Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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jueves, 5 de mayo de 2011

LA IGLESIA LOCAL PUEBLO DE DIOS Y SACRAMENTO DE LA IGLESIA




A.       LA IGLESIA LOCAL PUEBLO DE DIOS Y SACRAMENTO DE LA IGLESIA.
La iglesia local es el espacio en el que la Iglesia se manifiesta sacramentalmente.
Es conveniente reflexionar acerca de cuál es el papel que tienen las diversas formas de ministerio ordenado dentro de la iglesia local.
Para la Tradición Apostólica, la Iglesia local es la realidad visible en donde se hace presente la Iglesia una, santa católica y apostólica, encontrando su culmen de expresión sacramental en la celebración eucarística. A la iglesia local, de acuerdo a la organización que recibió desde los primeros tiempos, se le debe reconocer como el Pueblo de Dios.1 Ésta se estructura en forma sinodal y participativa2, con diversidad de carismas y ministerios. Entre estos se encuentra el ministerio ordenado, compuesto por diáconos, presbíteros y el obispo.3 Ella forma, de manera más o menos clara, como comunión de comunidades.4 El principio característico de la iglesia local es el de la igualdad de todos sus miembros.5 La parábola de los jornaleros es una magnífica ilustración de esta igualdad.6 El fundamento de la igualdad se encuentra en que todos los miembros han recibido la misma dignidad al ser consagrados como pueblo sacerdotal7 y todos han sido hechos hijos y herederos, para vivir en libertad.8 Cada uno ha recibido la unción del Espíritu Santo y, por eso, contra los que pretendían imponer doctrinas y costumbres a la comunidad, Juan proclama: “Les escribo acerca de quienes tratan de engañarlos. Pero ustedes tienen el Espíritu Santo con el que Jesucristo los ha consagrado, y no necesitan que nadie les enseñe, porque el Espíritu que Él les ha dado los instruye acerca de todas las cosas, y sus enseñanzas son verdad y no mentira. Permanezcan unidos a Cristo, conforme a lo que el Espíritu les ha enseñado.”9
El ministerio ordenado por lo mismo, nunca se comprende como algo que está encima de la comunidad, sino como don, que, concedido por el Espíritu Santo,10 es reconocido por la comunidad11 y está al servicio y para la edificación de ésta.12 Por ello, tiene que ser ejercido con humildad y despojados de toda pretensión de imponer los propios gustos o criterios; de tratar de uniformar, en lugar de que sea el Espíritu el que unifica; o de intentar suplantarse a la acción directa del mismo Cristo. Juan, al hacernos el relato de la última cena, que es el punto de referencia comúnmente aceptado para fundamentar el ministerio ordenado, ignora el aspecto cultual relacionado con el memorial del pan y del vino –en el que se centran los sinópticos- y se limita a presentarnos el lavatorio de los pies, que simboliza la actitud de despojo y de extrema humildad como se está llamado a ejercer el ministerio ordenado. Y así como en los sinópticos se insiste en que hay que repetir el memorial, en Juan se insiste en que ese gesto es el modelo de la actitud con la que se está llamado a ejercer el ministerio: “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho.”13
1 Cf. Ro 1,6-7; 1Cor 1,2; Ap 21,3
2 Cf. Hch 15,6-22.
3 Cf. Hch 6,1-7; 11,30; 20,28; Flp 1,1; 1Tim 3,1-8; 5,17
4 Cf. Gal 1,2
5 Cf. Cor 12,13; Gal 3,28
6 Cf. Mt 19,30-20,16
7 Cf. 1 Pe 2,9ss
8 Cf. Gal 4,28-5,1
9 1Jn 2,26-27
10 Cf. Hch 20,28
11 Cf 1 Tim 4, 14, Hch 1,12-26
12 Cf. Ef 4,11-13
 13 Jn 13, 13-15

