que se mantendrán y que serán mutuamente inteligibles.

Nadie puede imponer los cambios canónicos y estructurales que serán necesarios. Todo lo que he dicho anteriormente debiera dejar en claro que no es apropiada la idea de que un Arzobispo de Canterbury resuelva cualesquiera de estos temas por decreto aunque sea tentador para muchos.

El Arzobispo de Canterbury preside y convoca a la Comunión y puede hacer lo que este documento intenta hacer, que es delinear el marco teológico en el cual un problema debiera ser encarado, pero debe actuar siempre colegiadamente con los obispos de su propia Iglesia Local, con los Primados y con los demás instrumentos de unidad en la Comunión.

Esta es la razón para que el actual proceso de evaluar nuestra situación como consecuencia de la Convención General de ECUSA, sea un proceso compartido. Sin embargo, es posible para las Iglesias de la Comunión, decidir que este proceso es en verdad la expresión de la identidad, la tradición viva, y por la gracia de Dios el don, que queremos compartir con el resto del mundo cristiano en las siguientes generaciones.

Aún más importante es, que esta fuera una manera válida y vital de presentar las Buenas Noticias de Jesucristo al mundo. Mi esperanza es que, el período por delante, donde podamos elaborar una respuesta detallada al trabajo de la Convención General de ECUSA, donde se explorarán nuevas estructuras y habrá un mayor reajuste al modelo de un pacto, renovará nuestra apreciación positiva de las posibilidades de nuestra herencia, de modo que podamos proseguir con nuestra misión con mayor confianza y armonía.

