Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
Palabra + Espíritu + Sacramento + Misión
Evangelizar + Discipular + Enviar


“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

whatsapp +503 7768-5447

jueves, 25 de agosto de 2011

SOBRE EL CONCEPTO INTEGRAL DE SUCESION APOSTOLICA


1.       Es nuestra intención reconocer y asumir plenamente el concepto aceptado por la Tradición Apostólica y vivido por la Iglesia indivisa durante el primer milenio a este respecto.

2.       Por lo mismo, creemos que es desde la IGLESIA LOCAL, como Pueblo de Dios,2 que se estructura en forma sinodal y participativa3, con diversidad de carismas y ministerios, entre los que se encuentra el ministerio ordenado, compuesto por diáconos, presbíteros y el obispo, que tenemos que llegar a entender los alcances, el ejercicio y la transmisión de la sucesión apostólica.

3.       El ministerio ordenado nunca se puede comprender como algo que está encima de la comunidad sino como un don que, concedido por el Espíritu Santo,4 es reconocido por la comunidad5 y está al servicio y para la edificación de ésta.6

4.       De esto resulta que la capacidad ministerial proveniente de la ordenación diaconal, presbiteral o episcopal, no se puede ejercer como poder o privilegio personal en forma autónoma y, hasta cierto punto, arbitraria; sino que su validez sacramental está subordinada a que se ejerza dentro de un contexto eclesial que refleje cuanto se testimonia en el Nuevo Testamento y se realizó en la Iglesia primitiva.

5.       En el caso de la transmisión de la sucesión apostólica al ordenar a un obispo, es indispensable:

a. Que el candidato haya sido elegido sinodalmente por el Pueblo de Dios y por el    presbiterio que constituyen una iglesia local legítimamente constituida y reconocida, para presidirla, apoyarla en su vida de fe y ser vínculo de comunión con otras iglesias locales.

b. Que el obispo primado, junto a los demás obispos que constituyen la Provincia Eclesial en donde se encuentra la iglesia local, ratifiquen la elección legítimamente hecha por la iglesia local.

c. Que el colegio de obispos que ratificó la elección proceda a la consagración episcopal, de acuerdo al ritual legítimamente aprobado por dicha provincia eclesial.

d. Que en el ritual de consagración se mantenga íntegro cuanto se refiere a la imposición de las manos, a la oración consagratoria y a los otros elementos considerados como esenciales por la tradición católica, tanto ortodoxa como latina.

e. Toda consagración episcopal hecha fuera del contexto eclesial integral presentado en los cuatro incisos precedentes, deberá ser discernida y regularizada (re-ordenación “bajo condición”) para ser reconocida su validez sacramental.

2 Cf. Ro 1,6-7; 1Cor 1,2; Ap 21,3
3 Cf. Hch 15,6-22.
4 Cf. Hch 20,28
5 Cf. 1 Tim 4, 14; Hch 1,12-26
6 Cf. Ef 4,11-13


A.       SOBRE LA APOSTOLICIDAD DE IGLESIA CATÓLICA ANTIGUA

Es fundamental que comprendamos bien en qué consiste realmente el hecho de que la Iglesia, además de ser una, santa y católica, es también apostólica y cómo, nosotros vivimos plena e íntegramente la apostolicidad de la Iglesia.

I ALGUNOS EQUÍVOCOS SOBRE LA APOSTOLICIDAD.
                        Ante todo, es importante que señalemos algunos equívocos sobre los que significa la apostolicidad.
                        Algunos piensan equivocadamente que apostólico es algo exclusivo del “Obispo de Roma” o Papa y que, por lo mismo, fuera de él no existe apostolicidad.
                       
                        Otros piensan que “apostólico” es algo que viene automáticamente por tener la “sucesión apostólica” histórica, pretendidamente, a través de alguna de las sedes antiguas del cristianismo.
                       
                        En realidad, el concepto de “Apostolicidad” es más amplio y complejo.

II TRATANDO DE COMPRENDER ALGO SOBRE LA APOSTOLICIDAD
1.        El primer punto es que este concepto se debe aplicar en primer lugar a la iglesia. La apostolicidad es un atributo o cualidad de toda la Iglesia.

2.        El concepto hace referencia a que se está en continuidad con Cristo y con los Apóstoles, a quienes él encargo la misión de proclamar el Evangelio.

