Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
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sábado, 28 de enero de 2012

El desafío y la esperanza de ser Anglicano hoy

++Rowan Cantuar 2006

La Comunión Anglicana: ¿Una Iglesia en Crisis?

Ante la pregunta: ¿En qué consiste la actual tensión en la Comunión Anglicana?, muchas personas creen estar seguras de saber la respuesta, y es que el asunto gira en torno a ordenar como obispos a mujeres y también a personas homosexuales practicantes. Al respecto, la Iglesia en Norteamérica está a favor, otros en el mundo están en contra, y la Iglesia de Inglaterra, como es usual, no está segura.

Es cierto que la elección de un homosexual practicante como obispo en los EE.UU. en el año 2003 fue en gran medida el detonante del presente conflicto. Pero también es cierto, sin duda, que mucha de la pasión que se ha añadido al conflicto, tiene su origen en los prejuicios y la ignorancia inherentes en algunos sectores de la sociedad, y en que para muchos, dentro y fuera de la Iglesia, el tema es claramente acerca de los derechos y la dignidad de los seres humanos.

Pero el debate en la Comunión Anglicana no es esencialmente un debate acerca de los derechos humanos de las personas homosexuales. Sin lugar a dudas tenemos como Iglesia que dar el más absoluto respaldo a la defensa de los homosexuales ante la violencia, la intolerancia y las desventajas legales que padecen y apreciar el rol que han jugado en la vida de la misma, pero aún así, hoy tenemos que admitir que eso no responde a la pregunta la pregunta de sí, la Iglesia Cristiana, sobre la base de sus enseñanzas históricas, y de la Biblia, tiene facultad para bendecir uniones homosexuales, como clara expresión de la voluntad de Dios. Cuando los cristianos discuten el tema, es un hecho que solo una pequeña minoría responde afirmativamente a la pregunta

A menos que uno piense que asuntos de carácter religioso puedan resolverse por medio de consideraciones sociales y legales, lo cual seria un pensamiento bastante riesgoso si uno también cree en una real libertad de opinión dentro de una sociedad diversa como la nuestra, debe reconocerse que las instituciones religiosas tienen el derecho de lidiar con el tema, en sus propios términos.

Los argumentos que se esgriman deben tener como base común la Biblia y la enseñanza histórica de la Iglesia. Además, para aclarar algo que puede haber quedado oscurecido en medio de la retórica sobre la 'inclusión', este no es y nunca debiera ser un problema acerca de la contribución de las personas homosexuales y lesbianas a la iglesia de Dios y su ministerio, ni acerca de su dignidad y valor.

En lugar de lo anterior, lo que es un problema, doloroso y difícil para muchos, es lo que se refiere a qué tipos de conductas puede aceptar y bendecir una Iglesia que busca ser leal a la Biblia. Y también sobre que tipos de conducta ella debe prevenir a sus fieles, y por lo tanto, es un problema sobre cómo tomamos decisiones como un cuerpo, cuando buscamos juntos discernir la mente de Cristo, a medida que compartimos el estudio de las Escrituras.

Toma de decisiones en el Anglicanismo

Aquí es donde surge el meollo del asunto para los anglicanos. ¿Cómo vamos a lidiar con el tema en nuestros propios términos? Lo que la mayoría de los anglicanos en el mundo han dicho es que no ayuda actuar como si el asunto hubiera sido resuelto, cuando en realidad no es así. La verdad que, a pesar de resoluciones y declaraciones de intención, el proceso de “escuchar la experiencia” de personas homosexuales no ha avanzado muy lejos en la mayoría de nuestras Iglesias, y que para muchos la discusión sigue dándose a un nivel muy básico. Pero la decisión de la Iglesia Episcopal de los EU de elegir a un homosexual practicante como obispo fue tomada sin que ni siquiera la misma Iglesia estadounidense, que ha tenido bastante discusión sobre este tema, haya decidido normalmente como Iglesia local, lo que piensa sobre la bendición de uniones del mismo sexo.

Hay otras causas de división, por supuesto, como la legitimidad de la ordenación de mujeres al presbiterado y al episcopado. Pero, como se olvida frecuentemente, la Conferencia de Lambeth (1988) resolvió que, por el momento, aquellas iglesias que ordenen mujeres al presbiterado y al episcopado y aquellas que no lo hacen, tienen el mismo lugar dentro del espectro anglicano.