++Rowan Cantuar 2006

miércoles, 18 de enero de 2012

PROPUESTAS COMPLEMENTARIAS PARA LAS CELEBRACIONES

Las oraciones propuestas para los días 1-8 se basan en el tema del día. Junto a las lecturas bíblicas y la oración para cada día de la semana se pueden utilizar formando una estructura simple de oración para cada día de la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
Día primero
Transformados por Cristo Servidor
P: Señor, la desobediencia de Adán y Eva nos ha causado sufrimientos y muerte, y la familia del hombre fue herida y rota. ¡Ten piedad de nosotros!
A: ¡Ten piedad de nosotros!
P: Cristo, hemos reforzado nuestros corazones cuando Tú nos has enseñado a través de los servidores de tu palabra. ¡Ten piedad de nosotros!
A: ¡Ten piedad de nosotros!
P: Señor, Tú sabes que no te hemos servido en nuestros hermanos y hermanas. ¡Ten piedad de nosotros!
A: ¡Ten piedad de nosotros!
P: Que Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna.
A: Amén.
Día segundo
Transformados por la espera paciente del Señor
P: Roguemos al Señor.
Danos el don de mirar la vida a la luz de tu sabiduría, te rogamos:
A: ¡Óyenos, Señor!
P: ¡Danos el don divino de la paciencia en situaciones en que falla la justicia humana, te rogamos:
A: ¡Óyenos, Señor!
P: Haznos capaces de orar y esperar en situaciones donde sólo tu gracia puede satisfacer nuestras necesidades, te rogamos:
A: ¡Óyenos, Señor!
P: Escúchanos, Dios nuestro, y concédenos poder discernir la plenitud de tu justicia, por Cristo, nuestro Señor.
A: Amén.
Día tercero
Transformados por el Siervo doliente
P: La Cruz es el signo de la victoria. Por ello, te decimos: ¡Te adoramos, Señor!
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Por tu Cruz, santuario de la verdad y tribunal de misericordia.
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Por tu Cruz, árbol de vida y trono de gracia.
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Por tu Cruz, signo de compasión y de esperanza.
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Señor, tú has muerto en la Cruz para reunir en la unidad a los hijos dispersos de Dios. Haz que la contemplación de tu Cruz transforme nuestra comprensión del sufrimiento, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día cuarto
Transformados por la victoria del Señor sobre el mal
P: La llegada del Reino de Dios es la derrota del Reino de Satanás. Jesús, cuando vence la tentación en el desierto y libera a la gente del poder de los malos espíritus, anticipa su gran victoria, la de la hora de su pasión. El príncipe de este mundo es echado fuera. En la última petición de la oración del Señor -y líbranos del mal- oramos a Dios para que nos revele la victoria ya ganada en Cristo. En el mismo espíritu, suplicamos: ¡sálvanos, Señor!
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De todo mal
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De todo pecado
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De las asechanzas de Satanás
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: Del odio y toda maldad
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De la muerte eterna
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: Sálvanos, Señor, de todo mal y apóyanos en tu misericordia, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día quinto
Transformados por la paz de Cristo resucitado
P: Oremos al Señor resucitado por los cristianos y por todas las personas de la tierra: ¡Concédenos tu paz!
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Concede tu bendición y tu paz a las naciones.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Apoya a los que trabajan por la unidad visible de tu Iglesia.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Vela sobre los que tú has llamado a pastorear tu rebaño.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Fortalece el amor entre los esposos.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Lleva la reconciliación a las familias, a los barrios y a las sociedades.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: El Señor esté con nosotros y nos conceda la unidad y la paz. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día sexto
Transformados por el amor inconmovible de Dios
P: Al que sólo es digno de fe, le llamamos: ¡Amén: Yo creo!
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En un sólo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En el Hijo de Dios, que se hizo hombre.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En su muerte, resurrección y ascensión.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En el don del Espíritu Santo.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En la venida de Cristo en la gloria.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En su gracia, más fuerte que el pecado.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En el amor, más poderoso que el odio y la muerte.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En la resurrección del cuerpo y la vida eterna en el Reino.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: Señor, mira la fe de tu Iglesia en su peregrinación terrena, y lleva a tus hijos a descubrir cara a cara el brillo de tu majestad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día séptimo
Transformados por el Buen Pastor
P: El Señor no nos ha abandonado. En las experiencias de la vida nos guía a todos con su bastón y su cayado. Es nuestro buen Pastor. Por eso decimos: ¡Te damos gracias, Señor!
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por la vida y todos los dones con los que nos has fortalecido
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por el don de la Palabra
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por la perseverancia en la fe
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por los testigos creíbles de tu Evangelio
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por todas las cosas que no podemos contar o realizar
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Gracias, Señor, por todos los dones que nos has dado, para que no dejemos el camino ni desfallezcamos en el combate espiritual. Tú que vives y reinas por los siglos de siglos.
A: Amén.
Día octavo
Reunidos en el Reino de Cristo
P: De una antigua homilía: El trono de los querubines está preparado, los servidores están atentos, el lecho nupcial dispuesto, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han sido abiertos lostesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado desde toda la eternidad. Deseando fervientemente permanecer con Cristo, adorémosle diciendo: ¡Reina eternamente!
A: ¡Reina eternamente!
P: Señor del tiempo y de la eternidad
A: ¡Reina eternamente!
P: Primogénito de entre los muertos
A: ¡Reina eternamente!
P: Tú que tienes las llaves de la muerte y del infierno
A: ¡Reina eternamente!
P: Tú, Señor de los señores y Rey de los reyes.
A: ¡Reina eternamente!
P: Tú que viniste, que vienes y que vendrás.
A: ¡Reina eternamente!

