Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
Palabra + Espíritu + Sacramento + Misión
Evangelizar + Discipular + Enviar


“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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sábado, 27 de agosto de 2011

SERMON 46 DE SAN AGUSTÍN SOBRE LOS PASTORES

Somos cristianos y somos obispos
Sermón sobre los pastores 46,1-2
No acabáis de aprender ahora precisamente que toda nuestra esperanza radica en Cristo y que él es toda nuestra verdadera y saludable gloria, pues pertenecéis a la grey de aquel que dirige y apacienta a Israel. Pero, ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores, pero que no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les dice por medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros escuchemos con temor.
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles». Acabamos de escuchar esta lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?» Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo.
Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente.
Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos, por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro ministerio.
Los pastores que se apacientan a sí mismos
Sermón sobre los pastores 46,3-4
Oigamos, pues, lo que la palabra divina, sin halagos para nadie, dice a los pastores que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas: Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas y, las ovejas, no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras del campo.
Se acusa a los pastores que se apacientan a sí mismos en vez de a las ovejas, por lo que buscan y lo que descuidan. ¿Qué es lo que buscan? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana. Pero por qué dice el Apóstol: ¿Quién planta una viña, y no come de su fruto? ¿Qué pastor no se alimenta de la leche del rebaño? Palabras en las que vemos que se llama leche del rebaño a lo que el pueblo de Dios da a sus responsables para su sustento temporal. De eso hablaba el Apóstol cuando decía lo que acabamos de referir.
Ya que el Apóstol, aunque había preferido vivir del trabajo de sus manos y no exigir de las ovejas ni siquiera su leche, sin embargo, afirmó su derecho a percibir aquella leche, pues el Señor había dispuesto que los que anuncian el Evangelio vivan de él. Y, por eso, dice que otros de sus compañeros de apostolado habían hecho uso de aquella f facultad, no usurpada sino concedida. Pero él fue más allá y no quiso recibir siquiera lo que se le debía. Renunció, por tanto, a su derecho, pero no por eso los otros exigieron algo indebido: simplemente, fue más allá. Quizás pueda relacionarse con esto lo de aquel hombre que dijo, al conducir al herido a la posada: Lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.
¿Y qué más vamos a decir de aquellos pastores que no necesitan la leche del rebaño? Que son misericordiosos, o mejor, que desempeñan con más largueza su deber de misericordia. Pueden hacerlo, y por esto lo hacen. Han de ser alabados por ello, sin por eso condenar a los otros. Pues el Apóstol mismo, que no exigía lo que era un derecho suyo, deseaba, sin embargo, que las ovejas fueran productivas, y no estériles y faltadas de leche.

Sermón 46,4-5
El ejemplo de Pablo
En una ocasión en que Pablo se encontraba en una gran indigencia, preso por la confesión de la verdad, los hermanos le enviaron con qué remediar su indigente necesidad. El les dio las gracias y les dijo: Al socorrer mis necesidades, habéis obrado bien. Yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia. Sé vivir en pobreza y abundancia. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.
Porque trataba de darles a entender lo que se proponía, a propósito del bien que ellos habían hecho, y no quería ser entre ellos uno de esos que se apacientan a sí mismos en vez de a las ovejas, por eso, más que alegrarse de que hubiesen acudido a remediar su necesidad, quiso congratularse de su fecundidad en buenas obras. ¿Qué era entonces lo que pretendía? No es que yo busque regalos, busco que los intereses se acumulen en vuestra cuenta. «Y no para quedar yo repleto –venía a decirles–, sino para que vosotros no os quedéis desprovistos».
Así, pues, quienes no puedan, como Pablo, sostenerse con el trabajo de sus manos, no duden en aceptar la leche de las ovejas, para sustentarse en sus necesidades, pero que no se olviden de las ovejas débiles. No han de buscar esto como ventaja suya, como si anunciasen el Evangelio para remedio de su pobreza, sino con el fin de poder entregarse a la preparación de la palabra de verdad con la que han de iluminar a los hombres. Pues son como luminarias, según está dicho: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; y: No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Si en tu casa se encendiera una lámpara, ¿no le pondrías aceite para que no se apagara? Y, si, después de ponerle aceite, la lámpara no alumbrara, no se la colocaría en el candelero, sino que inmediatamente se la tiraría. La necesidad autoriza, pues, a aceptar, y la caridad, a dar los medios necesarios para la subsistencia. Y ello no porque el Evangelio sea algo banal, como si lo recibido como medio de vida por quienes lo anuncian fuera su precio. Si así lo estuvieran vendiendo, lo estarían malvendiendo. En efecto, si el sustento de sus necesidades han de recibirlo del pueblo, el premio de su entrega es de Dios de quien tienen que aguardarlo. Pues el pueblo no puede otorgar la recompensa a quienes le sirven en la caridad del Evangelio. Éstos no aguardan su premio sino del mismo Señor de quien el pueblo espera su salvación.
Entonces, ¿por qué se increpa y acusa a aquellos pastores? Porque, mientras bebían la leche y se vestían con la lana de las ovejas, no se ocupaban de ellas. Buscaban, pues, su interés, no el de Jesucristo.

Sermón 46,6-7
Que nadie busque su interés, sino el de Jesucristo
Ya que hemos hablado de lo que quiere decir beberse la leche, veamos ahora lo que significa cubrirse con su lana. El que ofrece la leche ofrece el sustento, y el que ofrece la lana ofrece el honor. Éstas son las dos cosas que esperan del pueblo los que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas: la satisfacción de sus necesidades con holgura y el favor del honor y la gloria.
Desde luego, el vestido se entiende aquí como signo de honor, porque cubre la desnudez. Un hombre es un ser débil. Y, el que os preside, ¿qué es sino lo mismo que vosotros? Tiene un cuerpo, es mortal, come, duerme, se levanta; ha nacido y tendrá que morir. De manera que, si consideras lo que es en sí mismo, no es más que un hombre. Pero tú, al rodearle de honores, haces como si cubrieras lo que es de por sí bien débil.
Ved qué vestidura de esta índole había recibido el mismo Pablo del buen pueblo de Dios, cuando decía: Me recibisteis como a un mensajero de Dios. Porque hago constar en vuestro honor que, a ser posible, os habríais sacado los ojos por dármelos. Pero, habiéndosele tributado semejante honor, ¿acaso se mostró complaciente con los que andaban equivocados, como si temiera que se lo negaran y le retiraran sus alabanzas si los acusaba? De haberlo hecho así, se hubiera contado entre los que se apacientan a sí mismos en vez de a las ovejas. En ese caso, estaría diciendo para sí: «¿A mí qué me importa? Que haga cada uno lo que quiera; mi sustento está a salvo, lo mismo que mi honor: tengo suficiente leche y lana; que cada un tire por donde pueda». ¿Con que para ti todo está bien, si cada uno tira por donde puede? No seré yo quien te dé responsabilidad alguna, no eres más que uno de tantos. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él.
Por eso, el mismo Apóstol, al recordarles la manera que tuvieron de portarse con él, y para no dar la impresión de que se olvidaba de los honores que le habían tributado, les aseguraba que lo habían recibido como si fuera un mensajero de Dios y que, si hubiera sido ello posible, se habrían sacado los ojos para ofrecérselos a él. A pesar de lo cual, se acercó a la oveja enferma, a la oveja corrompida, para cauterizar su herida, no para ser complaciente con su corrupción. ¿Y ahora me he convertido en enemigo vuestro por ser sincero con vosotros? De modo que aceptó la leche de las ovejas y se vistió con su lana, pero no las descuidó. Porque no buscaba su interés, sino el de Jesucristo.