3.        En las diversas tradiciones cristianas, el concepto de “apostolicidad” subraya diferentes aspectos:

·              Para los católicos ortodoxos, que son los que han conservado la tradición apostólica más antigua y más integral, “apostólico” significa, sobre todo, el mantener la vida de la iglesia como existió desde los primeros tiempos. Especialmente en lo que se refiere a: la vida litúrgica (la celebración de los sacramentos), la doctrina (los credos) y la organización de la iglesia (reconociendo la diversidad de iglesias locales, con su debida autonomía).

·             Para los católicos romanos, “apostólico” significa especialmente que se tenga la legítima sucesión ministerial, de la autoridad eclesial. Ellos subrayan especialmente el tener la línea romana de sucesión apostólica.

·              Para los herederos de la Reforma, “apostólico” significa especialmente que la iglesia actual corresponda plenamente con el evangelio de Jesucristo.

4.        Iglesia Católica Antigua es una Iglesia plenamente apostólica desde cada una de las tres perspectivas de las grandes tradiciones cristianas.

III DIVERSOS ASPECTOS QUE IMPLICA LA APOSTOLICIDAD.
                        Lo que hace esencialmente que una Iglesia sea apostólica, es que, a través de la acción del Espíritu Santo, mantenga la fidelidad total a Cristo y a la misión de Cristo, que él la confió a los apóstoles y éstos a sus sucesores. (Jn 16, 4-16; Jn 20, 20-23; Mt 28,16-20)
                       
                        Esto, sin embargo, implica también la fidelidad a la doctrina (1Tim 1,15) y a la vida de la Iglesia (1 Cor 11,23).

                        De aquí nace la necesidad de una continuidad en el ministerio, que esté al servicio de esa fidelidad a la persona de Cristo, a su misión, a su doctrina y a la vida eclesial (Hech 20,28; Fil 1,1).
                       
                        Sin embargo, lo más importante de quien ejerce ese ministerio apostólico, es precisamente, la elección divina, por medio de la donación de un carisma específico, que es reconocido por la comunidad cristiana (Rom 1,5; Gal 1,1).
                       
                        Poniendo en orden lo que significa la “APOSTOLICIDAD”, notamos que el elemento espiritual, constituye el punto más importante (la presencia del Espíritu y la continuidad con la misión de Cristo); el aspecto eclesial constituye el segundo aspecto (la continuidad en la vida eclesial, en la organización eclesial y en la doctrina) y el tercer elemento lo constituye la continuidad histórica (que vista en forma realmente crítica, no puede ser totalmente probada y que, a lo largo de la historia ha tenido muchas variantes; por ejemplo, en la Edad Media, varios Papas reconocieron que algunos Presbíteros –especialmente los Abades-, tenían la capacidad de ordenar Presbíteros, porque consideraban que los Presbíteros tenían la plenitud sacramental del ministerio ordenado, aunque no tuvieran las facultades jurídicas para ejercerlo).

CÓMO VIVE LA IGLESIA CATÓLICA ANTIGUA LA APOSTOLICIDAD 
Para responder a esta cuestión seguiremos un camino doble:
                        Ante todo, veremos cómo se viven los elementos fundamentales que caracterizan la apostolicidad de la Iglesia.
                       
                        Seguidamente veremos cómo vivimos plenamente la apostolicidad, desde la perspectiva y criterios de cada una de las tres grandes tradiciones cristianas.