REFLEXIONES BÍBLICAS Y ORACIONES PARA EL OCTAVARIO

REFLEXIONES BÍBLICAS Y ORACIONES PARA EL OCTAVARIO
Día primero Tema : Transformados por Cristo Servidor
Texto: El Hijo del hombre ha venido para servir (cf. Mc 10,45)
Lecturas
Za 9,9-10 Un rey justo, victorioso y humilde
Sal 131 Mi corazón no es arrogante
Rm 12,3-8 Tenemos dones diferentes para servir
Mc 10,42-45 El Hijo del hombre ha venido para servir
Comentario
La venida del Mesías y su victoria se logran en el servicio. Jesús quiere un espíritu de servicio que llene los corazones de sus discípulos. Nos enseña que la verdadera grandeza consiste en servir a Dios y al prójimo. Cristo nos da el coraje de descubrir que para Él servir es reinar, como lo decía un cristiano de los primeros siglos.
La profecía de Zacarías sobre un rey victorioso y humilde se cumplió en Jesucristo. Él, el Rey de la paz, viene a los suyos, a Jerusalén, la ciudad de la paz. No la conquista con engaño o violencia, sino por la dulzura y la humildad.
El salmo 131 describe de manera breve pero elocuentemente el estado de paz espiritual que nace de la humildad. La imagen de la madre y el hijo significa la ternura y la confianza a la que es llamada toda la comunidad de creyentes.
El apóstol Pablo nos incita a evaluarnos con modestia y humildad, y a descubrir nuestras propias capacidades. Si hay entre nosotros diversidad de dones, nosotros formamos un solo cuerpo en Cristo. En nuestras divisiones, cada una de nuestras tradiciones ha sido agraciada por el Señor con dones distintos, llamados a poner al servicio de los demás.
Así también el Hijo de hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos (Mc 10,45). Siendo el mismo servidor, Cristo redimió nuestro rechazo de servir a Dios. Nos ha dado un ejemplo parta que sean restauradas todas las relaciones humanas: Si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás: estas son las nuevas normas de grandeza y prioridad.
En la Carta a los Romanos, Pablo nos recuerda que los diferentes dones concedidos están destinados al servicio: profecía, ministerio, enseñanza, exhortación, don, gobierno y misericordia. Sea cual sea nuestra diversidad, formamos un solo cuerpo en Cristo y somos miembros unos de otros. El uso de nuestra diversidad de dones al servicio común de la humanidad hace visible nuestra unidad en Cristo. La acción común de los cristianos en favor de la humanidad, para luchar contra la pobreza y la ignorancia, para defender a los oprimidos, favorecer la paz y defender la vida, para desarrollar las ciencias, la cultura y el arte, son una expresión de este ecumenismo práctico donde la Iglesia y el mundo se necesitan. Imitar a Cristo servidor proporciona un testimonio elocuente del Evangelio, no sólo de mentes, sino también de los corazones. Este servicio común es un signo de la venida del Reino de Dios, el Reino de Cristo servidor.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, imitando el camino de servicio, tu Hijo nos conduce de la arrogancia de la desobediencia a la humildad del corazón. Dígnate unirnos unos a otros por tu Espíritu Santo, para que a través del servicio de nuestras hermanas y hermanos se pueda revelar tu verdadero rostro. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son las ocasiones de servicio más amenazadas por el orgullo y la arrogancia?
2. ¿Qué hacer para que todos los ministerios cristianos se perciban como un servicio?
3. En nuestra sociedad, ¿qué pueden hacer los cristianos de diferentes tradiciones, mejor juntos que separados, para revelar a Cristo servidor?

Día segundo Tema: Transformados por la espera paciente del Señor
Texto: ¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto (Mt 3,15)
Lecturas
1 Sm 1,1-20 La confianza de Ana y la espera paciente
Sal 40 La espera paciente del Señor
Heb 11,32-34 Por la fe conquistaron reinos, gobernaron con justicia
Mt 3,13-17 ¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto.
Comentario
La victoria está frecuentemente asociada con el triunfo inmediato. Cada uno saborea el gusto del éxito cuando, después de una prueba difícil, llega el turno de las felicitaciones, del reconocimiento y también de las recompensas. En un cierto momento de alegría, todo el mundo es consciente que, desde una perspectiva cristiana, la victoria es un proceso de transformación a largo plazo. Este concepto de victoria transformadora nos enseña que se produce porque Dios la quiere y no nosotros mismos, lo que nos invita a una confianza paciente y a una profunda esperanza en Dios.
Ana fue testigo de esta paciencia en la confianza y la esperanza. Después de muchos años de no poderse quedar embarazada, ella pidió a Dios tener un niño, con el riesgo de que las lágrimas de sus oraciones fueran tomadas como borrachera por el sacerdote que estaba en la entrada del templo. Cuando Elías le aseguró que Dios atendería su oración, simplemente creyó, esperó y dejó de estar triste. Ana concibió y dio al mundo un hijo al que llamó Samuel. La gran victoria aquí no es de las naciones ni de las armas, sino una apreciación real de una lucha íntima y personal. La confianza y la esperanza de Ana no es el resultado solamente de su transformación personal, sino de la de su pueblo, para quien el Dios de Israel ha intervenido en su hijo Samuel.
El salmista se hace eco de la espera paciente de Ana, en medio de otro tipo de lucha. También solicitó verse libre de una situación que sigue siendo desconocida para nosotros, pero que es insinuada en el lenguaje de la "brecha tumultuosa, el vaso de grandes fondos.". El da gracias a Dios que quita la vergüenza y la confusión, y continúa confiando en su amor inquebrantable.
El autor de la Carta a los Hebreos recuerda la paciencia de personas como Abraham (6,15) y otros que han salido victoriosos por la fe y la confianza en Dios. Entender que Dios interviene y maneja los hilos de la historia humana evita la tentación de querer triunfar en términos humanos.
En el Evangelio, la voz del cielo en el bautismo de Jesús proclamando este es mi hijo amado, parece garantizar el hecho inmediato de su misión mesiánica. En la resistencia al diablo, Jesús, mas que sucumbir a la tentación de entrar en el Reino de Dios sin demora, revela pacientemente lo que la vida en el Reino significa a través de su propia vida y su ministerio que conduce a su muerte en la Cruz. Si el Reino de Dios emerge de forma decisiva en la resurrección, todavía no se ha realizado plenamente. La victoria definitiva no se producirá hasta que el Señor vuelva. Por eso esperamos con paciente espera y confianza, implorando "Ven, Señor Jesús".
Nuestro deseo de la unidad visible de la Iglesia requiere espera paciente y confiada. Nuestra oración por la unidad cristiana es como la oración de Ana y del salmista. El trabajo por la unidad de los cristianos se parece a los hechos relatados en la Carta a los Hebreos. Si esperamos pacientemente, no es por impotencia o pasividad, sino porque tenemos profunda confianza en que la unidad de la Iglesia es don de Dios y no un logro nuestro. Esta paciente espera, esta oración y esta confianza nos transforma y nos prepara para la unidad visible de la Iglesia, no como nosotros la pensamos, sino como Dios la da.
Oración
Dios fiel, tus palabras son verdaderas en todo tiempo. Haz que, como Jesús, tengamos paciencia y confianza en tu amor inquebrantable. Ilumínanos por tu Espíritu Santo para que no obstaculicemos la plenitud de tu justicia por nuestros juicios apresurados, sino que veamos más tu sabiduría y amor en todas las cosas. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
Preguntas para la reflexión
1. ¿En qué situaciones en nuestra vida debemos tener una mayor confianza en las promesas de Dios?
2. ¿Qué aspectos de la vida de la Iglesia están particularmente expuestos a la tentación de actuar precipitadamente?
3. ¿En qué situaciones debemos esperar los cristianos, y cuando debemos actuar juntos?

