Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
Palabra + Espíritu + Sacramento + Misión
Evangelizar + Discipular + Enviar


“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

whatsapp +503 7768-5447

domingo, 29 de mayo de 2011

ACUERDO ANGLICANO-CATOLICO ROMANO SOBRE EL BAUTISMO

Creciendo Juntos en Unidad y Misión.
Nº 33-38.
Una Declaración Acordada de la Comisión Internacional Anglicana y Católica Romana por la Unidad y la Misión

Los Anglicanos y los Católicos Romanos convienen en que reciben un bautismo, administrado con agua en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Lo hacemos en obediencia al mandato del Señor resucitado (ver Mateo 28.18-20). Consideramos que el bautismo es un sacramento de iniciación instituido por Jesucristo, por el que se nos incorpora a la vida de su cuerpo, la Iglesia. El bautismo es el sacramento de fe, mediante el cual una persona abraza la fe de la Iglesia y es abrazada por ella.

Juntos con otros cristianos aceptamos los significados que el bautismo tiene en las Escrituras, y en la tradición y práctica de la iglesia primitiva. Por el bautismo, mediante la fe, los cristianos se unen con Cristo en su vida, muerte y resurrección. Junto con toda nuestra humanidad pecaminosa, somos enterrados con Cristo (ver Romanos 6.3-11) y elevados a una vida nueva, que comienza hoy y ahora, en el poder de su resurrección. Así creemos que este único bautismo es para el perdón de los pecados, el pecado original inclusive, y somos perdonados, lavados y limpiados por Cristo, que vino al mundo para salvar pecadores. “El bautismo es el sacramento irrepetible de la justificación e incorporación a Cristo (1 Corintios 6.11, 12.12-13; Gálatas 3.27)”. A través del bautismo, sólo por la gracia y no por ningún mérito de nuestra parte, nos revestimos de Cristo, y recibiendo su Espíritu podemos vivir una vida nueva.

Por el poder del Espíritu que mora en nosotros, el bautismo inicia una renovación de vida y un crecimiento en la santidad que Dios completará en la vida eterna. Lo que es dado en el bautismo es la “primera entrega de la consumación final y la base de la esperanza del creyente”. Mediante este proceso de santificación que dura lo que la vida, los creyentes “crecen hasta alcanzar la conformidad con Cristo, la perfecta imagen de Dios, hasta que aparezca y seamos como él”.

Creemos que todos los bautizados se incorporan en el cuerpo de Cristo, la Iglesia. “Mediante el bautismo, los cristianos son llevados a la unión con Cristo, con sus prójimos y con la Iglesia de todo tiempo y lugar”. Esta comunión espiritual de los bautizados recibe su necesaria expresión en una visible comunidad, en la que la Palabra de Dios se vuelve a proclamar, se celebran los sacramentos y el pueblo de Dios recibe supervisión pastoral, de modo que la vida del Evangelio y la misión que fluyen de ella son vividos en plenitud por los bautizados. El bautismo en la comunidad cristiana se dirige a la plena expresión de la nueva vida recibida en Cristo, al superarse el pecado y servir y glorificar a Dios en vidas que emulan la de Cristo.

Tanto en la Comunión Anglicana como en la Iglesia Católica Romana, el proceso sacramental de la iniciación cristiana también incluye la Confirmación. Entendemos en común que la confirmación es un apoderamiento por el Espíritu Santo para el testimonio y la misión, y una manifestación pública de membresía en el Cuerpo de Cristo. El siglo veinte fue testigo de una reevaluación, tanto en la Iglesia Católica Romana como en la Comunión Anglicana, de la relación entre el Bautismo, la Confirmación y la participación en la Santa Comunión. En ambas tradiciones existe ahora una extendida práctica de admisión de los niños a la Comunión a la edad de la razón.

La Comunión Anglicana y la Iglesia Católica reconocen el bautismo conferido por ambas. Por tanto, los Anglicanos y los Católicos consideran que nuestro bautismo común es el vínculo básico de unidad entre nosotros, a la vez que reconocemos que la plenitud de la comunión eucarística a la que nos debería llevar el bautismo está impedida por desacuerdos respecto de algunos elementos de fe y práctica que reconocemos son necesarios para una comunión plena y visible. No obstante, reconocemos que esta falta de compleción constituye un imperativo: tanto los Anglicanos como los Católicos están comprometidos a la superación por la gracia de Dios de todas las divisiones que actualmente siguen impidiendo la plenitud de comunión eucarística y eclesial. Nuestra comunión bautismal fundamental nos confiere la responsabilidad compartida de dar testimonio en toda plenitud posible al Evangelio de Cristo ante el mundo, y demostrar la vida nueva vivida por el cuerpo de Cristo, con la liberación y renovación que aporta.

