Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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miércoles, 11 de mayo de 2011

HISTORIA Y ACTUALIDAD DE LA CORRIENTE ECUMENICA

A. HISTORIA Y ACTUALIDAD DE LA CORRIENTE ECUMENICA

Documento de Malinas 2

1. Dos movimientos del Espíritu Santo

1. Todo cristiano tiene el deber de escuchar atentamente "lo que el Espíritu dice a las Iglesias".

En cada época, el Espíritu habla a los suyos con invitaciones y acentos diferentes, que todos tienden a hacernos vivir el Evangelio "en Espíritu y verdad".

Demasiado absorbidos por los acontecimientos del día, resulta difícil oír los murmullos del Espíritu, porque Él nos habla en voz baja y es preciso prestar mucha atención para escucharle. Naturalmente nosotros no sintonizamos con su longitud de onda.

En la hora actual, percibimos algo así como un doble llamamiento, una doble corriente de gracias. Son otras tantas interpelaciones del Espíritu:

- La corriente ecuménica recuerda a los cristianos de cualquier obediencia que la Iglesia debe ser una, tanto para ser fiel a su mismo ser: "Sed uno como mi Padre y yo somos uno"; como para ser creída: "Para que el mundo sepa que Tú me has enviado" (Jn 17,21).

- En forma paralela otra corriente, más reciente, atraviesa las Iglesias: la corriente carismática. Ella recuerda a los cristianos que el Espíritu es el soplo vital de su Iglesia, que su presencia activa y poderosa está siempre operante en la medida en que nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra audacia le permitan obrar.

2. La corriente ecuménica.

2. Como sabemos, el ecumenismo recibió un nuevo impulso en 1910, en el Congreso de Edimburgo, Escocia, bajo el estímulo de pastores misioneros protestantes que sentían la angustia de llevar a los países de misión un Evangelio controvertido y de exponer públicamente nuestras querellas y divisiones allí donde hubiera sido necesario conjugar todas las fuerzas cristianas para anunciar conjuntamente a Jesucristo. El teólogo reformado Lukas Vischer, secretario ejecutivo de la Comisión "Fe y Constitución" del Consejo Ecuménico de las Iglesias, ha dicho muy justamente: "La Iglesia dividida presenta al mundo un Evangelio contradictorio

No vamos a hacer aquí la historia de los esfuerzos desplegados con vistas a hacer cesar el escándalo de la división y promover la unidad visible de los cristianos. Desde Edimburgo, el movimiento de acercamiento ha progresado por etapas importantes: Amsterdam (1948), Evaston (1954), New Dehli (1961), Upsala (1968), Nairobi (1975).

Como resultado de este esfuerzo, el movimiento hacia la unidad visible tiene ya un Consejo Mundial (Ámsterdam, 1948), una carta y una definición. Es importante hacer notar que el Consejo Ecuménico de las Iglesias de ningún modo pretende ser una súper-Iglesia a escala mundial. La definición adoptada en New Delhi fue como sigue:

"El Consejo Ecuménico es una unión fraternal de Iglesias que reconocen al Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras, y que se esfuerzan en responder conjuntamente a su vocación común para la gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo."

El Consejo aspira a reunir a todos los cristianos en la triple vocación que les es común: vocación de testimonio (martyria), de unidad (koinonia), y de servicio (diaconia).

Al propio tiempo, el mismo deseo de unidad se ha manifestado entre otros Cristianos que no son miembros del Consejo Ecuménico de las Iglesias. La Comunión Evangélica Mundial, y varias asociaciones nacionales de evangélicos, son el testimonio del mismo movimiento del Espíritu entre los evangélicos, muchos de los cuales no pertenecen a las Iglesias que están en el Consejo Ecuménico.

La reciente Conferencia de Lausana fue un testimonio particularmente poderoso del deseo de los cristianos de conseguir una unidad más sincera para una misión efectiva.

3. El Ecumenismo y Roma

3. La Iglesia Católica Romana, en un principio reservada y reticente por temor a un relativismo dogmático, poco a poco acabó por entrar en la corriente ecuménica.

Todos sabemos el papel representado por los precursores: el P. Portal, los cardenales Mercier y Bea, y los teólogos que rompieron brecha: Dom Lambert Beauduin, Yves Congar, por no mencionar más que algunos.

Los que dieron un impulso decisivo fueron el Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, cuyos textos sobre la Constitución de la Iglesia (Lumen Gentium) y sobre el Ecumenismo (Unitatis redintegratio) forman la carta eclesiológica que ningún fiel católico puede ignorar.