Día tercero Tema: Transformados por el Siervo doliente
Texto: Cristo padeció por nosotros (cf. 1 Pe 2,21)
Lecturas
Is 53,3-11 Varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento
Sal 22,12-24 No te separes de mí, que la angustia está cerca
1 Pe 2,21-25 Cristo padeció por nosotros
Lc 24,25-27 ¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto?
Comentario
La paradoja divina es que Dios puede cambiar los desastres y la tragedia en victoria. Él transforma todos nuestros sufrimientos y desgracias, y el increíble sufrimiento de la historia, en una resurrección que abarca a todo el mundo. Cuando parece derrotado, sin embargo, es la verdadera victoria que nadie y nada pueden superar.
La emocionante profecía de Isaías sobre el Siervo doliente se cumplió totalmente en Cristo. Después de sufrir una terrible agonía, el Varón de dolores ve su descendencia. Somos nosotros mismos esta descendencia, nacida del sufrimiento del Salvador. De esta manera nos hacemos una familia en él.
Se puede decir que el Salmo 22 no habla sólo de Jesús, sino también para Jesús. El Salvador mismo oró este salmo en la Cruz, cuando utilizó palabras fuertes de desolación: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Sin embargo, en la segunda parte del Salmo, la lamentación, la súplica llena de dolor, se convierte en alabanza a Dios por sus obras.
El apóstol Pedro es un testigo de la pasión de Cristo (1 Pt 5.1), que nos da un ejemplo: estamos llamados a esta forma de sufrimiento por amor. Jesús no maldijo a Dios, pero se remite al justo Juez. Sus heridas nos han curado y nos han hecho regresar al único pastor.
Sólo a la luz de la presencia del Señor y de su palabra se revela el propósito divino de los sufrimientos del Mesías. Igual que para los discípulos en el camino de Emaús, Jesús nos acompaña constantemente en el pedregoso camino de la vida, volviendo nuestros corazones ardientes y abriéndonos los ojos ante el plan misterioso de salvación.
Los cristianos experimentamos que el sufrimiento resulta de la frágil condición de la humanidad; reconocemos este sufrimiento en la injusticia social y en las situaciones de persecución. El poder de la Cruz nos lleva a la unidad. El sufrimiento de Cristo se nos muestra como fuente de misericordia y de solidaridad con toda la familia humana. Como afirma un teólogo contemporáneo: cuanto más nos acercamos a la Cruz de Cristo, más nos acercamos unos a otros. El testimonio que damos juntos los cristianos en situaciones de sufrimiento adquiere una gran credibilidad. Siendo solidarios con todos los que sufren, aprendemos del Servidor sufriente y crucificado a vaciarnos de nosotros mismos, a abandonarnos y ofrecernos en sacrificio. Estos son los dones que esperamos recibir de su Espíritu en nuestro camino a la unidad en él.
Oración
Dios del consuelo, que has transformado la vergüenza de la Cruz en un signo de victoria. Concédenos que podamos estar unidos alrededor de la Cruz de tu Hijo y celebrar la misericordia que nos ofrece por su sufrimiento. Que el Espíritu Santo abra nuestros ojos y nuestros corazones, para que podamos ayudar a los que sufren a experimentar tu cercanía. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo nuestra fe nos puede ayudar a dar una respuesta al sufrimiento de larga duración?
2. ¿Qué aspectos del sufrimiento humano son hoy ignorados o desapercibidos?
3. ¿Cómo pueden los cristianos testimoniar juntos el poder de la Cruz?