Sermón 46,10-11
Prepárate para las pruebas
Ya habéis oído lo que los malos pastores aman. Ved ahora lo que descuidan. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas, es decir, a las que sufren; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes, destrozándolas y llevándolas a la muerte. Decir que una oveja ha enfermado quiere significar que su corazón es débil, de tal manera que puede ceder ante las tentaciones en cuanto sobrevengan y la sorprendan desprevenida.
El pastor negligente, cuando recibe en la fe a alguna de estas ovejas débiles, no le dice: Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las pruebas; mantén el corazón firme, sé valiente. Porque quien dice tales cosas, ya está confortando al débil, ya está fortaleciéndole, de forma que, al abrazar la fe, dejará de esperar en las prosperidades de este siglo. Ya que, si se le induce a esperar en la prosperidad, esta misma prosperidad será la que le corrompa; y, cuando sobrevengan las adversidades, lo derribarán y hasta acabarán con él.
Así, pues, el que de esa manera lo edifica, no lo edifica sobre piedra, sino sobre arena. Y la roca era Cristo. Los cristianos tienen que imitar los sufrimientos de Cristo, y no tratar de alcanzar los placeres. Se conforta a un pusilánime cuando se le dice: «Aguarda las tentaciones de este siglo, que de todas ellas te librará el Señor, si tu corazón no se aparta lejos de él. Porque precisamente para fortalecer tu corazón vino él a sufrir, vino él a morir, a ser escupido y coronado de espinas, a escuchar oprobios, a ser, por último, clavado en una cruz. Todo esto lo hizo él por ti, mientras que tú no has sido capaz de hacer nada, no ya por él, sino por ti mismo».
¿Y cómo definir a los que, por temor de escandalizar a aquellos a los que se dirigen, no sólo no los preparan para las tentaciones inminentes, sino que incluso les prometen la felicidad en este mundo, siendo así que Dios mismo no la prometió? Dios predice al mismo mundo que vendrán sobre él trabajos y más trabajos hasta el final, ¿y quieres tú que el cristiano se vea libre de ellos? Precisamente por ser cristiano tendrá que pasar más trabajos en este mundo.
Lo dice el Apóstol: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido. Y tú, pastor que tratas de buscar tu interés en vez del de Cristo, por más que aquél diga: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido, tú insistes en decir: «Si vives piadosamente en Cristo, abundarás en toda clase de bienes. Y, si no tienes hijos, los engendrarás y sacarás adelante a todos, y ninguno se te morirá». ¿Es ésta tu manera de edificar? Mira lo que haces, y dónde construyes. Aquel a quien tú levantas está sobre arena. Cuando vengan las lluvias y los aguaceros, cuando sople el viento, harán fuerza sobre su casa, se derrumbará, y su ruina será total.
Sácalo de la arena, ponlo sobre la roca; aquel que tú deseas que sea cristiano, que se apoye en Cristo. Que piense en los inmerecidos tormentos de Cristo, que piense en Cristo, pagando sin pecado lo que otros cometieron, que escuche la Escritura que le dice: El Señor castiga a sus hijos preferidos. Que se prepare a ser castigado, o que renuncie a ser hijo preferido.