Mujeres obispas asistieron a la ultima Conferencia de Lambeth (1998) y hay un reconocimiento bastante general, aunque no universal, de que las diferencias sobre el tema pueden entenderse dentro del espectro de diversidad manejable sobre lo que la Biblia y la tradición permiten.

Sobre el tema de elegir homosexuales practicantes como obispos, no ha habido tal acuerdo, y sería razonable buscar un consenso mucho más amplio y profundo antes de implementar algún cambio y, en ningún caso, se debe dar por terminado el debate, por el hecho de haber ordenado a alguien que, independientemente de sus méritos personales, estuviera participando de una unión homosexual en ese momento.
Las recientes resoluciones de la Convención General de ECUSA no dan una respuesta satisfactoria a los desafíos del Informe de Windsor, pero relacionado con este tema específico, hay que reconocer por lo menos, que se reconoció la gravedad de la situación por la manera tan ardua como se trabajó, para dar forma a la redacción final de sus resoluciones.

Muchos en la Comunión Anglicana quisieran ver que el debate sustancial del problema ético se hiciera como parte de un proceso general de discernimiento teológico, pero saben que la acción precipitada que se tomara en los EE.UU. en el 2003, ha hecho que dicho debate sea más difícil, porque ha aumentado las causas de división y ha provocado que una enorme cantidad de energía se pierda en una lucha 'política' dentro y entre las Iglesias, en diferentes partes del mundo.
Sin embargo, hablando en términos institucionales, sabemos que la Comunión es una asociación de Iglesias Locales, no una organización única, con una burocracia controladora y un sistema legal universal. Siendo así, todo depende de lo que han sido generalmente acuerdos tácitos de respeto mutuo. Cuando estas acuerdos se ignoran, no es de sorprenderse que se produzca una profunda división, en la que la politización del debate teológico toma el lugar de una reflexión razonada.
Por lo tanto, si otras iglesias han dicho como consecuencia de los eventos del 2003, que no pueden permanecer en plena comunión con la Iglesia norteamericana, ello no debiera verse automáticamente como una intolerancia ciega contra los homosexuales. Donde sea que tal intolerancia se muestre, debe quedar muy claro que es inaceptable; y si esto no quedara claro, no seria para nada sorprendente que todo el asunto quede reducido a los ojos de muchos a una lucha entre la justicia y la violencia del prejuicio.

Lo que sí están diciendo estas Iglesias es que, cualquiera que sea el tema de que se trate, ninguna Iglesia miembro puede adoptar decisiones importantes de una manera unilateral y esperar que ello no haga ninguna diferencia en cuanto a como será considerada esa decisión en la toda la Comunión. Esto sería tan inadecuado como decir que cualquier miembro puede redefinir los términos de pertenencia cómo y cuando le convenga.

Algunas acciones, y en particular las acciones sacramentales, precisamente tienen el efecto de poner a una Iglesia fuera, o incluso en contra del torrente central de vida que ha compartido con otras Iglesias. Esto no quiere decir que les echamos fuera sin más recurso, dejándoles en la indefensión, sino que hay que reconocer que las acciones que tomamos tienen consecuencias, y que las acciones que creemos de buena fe que son "proféticas' por su radicalismo, son las más propensas a tener las consecuencias más costosas.

Verdad y Unidad

Es cierto que aquello que creemos apasionadamente que es la verdad, parece, a veces, tener un valor mayor que la unidad, y de ello tenemos ejemplos emocionantes e inspiradores en el siglo XX.

Si algunos piensan genuinamente que una decisión, como la ordenación de un obispo homosexual practicante es de ese tipo, es comprensible que estén dispuestos a tomar el riesgo de quebrar una unidad que ellos ven como falsa o corrupta. Pero el riesgo es real y nunca es fácil reconocer cuando llega al momento en que la separación es inevitable y que este es el tema por el cual uno se mantiene o cae, el gran tema de la fidelidad al Evangelio. La naturaleza de la acción profética es tal que nunca se tiene una garantía sólida de estar en lo correcto.

Pero supongamos que no hay ese nivel de claridad sobre el significado de algún tema divisivo. Si todavía también creemos que la unidad es generalmente una manera de estar más cerca de la verdad revelada. Al respecto sería bueno recordar, como alguien ha afirmado que, solo la totalidad de la Iglesia conoce la totalidad de la verdad”, como alguien ha dicho, enfrentamos entonces algunas opciones sobre que tipo de Iglesia los anglicanos somos o queremos llegar a ser.