Día cuarto Tema: Transformados por la victoria del Señor sobre el mal
Texto: Vence al mal a fuerza de bien (Rm 12,21)
Lecturas
Ex 23,1-9 No te inclines a hacer el mal, aunque la mayoría lo haga
Sal 1 Dichoso el que se complace en la ley del Señor
Rm 12,17-21 Vence al mal a fuerza de bien
Mt 4,1-11 Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto
Comentario
En Jesús aprendemos lo que realmente significa la palabra 'victoria' para los seres humanos, es decir, la felicidad de compartir el amor de Dios, superando con Él todo lo que nos separa unos de otros. Se trata de participar en la victoria de Cristo sobre las fuerzas destructivas que corrompen la humanidad y toda la creación divina. En Jesús podemos compartir una nueva vida que nos llama a luchar contra el mal de nuestro mundo con renovada confianza y encontrar nuestra alegría en lo que es bueno.
Las palabras del antiguo Testamento advierten categóricamente contra la participación en el mal y la injusticia. La actitud de la mayoría no puede en ningún caso servir de excusa. Ni el número ni otras situaciones de la vida permiten a la persona hacer el mal.
El salmo 1 llama la atención no sólo de la necesidad de observar los mandamientos, sino especialmente sobre las alegrías que produce. El que ama la ley del Señor sobre todas las cosas es feliz y bendito. La palabra de Dios es guía segura en la adversidad y constituye el cumplimiento de la sabiduría humana. El que medita la palabra de Dios día y noche puede llevar una vida muy fructífera por el bien de los demás.
Las amonestaciones del Apóstol nos invitan a vencer el mal con el bien. Sólo el bien puede interrumpir la interminable espiral de odio y el deseo humano de venganza. En la lucha por el bien, no todo depende de los seres humanos. El apóstol Pablo pide todo lo posible para mantener la paz con los demás. Entiende que nuestra lucha continua contra nuestros instintos de perjudicar a quienes nos han hecho mal. Pero Pablo nos llama a superar estos sentimientos destructivos. Hacer el bien es una manera eficaz de luchar contra el mal entre nosotros.
La lectura del Evangelio describe la lucha del Hijo de Dios contra Satanás, personificando el mal. La victoria de Jesús sobre las tentaciones en el desierto se cumple en su obediencia al Padre, que lo lleva a la Cruz. La resurrección del Salvador confirma que aquí la bondad de Dios en última instancia gana: el amor supera a la muerte. ¡El Señor resucitado está cerca! Él nos acompaña en nuestras luchas contra la tentación y el pecado en el mundo. Su presencia llama a los cristianos a actuar juntos por el bien.
El escándalo viene porque en nuestras divisiones no podemos ser lo suficientemente fuertes para luchar contra los males de nuestro tiempo. Unidos en Cristo y regocijándonos en su ley de amor estamos llamados a compartir su misión de llevar esperanza a los lugares de la injusticia, del odio y de la desesperación.
Oración
Señor Jesucristo, te damos gracias por tu victoria sobre el mal y las divisiones. Te alabamos por tu sacrificio y por tu resurrección que ha vencido la muerte. Ayúdanos en nuestra lucha cotidiana contra toda adversidad. Que el Espíritu Santo nos dé fuerza y sabiduría para que podamos superar el mal con el bien y la división con la reconciliación. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Dónde vemos el mal en nuestras propias vidas?
2. ¿En qué forma puede nuestra fe en Cristo ayudarnos a superar el mal y al Maligno?
3. ¿Qué podemos aprender de las situaciones en nuestra comunidad donde la división ha dado paso a la reconciliación?