Reconocimiento recíproco del Bautismo entre la Conferencia Episcopal Española y la Iglesia Española Reformada Episcopal

Declaración de Reconocimiento recíproco del Bautismo
entre la Conferencia Episcopal Española y
la Iglesia Española Reformada Episcopal
«Confesamos un solo Bautismo para el Perdón de los pecados»

                1. La «Conferencia Episcopal Española» y la «Iglesia Española Reformada Episcopal», asociada con su propia identidad eclesial a la Comunión Anglicana, conscientes de que el bautismo común es el primero y principal vínculo que une a los cristianos y que puede ayudarles a superar las divisiones que todavía los separan[1][1], no han dejado de alentarse al recíproco reconocimiento del bautismo. Lo hacen siguiendo las pautas del diálogo teológico anglicano-católico, reconociendo “con agradecimiento nuestra fe común en Dios nuestro Padre, en nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo, y nuestro bautismo común en la única Iglesia de Dios”[2][2]. Lo hacen asimismo conforme a la doctrina de la Iglesia, que reconoce desde los tiempos apostólicos la legitimidad del único bautismo válidamente administrado. Conscientes asimismo de que el diálogo ecuménico ha ayudado a afianzar la convicción del carácter fundamental del bautismo en la obra de la edificación de la Iglesia[3][3], al reconocer recíprocamente el bautismo que los une en Cristo, quieren dar cumplimiento a las recomendaciones de que este reconocimiento goce de una expresión autorizada[4][4].

Significado del bautismo

                2. La única Iglesia, nacida del costado de Cristo dormido en la cruz[5][5], se manifiesta en el único bautismo, que eleva al hombre a la vida sobrenatural y por ello es llamado nuevo nacimiento (cf. Jn 3,3), fundamento de toda la vida cristiana y pórtico de la vida en el espíritu que abre el acceso a la participación eucarística[6][6]. El bautismo “es la incorporación a Cristo, el Crucificado y el Resucitado; es la entrada en la Alianza Nueva entre Dios y su pueblo”[7][7] mediante el cual los bautizados adquieren la común dignidad de cristianos y se incorporan a la comunidad de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo y templo del Espíritu Santo.

                3.  Nuestro Señor Jesucristo conoció un bautismo practicado como medio de purificación ritual, y acudió a las aguas del río Jordán para ser bautizado por Juan, su Precursor, siendo señalado por él como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). “El que no cometió pecado” (1 Pe 2,21) quiso descender al agua para significar el lavado de nuestras impurezas, “cargando sobre sí nuestros pecados” (1 Pe 2,24).

                4. Por el bautismo le es dado al cristiano participar sacramentalmente en la muerte y resurrección de Jesucristo, muriendo a todo pecado, original y personal, y resucitando a una vida nueva; de suerte que por el bautismo los cristianos son sumergidos en la muerte liberadora de Cristo y, crucificado con Cristo el «viejo Adán»,  y vencido el poder del pecado, los bautizados ya no son esclavos del pecado, sino libres, para que, totalmente identificados con la muerte de Cristo y sepultados con él, reciban, aquí y ahora, una nueva vida por el poder de su resurrección (Rom 6,3-11; Col 2,13; 3,1; Ef 2,5-6)[8][8]. Este sacramento del bautismo, que siempre invita a una conversión constante, es mandato de Jesucristo, que después de su resurrección envío a sus apóstoles a evangelizar bautizando para la salvación: “Id por todo el mundo y proclamad a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, será condenado” (Mc16,16; cf. Mt 28,19-20).

                5. El bautismo, sin embargo, no está cerrado en sí mismo como acto sacramental, sino que constituye el inicio de la vida cristiana, dando cauce a su pleno desarrollo gracias al don del Espíritu Santo, que marca a los bautizados con su sello, e implanta en sus corazones la prenda de su herencia en calidad de hijos e hijas de Dios[9][9]; y nutre la vida del cristiano, alimentando el desarrollo de la vida de gracia con el alimento de la palabra de Dios (cf. Mt 4,4) y del don sacramental del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, entregado por nosotros (cf. Lc 22,19-20; 1 Cor 11,24ss).