Sermón 46,11-12
Ofrece el alivio de la consolación
El Señor, dice la Escritura, castiga a sus hijos preferidos. Y tú te atreves a decir: «Quizás seré una excepción.» Si eres una excepción en el castigo, quedarás igualmente exceptuado del número de los hijos. «¿Es cierto —preguntarás— que castiga a cualquier hijo?» Cierto que castiga a cualquier hijo, y del mismo modo que a su Hijo único. Aquel Hijo, que había nacido de la misma substancia del Padre, que era igual al Padre por su condición divina, que era la Palabra por la que había creado todas las cosas, por su misma naturaleza no era susceptible de castigo. Y, precisamente, para no quedarse sin castigo, se vistió de la carne de la especie humana. ¿Con qué va a dejar sin castigo al hijo adoptado y pecador, el mismo que no dejó sin castigo a su único Hijo inocente? El Apóstol dice que nosotros fuimos llamados a la adopción. Y recibimos la adopción de hijos para ser herederos junto con el Hijo único, para ser incluso su misma herencia: Pídemelo: te daré en herencia las naciones. En sus sufrimientos, nos dio ejemplo a todos nosotros.
Pero, para que el débil no se vea vencido por las futuras tentaciones, no se le debe engañar con falsas esperanzas, ni tampoco desmoralizarlo a fuerza de exagerar los peligros. Dile: Prepárate para las pruebas, y quizá comience a retroceder, a estremecerse de miedo, a no querer dar un paso hacia adelante. Tienes aquella otra frase: Fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere vuestras fuerzas. Pues bien, prometer y anunciar las tribulaciones futuras es, efectivamente, fortalecer al débil. Y, si al que experimenta un temor excesivo, hasta el punto de sentirse aterrorizado, le prometes la misericordia de Dios, y no porque le vayan a faltar las tribulaciones, sino porque Dios no permitirá que la prueba supere sus fuerzas, eso es, efectivamente, vendar las heridas.
Los hay, en efecto, que, cuando oyen hablar de las tribulaciones venideras, se fortalecen más, y es como si se sintieran sedientos de la que ha de ser su bebida. Piensan que es poca cosa para ellos la medicina de los fieles y anhelan la gloria de los mártires. Mientras que otros, cuando oyen hablar de las tentaciones que necesariamente habrán de sobrevenirles, aquellas que no pueden menos de sobrevenirle al cristiano, aquellas que sólo quien desea ser verdaderamente cristiano puede experimentar, se sienten quebrantados y claudican ante la inminencia de semejantes situaciones.
Ofréceles el alivio de la consolación, trata de vendar sus heridas. Di: «No temas, que no va a abandonarte en la prueba aquel en quien has creído. Fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere sus fuerzas». No son palabras mías, sino del Apóstol, que nos dice: Tendréis la prueba que buscáis de que Cristo habla por mí. Cuando oyes estas cosas, estás oyendo al mismo Cristo, estás oyendo al mismo pastor que apacienta a Israel. Pues a él le fue dicho: Nos diste a beber lágrimas, pero con medida. De modo que el salmista, al decir con medida, viene a decir lo mismo que el Apóstol: No permitirá él que la prueba supere vuestras fuerzas. Sólo que tú no has de rechazar al que te corrige y te exhorta, te atemoriza y te consuela, te hiere y te sana.
Los cristianos débiles
Sermón 46,13
No fortalecéis a las ovejas débiles, dice el Señor. Se lo dice a los malos pastores, a los pastores falsos, a los pastores que buscan su interés y no el de Jesucristo, que se aprovechan de la leche y la lana de las ovejas, mientras que no se preocupan de ellas ni piensan en fortalecer su mala salud. Pues me parece que hay alguna diferencia entre estar débil, o sea, no firme –ya que son débiles los que padecen alguna enfermedad–, y estar propiamente enfermo, o sea, con mala salud.
Desde luego que estas ideas que nos estamos esforzando por distinguir las podríamos precisar, por nuestra parte, con mayor diligencia, y por supuesto que lo haría mejor cualquier otro que supiera más o fuera más fervoroso; pero, de momento, y para que no os sintáis defraudados, voy a deciros lo que siento, como comentario a las palabras de la Escritura. Es muy de temer que al que se encuentra débil no le sobrevenga una tentación y le desmorone. Por su parte, el que está enfermo es ya esclavo de algún deseo que le está impidiendo entrar por el camino de Dios y someterse al yugo de Cristo.
Pensad en esos hombres que quieren vivir bien, que han determinado ya vivir bien, pero que no se hallan tan dispuestos a sufrir males, como están preparados a obrar el bien. Sin embargo, la buena salud de un cristiano le debe llevar no sólo a realizar el bien, sino también a soportar el mal. De manera que aquellos que dan la impresión de fervor en las buenas obras, pero que no se hallan dispuestos o no son capaces de sufrir los males que se les echan encima, son en realidad débiles. Y aquellos que aman el mundo y que por algún mal deseo se alejan de las buenas obras, éstos están delicados y enfermos, puesto que, por obra de su misma enfermedad, y como si se hallaran sin fuerza alguna, son incapaces de ninguna obra buena.
En tal disposición interior se encontraba aquel paralítico al que, como sus portadores no podían introducirle ante la presencia del Señor, hicieron un agujero en el techo, y por allí lo descolgaron. Es decir, para conseguir lo mismo en lo espiritual, tienes que abrir efectivamente el techo y poner en la presencia del Señor el alma paralítica, privada de la movilidad de sus miembros y desprovista de cualquier obra buena, gravada además por sus pecados y languideciendo a causa del morbo de su concupiscencia. Si, efectivamente, se ha alterado el uso de todos sus miembros y hay una auténtica parálisis interior, si es que quieres llegar hasta el médico –quizás el médico se halla oculto, dentro de ti: este sentido verdadero se halla oculto en la Escritura–, tienes que abrir el techo y depositar en presencia del Señor al paralítico, dejando a la vista lo que está oculto.
En cuanto a los que no hacen nada de esto y descuidan hacerlo, ya habéis oído las palabras que les dirige el Señor: No curáis a las enfermas, ni vendáis sus heridas; ya lo hemos comentado. Se hallaba herida por el miedo a la prueba. Había algo para vendar aquella herida; estaba aquel consuelo: Fiel es Dios, y no permitirá él que la prueba supere vuestras fuerzas. No, para que sea posible resistir, con la prueba dará también la salida.

Sermón 46,14-15
Insiste a tiempo y a destiempo
No recogéis a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas. En este mundo andamos siempre entre las manos de los ladrones y los dientes de los lobos feroces y, a causa de estos peligros nuestros, os rogamos que oréis. Además, las ovejas son obstinadas. Cuando se extravían y las buscamos, nos dicen, para su error y perdición, que no tienen nada que ver con nosotros: «¿Para qué nos queréis? ¿Para qué nos buscáis?» Como si el hecho de que anden errantes y en peligro de perdición no fuera precisamente la causa de que vayamos tras de ellas y las busquemos. «Si ando errante –dicen–, si estoy perdida, ¿para qué me quieres? ¿Para qué me buscas?» Te quiero hacer volver precisamente porque andas extraviada; quiero encontrarte porque te has perdido.
«¡Pero si yo quiero andar así, quiero así mi perdición!» ¿De veras así quieres extraviarte, así quieres perderte? Pues tanto menos lo quiero yo. Me atrevo a decirlo, estoy dispuesto a seguir siendo inoportuno. Oigo al Apóstol que dice: Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo. ¿A quiénes insistiré a tiempo, y a quiénes a destiempo? A tiempo, a los que quieren escuchar; a destiempo, a quienes no quieren. Soy tan inoportuno que me atrevo a decir: «Tú quieres extraviarte, quieres perderte, pero yo no quiero.» Y, en definitiva, no lo quiere tampoco aquel a quien yo temo. Si yo lo quisiera, escucha lo que dice, escucha su increpación: No recogéis a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas. ¿Voy a temerte más a ti que a él mismo? Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo.
De manera que seguiré llamando a las que andan errantes y buscando a las perdidas. Lo haré, quieras o no quieras. Y, aunque en mi búsqueda me desgarren las zarzas del bosque, no dejaré de introducirme en todos los escondrijos, no dejaré de indagar en todas las matas; mientras el Señor a quien temo me dé fuerzas, andaré de un lado a otro sin cesar. Llamaré mil veces a la errante, buscaré a la que se halla a punto de perecer. Si no quieres que sufra, no te alejes, no te expongas a la perdición. No tiene importancia lo que yo sufra por tus extravíos y tus riesgos. Lo que temo es llegar a matar a la oveja sana, si te descuido a ti. Pues oye lo que se dice a continuación: Matáis las ovejas más gordas. Si echo en olvido a la que se extravía y se expone a la perdición, la que está sana sentirá también la tentación de extraviarse y de ponerse en peligro de perecer.

viernes, 26 de agosto de 2011

PACTO DE LA COMUNIÓN ANGLICANA

Introducción al Texto del Pacto

“Esta vida nos fue revelada: nosotros la vimos y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes esta vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos ha manifestado. Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, como nosotros estamos unidos con Dios el Padre y con su Hijo Jesucristo. Escribimos estas cosas para que nuestra alegría sea completa” (I Juan 1.2-4).