1.        CÓMO VIVIMOS LOS ELEMENTOS FUNDAMENTALES QUE CARACTERIZAN LA APOSTOLICIDAD:

La primera característica de apostolicidad, es la experiencia de la presencia del Espíritu, que da continuidad con la misión de Cristo y da la capacidad para entender, vivir y testimoniar el Evangelio.
                       i. Este ha sido uno de los elementos que hemos vivido con mayor intensidad en todas nuestras comunidades.
                        ii. Todas las decisiones, procesos y acciones, normalmente son fruto de un proceso de discernimiento acerca de la presencia del Espíritu y de la voluntad de Dios para nosotros.
                iii. La fuerza que nos ha mantenido en medio de las dificultades y tribulaciones, es la certeza compartida por todos, de que realmente el Señor está actuando en medio de nosotros, que está vivo y presente y cumpliendo plenamente su palabra.
                iv. Este primer elemento nos arraiga indiscutiblemente en la apostolicidad, entendida en su sentido más profundo.
En cuanto a la doctrina:
                i. No solamente nos hemos mantenido íntegra y totalmente fieles, sino hemos implementado con mayor radicalidad lo que constituye la esencia de la fe católica y apostólica.
                ii. Es cierto que hay algunos elementos propios de la doctrina católica romana con los que no concordamos, como sería la jurisdicción universal del obispo de Roma. Sin embargo, el distanciarnos de esto, no solo no nos aparta de la doctrina original sino que nos acerca plenamente a ella. Nosotros reconocemos el primado del Obispo de Roma, como primero entre iguales y signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos y oramos constantemente porque se redescubra su misión. Con eso estamos en plena fidelidad a la fe y a la doctrina más antigua de la Iglesia.
                iii. Nuestra fe está plena e íntegramente en consonancia con el testimonio de la Sagrada Escritura y con la fe vivida y profesada por la iglesia primitiva y por la iglesia indivisa.
En cuanto a la vida de la iglesia:
                i. Nos esforzamos  por redescubrir e implementar la organización de la iglesia como se vivió en los primeros tiempos. Es decir, considerar que la iglesia es fundamentalmente carismática y ministerial; reconocer la igualdad fundamental de todos los bautizados, sin ignorar la existencia de diferentes carismas y ministerios para ordenar y organizar la vida eclesial; reconocer que el ministerio ordenado es indispensable dentro de la iglesia, pero que no está encima sino al servicio del pueblo de Dios. Todo esto que hemos ido redescubriendo e implementando, corresponde, en buena parte, con lo que enseña la teología católica romana. Sin embargo en la iglesia católica romana esto no se implementa, porque en la práctica, los principios jurídicos juegan un papel más importante que los teológicos y las estructuras organizativas y de poder que se han ido desarrollando a través de los siglos, juegan un papel determinante a la hora de entender lo que dice la Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica a ese respecto.
                ii. En nuestra liturgia hemos redescubierto una serie de elementos esenciales de la Tradición Apostólica que estaban descuidados en la práctica romana de la que provenimos, como: el papel fundamental e indispensable que tiene el Espíritu Santo y la necesidad de que el pueblo de Dios se involucre y participe activamente en toda celebración sacramental.
En cuanto al ministerio ordenado:
                i. En consonancia con la Sagrada Escritura y la praxis de la iglesia primitiva, insistimos en que el ministerio ordenado no está encima sino al servicio del pueblo de Dios.
                ii. Al elegir obispos, presbíteros y diáconos, contaremos con la participación del pueblo de Dios, haciendo un discernimiento de carismas, como era la praxis de la iglesia universal durante el primer milenio del cristianismo.
                iii. A través de la ordenación episcopal, recibida  por medio de la Comunión de Iglesias Episcopales Evangélicas CEEC, y de la Iglesia Episcopal Anglicana de Chile,  nos vinculamos a la tradición histórica católica romana, vetero católica, anglicana episcopal y ortodoxa de Antioquia, para la recepción de la sucesión apostólica.
Toda la serie de elementos anteriormente mencionados, nos hacen llegar a concluir que si consideramos lo que significa la “Apostolicidad de la Iglesia” en su sentido teológico, histórico, eclesial y espiritual integral, llenamos plenamente todos los criterios de apostolicidad.
2.        CÓMO CUMPLIMOS CON LOS CRITERIOS DE APOSTOLICIDAD SUBRAYADOS POR CADA UNA DE LAS TRADICIONES CRISTIANAS.

En consonancia con la tradición Católica Ortodoxa:

·         Nuestra vida litúrgica y sacramental ha redescubierto muchísimos elementos propios de la Tradición Apostólica y Litúrgica más antigua; por ejemplo:
      • El énfasis que se hace en las imposiciones de manos, para pedir la efusión del Espíritu Santo.
      • La participación activa de todo el pueblo de Dios en la celebración.
      • La organización sinodal de nuestra iglesia y la conciencia que tenemos de la importancia de la iglesia local y de la necesaria comunión con otras iglesias locales, representa de forma clara el concepto antiguo de organización eclesial.
      • En nuestras profesiones de fe, nos hemos esforzado por mantener, como esencial, aquello que expresa la fe de la iglesia una, santa, católica y apostólica indivisa, dejando los otros elementos añadidos posteriormente, como “devociones particulares” no vinculantes.