                6. Creado por Dios a su imagen y semejanza (Gn 1,26) y caído en el pecado por su desobediencia (Rom 5,19), por el bautismo el hombre es liberado del pecado original en el que ha nacido, recibe el perdón de todos los pecados personales y por la obediencia de Cristo, “a quien Dios entregó a la muerte por nuestros pecados y resucitó para ser nuestra salvación” (Rom 4,25), obtiene la salvación y recibe aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido[10][10].

                7. El bautismo significa el «paso» y realiza la «pascua» mediante la cual Dios misericordioso “nos ha trasladado del dominio de las tinieblas y nos traslada al reino de su Hijo querido del que nos viene la liberación y el perdón de los pecados” (Col 1,13), y nos ha despojado del hombre viejo y “revestido de la criatura nueva, creada a imagen de Dios en orden a una vida verdaderamente recta y santa” (Ef 4,22-24; Col 3,9-10)[11][11].

Administración del bautismo

                8. En obediencia al mandato de Cristo, la Iglesia, desde la época apostólica, administró el bautismo como medio de salvación que Dios ofrece a los hombres (cf. Hech 2,38; 8,16; 10,48; 19,5). El mismo san Pablo fue bautizado (cf. Hech 9,18; 22,16), al igual que eran bautizados cuantos se convertían personalmente a Cristo, e incluso familias enteras, incluyendo los niños junto con los adultos (cf. Hech 16, 15; 1 Cor 1,14-16). Esta doble práctica de la Iglesia apostólica fue seguida por la Iglesia antigua durante los primeros siglos, si bien el bautismo de adultos, que sigue a la profesión de fe, preparado por el catecumenado que conducía a él es la práctica común de modo general hasta la difusión del cristianismo dando curso normal al bautismo de niños[12][12].

9. La Iglesia administró el bautismo a los niños y defendió su legitimidad, afirmando la iniciativa de Dios en la liberación del pecado, que por su carácter universal (cf. 1 Tim 2,4) alcanza también a los niños, que nacen también con “una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original”[13][13]. El niño, en efecto, “nace en un mundo quebrado y participa de su ruptura”. De esta suerte, “los niños necesitan también el nuevo nacimiento del bautismo”[14][14]. Es por medio del sacramento de la regeneración por el agua y el Espíritu Santo como la promesa y exigencia del Evangelio se hacen realidad en los niños que son bautizados. Esta doble práctica del bautismo, de adultos y niños, por su propia legitimidad no es ni excluyente ni disyuntiva. El bautismo de niños “subraya la fe de la comunidad  y la que el niño comparte con sus padres”[15][15] y ha de desarrollar con su ayuda y la de sus padrinos (padrino y/o madrina)[16][16].

Sobre la validez del bautismo

                10. La validez del bautismo depende del correcto empleo del agua y de las palabras que acompañan el acto bautismal, así como la intención del ministro de hacer aquello que hace la Iglesia al bautizar siguiendo el mandato de Cristo[17][17]; y la intención de quien pide el bautismo personalmente,  si es adulto[18][18]; o de quienes presentan a un niño al bautismo. Como el bautismo es un lavado, es administrado con agua derramada sobre la cabeza del bautizando (bautismo por infusión), o mediante su inmersión en la fuente bautismal. Aunque la inmersión puede expresar  la participación en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, ambas formas son plenamente válidas. La aspersión colectiva no garantiza la validez, por la dificultad de realizar plenamente el simbolismo bautismal, si bien la aspersión puede servir de evocación litúrgica del bautismo válidamente recibido[19][19]. Al elemento material del agua, se une para la validez la invocación trinitaria  «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28,19) por parte de quien administra el bautismo[20][20].

11. «La fe insuficiente de un ministro respecto al bautismo nunca ha hecho inválido el bautismo. Debe presumirse siempre la intención suficiente del ministro que bautiza, a menos que existan razones serias para dudar de que ha querido hacer lo que hace la Iglesia».[21][21] Aún cuando el bautismo de niños no requiere el acto de fe personal del bautizando, la validez del bautismo de niños se justifica por ser presentados al bautismo por sus padres o tutores con la garantía de la promesa de “educar a los niños en la fe cristiana dentro de la Iglesia y con su cooperación”.[22][22] Las promesas bautismales que se exigen de las personas adultas, en el caso del bautismo de niños son hechas, en nombre de los infantes, por los padres y padrinos, los cuales garantizan el crecimiento de los mismos, dentro de la Iglesia, en el conocimiento y seguimiento de Cristo[23][23]. Si no existe garantía de su educación cristiana, debe diferirse el bautismo y no debe otra Iglesia o Comunidad eclesial administrarlo.