Día quinto Tema: Transformados por la paz de Cristo resucitado
Texto: Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con vosotros” (Jn 20,19)
Lecturas
Ml 4,5-6 Cambiar el corazón de los padres a favor de los hijos, y el corazón de los hijos a favor de los padres
Sal 133 ¡Qué agradable es que los hermanos vivan juntos!
Ef 2,14-20 Él ha reconciliado con Dios a ambos pueblos por medio de la cruz
Jn 20,19-23 Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con vosotros”
Comentario
El último libro del antiguo Testamento transmite la promesa de que Dios enviará a su elegido para instaurar la armonía y el respeto en todos los hogares. Normalmente tememos los conflictos o agresiones inesperadas entre las naciones. Pero el profeta Malaquías llama la atención sobre uno de los conflictos más difíciles y perdurables: el desamor en las relaciones entre los padres y los hijos. La restauración de la unidad entre padres e hijos no es posible sin la ayuda de Dios: es el enviado de Dios el que realiza el milagro de transformar los corazones y las relaciones entre las personas.
El Salmo muestra qué gran alegría puede traer esa unidad entre las personas. El ser humano ni fue creado para estar solo ni puede vivir con tranquilidad en un ambiente hostil. La felicidad consiste en vivir en una comunidad humana con armonía, paz, confianza y comprensión. Las buenas relaciones entre personas son como el rocío que se posa en la tierra seca y el aceite fragante que promueve la salud y el placer. El Salmo se refiere a la bondad de vivir juntos como una bendición y un don de Dios, como el rocío. La vida común en la unidad no se limita a los miembros de la familia, sino a experimentar la cercanía entre todos los que aceptan la paz de Dios.
La Epístola nos habla de lo que anunciaba el profeta Malaquías. Jesús trae la unidad, porque en su cuerpo ha demolido el muro de separación entre las personas. Generalmente, la victoria de uno implica la caída y la vergüenza del grupo de los vencidos, que prefieren retirarse. Jesús no rechaza, no destruye y no humilla a nadie; pone fin a toda alienación, transforma, sana y reúne a todos los seres humanos para hacerlos miembros de la familia de Dios.
El Evangelio recuerda el don que el Señor resucitado ha dado a sus discípulos dubitativos y temerosos. La paz sea con vosotros es el saludo de Cristo y también su don. También es una invitación a buscar la paz con Dios y establecer relaciones nuevas y duraderas dentro de la familia humana y de toda la creación. Jesús ha pisoteado la muerte y ha vencido el pecado. Por el don del Espíritu Santo, el Señor resucitado invita a sus discípulos a entrar en su propia misión: llevar la paz, la curación y el perdón a todo el mundo. Mientras los cristianos sigamos divididos, el mundo no estará convencido de la plenitud de la verdad del mensaje del Evangelio traído por Cristo a una humanidad nueva. La paz y la unidad caracterizan esta transformación. Él hace que las Iglesias reciban estos dones y los realicen, como miembros de la única familia de Dios, edificada sobre el sólido fundamento del que Jesús es la piedra angular.
Oración
Dios del amor y de la misericordia, enséñanos la alegría que se muestra compartiendo tu paz. Llénanos de tu Espíritu Santo para que podamos derribar los muros de hostilidad que nos separan. Que Cristo resucitado, que es nuestra paz, nos ayude a superar toda división y nos una como miembros de su familia. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, que contigo y con el Espíritu Santo recibe todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son las formas de violencia de nuestra sociedad que podemos afrontar juntos como cristianos?
2. ¿Cómo experimentamos las ocultas hostilidades que afectan nuestras relaciones mutuas entre comunidades cristianas?
3. ¿Cómo podemos aprender acogernos unos a otros como el mismo Cristo nos acoge?