Algunos hablan como si fuera algo absolutamente simple, y de hecho deseable, disolver las relaciones internacionales, de modo que cada Iglesia local pudiera hacer lo que considerase correcto. Esto puede ser tentador. Pero ignora al menos dos cosas:

Primero, no se da cuenta que el mismo problema y el mismo principio que aplica entre Iglesias a nivel internacional, puede aplicarse dentro de las Iglesias locales. Las divisiones no se dan solo entre cuerpos nacionales a la distancia, sino que también operan en cada localidad, y se hacen la misma pregunta: Estamos dispuestos a trabajar en una vida común que no refleje sólo los intereses y convicciones de un grupo, sino que trate de encontrar algo que pueda estar en los intereses de todos, reconociendo que esto implica variados costos para todos los involucrados. Sería una tentación decir: “dejemos que cada Iglesia local siga su propio camino”, pero una vez que se ha perdido la idea de que necesitamos intentar permanecer juntos para encontrar la mayor verdad posible, ¿a qué recurso vamos a apelar cuando en situaciones locales se enfrenten serias amenazas de división?

Segundo, esto ignoraría el grado en que ya estamos unidos con las vidas de otros a través de una vasta red de contactos e intercambios informales. Estos no son equivalentes a las relaciones formales de comunión eclesiástica pero son reales y profundos y serían mucho más débiles y mucho más casuales sin esas estructuras más formales. Ello implica que ninguna Iglesia local, ni un grupo dentro de una Iglesia local, pueda conformarse en forma complaciente con lo que su, o sus sociedades consideran adecuado.
La Iglesia mundial no es simplemente la suma total de comunidades locales. Tiene una dimensión transcultural que es vital para su bienestar, y sería ingenuo pensar que se puede sobrevivir sin alguna estructura que lo haga posible. Sin dudas, una Iglesia local aislada es menos que una Iglesia global.

Ambos argumentos están en realidad basados en la convicción de que nuestra unidad nos ha sido dada antes que existieran nuestras opciones, es decir, anteriormente a lo que hubiéramos decidido, Jesús dijo: “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes”, y cuando nos juntamos para celebrar la Eucaristía estamos diciendo que todos estamos allí, no porque tengamos méritos para ello, sino porque hemos sido invitados.

El desafío fundamental con el que frecuentemente tenemos que luchar prácticamente en todas las iglesias del mundo de cualquier denominación es, si estamos reuniéndonos en un acto de Santa Comunión, una Eucaristía, que trasciende nuestra localidad o, ¿estamos sólo celebrando nuestras identidades locales y nuestras preferencias personales?

La Identidad Anglicana

La razón por la que vale la pena que el anglicanismo supere estos problemas, es porque ha tratado de encontrar una manera de ser como Iglesia que, no es ni fuertemente centralizada, ni tampoco una tradición libre de cuerpos esencialmente independientes. Somos una Iglesia que está buscando ser una familia coherente de comunidades reunidas para escuchar la proclamación de la Biblia, para partir el pan y compartir el vino como invitados de Jesucristo, y para celebrar la unidad en la misión y el ministerio al mundo entero. Esto es lo que la palabra “comunión” significa para los anglicanos, y es una visión que se ha hecho más clara en muchos de nuestros diálogos ecuménicos.
Es posible, por supuesto, producir una auto engañosa y arrogante presentación de nuestra identidad mundial pretendiendo que somos una institución completamente internacional y universal como la Iglesia Católica Romana. No lo somos. Pero hemos tratado de ser una familia de Iglesias deseosas de aprender unas de otras más allá de nuestras fronteras culturales, sin asumir que la sabiduría de los europeos, o de los americanos, o de los africanos, es la que lo determina todo, abriendo las vidas de todos los anglicanos de una parte del mundo a las realidades de las experiencias cristianas en otras partes.

Vemos estos vínculos, no esencialmente de una manera burocrática, sino a través de un patrón común de ministerio y adoración, el de una comunidad que se congrega en torno a las Escrituras y a los sacramentos, al ministerio de obispos, presbíteros y diáconos, y a una forma de oración común centrada en la Biblia, con un énfasis central en la Santa Eucaristía.