12. El bautismo válido es en sí mismo un acto sacramental irrepetible[24][24]. La «Conferencia Episcopal Española» y la «Iglesia Española Reformada Episcopal» evitan siempre cualquier acto litúrgico que pudiera interpretarse como una repetición del bautismo[25][25], salvo que se trate del bautismo «sub conditione». Éste se confiere sólo ante la duda de que se haya dado un bautismo verdaderamente válido por razón de la materia o utilización del agua, de la invocación trinitaria o fórmula utilizada, o bien sobre la intención del que bautiza o del que recibe el bautismo. El principio de verificación de la validez de un bautismo consistente en la observación de todos los elementos que lo constituyen. Cuando existen fundadas dudas sobre la práctica bautismal de una determinada Iglesia o Comunidad eclesial, se ha de investigar dicha práctica antes de emitir un juicio sobre la validad de su bautismo[26][26].

13. La verificación de la práctica bautismal que ha de resolver las dudas existentes debe contar al menos con los siguientes elementos:
? Certificación del bautismo debidamente diligenciada por la Iglesia o Comunidad eclesial que haya administrado el bautismo de cuya validez se duda y cuya identidad se certifica, consignando en la certificación el libro o registro de donde se extraen los datos, firma y sello, si existiere en el acta o registro del bautismo.
? La forma de bautizar de acuerdo con los libros litúrgicos de la Iglesia o Comunidad que bautiza.
? La consulta a la autoridad eclesiástica superior, si fuere necesaria.

Si persiste la duda tras la investigación, el bautismo «sub conditione» nunca significa una reiteración sino la seguridad de la validez[27][27], debiendo explicarse al interesado el significado de este bautismo, que se administrará privadamente.

La «Conferencia Episcopal Española» y la «Iglesia Española Reformada Episcopal», firmantes de la presente Declaración, que conservarán en sus respectivos archivos, reconocen el mismo y único bautismo válidamente administrado y recibido. Con esta Declaración manifiestan el acuerdo existente “en que el bautismo cristiano se realiza por el agua y por el Espíritu Santo”[28][28].
La Declaración no se manifiesta sobre la diferencia acerca de la naturaleza sacramental de la Confirmación. Esta diferencia no afecta al reconocimiento de la sacramentalidad del Bautismo y a su administración válida.
Con este reconocimiento recíproco del único bautismo, expresión del impulso del movimiento ecuménico, manifiestan al mismo tiempo su vivo deseo de que todos los bautizados en Cristo vivan como cristianos la común dignidad bautismal y se reconozcan como miembros de la Iglesia, que es su Cuerpo, y hermanos en el mismo Señor. 



Por la Conferencia Episcopal Española



X Adolfo González Montes
Obispo de Almería
Presidente de la Comisión Episcopal
de Relaciones Interconfesionales 