1. Dios nos ha llamado a la comunión en Cristo Jesús (I Cor 1.9). Esta comunión nos fue revelada por el Hijo como la misma vida divina de Dios la Trinidad. ¿Qué es esta vida a nosotros revelada? San Juan deja claro que la comunión de vida en la Iglesia participa en la comunión que es la vida divina misma, la vida de la Trinidad. Esta vida no es una realidad remota de nosotros, sino una que ha sido “vista” y de la que se ha dado testimonio por los apóstoles y sus seguidores: “en la comunión de la Iglesia compartimos de la vida divina”. 1 Esta vida de Dios Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se moldea y manifiesta a sí misma a través de la misma existencia y ordenamiento de la Iglesia.

2. Nuestro llamado divino a la comunión está establecido en los propósitos de Dios para toda la Creación (Efe 1.10, 3.9ss). Se extiende a toda la humanidad, de manera que, en nuestro compartir de la vida de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios pudiera restaurar en nosotros la imagen divina. A través del tiempo, de acuerdo con las Escrituras, Dios ha extendido este llamado por medio de pactos que hizo con Noé, Abraham, Israel y David. El profeta Jeremías anhelaba un nuevo pacto, no escrito en lajas de piedra, sino sobre el corazón (Jer 31.31-34). En Jesucristo, el Hijo de Dios, nos es dado un nuevo pacto, establecido en “su sangre… derramada por muchos para
el perdón de los pecados” (Mt 26.28), afirmado en su resurrección de los muertos (Ef 1.19-23) y sellado con el don del Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones (Rom 5.5). Somos bautizados en este pacto de la muerte al pecado y la nueva vida en Cristo, y nos es dado el poder para compartir la comunión de Dios en Cristo con toda persona, por toda la tierra y la Creación entera.

3. Humildemente, reconocemos que este llamado y don de la comunión demanda responsabilidades para con nuestra vida en común ante Dios mientras buscamos, en gracia, cómo ser fieles en nuestro servicio a los propósitos de Dios para el mundo.
Reunidos en la Iglesia universal, que es el Cuerpo de Cristo, esparcido por toda la tierra, servimos a este evangelio cuando somos capacitados para ser uno, cruzando las barreras del pecado y la alienación humanas (Ef 2.12-22). Las formas de esta vida en la Iglesia, que vive cautivada por el misterio de la comunión divina, revela a los poderes hostiles y divisivos del mundo “las múltiples sabidurías de Dios” (Ef. 3.9-10).
Fidelidad, honestidad, gentileza, humildad, paciencia, perdón y el amor mismo, vividos en deferencia y servicio mutuos (Mc 10.44-45) entre el pueblo de la Iglesia y a través de sus ministerios, contribuyen a la edificación del Cuerpo de Cristo, mientras crece hacia la madurez (Ef 4.1-6, Col 3.8-17).

4. En la providencia de Dios, que persiste aún sobre nuestras divisiones, causadas por el pecado, varias familias de iglesias han crecido dentro de la Iglesia universal y a lo largo de toda su historia. Entre estas familias está la Comunión Anglicana, que provee un carisma e identidad particulares entre quienes siguen y sirven a Jesús. Reconocemos la maravilla, belleza y reto de mantener la comunión en esta familia de iglesias, como también reconocemos la necesidad de compromiso y disciplina mutuos como testimonio de la promesa de Dios en un mundo y un tiempo de inestabilidad, conflicto y fragmentación. Por tanto, hacemos pacto común como iglesias de esta Comunión Anglicana a fin de ser fieles a las promesas de Dios a través de la fe histórica que
confesamos, nuestro culto común, nuestra participación en la misión de Dios y nuestra vida en común.

5. Pactar en común no tiene como propósito cambiar el carácter de esta expresión Anglicana de la fe cristiana. Más bien, reconocemos la importancia de renovar, en forma solemne, nuestro compromiso mutuo, y la comprensión común de la fe y el orden que hemos recibido, de manera que los lazos de afecto que nos mantienen juntos puedan ser reafirmados e intensificados. Hacemos esto a fin de reflexionar, en nuestras relaciones de los unos con los otros, sobre la fidelidad de Dios y sus promesas para nosotros en Cristo Jesús (2 Cor 1.20-22).

6. Somos un pueblo que vive, aprende y ora con y según las Escrituras como la Palabra de Dios. Buscamos adorar a Dios en acción de gracias y alabanza y hacemos intercesión por las necesidades humanas en todas partes, a través de la oración común, unidos a través de muchas culturas e idiomas. Somos privilegiados en compartir la misión de los apóstoles de traer el evangelio de Cristo a todos los pueblos y naciones, no sólo con palabras, sino también en actos de compasión y justicia que den testimonio del carácter de Dios y del triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte. Nos ofrecemos a nosotros mismos como siervos de una unidad mayor entre todos los cristianos
divididos en el mundo. Que el Señor nos asista en `no predicarnos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor; nosotros nos declaramos simplemente servidores de ustedes por amor a Jesús.´ (2 Cor 4.5).

7. Nuestra fe incorpora un testimonio coherente de lo que hemos recibido de la Palabra de Dios y del venerable testimonio de la Iglesia a través de generaciones. Nuestra vida común refleja las bendiciones de Dios (aún cuando también expone nuestra falta de fe, esperanza y amor) en agrandar nuestra Comunión hacia una verdadera familia global.
La misión que buscamos está en servir las grandes promesas de Dios en Cristo, que abrazan a todas las personas y al mundo que Dios tanto ama. Esta misión es llevada a cabo en responsabilidad y mayordomía compartidas de los recursos disponibles, y en interdependencia entre nosotros y toda la iglesia.

8. Nuestra plegaria es que Dios habrá de redimir nuestros empeños y debilidades, renovar y enriquecer nuestra vida común y usar la Comunión Anglicana para dar testimonio efectivo en todo el mundo, trabajando con todas las personas de buena voluntad, por la vida y esperanza que hay en Cristo Jesús.

1 La Iglesia del Dios Trino, La Declaración de Chipre de la Comisión Internacional del Dialogo Teológico
Anglicano Ortodoxo, 2007, párrafo 1,2.






EL PACTO DE LA COMUNION ANGLICANA

Preámbulo

Nosotras, como iglesias de la Comunión Anglicana, bajo el Señorío de Jesucristo,
solemnemente pactamos juntas en las siguientes afirmaciones y compromisos. Como
pueblo de Dios, procedentes de ´todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos´ (Ap
7.9), hacemos esto a fin de proclamar más efectivamente, en nuestros diferentes
contextos, la gracia de Dios revelada en el evangelio, para ofrecer el amor de Dios en
respuesta a las necesidades en el mundo, para mantener la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz, y junto a todo el pueblo de Dios, alcanzar la plena estatura de Cristo
(Ef. 4.3,13).