B.       EL SENTIR DE FE DE LA IGLESIA OPERANTE EN LA IGLESIA LOCAL.

La presencia activa del Espíritu en los miembros de la Iglesia hace que, no solamente cada creyente en forma aislada sino toda la comunidad en su conjunto, desarrollen una capacidad sobrenatural que permite conocer y discernir la verdad. A esto es a lo que en teología se le ha dado el nombre de “sensus fidelium” o “sensus fidei Ecclesiae”, que lo podemos designar como el “sentir de fe del Pueblo de Dios”. Este sentir de fe no es privilegio de un grupo de dirigentes o jerarcas sino es un don que pertenece a toda la comunidad. Es el principio de discernimiento fundamental. Es lo que permite crear consensos y es también lo que fundamenta y capacita para que la iglesia local asuma responsabilidades, realice opciones y haga elecciones. A lo largo de la historia de la Iglesia, el reconocimiento del “sentir de fe” ha jugado un papel muy importante: por ejemplo, cuando la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesucristo, era sostenida por muchísimos obispos, fue el Pueblo de Dios el que, con su sentido de fe, hizo que prevaleciera el testimonio que daba el Espíritu en sus corazones, afirmando la divinidad del Señor. Algo similar sucedió en el Concilio de Éfeso, al proclamar la fe en que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Por eso para Agustín de Hipona el sentir de fe de la Iglesia tenía mayor valor que los argumentos que pudieran dar los teólogos. 14 Cf. Agustín, Contra Julianum I, 29 y 31
A pesar de la importancia trascendental que ocupa esta dimensión en la Tradición Apostólica, con el proceso de clericalización y luego de centralización que se fue dando en la Iglesia, el reconocimiento de la importancia del “sentir de fe del pueblo de Dios”, fue perdiendo su relevancia, hasta quedar reducido en un mero concepto teológico, que se explica en forma más o menos artificial. Por lo mismo, no se le abren espacios de expresión ni de participación en la vida real de la iglesia local, sino se le pretende reducir a la recepción, más o menos sumisa y pasiva, de las disposiciones de las instancias jerárquicas, so pena de ser acusados de insubordinación y falta de humildad, de sufrir marginación y persecución y, eventualmente, de ser expulsados de la institución.
C.       IMPLEMENTANDO CUIDADOSAMENTE LA TRADICIÓN APOSTÓLICA.

Contrariamente a esta actitud, a lo largo de nuestro proceso de desarrollo en Iglesia Católica Antigua, hemos tratado de seguir fiel y cuidadosamente, cada uno de los criterios que, desde la perspectiva de la Tradición Apostólica, da validez sacramental a la iglesia local y al ministerio ordenado. Pues estamos plenamente convencidos de que lo que justifica nuestra existencia y lo que asegurará que sigamos creciendo y seamos fermento de renovación, será nuestra disponibilidad y compromiso para que se redescubran y restablezcan todos los elementos y características que constituyen la genuina e íntegra Tradición Apostólica. Es decir, que llenos del Espíritu Santo, viviendo en comunidades libres, pluralistas e inclusivas, logremos que en la forma de organizarnos y de vivir como iglesia, plasmemos cuanto las Escrituras testimonian y la Iglesia indivisa vivió. Para ello creemos que debemos seguir por el camino por el que el Señor nos ha guiado hasta ahora, pues nos ha dado signos y experiencias que nos dan la certeza de que nos mantenemos en la plena comunión católica y apostólica dentro de la tradición anglicana. Pero también nos exige, con profunda humildad, estemos en constante conversión, para que, despojados de nosotros mismos, podamos descubrir y transmitir, cada vez con mayor claridad, los tesoros inapreciables de su Reino.
D.       SOBRE LA APOSTOLICIDAD DE LA IGLESIA CATÓLICA ANTIGUA

Es fundamental que comprendamos bien en qué consiste realmente el hecho de que la Iglesia, además de ser una, santa y católica, es también apostólica y cómo, nosotros vivimos plena e íntegramente la apostolicidad de la Iglesia.

I ALGUNOS EQUÍVOCOS SOBRE LA APOSTOLICIDAD.
                        Ante todo, es importante que señalemos algunos equívocos sobre los que significa la apostolicidad.
                        Algunos piensan equivocadamente que apostólico es algo exclusivo del “Obispo de Roma” o Papa y que, por lo mismo, fuera de él no existe apostolicidad.
                       
                        Otros piensan que “apostólico” es algo que viene automáticamente por tener la “sucesión apostólica” histórica, pretendidamente, a través de alguna de las sedes antiguas del cristianismo.
                       
                        En realidad, el concepto de “Apostolicidad” es más amplio y complejo.