Por la Iglesia Española Reformada Episcopal




X Carlos López Lozano
Obispo de la Iglesia Española Reformada Episcopal



Madrid, a 22 de Febrero 2010


[1][1] Comisión de Fe y Constitución, Bautismo, Eucaristía y Ministerio (Lima 1982) [BEM]: Bautismo, n.6.  Pontificio Consejo  para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el Ecumenismo (1993) [DE], n. 92; cf. Catecismo de la Iglesia Católica [CCE], n.1271.
[2][2] Comisión Preparatoria Mixta Anglicana-Católico Romana, Relación de Malta (1968), n.1. Cf. Comisión Internacional Anglicana-Católico Romana, Relación final (1981), prefacio e introducción, n.1.
[3][3] Juan Pablo II, Carta encíclica Ut Unum sint, n.42.
[4][4] BEM: Bautismo, nn.15-16. DE, n.94; IIª Asamblea Ecuménica Europea de Iglesias (Graz 1997): Recomendación 1.1.
[5][5] Vaticano II, Constitución sobre la sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (1963), n.5.
[6][6] CCE, n.1213.
[7][7] BEM: Bautismo, n.1.
[8][8] BEM: Bautismo, n.3.
[9][9] BEM: Bautismo, n.5.
[10][10] Misal Romano: Prefacio VII dominical del Tiempo ordinario.
[11][11] BEM: Bautismo, n.4.
[12][12] CCE, n.1247,1252; BEM: Bautismo, n.11.
[13][13] CCE, n.1250.
[14][14] CCE, nn.1250, 1256.
[15][15] BEM: Bautismo, n.12 y comentario.
[16][16] CCE, nn. 1254,1255.
[17][17] CCE, n.1256.
[18][18] Código de Derecho Canónico [de la Iglesia Católica Romana] (1983), can. 869 §2.
[19][19] DE, n.95a, nota 105; cf. BEM: Bautismo, n.18.
[20][20] CCE, n.1240; BEM: Bautismo, n.17; DE, n.93.
[21][21] DE, n.95b.
[22][22] BEM: Bautismo, n.11.
[23][23] Cf. catequesis sobre el bautismo del Libro de Oración Común: Primer Oficio de Instrucción.
[24][24] BEM: Bautismo, n.13.
[25][25] CCE, n.1272; BEM: Bautismo, comentario al n.13.
[26][26] DE, n.95c.
[27][27] DE, n.99d.
[28][28] BEM, n.14.

Documento de Santiago. ACUERDO SOBRE EL BAUTISMO

19 de mayo de 1999

I. Preámbulo

1. Haciendo suya la oración de Jesús en la noche antes de morir, que "todos sean uno" (Juan 17, 21), nosotros, representantes de las iglesias firmantes, ofrecemos el presente documento, fruto de varias sesiones de estudio realizadas por la mesa teológica convocada por la Fraternidad Ecuménica de Chile, como una expresión común de nuestra vocación de unidad cristiana y como un aporte que ayuda a resolver las dificultades pastorales que se derivan de la diversidad de las prácticas bautismales.

II. Bases Teológicas

2. Mediante el Bautismo la persona es incorporada a la Iglesia y hecha miembro del Cuerpo Místico de Cristo, estableciéndose un vínculo inquebrantable que la une a Cristo y a todos los cristianos de todos los tiempos y lugares, a pesar de las divisiones históricas que han fragmentado a la Iglesia visible. Los efectos del Bautismo no se borran por estas divisiones.

3. Existe una estrecha relación entre el Bautismo y los demás sacramentos y ritos. El Bautismo es el nacimiento de la persona a la vida cristiana (Juan 3, 5) y por lo tanto, le pone en camino hacia la plena participación en la vida de la comunidad eclesial. Aunque no existe un consenso entre las distintas confesiones acerca del número y los nombres de los sacramentos, sí existe acuerdo en cuanto a que el Bautismo habilita al creyente para participar en los demás sacramentos y ritos; principalmente en la celebración de la Cena del Señor, llamada también Sacramento de la Eucaristía, la Acción de Gracias de la comunidad cristiana.

4. Por medio del Espíritu Santo, presente antes, durante y después del Bautismo, somos hechos nuevas creaturas. En el Bautismo somos regenerados por el Espíritu Santo (Tito 3, 5-7). Como se expresó en el documento "Bautismo, Eucaristía y Ministerio", aprobado por la Comisión de Fe y Orden del Consejo Mundial de Iglesias efectuado en Lima, Perú, en el año 1982: El Espíritu Santo actúa en las vidas antes, durante y después del Bautismo. Es el mismo Espíritu que ha revelado a Jesús como Hijo (Marcos 1, 1-11) y que ha dado su poder a los discípulos; así como la unidad en Pentecostés (Hechos 2). Dios derrama sobre cada bautizado la unción del Espíritu Santo prometido, los marca con su sello y pone en su corazón el anticipo de la herencia de los hijos de Dios. El Espíritu Santo alimenta la vida de la fe en su corazón hasta la liberación final, cuando tomarán posesión de la herencia para alabanza de la gloria de Dios (2 Corintios 1, 21-22; Efesios 1, 13-14). (Bautismo II, C, 5).

5. En palabras del Credo de Nicea y Constantinopla, el Bautismo es "para la remisión de pecados". La vida nueva que en el Bautismo nos es ofrecida, debe ser vivida día a día. Pone fin al pasado y da comienzo a una nueva vida (Hechos 22, 16; 1 Pedro 3, 21). El bautizado comienza a crecer en santidad (1 Corintios 6, 11), por el camino de la participación en la vida de la Iglesia, como miembro del Cuerpo de Cristo. Por el Bautismo, el cristiano participa del misterio pascual de Cristo (Romanos 6, 3-9).