Sección Uno: Nuestra Herencia de Fe

1.1 Cada Iglesia afirma:

(1.1.1) su comunión en la iglesia una, santa, católica y apostólica, adorando al Dios Verdadero y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo

(1.1.2) la fe católica y apostólica recibida de forma única en las Sagradas Escrituras y
afirmada en los credos católicos, cuya fe la iglesia está llamada a proclamar, de forma
renovada, en cada generación2. Los formularios históricos de la Iglesia de Inglaterra,3
forjados en el contexto de la Reforma Europea y reconocidos y adoptados, de formas
diversas, en la Comunión Anglicana, dan testimonio auténtico de esta fe

(1.1.3) las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos que contienen todas
las cosas necesarias para la salvación, y como la regla y norma última de fe4

(1.1.4) el Credo de los Apóstoles, como el símbolo bautismal, y el Credo Niceno,
como declaración suficiente de la fe Cristiana5

(1.1.5) los dos sacramentos ordenados por Cristo mismo –bautismo y la cena del
Señor- administrados con el uso indefectible de las palabras de Cristo de la
institución, y los elementos ordenados por él6

(1.1.6) el episcopado histórico, adaptado localmente en los métodos de su
administración a las diversas necesidades de las naciones y pueblos llamados por Dios
a la unidad de Su Iglesia7

(1.1.7) los patrones compartidos de nuestra plegaria común y liturgia que forman,
sostienen y alimentan nuestra adoración de Dios y nuestra fe y vida comunes



(1.1.8) su participación en la misión apostólica a todo el pueblo de Dios, y que esta
misión es compartida con otras iglesias y tradiciones más allá de este Pacto.

1.2 En nuestro vivir de esta herencia de fe, en común y en contextos diferentes,
cada Iglesia, confiada en el Espíritu Santo, se compromete a:

(1.2.1) enseñar y actuar en continuidad y consonancia con la Escritura y la fe, orden y
tradición católica y apostólica, como ha sido recibida por las Iglesias de la Comunión
Anglicana, conscientes de los concilios comunes de la Comunión así como de
nuestros acuerdos ecuménicos

(1.2.2) sostener y proclamar un patrón Cristiano teológico y moral de razonamiento y
disciplina que está enraizado y que responda a la enseñanza de las Sagradas Escrituras
y la tradición católica

(1.2.3) dar testimonio, en este razonamiento, de la renovación de la humanidad y de
todo el orden creado a través de la muerte y resurrección de Cristo, y a reflejar la
santidad que Dios, en consecuencia, concede a, y requiere de, su pueblo

(1.2.4) escuchar, leer, marcar, aprender y digerir internamente las Escrituras en
nuestros diferentes contextos. Informados por la lectura atenta y comunitaria –y el
costoso testimonio de- las Escrituras por todos los fieles, por la enseñanza del
episcopado y los sínodos, así como por los resultados del estudio riguroso de
académicos laicos y ordenados

(1.2.5) asegurar que los textos bíblicos sean recibidos, leídos e interpretados con
fidelidad, respeto, generosidad y coherencia, con la expectativa de que las Escrituras
sigan iluminando y transformando la Iglesia y sus miembros, y a través de ellos, a
individuos, culturas y sociedades

(1.2.6) alentar y estar abierta al liderazgo profético y fiel en el ministerio ordenado y la
misión a fin de habilitar al Pueblo de Dios a responder, con testimonio valiente al poder
del evangelio en el mundo

(1.2.7) buscar en todas las cosas el afirmar la obligación solemne de alimentar y
sostener la comunión eucarística, de acuerdo con las disciplinas canónicas existentes,
mientras nos esforzamos, en la gracia de Dios, por la plena realización de la comunión
de todas las personas de fe Cristiana

(1.2.8) trabajar por un peregrinar continuo y común con todo el Cuerpo de Cristo, a
fin de discernir la plenitud de la verdad a que nos guía el Espíritu, a fin de que pueblos
de todas las naciones puedan ser liberados para recibir vida nueva y abundante en el
Señor Jesucristo.

2 cf. Prefacio a la Declaración de Asentimiento, Canon C15 de la Iglesia de Inglaterra.
3 Los 39 Artículos de Religión, el Libro de Oración Común 1662 y el Ordinal para Obispos, Sacerdotes y
Diáconos.
4 Cuadrilátero Chicago-Lambeth 1886/1888
5 Cuadrilátero Chicago-Lambeth 1886/1888
6 cf. Cuadrilátero Chicago-Lambeth 1886/1888, Prefacio a la Declaración de Asentimiento, Canon C15 de la
Iglesia de Inglaterra.
7 cf. Cuadrilátero Chicago-Lambeth 1886/1888




Sección Dos: La Vida Que Compartimos: Nuestra Vocación Anglicana

2.1 Cada Iglesia afirma:

(2.1.1) la comunión como un don de Dios dado para que el pueblo de Dios, de este a oeste y de norte a sur, pueda en común declarar la gloria del Señor y ser signo del reinado de Dios en el Espíritu Santo y los primeros frutos en el mundo de la redención efectuada por Dios en Cristo

(2.1.2) su gratitud por la providencia divina de gracia extendida a nosotros a través de las edades: nuestros orígenes en la Iglesia de los apóstoles; las antiguas tradiciones comunes; la rica historia de la Iglesia en las islas Británicas e Irlanda, las transformaciones de la Reforma, y nuestro crecimiento a una comunión mundial a través de la obra misionera expansiva de la Iglesia: nuestra continua transformación por el Espíritu Santo a través de los dones y testimonio sacrificial de creyentes Anglicanos en todo el mundo, y nuestro llamado a una vida de comunión más completamente desarrollada

(2.1.3) en humildad, nuestro llamado al continuo arrepentimiento: por nuestra impaciencia y falta de caridad en reconocer a Cristo en ´la otra persona´; nuestro uso indebido de los dones divinos de gracia; nuestro fracaso en obedecer el llamado de Dios a servir; y nuestra explotación de los unos por los otros

(2.1.4) el imperativo de la misión de Dios a que está llamada la Comunión Anglicana, una vocación y bendición en que cada Iglesia comparte con las otras en Cristo de la obra de establecer el reinado de Dios. Mientras la Comunión continúa desarrollándose en una familia mundial de iglesias interdependientes, aceptamos los retos y las oportunidades para la misión al nivel local, regional e internacional. En esto, atesoramos nuestra herencia misionera como algo que ofrece a los cristianos y cristianas de la Comunión Anglicana oportunidades distintivas para la colaboración en la misión

(2.1.5) que nuestra misión común es una misión compartida con otras Iglesias y tradiciones más allá de este Pacto. Aceptamos las oportunidades para el descubrimiento de la vida del evangelio todo, y por la misión y reconciliación compartidas con la Iglesia en todo el mundo. Afirmamos la vocación ecuménica del Anglicanismo a la unidad plena y visible de la Iglesia según la plegaria de Cristo de que “todos sean uno”. Es con todos los santos, en todo tiempo y lugar, que habremos de comprender las verdaderas dimensiones del amor redentor e inmensurable de Cristo.