Estos son los signos de que no somos solo una organización humana sino una comunidad tratando de responder a la acción y a la invitación de Dios que se ha hecho real para nosotros en el ministerio de la Iglesia, la Biblia y los sacramentos. Como consecuencia, tenemos inquietudes para explorar conjuntamente con el Catolicismo Romano, debido a su comprensión centralizada de la jurisdicción y algunas de las actitudes históricas frente a la Biblia. Igualmente tenemos inquietudes para compartir con el Protestantismo europeo clásico y con el Fundamentalismo y el Pluralismo protestante liberal. Tenemos entonces, una identidad, aunque ésta sea frágil y provisional todavía, para ofrecer.

Pero lo que le falta a nuestra Comunión es un conjunto de estructuras adecuadamente desarrolladas que sea capaz de lidiar con la diversidad de visiones que inevitablemente surge en un mundo de rápida comunicación global y enorme variedad cultural. Los convenios tácitos entre nosotros necesitan esclarecerse, no por que lo demande algún mecanismo de control central, sino para poder estar seguros de que todavía estamos hablando el mismo idioma y que estamos conscientes de pertenecer a la Iglesia de Cristo, Una. Santa, Católica y Apostólica. Es urgente que decidamos cuales serán las estructuras adecuadas para tomar decisiones. Necesitamos encontrar formas de traducir esta comunión sacramental subyacente en una realidad institucional más efectiva, de modo que no nos pongamos en situaciones difíciles o embarazosas unos a otros, formas que entorpezcan el camino de nuestra nuestra misión local y universal, sino que aprendamos como compartir en esta responsabilidad.

Perspectivas futuras

En nuestra Comunión, la idea de un "pacto" entre Iglesias locales, que se desarrolle junto al trabajo que se ha estado haciendo para armonizar la legislación eclesiástica entre ellas, es un método que se ha sugerido y que me parece la mejor solución hacia el futuro. Esto necesariamente sería algo “opcional”. Aquellas Iglesias que estén preparadas para aceptarlo, como una expresión de su responsabilidad para con las demás, limitarán su libertad local en pos de un testimonio más amplio, y algunos optarán por no participar en él.

Podríamos llegar a una situación en que habrá Iglesias 'constituyentes' en el pacto de la Comunión Anglicana y otras "Iglesias asociadas' al mismo, que estarán todavía unidas por vínculos históricos y quizás personales y alimentadas de muchas de las mismas fuentes, pero no ligadas en una sola e irrestricta comunión sacramental, y sin compartir la misma estructura constitucional.

La relación no sería muy distinta de la que existe entre la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia Metodista, por ejemplo. Las Iglesias "asociadas" no tendrán intervención directa en las decisiones de las iglesias 'constituyentes' aunque bien podrán ser observadores cuyas opiniones o experiencia se soliciten o se compartan de tiempo en tiempo, y con quienes pudieran darse significativas áreas de cooperación.

Soy consciente que esto deja muchas preguntas sin contestar dado que las causas de división se dan a través de las Iglesias locales como también dentro de ellas, y esto, no sólo respecto a un tema sino a otros, como por ejemplo, el debate sobre la legitimidad de la presidencia laica en la Eucaristía que está teniendo lugar.

Esto podrá significar la necesidad de que las iglesias locales establezcan una separación ordenada y mutuamente respetuosa entre elementos “constituyentes” y “asociados”, pero podría también significar un desafío positivo para que las iglesias establezcan lo que consideren que involucra pertenecer a una comunidad sacramental global, una oportunidad de redescubrir una obediencia común positiva al misterio del don de Dios, que no fue un asunto de coerción desde arriba sino ese "esperarse unos a otros” que San Pablo recomienda a los Corintios en su primera carta (11: 33).

No existe la forma en que la Comunión Anglicana pueda mantenerse inalterable con lo que esta ocurriendo en ella en este momento. Ni los liberales ni los conservadores pueden simplemente apelar a una identidad histórica que no corresponde al momento en que ahora nos encontramos, tenemos una tradición histórica distintiva, un compromiso reformado que da prioridad absoluta a la Biblia para decidir nuestra doctrina, una lealtad católica a los sacramentos y al triple ministerio de obispos presbíteros y diáconos, y un hábito de sensibilidad cultural y una flexibilidad intelectual que no permite ignorar demasiado rápido cuestiones inesperadas.