Día sexto Tema: Transformados por el amor inconmovible de Dios
Texto: Nuestra fe es la que vence al mundo (1 Jn 5,4)
Lecturas
Ha 3,17-19 El Señor es mi fuerza
Sal 136,1-4.23-26 Es eterno su amor
1 Jn 5,1-6 Nuestra fe es la que vence al mundo
Jn 15,9-17 El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos
Comentario
En el texto del antiguo Testamento, es la fe en Dios la que permite mantener viva la esperanza a pesar de todos los fracasos. La lamentación de Habacuc se transforma en alegría por la fidelidad de Dios que da la fuerza frente a la desesperación.
El salmo 136 confirma que la memoria de los hechos maravillosos de Dios en la historia de Israel son una prueba de su amor eterno. Gracias a la intervención de Dios, el pueblo de Israel experimentó extraordinarias y sorprendentes victorias. Las grandes obras salvíficas de Dios son una fuente de alegría, gratitud y esperanza que los creyentes expresan después de siglos en sus oraciones, himnos de alabanza y música.
La Epístola nos recuerda que el que ha nacido de Dios es el vencedor del mundo. No se trata necesariamente aquí de victorias mesurables según nuestros criterios humanos. La victoria en Cristo implica un cambio de corazón, una percepción de la realidad terrena desde la óptica de la eternidad y una fe en la victoria definitiva sobre la muerte. Esta fuerza victoriosa es la fe en la que Dios es al mismo tiempo la fuente y el dispensador. Y su manifestación más perfecta es el amor.

En el texto del Evangelio, Cristo da a sus discípulos la seguridad del amor de Dios, que encontrará su confirmación definitiva en la muerte del Salvador en la Cruz. Al mismo tiempo, les invita y llama a manifestar el amor de unos por otros. La relación de Jesús con sus discípulos se basa en el amor. No les trata simplemente como discípulos, sino que les llama sus amigos. El servicio de Cristo consiste en conformar su vida al único mandamiento del amor, que es el resultado de una convicción interior y de fe. En un espíritu de amor, incluso cuando el progreso en el camino hacia la plena unidad visible parece lento, no perdemos la esperanza. El amor inconmovible de Dios permitirá superar los obstáculos y las divisiones más profundas. Por esta razón nuestra fe es la que vence al mundo, asociada al poder transformador del amor de Dios.
Oración
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, por tu resurrección triunfaste sobre la muerte y te has convertido en el Señor de la vida. Sin mérito nuestro Tú nos has elegido para ser tus amigos. Haz que el Espíritu Santo nos una a ti y unos con otros en la amistad, para que te sirvamos fielmente en este mundo y seamos testigos de tu amor inquebrantable. Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, por siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo debemos expresar el amor cristiano en contextos de diferentes religiones y filosofías?
2. ¿Qué debemos hacer para convertirnos en testigos más creíbles del amor inquebrantable de Dios en un mundo dividido?
3. ¿Cómo pueden los discípulos de Cristo apoyarse más visiblemente unos a otros en todo el mundo?

Día séptimo Tema: Transformados por el buen Pastor
Texto: Apacienta mis ovejas (Jn 21,19)
Lecturas
1 Sm 2,1-10 Nadie triunfa por sus fuerzas
Sal 23 Tu vara y tu cayado me sosiegan
Ef 6,10-20 Utilizad todas las armas que el Señor os proporciona
Jn 21,15-19 Apacienta mis ovejas
Comentario
Los que deben superar el sufrimiento, necesitan el apoyo de lo alto. Ese apoyo proviene de la oración. La fuerza de Ana en la oración fue objeto del primer capítulo del libro de Samuel. En el segundo capítulo se encuentra la oración de acción de gracias. Ella ha entendido que algunos hechos sólo suceden con la ayuda de Dios. Dios ha querido que Ana y su marido se convirtieran en padres. Este texto es un ejemplo que fortalece la fe en lo que parece ser una situación desesperada. Es un ejemplo de la victoria.
El buen pastor de Salmo 23 guía su rebaño incluso a través de los lugares más oscuros, reconfortando con su presencia. Quienes ponen su confianza en el Señor no tienen necesidad de temer incluso en las tinieblas de la ruptura o de la desunión, porque su pastor les llevará a los verdes pastos de la verdad, para vivir juntos en la casa del Señor.
En la carta a los Efesios, el apóstol Pablo nos exhorta a ser fuertes en el Señor y en su fuerza todopoderosa poniendo la armadura espiritual: verdad, justicia, proclamación de la buena noticia, fe, salvación, palabra de Dios, oración y súplica.
El Señor resucitado exhorta a Pedro, y en su persona a cada discípulo, a descubrir en unos mismo el amor de Aquel que es único Pastor verdadero. Si tienes tal amor, ¡apacienta mis ovejas! En otras palabras, alimentarlos, protegerlos, cuidar de ellos, fortalecerlos, porque son míos y me pertenecen. Sé mi buen servidor y vela sobre aquellos que son míos para amar y seguir mi voz. Enséñales el amor mutuo, la cooperación y la audacia en los recodos de la vida.
Por la gracia de Dios, el testigo de Cristo que ha sido confirmado en nosotros nos obliga a actuar juntos por la unidad. Tenemos la capacidad y los conocimientos para dar tal testimonio ¿Pero estamos dispuestos? El buen Pastor, que por su vida, su enseñanza y su conducta fortalece a todos los que han confiado en su gracia y su apoyo, nos impulsa a cooperar incondicionalmente con él. Así, fortificados, podremos ayudarnos unos a otros en el camino de la unidad. Seamos fuertes en el Señor para poder extender en otros el testimonio de su amor.
Oración
Padre de todos: Tú nos has llamado a ser un solo rebaño en tu Hijo, Jesucristo. Él es el Buen Pastor que nos invita a descansar en verdes pastos, nos lleva a aguas tranquilas y restaura nuestras almas. Haz que siguiéndole, podamos ser signo para otros para que todos vean en nosotros el amor de un solo verdadero pastor, nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos, Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo nos invita el buen Pastor a animar, fortificar y restaurar la confianza de aquellos que están perdidos?
2. ¿Cómo pueden los cristianos de diversas tradiciones esforzarse mutuamente para confesar y testimoniar a Jesucristo?
3. Para nosotros hoy, ¿qué puede significar la exhortación de San Pablo: “Armaos de fuerza en el Señor... revestíos con la armadura de Dios"?