2.2 Reconociendo estas afirmaciones, cada Iglesia, dependiendo en el Espíritu Santo, se compromete a:

(2.2.1) responder al llamado de Dios a llevar a cabo la evangelización y a compartir en la misión sanadora y reconciliadora “por nuestro mundo, bendito, pero también fracturado, herido y caído”8 y, con responsabilidad mutua, compartir nuestros dones espirituales y materiales, todos recibidos de Dios, para esta tarea

(2.2.2) llevar a cabo esta misión, que es la misión de Dios en Cristo9

(2.2.2.a) “proclamar las Buenas Nuevas del Reinado de Dios” y traer a todos al arrepentimiento y a la fe

(2.2.2.b) “enseñar, bautizar y sostener a nuevos creyentes”, haciendo discípulos de todas las naciones (Mt 28.19) a través del poder inspirador del Espíritu Santo10 y llevándoles al Cuerpo Uno de Cristo, cuya fe, llamado y esperanza son uno en el Señor (Ef 4.4-6)

(2.2.2.c) “responder a las necesidades humanas por medio del servicio de amor”, descubriendo el reinado de Dios a través del ministerio humilde a quienes más lo necesitan (Mc 10.42-45; Mt 18.4; 25.31-45)

(2.2.2.d) “buscar la transformación de las estructuras injustas de la sociedad” mientras la Iglesia se yergue vigilante con Cristo proclamando tanto el juicio como la salvación a las naciones del mundo11 y manifestando el poder transfigurador del Espíritu a través de nuestras acciones en nombre de la justicia de Dios12

(2.2.2.e) “esforzarse por salvaguardar la integridad de la creación y por sostener y renovar la vida de la tierra” como aspectos esenciales de nuestra misión en comunión13

(2.2.3) a involucrarse en esta misión con humildad y apertura a nuestra propia y continua conversión frente a nuestra propia infidelidad y pobreza de testimonio

(2.2.4) revivir y renovar estructuras de misión que despertarán y retarán a todo el pueblo de Dios para trabajar, orar y ofrendar por la expansión del evangelio

(2.2.5) ordenar su misión en la adoración gozosa y reverente de Dios, en acción de gracias en nuestra comunión eucarística “Cristo es la fuente y propósito de la unidad de la Iglesia y de la renovación de la comunidad humana”.14

8 Informe IASCOME, CCA-13
9 Las Cinco Marcas de Misión aparecen en el Informe MISSIO de 1999, que se basó en trabajo realizado en CCA 6
y CCA 8.
10 Church as Communion n26
11 CMI 1954 Evanston, Christ the Hope of the World
12 Declaración de Moscú, 43
13 IARCCUM, Growing Together in Unity and Mission,118
14 Bautismo, Eucaristía y Ministerio, CMI



Sección Tres: Nuestra Unidad y Vida Común

3.1 Cada Iglesia afirma:

(3.1.1) que por nuestra participación en el Bautismo y la Eucaristía, somos incorporados en el cuerpo de la Iglesia de Jesucristo, y somos llamados por Cristo para procurar todas las cosas que edifican la paz y constituyen nuestra vida común.

(3.1.2) su resolución de vivir en una Comunión de Iglesias. Cada iglesia, con su episcopado en sínodo, ordena y regula sus propios asuntos y su responsabilidad local para la misión a través de su propio sistema de gobierno y ley y es por ello descrita como viviendo “en comunión con autonomía y responsabilidad”.15 Confiando en el Espíritu Santo, que nos llama y habilita para compartir una vida de adoración común y plegaria mutua, en afecto mutuo, compromiso y servicio, buscamos afirmar nuestra vida común a través de aquellos Instrumentos de Comunión por medio de los cuales nuestras Iglesias son habilitadas para conformarse, en común, a la mente de Cristo. Las Iglesias de la Comunión Anglicana están unidas, “no por una autoridad legislativa
y ejecutiva central, sino por la lealtad mutua sostenida a través del consejo común del episcopado en conferencia”16 y de los otros Instrumentos de Comunión.

(3.1.3) el rol central del episcopado, como guardianes y maestros de la fe, sus líderes en misión, y como signo visible de unidad, representando la Iglesia universal ante la iglesia local, y la Iglesia local ante la universal y las Iglesias locales las unas antes las otras. Este ministerio es ejercido de forma personal, colegiada y dentro de la comunidad eucarística. Recibimos y mantenemos el triple ministerio histórico de episcopado, sacerdocio y diaconado, ordenados para el servicio en la Iglesia de Dios, al llamar a todas las personas bautizadas hacia la misión de Cristo.

(3.1.4) la importancia de los instrumentos en la Comunión Anglicana para asistir en el discernimiento, articulación y ejercicio de nuestra fe compartida y vida y misión común. La vida de comunión incluye una interacción continua con las diversas expresiones de autoridad apostólica, de sínodos y concilios episcopales al testimonio local, en una forma que continuamente interpreta y articula la fe común de la membresía de la Iglesia (consensus fidelium). Junto a los muchos y variados vínculos  que sostienen nuestra vida común, reconocemos en particular cuatro instrumentos a nivel de la Comunión Anglicana que expresan este servicio cooperativo en la vida de comunión.

I. Concedemos al Arzobispo de Canterbury -como obispo de la Sede de Canterbury, con la que anglicanos y anglicanas han estado históricamente en comunión- una primacía de honor y respeto entre el colegio episcopal en la Comunión Anglicana como primero entre iguales (primus inter pares). Como punto focal y medio de unidad, el Arzobispo reúne y trabaja con la Conferencia de
Lambeth y la Reunión de Primados y preside en el Consejo Consultivo Anglicano.

II. La Conferencia de Lambeth expresa la colegialidad episcopal en todo el mundo, y reúne al episcopado para orar juntos, consejo, consulta y aliento común en su ministerio de guardianes de la fe y unidad de la Comunión y de equipamiento de toda la Iglesia para la obra ministerial (Ef. 4.12) y misionera.