II TRATANDO DE COMPRENDER ALGO SOBRE LA APOSTOLICIDAD
1.        El primer punto es que este concepto se debe aplicar en primer lugar a la iglesia. La apostolicidad es un atributo o cualidad de toda la Iglesia.
2.        El concepto hace referencia a que se está en continuidad con Cristo y con los Apóstoles, a quienes él encargo la misión de proclamar el Evangelio.
3.        En las diversas tradiciones cristianas, el concepto de “apostolicidad” subraya diferentes aspectos:
·                            Para los católicos ortodoxos, que son los que han conservado la tradición apostólica más antigua y más integral, “apostólico” significa, sobre todo, el mantener la vida de la iglesia como existió desde los primeros tiempos. Especialmente en lo que se refiere a: la vida litúrgica (la celebración de los sacramentos), la doctrina (los credos) y la organización de la iglesia (reconociendo la diversidad de iglesias locales, con su debida autonomía).
·                            Para los católicos romanos, “apostólico” significa especialmente que se tenga la legítima sucesión ministerial, de la autoridad eclesial. Ellos subrayan especialmente el tener la línea romana de sucesión apostólica.
·                            Para los herederos de la Reforma, “apostólico” significa especialmente que la iglesia actual corresponda plenamente con el evangelio de Jesucristo.
4.        Iglesia Católica Antigua es una Iglesia plenamente apostólica desde cada una de las tres perspectivas de las grandes tradiciones cristianas.

III DIVERSOS ASPECTOS QUE IMPLICA LA APOSTOLICIDAD.
                        Lo que hace esencialmente que una Iglesia sea apostólica, es que, a través de la acción del Espíritu Santo, mantenga la fidelidad total a Cristo y a la misión de Cristo, que él la confió a los apóstoles y éstos a sus sucesores. (Jn 16, 4-16; Jn 20, 20-23; Mt 28,16-20)
                       
                        Esto, sin embargo, implica también la fidelidad a la doctrina (1Tim 1,15) y a la vida de la Iglesia (1 Cor 11,23).
 
                        De aquí nace la necesidad de una continuidad en el ministerio, que esté al servicio de esa fidelidad a la persona de Cristo, a su misión, a su doctrina y a la vida eclesial (Hech 20,28; Fil 1,1).                        
                        Sin embargo, lo más importante de quien ejerce ese ministerio apostólico, es precisamente, la elección divina, por medio de la donación de un carisma específico, que es reconocido por la comunidad cristiana (Rom 1,5; Gal 1,1).
                       
                        Poniendo en orden lo que significa la “APOSTOLICIDAD”, notamos que el elemento espiritual, constituye el punto más importante (la presencia del Espíritu y la continuidad con la misión de Cristo); el aspecto eclesial constituye el segundo aspecto (la continuidad en la vida eclesial, en la organización eclesial y en la doctrina) y el tercer elemento lo constituye la continuidad histórica (que vista en forma realmente crítica, no puede ser totalmente probada y que, a lo largo de la historia ha tenido muchas variantes; por ejemplo, en la Edad Media, varios Papas reconocieron que algunos Presbíteros –especialmente los Abades-, tenían la capacidad de ordenar Presbíteros, porque consideraban que los Presbíteros tenían la plenitud sacramental del ministerio ordenado, aunque no tuvieran las facultades jurídicas para ejercerlo).

III CÓMO VIVE LA  ICA PLENAMENTE SU APOSTOLICIDAD
Para responder a esta cuestión seguiremos un camino doble:
                        Ante todo, veremos cómo se viven los elementos fundamentales que caracterizan la apostolicidad de la Iglesia.
                       
                        Seguidamente veremos cómo vivimos plenamente la apostolicidad, desde la perspectiva y criterios de cada una de las tres grandes tradiciones cristianas.