Juan XXIII creó un clima nuevo desde su primer encuentro con los observadores de otras Iglesias, que habían sido invitados por él al Concilio. Con una franqueza y sinceridad que le ganaron los corazones desde el primer momento, les dijo: "Aquí no tratamos de hacer el proceso del pasado, no deseamos probar quién tenía la razón y quién no la tenía. Todo lo que queremos decir es eso: Reunámonos de nuevo y pongamos fin a nuestras divisiones". El Vaticano II hizo ver claramente que "el Espíritu sopla donde quiere" y reconoció la riqueza de su presencia en las Iglesias o comunidades cristianas fuera de su seno.

"Es necesario -declara el Concilio- que los católicos reconozcan y aprecien con alegría los valores realmente cristianos que tienen su origen en el patrimonio común y que encontramos entre nuestros hermanos separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y su poder operativo en la vida de aquellos que dan testimonio por Cristo, llegando a veces incluso hasta el derramamiento de su sangre: porque Dios es siempre admirable y debe ser siempre admirado en sus obras. Es necesario asimismo no olvidar que todo lo que se opera por la gracia del Espíritu Santo en nuestros hermanos separados puede contribuir a nuestra edificación. Nada de lo que es realmente cristiano se opone nunca a los verdaderos valores de la fe, sino que, por el contrario, puede contribuir a acercarnos aún con mayor perfección al misterio de Cristo y de la Iglesia" (Decreto sobre el Ecumenismo, nº 4).

4. Conexión y convergencia

4. Durante este mismo período histórico - es decir, a partir de 1900 - se ha visto surgir en la Iglesia otra corriente espiritual importante, conocida bajo el nombre global de pentecostalismo", aunque se presenta con diferentes ramificaciones: En el capítulo siguiente nos referimos brevemente a su historia y alcance, sin tratar de hacer un estudio exhaustivo sino solamente para situar a la Renovación Carismática en la perspectiva ecuménica.

Nosotros, los católicos, debemos reconocer que nuestra apertura "ecuménica" ha sido lenta y que nuestra apertura "carismática", que por otra parte todavía no ha sido plenamente lograda, también ha venido "de afuera" de nuestras filas.

Creemos que la Renovación Carismática está llamada a realizar una vocación ecuménica, pero asimismo creemos que el ecumenismo encontrará en aquélla una gracia de profundización espiritual y, en caso de necesidad, un complemento o un correctivo.

Sentimos que el Espíritu Santo nos invita a comprender el vínculo profundo que une las dos corrientes, como si fueran dos brazos de un mismo río que nacen de una misma fuente, y riegan las mismas riberas, para dirigirse hacia el mismo mar.

Es normal que la acción multiforme del Espíritu no se manifieste al principio en toda su profunda simplicidad. Retrocediendo en el tiempo nos damos cuenta que la corriente ecuménica y la corriente carismática, consideradas en sus aguas profundas, se refuerzan mutuamente y que en realidad se trata de una misma acción, de un mismo impulso de Dios, de una misma lógica interior. La Iglesia no puede estar plenamente "en estado de misión" sin estar "en estado de unidad", y no puede estar en estado de unidad si no está "en estado de renovación”. Misión evangélica, ecumenismo, renovación en el Espíritu, todo ello es una sola cosa, y solamente los ángulos de visión son diferentes.

En pura lógica, y como condición previa, la renovación espiritual debería preceder al ecumenismo. Ésta fue la intuición de Juan XXIII, al convocar el Concilio.

En lógica de vida, el Espíritu Santo opera simultáneamente de muchas maneras. Esto nos invita a comprender mejor la conexión vital entre ecumenismo y renovación. Se ha dicho con mucha razón que el ecumenismo es el movimiento de los cristianos hacia la unidad por medio de la misión y de la renovación espiritual. Comentando esta afirmación, escribe el Padre J. G. Hernando, del Secretariado Español para los Asuntos Ecuménicos:

"Las prioridades son: renovación, unidad cristiana, misión. Evidentemente se trata de una actividad simultánea con una relación causal más bien que de momentos cronológicamente distintos. No esperamos a haber terminado la renovación para trabajar por la unidad. A la vez que trabajamos en renovarnos, trabajamos en unirnos. Y mientras hacemos esto, debemos al mismo tiempo colaborar en la misión. Se trata de labores que hemos de realizar simultáneamente, si bien es cierto que la eficacia de la misión dependerá de la unidad que antes se haya obtenido, y esta última, de la renovación eclesial previamente lograda. Todo esto quiere decir que las prioridades antes señaladas dependen unas de otras. Pero no dejan de ser prioridades"1

5. La urgencia ecuménica

5. a "Cristianizar a los cristianos”. Esta urgencia salta la vista si echamos una mirada al estado de cristianización del mundo cristiano. Sin recurrir a las estadísticas ni a la sociología, basta que nos hagamos esta pregunta:

"¿Estamos nosotros, los cristianos, verdaderamente cristianizados? Esta interpelación nos obliga a todos a unir nuestros esfuerzos para convertirnos cada día más en auténticos discípulo del Señor. En un libro que causó sensación (Le christianisme va-t-il mourir?) el profesor Delumeau, profesor de Historia en la Sorbona, se plantea esta pregunta: "¿Hemos sido nosotros verdaderamente cristianizados?". La Historia, que este autor recorre a vista de pájaro, se nos muestra repleta de enseñanzas sobre el particular. En los primeros tiempos hubo una verdadera evangelización de adultos; posteriormente se inició una era en la que se bautizaba ya en la infancia. La sociedad pasó a ser cristiana de nombre, cristiana sociológicamente. A partir de entonces la cristianización se consideró como algo ya definitivamente conseguido, y fue sostenida por todo el contexto social y transmitida por vía hereditaria. Delumeau tiene razón para formular su pregunta. Nosotros hemos sido, en efecto, sacramentalizados. Pero que hayamos sido evangelizados, cristianizados como adultos responsables, es otra cuestión completamente diferente.

6. b. Llevar juntos el evangelio al mundo. La misma urgencia advertimos también cuando se trata de realizar "hacia afuera" nuestro deber de evangelización. Este deber nos interpela a todos, si queremos obedecer al Señor, que pide a los suyos nada menos que llevar el Evangelio a toda criatura.

En la magnífica exhortación apostólica sobre la evangelización -fruto del trabajo colectivo del Sínodo de 1974- Pablo VI escribe:

"La fuerza de la evangelización se verá muy disminuida si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por toda clase de rupturas. ¿No será tal vez ésta una de las grandes debilidades de la evangelización en nuestros días? En efecto, si el Evangelio que proclamamos aparece desgarrado por querellas doctrinales, por polarizaciones ideológicas o por condenas reciprocas entre cristianos, en consonancia con sus diferentes visiones de Cristo y de la Iglesia e incluso a causa de sus diversas concepciones de la sociedad y de las instituciones humanas, ¿cómo no se sentirán perturbados o desorientados, cuando no escandalizados, aquellos a los que se dirige nuestra predicación? El testamento espiritual del Señor nos dice que la unidad entre sus discípulos no es sólo la prueba de que somos suyos, sino la prueba también de que Él es el enviado del Padre, "test" de credibilidad de los cristianos y del mismo Cristo. Como evangelizadores, debemos ofrecer a todos no ya la imagen de hombres divididos y separados por querellas nada edificantes, sino la imagen de personas maduras en la fe, capaces de encontrarse por encima de las tensiones reales, gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de la evangelización va unida al testimonio de unidad dado por la Iglesia. Esto es motivo de responsabilidad pero también de consuelo".

7. c. Juntos hacer frente a la angustia del mundo. Este mismo imperativo de unión se nos impone, en este final del siglo XX, precisamente por el estado de un mundo que por tantos conceptos anda a la deriva, a pesar de algunos progresos indiscutibles. Cuántas injusticias, cuántos actos inhumanos a nuestro alrededor y cuántas amenazas apocalípticas pesan sobre el futuro y la supervivencia del mundo.

Estamos en camino de deshumanizar al hombre, por no darle una razón de vivir con referencia al Absoluto. La sociedad se muestra desquiciada en su pensamiento y en su proceder, presa de un relajamiento moral sin precedentes, tanto más peligroso cuanto que las conciencias están como anestesiadas e incapaces de reacción. Hoy más que nunca necesitamos un cristianismo vigoroso y fuerte, apoyado en el poder del Espíritu. Solamente una fe bien arraigada es capaz de levantar una losa sepulcral "en virtud de la Resurrección —de Jesucristo.

En la importante alocución que dirigió al Sacro Colegio, con ocasión de la Navidad de 1977, el Papa dejó oír esta sobrecogedora voz de alarma:

"Sombras oscuras se interponen en el destino de la Humanidad: la ciega violencia; las amenazas contra la vida humana desde el mismo seno materno; el terrorismo cruel que acumula odios y ruinas con el utópico designio de reconstruir de nuevo sobre las cenizas de una destrucción total; el recrudecimiento de la delincuencia; las discriminaciones y las injusticias a escala internacional; la privación de la libertad religiosa; la ideología del odio; la apología desenfrenada de los instintos más bajos por la pornografía de los medios de comunicación social que, tras la capa de pseudo-objetivos culturales esconde una envilecedora sed de dinero y una desvergonzada explotación de la persona humana; las constantes seducciones y amenazas contra la infancia y la juventud que minan y esterilizan las frescas energías creadoras de su inteligencia y de su corazón: todo eso indica que la estima de los valores humanos ha descendido peligrosamente, víctima de la acción oculta y organizada del vicio y del odio.”2
1 JULIÁN GARCÍA HERNANDO, Renouveau Charismatique el Oecuménisme, en "Unité Chrétienne", N° 48, Nov. 1977, p. 53.
2 La Documentation Catholique, 15 Enero 1978, p. 54 (L’Osservatore Romano, 23 diciembre 1977).  

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