Pero para que todo esto sobreviva intacto en todos sus aspectos, necesitamos un compromiso formal más cercano y más visible de unos con otros, y esto es algo que no va a parecerse exactamente a nada que hayamos conocido hasta ahora.

Algunos podrán encontrar que esa opción futura les resulta poco familiar, y por razones de conciencia inaceptable. Esa opinión merece respeto. Pero si vamos a continuar siendo algún tipo de Iglesia “Católica”, si creemos que tenemos que responder a algo más amplio que nuestro entorno inmediato y sus prioridades, y mantenernos en unidad por una razón mayor que el simple consenso del momento, tenemos un trabajo muy arduo por delante para encarnar esto más claramente. Como parte de su agenda, la próxima Conferencia de Lambeth necesita considerar este asunto directamente y en su totalidad.

Los diferentes componentes de nuestra herencia pueden, hasta cierto punto, florecer en forma aislada unos de otros. Pero priorizar cualquiera de ellos aisladamente, nos conduciría en definitiva por un camino que conllevaría a abandonar el anglicanismo histórico.

El componente reformado puede llevar a una forma más informal de orden ministerial y a un énfasis más fuerte en una exclusiva autoridad de la Biblia, sin mediaciones. El componente católico puede llevar a una alta doctrina de unificación visible y estructural del ministerio ordenado en torno a una figura principal. El componente cultural e intelectual puede llevar a un estilo de vida cristiana orientada a darle profundidad espiritual a la forma general de la cultura en detrimento de la revelación y de la historia.

Cuando se persiguen cada uno de estos componentes con intensidad y en forma aislada, cada uno de ellos nos conducirá a una postura diferente, a un Protestantismo evangélico estricto, o a un Catolicismo Romano o a un liberalismo religioso. Aceptar que cada uno de ellos tiene un lugar en la vida de la Iglesia y que se necesitan unos a otros, significa que los entusiastas de cada uno de estos componentes tienen que estar preparados para vivir con ciertas tensiones, e incluso sacrificios. Que deben saber convivir con la tradición de ser positivos hacia un enfoque crítico y responsable de las Escrituras, y también con las anomalías de un ministerio histórico no reconocido universalmente en el mundo Católico. Finalmente aceptando que hay límites al grado de ajuste a la cultura y a las costumbres que se consideren posibles o aceptables.

Conclusión

La única razón para ser anglicano es que este balance nos parece saludable para la Iglesia Católica como un todo, y que ayuda a las personas a crecer en discernimiento y santidad. Ser anglicano en la forma que he delineado involucra ciertas concesiones e incertidumbres, pero al menos provee maneras de compartir la responsabilidad y tomar decisiones que se mantendrán y que serán mutuamente inteligibles.

Nadie puede imponer los cambios canónicos y estructurales que serán necesarios. Todo lo que he dicho anteriormente debiera dejar en claro que no es apropiada la idea de que un Arzobispo de Canterbury resuelva cualesquiera de estos temas por decreto aunque sea tentador para muchos.

El Arzobispo de Canterbury preside y convoca a la Comunión y puede hacer lo que este documento intenta hacer, que es delinear el marco teológico en el cual un problema debiera ser encarado, pero debe actuar siempre colegiadamente con los obispos de su propia Iglesia Local, con los Primados y con los demás instrumentos de unidad en la Comunión.

Esta es la razón para que el actual proceso de evaluar nuestra situación como consecuencia de la Convención General de ECUSA, sea un proceso compartido. Sin embargo, es posible para las Iglesias de la Comunión, decidir que este proceso es en verdad la expresión de la identidad, la tradición viva, y por la gracia de Dios el don, que queremos compartir con el resto del mundo cristiano en las siguientes generaciones.

Aún más importante es, que esta fuera una manera válida y vital de presentar las Buenas Noticias de Jesucristo al mundo. Mi esperanza es que, el período por delante, donde podamos elaborar una respuesta detallada al trabajo de la Convención General de ECUSA, donde se explorarán nuevas estructuras y habrá un mayor reajuste al modelo de un pacto, renovará nuestra apreciación positiva de las posibilidades de nuestra herencia, de modo que podamos proseguir con nuestra misión con mayor confianza y armonía.

++Rowan Cantuar 2006

1 comentario:

  1. Muy atinada esta reflexión. Ojalá los líderes de la Comunión la tomen en serio.

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Muchas gracias por tu aporte lleno de amor y sabiduría, nos edifica...