1.        CÓMO VIVIMOS LOS ELEMENTOS FUNDAMENTALES QUE CARACTERIZAN LA APOSTOLICIDAD:

La primera característica de apostolicidad, es la experiencia de la presencia del Espíritu, que da continuidad con la misión de Cristo y da la capacidad para entender, vivir y testimoniar el Evangelio.
                       i. Este ha sido uno de los elementos que hemos vivido con mayor intensidad en todas nuestras comunidades.
                        ii. Todas las decisiones, procesos y acciones, normalmente son fruto de un proceso de discernimiento acerca de la presencia del Espíritu y de la voluntad de Dios para nosotros.
                iii. La fuerza que nos ha mantenido en medio de las dificultades y tribulaciones, es la certeza compartida por todos, de que realmente el Señor está actuando en medio de nosotros, que está vivo y presente y cumpliendo plenamente su palabra.
                iv. Este primer elemento nos arraiga indiscutiblemente en la apostolicidad, entendida en su sentido más profundo.
En cuanto a la doctrina:
                i. No solamente nos hemos mantenido íntegra y totalmente fieles, sino hemos implementado con mayor radicalidad lo que constituye la esencia de la fe católica y apostólica. 
                ii. Es cierto que hay algunos elementos propios de la doctrina católica romana con los que no concordamos, como católicos antiguos, como sería la jurisdicción universal del obispo de Roma. Sin embargo, el distanciarnos de esto, no solo no nos aparta de la doctrina original sino que nos acerca plenamente a ella. Nosotros reconocemos el primado del Obispo de Roma, como primero entre iguales y signo y vínculo de unidad entre todos los cristianos y oramos constantemente porque se redescubra su misión. Con eso estamos en plena fidelidad a la fe y a la doctrina más antigua de la Iglesia.
                iii. Nuestra fe está plena e íntegramente en consonancia con el testimonio de la Sagrada Escritura y con la fe vivida y profesada por la iglesia primitiva y por la iglesia indivisa.
En cuanto a la vida de la iglesia:
                i. Nos esforzamos  por redescubrir e implementar la organización de la iglesia como se vivió en los primeros tiempos. Es decir, considerar que la iglesia es fundamentalmente carismática y ministerial; reconocer la igualdad fundamental de todos los bautizados, sin ignorar la existencia de diferentes carismas y ministerios para ordenar y organizar la vida eclesial; reconocer que el ministerio ordenado es indispensable dentro de la iglesia, pero que no está encima sino al servicio del pueblo de Dios. Todo esto que el anglicanismo ha ido redescubriendo e implementando, corresponde. Sin embargo en la iglesia católica romana esto no se implementa, porque en la práctica, los principios jurídicos juegan un papel más importante que los teológicos y las estructuras organizativas y de poder que se han ido desarrollando a través de los siglos, juegan un papel determinante a la hora de entender lo que dice la Sagrada Escritura y la Tradición Apostólica a ese respecto.
                ii. En nuestra liturgia hemos redescubierto una serie de elementos esenciales de la Tradición Apostólica que estaban descuidados en la práctica romana, como: el papel fundamental e indispensable que tiene el Espíritu Santo y la necesidad de que el pueblo de Dios se involucre y participe activamente en toda celebración sacramental.
En cuanto al ministerio ordenado:
                i. En consonancia con la Sagrada Escritura y la praxis de la iglesia primitiva, insistimos en que el ministerio ordenado no está encima sino al servicio del pueblo de Dios.
                ii. Al elegir obispos, presbíteros y diáconos, contaremos con la participación del pueblo de Dios, haciendo un discernimiento de carismas, como era la praxis de la iglesia universal durante el primer milenio del cristianismo.
                iii. A través de la ordenación episcopal, recibida  por medio de la Comunión de Iglesias Episcopales Evangélicas CEEC, y de la Iglesia Episcopal Anglicana de Chile,  nos vinculamos a la tradición histórica anglicana episcopal , VETERO CATÓLICA, ROMANA PETRINA y ortodoxa de Antioquia, para la recepción de la sucesión apostólica.
Toda la serie de elementos anteriormente mencionados, nos hacen llegar a concluir que si consideramos lo que significa la “Apostolicidad de la Iglesia” en su sentido teológico, histórico, eclesial y espiritual integral, llenamos plenamente todos los criterios de apostolicidad.
2.        CÓMO CUMPLIMOS CON LOS CRITERIOS DE APOSTOLICIDAD SUBRAYADOS POR CADA UNA DE LAS TRADICIONES CRISTIANAS.

En consonancia con la tradición Católica Ortodoxa:

·         Nuestra vida litúrgica y sacramental ha redescubierto muchísimos elementos propios de la Tradición Apostólica y Litúrgica más antigua; por ejemplo:
      • El énfasis que se hace en las imposiciones de manos, para pedir la efusión del Espíritu Santo.
      • La participación activa de todo el pueblo de Dios en la celebración.
      • La organización sinodal de nuestra iglesia y la conciencia que tenemos de la importancia de la iglesia local y de la necesaria comunión con otras iglesias locales, representa de forma clara el concepto antiguo de organización eclesial.
      • En nuestras profesiones de fe, nos hemos esforzado por mantener, como esencial, aquello que expresa la fe de la iglesia una, santa, católica y apostólica indivisa, dejando los otros elementos añadidos posteriormente, como “devociones particulares” no vinculantes.