6. El Bautismo es celebrado validamente con agua y con las palabras "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28, 19). Es uno sólo (Efesios 4, 4-6) por lo tanto, no se repite.

7. No obstante que el Bautismo es fundamentalmente uno sólo, se observa una diversidad de prácticas bautismales entre nuestras iglesias. Un aspecto de tal diversidad tiene que ver con las formas bautismales. Mientras algunas iglesias practican el Bautismo mediante la "infusión" o "aspersión" de agua, otras iglesias insisten en la "inmersión" como la única forma que se ajusta al testimonio bíblico.
Otra diferencia se refiere a la diversa estimación del Bautismo de párvulos y de adultos. Mientras algunas iglesias reconocen la legitimidad tanto del Bautismo de párvulos como de adultos, otras iglesias aceptan únicamente el Bautismo de adultos como legítimo. Las Iglesias que aceptan ambas prácticas bautismales afirman que el Bautismo de párvulos se encuentra suficientemente atestiguado en el Nuevo Testamento, donde se narra la práctica apostólica de bautizar a las familias completas (Hechos 10, 47-48; 16, 15 y 31-33; 18,8; 1 Corintios 1, 16).

8. Mientras el Bautismo de párvulos pone mayor énfasis en la gratuidad del don de Salvación obrada mediante Jesucristo, la práctica exclusiva del Bautismo de adultos pone el énfasis en la respuesta personal de fe del creyente ante la Gracia de Dios.

9. Todas las iglesias entienden que las personas que desean recibir el Bautismo o bautizar a sus hijos deben pasar por un proceso de instrucción sobre la fe cristiana y el sentido del Bautismo, a fin de efectuar responsablemente su profesión de fe ante Dios y la comunidad cristiana.

III. Declaración de Consenso

10. Teniendo en cuenta lo doloroso de las divisiones históricas de la Iglesia y afirmando la unidad y la irrepetibilidad del Bautismo cristiano, las iglesias firmantes declaramos el mutuo reconocimiento del Bautismo celebrado como Sacramento en nuestras iglesias. Hacemos un llamado a todos los pastores y sacerdotes de nuestras iglesias, a las instituciones confesionales de educación y a cualquier otra instancia eclesial, a hacer efectivo este reconocimiento mutuo del Bautismo en el cumplimiento de sus tareas pastorales cotidianas.

IV. Recomendaciones Pastorales

11. Con el fin de facilitar este reconocimiento, acordamos lo siguiente:
a) Aceptar los certificados de Bautismo emitidos por nuestras respectivas iglesias y
b) Estudiar la implementación de una formulación común para los certificados de Bautismo, en el que conste que la persona ha sido bautizada con agua y la fórmula trinitaria.

12. Al mismo tiempo, sugerimos que cuando, por circunstancias específicas, no exista certeza que la persona haya sido bautizada con la fórmula trinitaria, las iglesias celebremos el Bautismo bajo condición.
De esta manera se podrá evitar el error de repetir el Bautismo.

13. Esperamos que este documento sirva como un paso en el camino hacia la unidad visible del único Cuerpo de Cristo, "par que el mundo crea" (Juan 17, 21) y anime a la búsqueda de experiencias concretas para una mayor comunión entre los bautizados.

Firmantes:
Mons. Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago, Iglesia Católica.
Mons. Sergio Abad, arzobispo metropolitano de la Iglesia Católica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía.
Pastor Presidente Martin Junge, Iglesia Evangélica Luterana en Chile.
Obispo Neftalí Aravena, Iglesia Metodista de Chile.
Pastor Narciso Sepúlveda, Presidente Misión Iglesia Pentecostal.
Obispo José Flores B., Iglesia Comunión de los Hermanos.
Obispo Carlos Navarrete, Iglesia Evangélica Reformada.
Obispo Roberto Garrido R., Corporación Evangélica Wesleyana.
Obispo Sinforiano Gutiérrez, Iglesias Pentecostales Libres.
Pastora Juana Albornoz, Iglesia Misión Apostólica Universal.
Rev. Padre Georges Abed (ortodoxo), Presidente, Fraternidad Ecuménica de Chile (FRAECH).
Rev. Padre Alfredo Soiza-Piñeyro (católico romano), Vicepresidente, FRAECH.
Reverendo Héctor Zabala Muñoz, (obispo, anglicano), Vicepresidente, FRAECH.