III. El Consejo Consultivo Anglicano está formado por representantes laicos, clericales y  episcopales de nuestras Iglesias17. Facilita el trabajo cooperativo de las Iglesias de la Comunión Anglicana, coordina aspectos de la obra internacional ecuménica y misionera, llama a las Iglesias a la responsabilidad mutua y la interdependencia, y aconseja en cuanto a estructuras en desarrollo de nuevas provincias18.

IV. La Reunión de Primados es convocada por el Arzobispo de Canterbury para apoyo mutuo, oración y consejo. La autoridad que los primados traen a la reunión proviene de sus mismas posiciones como obispos principales de sus Provincias, y el hecho de que están en conversación con sus respectivas Cámaras de Obispos y localizados en sus propias estructuras sinodales.19 En la
Reunión de Primados, los Primados y Moderadores son llamados a trabajar como representantes de sus Provincias, en colaboración los unos con los otros respecto a temas doctrinales, morales y pastorales que tienen implicaciones para toda la Comunión. Es la responsabilidad de los Instrumentos el consultar con, responder a y ofrecer apoyo unos a otros y a las Iglesias de la Comunión.20 Cada Instrumento puede iniciar y recomendar un proceso de discernimiento y una dirección para la Comunión y sus Iglesias.

3.2. Reconociendo nuestra vida interdependiente, cada Iglesia, dependiendo en el Espíritu Santo, se compromete a:

(3.2.1) considerar el bien común de la Comunión en el ejercicio de su autonomía, para así apoyar la obra de los Instrumentos de Comunión con los recursos materiales y espirituales a su disposición, y a recibir su obra con una prontitud para enfrascarse en la reflexión, basada en sus consejos, y a esforzarse por acomodar sus recomendaciones

(3.2.2) respetar la autonomía constitucional de todas las Iglesias de la Comunión Anglicana, mientras afirmamos nuestra responsabilidad e interdependencia mutuas en el Cuerpo de Cristo21, y la responsabilidad de cada uno de nosotros para con la Comunión como un todo22

(3.2.3) invertir tiempo con apertura y paciencia en temas de debate teológico y reflexión, para escuchar, orar y estudiar los unos con los otros a fin de discernir la voluntad de Dios. La oración, estudio y debate son una parte esencial de la vida de la Iglesia mientras busca la guía del Espíritu hacia toda verdad, y a fin de proclamar el evangelio de forma renovada en cada generación. Algunos temas, que, cuando surgen, son percibidos como controversiales, o novedosos, podrían evocar una comprensión más profunda de las implicaciones de la revelación de Dios a nosotros; otros podrían convertirse en distracciones y aún obstáculos para la fe. Todos estos asuntos necesitan ser probados por el discernimiento común en la vida de la Iglesia

(3.2.4) buscar una mente común con otras Iglesias, a través de los concilios de la Comunión, sobre temas de preocupación común, de una forma consistente con las Escrituras, los standards comunes de la fe, y las leyes canónicas de nuestras iglesias. Cada Iglesia llevará a cabo la más amplia consulta con las otras Iglesias de la Comunión Anglicana y con los Instrumentos y Comisiones de la Comunión.

(3.2.5) actuar con diligencia, cuidado y cautela respecto a cualquier acción que pueda provocar controversia, que por su intensidad, sustancia o alcance, pueda amenazar la unidad de la Comunión y la efectividad o credibilidad de su misión.

(3.2.6) en situaciones de conflicto, a participar en conversaciones mediadas, que involucran reuniones cara a cara, parámetros de común acuerdo y la disposición de completar el proceso.

(3.2.7) considerar que nuestros lazos de afecto y el amor de Cristo nos obliga a siempre mantener el más alto nivel de comunión posible.



10 Church as Communion n26
11 CMI 1954 Evanston, Christ the Hope of the World
12 Declaración de Moscú, 43
13 IARCCUM, Growing Together in Unity and Mission,118
14 Bautismo, Eucaristía y Ministerio, CMI
15 Carta desde Alejandría, Reunión de Primados, Marzo 2009
16 Conferencia de Lambeth 1930
17 Constitución del CCA, Art. 3
18 cf. Los objetivos del CCA aparecen en el artículo 2 de su Constitución.
19 Informe del Grupo de Continuidad Windsor, 69.
20 cf IATDC, Communion, Conflict and Hope, párrafo 113
21 Congreso de Toronto 1963, y los Diez Principios de Compañerismo.
22 cf. Comuniqué Reunión Primados,Dar es Salaam, Feb 2007.



Sección Cuatro: Nuestra Vida Común en el Pacto

4. Cada Iglesia afirma los siguientes principios y procedimientos y, dependientes en el Espíritu Santo, se compromete a sí misma con su implementación.

4.1 Adopción del Pacto

(4.1.1) Cada Iglesia en adopción de este Pacto afirma que entra en el mismo como un compromiso con una vida relacional dependiente en Dios. Cada Iglesia ofrece, libremente, su compromiso a otras iglesias, a fin de vivir más plenamente en la comunión eclesial e interdependencia que son fundacionales para las Iglesias de la Comunión Anglicana. La Comunión Anglicana es una fraternidad dentro de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, de Iglesias nacionales o regionales, en la que cada Iglesia reconoce a las demás en los vínculos de una lealtad común a Cristo expresada a través de una fe y orden comunes, una herencia compartida de culto, vida y misión, y una disposición a vivir de forma inter-dependiente.

(4.1.2) Cada Iglesia, al adoptar el Pacto para sí misma, reconoce en las secciones precedentes una declaración de fe, misión e inter-dependencia de vida que es consistente con su propia vida y con la doctrina y práctica de la fe Cristiana tal y como las ha recibido. Asimismo, cada Iglesia reconoce estos elementos como fundacionales para la vida de la Comunión Anglicana, y por tanto, para las relaciones entre las Iglesias participantes del Pacto.

(4.1.3) Tal compromiso común no representa sometimiento alguno a ninguna jurisdicción eclesiástica externa. Nada en este Pacto, de por sí mismo, debe ser considerado como que altera, en forma alguna, ninguna provisión de la Constitución y Cánones de Iglesia alguna de la Comunión, ni que limita su autonomía de gobierno. El Pacto no concede a ninguna Iglesia ni agencia de la Comunión control o dirección sobre Iglesia alguna de la Comunión Anglicana.

(4.1.4) Cada Iglesia de la Comunión Anglicana, según es reconocida de acuerdo a la Constitución del Consejo Consultivo Anglicano, es invitada formar parte de este Pacto, de acuerdo a sus propios procedimientos constitucionales.

(4.1.5) Los Instrumentos de Comunión pueden invitar a otras Iglesias a adoptar el Pacto usando los mismos procedimientos según han sido definidos por el Consejo Consultivo Anglicano para la enmienda de su lista de membrecía. La adopción de este Pacto no confiere derecho de reconocimiento alguno por, ni membrecía en, los Instrumentos de Comunión, algo que debe ser decidido por estos mismos Instrumentos de Comunión.