Día octavo Tema: Reunidos en el Reino de Cristo
Texto: Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí (Ap 3,21)
Lecturas
1 Cr 29,10-13 En tu mano están la fuerza y la grandeza
Sal 21,1-7 Ciñes a su cabeza una corona de oro fino
Ap 3,19b-22 Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí
Jn 12,23-26 El que me sirva será honrado por mi Padre
Comentario
Jesucristo es el primer nacido de entre los muertos. Se humilló a sí mismo y fue exaltado. Cristo no acaparó, sino compartió su reino y su exaltación con toda la humanidad.
El himno de David, nacido de la alegría del rey y de su pueblo antes de la construcción del templo, expresa la verdad: todo llega por la gracia. Incluso un monarca terrenal puede ser una imagen del Reino de Dios, que tiene el poder elevar todo y dar fuerza a todos.
El salmo real de acción de gracias continúa esta idea. La tradición cristiana también le da un sentido mesiánico; Cristo es el verdadero Rey, lleno de vida y bendición, presencia perfecta de Dios en medio de su pueblo. En cierto sentido esta imagen puede referirse también al pueblo. ¿No son los seres humanos la corona de la creación? ¿No quiere Dios hacernos “coherederos con su Hijo y miembros de su familia real”?
Las cartas en el Libro del Apocalipsis a las siete Iglesias locales constituyen un mensaje dirigido a la iglesia de todos los tiempos y lugares. Aquellos que acogieron a Cristo en sus hogares serán invitados a compartir con él el banquete de la vida eterna. La promesa de sentarse sobre los tronos, anunciada previamente a los Doce, ahora se extiende a todos los que han obtenido la victoria.
Allí donde estoy yo, estará también mi servidor. Podemos vincular el Yo estoy de Jesús al inefable nombre de Dios. El servidor de Jesús, a quien el Padre honra, estará donde el Señor está sentado a la derecha del Padre para reinar.
Los cristianos somos conscientes que la unidad entre nosotros, aunque requiere esfuerzos humanos, es sobre todo un don de Dios. Consiste en compartir la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal que es causa de división. Nuestra participación en la victoria de Cristo alcanza su plenitud en los cielos. Nuestro testimonio común del Evangelio debe mostrar al mundo un Dios que no nos limita ni nos domina. Debemos anunciar de manera creíble, a la gente de nuestro tiempo y de nuestra época, que la victoria de Cristo supera todo lo que nos impide compartir la plenitud de la vida con él y entre nosotros.
Oración
Dios todopoderoso que gobiernas todas las cosas, enséñanos a contemplar el misterio de tu gloria. Haz que aceptemos tus dones con humildad y respeto a la dignidad de cada persona. Que tu Espíritu Santo nos fortalezca ante los combates espirituales, para que nuestra unidad en Cristo nos haga reinar con él en la gloria. Te lo pedimos por el que se humilló y ha sido exaltado, y que vive contigo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿De qué manera la falsa humildad y el deseo de la gloria terrenal se manifiestan en nuestras vidas?
2. ¿Cómo expresamos juntos nuestra fe en el Reino de Cristo?
3. ¿Cómo vivimos abiertamente nuestra esperanza en la venida del Reino de Dios?