                En consonancia con la tradición ROMANA PETRINA, VETERO CATÓLICA, Anglicana- Episcopal y Ortodoxa
      • Hemos recibido la sucesión apostólica histórica por 14 líneas una de las cuales es la línea católica romana  (y la Vetero Católica).
      • Por mala fe, por conveniencia o por ignorancia, puede ser que algunos miembros de la iglesia católica romana pretendan decir que esa transmisión no es válida. Sin embargo, hay pruebas fehacientes de su validez, que es muy importante que conozcamos.
      • Dom Carlos Duarte Costa (San Carlos de Brasil), fue excomulgado de la Iglesia Católica Romana el 5 de Julio de 1945, a través de un decreto, emitido por el Cardenal de Río de Janeiro.
      • El 15 de agosto del mismo año, Dom Carlos Duarte consagró obispo a Dom Salomón Barbosa Ferraz.
      • A finales de 1959, Dom Salomón se reconcilió con la Iglesia Católica Romana y el 10 de mayo de 1963, reconociendo la plena validez de la ordenación episcopal que le había dado Dom Carlos Duarte, sin repetir ninguna ceremonia, fue nombrado obispo auxiliar de Sao Paulo en Brasil. Él participó en todas las sesiones del Concilio Vaticano II.
      • El Papa en ese entonces, era el Beato Juan XXIII. El Prefecto de la Congregación para la Fe era el Cardenal Alfredo Ottaviani y el Prefecto de la Congregación para los obispos era el Cardenal Carlos Confalonieri. Todos ellos tuvieron que dar un parecer favorable y llegar a reconocer la validez de la sucesión apostólica transmitida por Dom Carlos Duarte Costa, antes de hacer el nombramiento de Dom Salomón Barbosa Ferraz.
      • Si esto fue reconocido una vez, y su reconocimiento se mantiene inalterado, como consecuencia cierta e indiscutible, tenemos que afirmar, sin lugar a dudas, la validez de la transmisión de la sucesión apostólica histórica, a través de Dom Carlos Duarte Costa y de sus sucesores.

Alguno podría argumentar algunas cuestiones:
      • Que la Iglesia Católica Apostólica Brasileña no hubiera mantenido su continuidad apostólica. A tal propósito se puede documentar, con certeza absoluta, que ha mantenida inalterable su continuidad.

·         Además de esto se puede argumentar que Roma reconoció, de hecho y de derecho, que Dom Carlos Duarte Costa, estando excomulgado, tenía la capacidad para transmitir válidamente la sucesión apostólica; otro ministro ordenado, estando en la misma situación canónica que él, indudablemente tenía la capacidad de recibir en forma, igualmente válida, la ordenación episcopal.
·         En consonancia con la tradición de la Reforma, también podemos reconocer que todos los elementos de nuestra Iglesia y de su misión se identifican plena y totalmente con el evangelio de Jesús y con la misión que él confió a los apóstoles.

IV CONCLUSIÓN:
En vista de cuánto hemos presentado anteriormente, podemos concluir con certeza absoluta:
                       
                        Que Iglesia Católica Apostólica Antigua, es una Iglesia en la que la Apostolicidad, en su sentido más auténtico y profundo, se encuentra plena y perfectamente presente y actuante.
                       
            Que tenemos todos los elementos de tipo espiritual, teológico, histórico, litúrgico y pastoral que nos garantizan plena e indiscutiblemente la validez de nuestra apostolicidad, incluida la sucesión apostólica en su dimensión histórica.

Una Sucesión Apostólica enriquecida por 14 linajes:
1. OLD CATOLIC OF UTRECH
2. ROMAN CATOLIC
3. ANGLICAN EPISCOPAL
4. ANGLICAN NON JURING
5. ORDER OF CORPORATE REUNION
6.
SYRIAN ANTIOCHESE
7. RUSSIAN ORTODOX
8. ALBANIAN
9. ARMENIAN UNIATE
10. CHALDEAN UNIATE
11. SYRIAN MALABAR
12. SYRIO CHALDEAN
13. AFRICAN ORTHODOX
14. COPTIC ORTHODOX
           
                Que ante las actitudes de crítica y engaño que, con frecuencia se asumen de parte de quienes cuestionan la legitimidad de nuestra iglesia, debemos comprender que, muchas veces las mismas pueden deberse a la mala fe, a la información errónea o parcial que, se le da al Pueblo de Dios, para mantenerlo en actitud de miedo y sumisión o simplemente a la ignorancia.
                Por lo mismo, al ser criticados, lejos de entrar en duda o vacilar, debemos sentir compasión hacia quienes no conocen integralmente hechos históricos y perspectivas enraizadas en la Sagrada Escritura, en la Tradición Apostólica y en la historia de la Iglesia durante el primer milenio.
                        Debemos esforzarnos por informar detalladamente a todos los miembros de nuestras comunidades acerca de cuanto sabemos sobre la “Apostolicidad”, para que ellos profundicen en la fe y sepan también dar razón de la misma ante los demás.
                       
                        Ante los de fuera, debemos también saber dar las explicaciones necesarias: sin pretender convencerles, pero sí dejando clara nuestra postura y los argumentos sólidos e inapelables en los que ésta se fundamenta.

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