(4.1.6) Este Pacto se hace activo y operante para una Iglesia cuando esa Iglesia adopta el Pacto a través de los procedimientos de su propia Constitución y Cánones.

4.2 Mantenimiento del Pacto y Resolución de Disputas

(4.2.1) El Pacto opera a fin de expresar los compromisos y responsabilidades comunes que mantienen a cada Iglesia en la relación de comunión de las unas con las otras. El  reconocimiento de, y la fidelidad a este Pacto capacitan el reconocimiento mutuo y la comunión. La participación del Pacto implica un reconocimiento por cada Iglesia de aquellos elementos que deben ser mantenidos en su propia vida y por la cual es responsable ante aquellas Iglesias con las que está en comunión, a fin de sostener la relación expresada en este Pacto.

(4.2.2) El Comité Permanente de la Comunión Anglicana, responsable ante el Comité Consultivo Anglicano y la Reunión de los Primados, habrá de monitorear el funcionamiento del Pacto en la vida de la Comunión Anglicana, en nombre de los Instrumentos de Comunión. En este respecto, el Comité Permanente habrá de ser apoyado por tales otros comités o comisiones que puedan ser nombradas para asistir en llevar a cabo esta función y en proveerle de asesoría en cuestiones relacionadas con el Pacto.

(4.2.3) Cuando surjan dudas en cuanto al significado del Pacto, o en cuanto a la compatibilidad del Pacto con una acción determinada por una Iglesia participante del Pacto, es el deber de cada Iglesia participante del Pacto de buscar el cumplimiento de los compromisos de la Sección 3.2. Tales dudas pueden ser presentadas por una Iglesia misma, otra Iglesia participante del Pacto, o los Instrumentos de Comunión.

(4.2.4) En aquellas situaciones en que no se haya alcanzado una mente común en cuanto a algún asunto, el mismo será referido al Comité Permanente. El Comité Permanente habrá de hacer todo esfuerzo para facilitar el acuerdo, y a este efecto podrá recibir asesoría de tales entidades como sea apropiado, a fin de determinar la naturaleza del asunto en cuestión y aquellas consecuencias relacionales que puedan resultar. Donde sea apropiado, el Comité Permanente habrá de referir la cuestión al Consejo Consultivo Anglicano y a la Reunión de los Primados, para asesoría.

(4.2.5) El Comité Permanente podrá solicitar a una Iglesia que difiera una acción controversial. Si una Iglesia declina en diferir dicha acción, el Comité Permanente podrá recomendar a cualquier Instrumento de Comunión las consecuencias relacionales que pueden especificar una limitación provisional en, o suspensión de, ese Instrumento hasta el completamiento del proceso definido más abajo.

(4.2.6) Basado en la asesoría recibida del Consejo Consultivo Anglicano y la Reunión de Primados, el Comité Permanente podrá hacer una declaración de que una acción o decisión es o podría ser “incompatible con el Pacto”.

(4.2.7) Sobre la base de la asesoría recibida, el Comité Permanente habrá de hacer recomendaciones sobre las consecuencias relacionales que surgen de una acción incompatible con el Pacto. Estas recomendaciones pueden ser dirigidas a las Iglesias de la Comunión Anglicana o a los Instrumentos de la Comunión, y considerar el punto hasta el que la decisión de cualquier iglesia participante del Pacto dificulta o limita la comunión entre esa Iglesia y las otras Iglesias de la Comunión, y las consecuencias prácticas de tales dificultades o limitaciones. Cada Iglesia o cada Instrumento habrá de determinar si acepta o no tales recomendaciones.

(4.2.8) La participación en la toma de decisiones del Comité Permanente o de los Instrumentos de Comunión respecto a la sección 4.2 habrá de limitarse a aquellos miembros de los Instrumentos de Comunión que son representantes de aquellas Iglesias que han adoptado el Pacto o que aún se encuentran en el proceso de adopción del Pacto.

(4.2.9) Cada Iglesia habrá de poner en su lugar tales mecanismos, agencias o instituciones, consistentes con su propia Constitución y Cánones como sea necesario con el fin de supervisar el mantenimiento de las afirmaciones y compromisos del Pacto en la vida de esa Iglesia, así como para la efectiva relación con los Instrumentos de Comunión en temas pertinentes al Pacto.

4.3 Retiro del Pacto

(4.3.1) Cualquier Iglesia participante del Pacto puede decidir su retiro del mismo. Aunque tal retiro no equivale a un retiro automático de los Instrumentos de Comunión ni un repudio de su carácter Anglicano, sin embargo puede causar el cuestionamiento del significado del Pacto y de así como de incompatibilidad con los principios incorporados en el mismo, y activar las provisiones descritas en la sección 4.2 precedente.

4.4 El Texto del Pacto y su enmienda

4.4.1 El Pacto consiste del texto como aparece en este documento en el Preámbulo, Secciones Una a Cuatro y La Declaración. La Introducción al Texto del Pacto, que siempre habrá de ser anexada al texto del Pacto, no es parte del Pacto, pero será considerada como autoritaria en la comprensión del propósito del Pacto.

4.4.2. Cualquier Iglesia participante del Pacto, o Instrumento de Comunión, puede presentar una propuesta a fin de enmendar el Pacto, ante los Instrumentos de Comunión, a través del Comité Permanente. El Comité Permanente envirará la propuesta al Consejo Consultivo Anglicano, la Reunión de Primados, las Iglesias participantes del Pacto y cualquier otra entidad se considere pertinente, para consulta y asesoría. El Comité Permanente hará una recomendación sobre la propuesta, a la luz de la asesoría recibida, y presentará la propuesta –con cualesquiera revisiones- a las Iglesias participantes del Pacto. La enmienda se hace operativa por su ratificación por tres cuartas partes de las Iglesias participantes del Pacto. El Comité Permanente adoptará un procedimiento para la promulgación de la enmienda.



Nuestra Declaración

Con gozo y firme resolución, declaramos nuestras Iglesias como participantes de este Pacto de la Comunión Anglicana, ofreciéndonos a nosotros mismos para servicio fructífero y reunirnos más estrechamente en la verdad y el amor de Cristo, a quien con el Padre y el Espíritu Santo sea la gloria, ahora y por siempre. Amén.

Que el Dios de paz, que resucitó de la muerte a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, quien con su sangre confirmó su alianza eterna, los haga a ustedes perfectos y buenos en todo, para que cumplan su voluntad; y que haga de nosotros lo que él quiera, por medio de Jesucristo. ¡Gloria para siempre a Cristo! Amén.
(Hebreos 13.21,22)