                En consonancia con la tradición Anglicana- Episcopal, Romana y Ortodoxa
      • Hemos recibido la sucesión apostólica histórica por 14 líneas una de las cuales es la línea católica romana.
      • Por mala fe, por conveniencia o por ignorancia, puede ser que algunos miembros de la iglesia católica romana pretendan decir que esa transmisión no es válida. Sin embargo, hay pruebas fehacientes de su validez, que es muy importante que conozcamos.
      • Dom Carlos Duarte Costa (San Carlos de Brasil), fue excomulgado de la Iglesia Católica Romana el 5 de Julio de 1945, a través de un decreto, emitido por el Cardenal de Río de Janeiro.
      • El 15 de agosto del mismo año, Dom Carlos Duarte consagró obispo a Dom Salomón Barbosa Ferraz.
      • A finales de 1959, Dom Salomón se reconcilió con la Iglesia Católica Romana y el 10 de mayo de 1963, reconociendo la plena validez de la ordenación episcopal que le había dado Dom Carlos Duarte, sin repetir ninguna ceremonia, fue nombrado obispo auxiliar de Sao Paulo en Brasil. Él participó en todas las sesiones del Concilio Vaticano II.
      • El Papa en ese entonces, era el Beato Juan XXIII. El Prefecto de la Congregación para la Fe era el Cardenal Alfredo Ottaviani y el Prefecto de la Congregación para los obispos era el Cardenal Carlos Confalonieri. Todos ellos tuvieron que dar un parecer favorable y llegar a reconocer la validez de la sucesión apostólica transmitida por Dom Carlos Duarte Costa, antes de hacer el nombramiento de Dom Salomón Barbosa Ferraz.
      • Si esto fue reconocido una vez, y su reconocimiento se mantiene inalterado, como consecuencia cierta e indiscutible, tenemos que afirmar, sin lugar a dudas, la validez de la transmisión de la sucesión apostólica histórica, a través de Dom Carlos Duarte Costa y de sus sucesores.

Alguno podría argumentar algunas cuestiones:
      • Que la Iglesia Católica Apostólica Brasileña no hubiera mantenido su continuidad apostólica. A tal propósito se puede documentar, con certeza absoluta, que ha mantenida inalterable su continuidad.

·         Además de esto se puede argumentar que Roma reconoció, de hecho y de derecho, que Dom Carlos Duarte Costa, estando excomulgado, tenía la capacidad para transmitir válidamente la sucesión apostólica; otro ministro ordenado, estando en la misma situación canónica que él, indudablemente tenía la capacidad de recibir en forma, igualmente válida, la ordenación episcopal.
·         En consonancia con la tradición de la Reforma, también podemos reconocer que todos los elementos de nuestra Iglesia y de su misión se identifican plena y totalmente con el evangelio de Jesús y con la misión que él confió a los apóstoles.


IV CONCLUSIÓN:
En vista de cuánto hemos presentado anteriormente, podemos concluir con certeza absoluta:
                       
                        Que Iglesia Católica Apostólica Antigua, es una Iglesia en la que la Apostolicidad, en su sentido más auténtico y profundo, se encuentra plena y perfectamente presente y actuante.
                       
            Que tenemos todos los elementos de tipo espiritual, teológico, histórico, litúrgico y pastoral que nos garantizan plena e indiscutiblemente la validez de nuestra apostolicidad, incluida la sucesión apostólica en su dimensión histórica.

Una Sucesión Apostólica enriquecida por 14 linajes:
1. ANGLICAN EPISCOPAL
2. ANGLICAN NON JURING
3. OLD CATOLIC OF UTRECH
4. ORDER OF CORPORATE REUNION
5. ROMAN CATOLIC
6.
SYRIAN ANTIOCHESE
7. RUSSIAN ORTODOX
8. ALBANIAN
9. ARMENIAN UNIATE
10. CHALDEAN UNIATE
11. SYRIAN MALABAR
12. SYRIO CHALDEAN
13. AFRICAN ORTHODOX
14. COPTIC ORTHODOX
           
                Que ante las actitudes de crítica y engaño que, con frecuencia se asumen de parte de quienes cuestionan la legitimidad de nuestra iglesia, debemos comprender que, muchas veces las mismas pueden deberse a la mala fe, a la información errónea o parcial que, se le da al Pueblo de Dios, para mantenerlo en actitud de miedo y sumisión o simplemente a la ignorancia.
                Por lo mismo, al ser criticados, lejos de entrar en duda o vacilar, debemos sentir compasión hacia quienes no conocen integralmente hechos históricos y perspectivas enraizadas en la Sagrada Escritura, en la Tradición Apostólica y en la historia de la Iglesia durante el primer milenio.
                        Debemos esforzarnos por informar detalladamente a todos los miembros de nuestras comunidades acerca de cuanto sabemos sobre la “Apostolicidad”, para que ellos profundicen en la fe y sepan también dar razón de la misma ante los demás.
                       
                        Ante los de fuera, debemos también saber dar las explicaciones necesarias: sin pretender convencerles, pero sí dejando clara nuestra postura y los argumentos sólidos e inapelables en los que ésta se fundamenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por tu aporte lleno de amor y sabiduría, nos edifica...