Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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domingo, 25 de septiembre de 2011

LA BELLEZA COMO COMPONENTE ESENCIAL DE LA LITURGIA

La belleza como componente esencial de la liturgia
(Algunos apuntes para una estética bíblica)
Por Juan Stam

Para comenzar, una breve reflexión sobre la belleza de Dios:  Para nuestro tema, nada mejor que comenzar con las palabras del Salmo 27:4:

Solo una cosa he pedido al Señor,
solo una cosa deseo,
estar en el templo del Señor,
todos los días de mi vida
para adorarlo en su templo
y contemplar su hermosura (DHH)
Otras versiones ofrecen traducciones diferentes para los últimos renglones, que sirven para enriquecer el mensaje:

BJ: para gustar la dulzura del Yahvéh
     y cuidar de su Templo
NVI: y recrearme en su templo
RVR: y para inquirir en su templo.

Según la manera hebrea de entender el conocimiento y la verdad, éstos no se alcanzan sólo por el puro raciocinio; bíblicamente, la verdad sólo se conoce por el amor, la voluntad y la maravilla. La filosofía griega también, desde Tales de Mileto, se inspiraba por una fuerte dosis de asombro ante el misterio del universo y de la vida. Desde Descartes y el Iluminismo, se han impuesto mayormente el "cógito" y la duda sistemática cartesiana en desprecio de esos otros elementos más existenciales, que eran fuertes en pensadores cristianos como San Agustín y San Anselmo;

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva (pulchritudo tam antiqua et tam nova), tarde te amé!  He aquí, tu estabas dentro de mí, y yo fuera, y fuera te buscaba, y sobre esas hermosuras que tu creaste me arrojaba deforme.  Tu estabas conmigo y yo no estaba contigo.  Me tenían lejos de tí aquellas cosas, que, si no estuvieran en tí, no existirían.  Pero tu llamaste y clamaste y rompiste mi sordera.  Relampagueaste y resplandeciste y ahuyentaste mi ceguera.  Exhalaste fragancia, la respiré y anhelo por ti.  Gusté y ahora  tengo hambre y sed de ti.  Me tocaste, y encendí en deseos de tu paz.  (San Agustín, Confesiones 10:27).

Recuperar ese sentido de asombro y maravilla ante Dios nos libera del racionalismo árido y estéril que puede llevar al escepticismo. La adoración auténtica comienza en la casa de Yahvéh, contemplando la hermosura de su santidad, descubriendo ahí el sentido de nuestra existencia y comprometiéndonos para hacer su voluntad.

La belleza es un componente indispensable de la liturgia, porque es un elemento esencial de la adoración.


La creación y la liturgia

El primer capítulo de Génesis es un escrito litúrgico, con los paralelismos y las cadencias rítmicas que corresponden. Se cree que pertenecía al culto en el templo, a diferencia del segundo relato de la creación (Gén 2:4b-3:24), que hace pensar más bien en alguna familia reunida alrededor de la fogata, escuchando al abuelo contar las tradiciones del pueblo. Por su carácter litúrgico, Génesis 1 debe leerse con mucho sentido de admiración y maravilla; o sea, debe leerse litúrgicamente, como un culto en proceso.

Aunque nos pueda sorprender, la mayor parte, por mucho, de la teología de ambos testamentos es doxológica; es "contemplar la hermosura de Dios e inquirir en su templo". En especial, el tema de la creación aparece mayormente en clave doxológica (ejj. Salmos 8 y 19). En el Nuevo Testamento, los primeros credos comenzaron como himnos (ej. Fil 2:5-11; 1 Tim 6:15-16). Una teología que no canta, no es buena teología. (Tampoco lo es una teología que no sabe reírse).

Hay cierta nota de alegría en los dos relatos de la creación, como si Dios estuviera disfrutando su trabajo creativo. En Génesis 1 vemos a Dios como un artista que está creando una gran obra de arte. Con la palabra "buena", al completar la obra de cada día, Dios expresa la profunda satisfacción del artista que exclama, ´"¡Wow, qué super-bien que me salió esto!"

Génesis insiste muy enfáticamente en que la creación es buena.[1]  La frase se repite, rítmicamente, como conclusión dramática de cada día.  La creación humana (incluyendo la sexualidad) y la obra total es "muy buena" (1.31, ToB ToB).  Central a todo el mensaje de Génesis 1 es esta insistencia en lo bueno de la creación física; la materia y el mundo no son maldición sino bendición.  El Antiguo Testamento rechaza toda dicotomía entre espíritu y materia, entre alma (buena) y cuerpo (malo).

Como bien ha dicho el autor presbiteriano, Eugene Peterson, "la creación nos inmerge desde un principio en la materialidad".[2]  Esa misma materialidad será clave para e mensaje bíblico de salvación -- la encarnación (el Verbo fue hecho materia, sarx, Jn. 1.14); una muerte física para redimirnos "en su carne"[3]; resurrección del cuerpo de Cristo y los nuestros (Lc. 24.37-43).  Toda nuestra salvación conlleva una profunda dimensión material, fiel a la antigua afirmación de la creación como buena y el rechazo de la dicotomía entre espíritu y materia.

El sentido del adjetivo "bueno" no es solamente ético sino también estético (su creación es una obra artística bien lograda) y funcional (lo creado cumple eficazmente la intención divina).  Comunica además cierta nota lúdica: Dios se para a contemplar su obra y se siente contento; se goza en la excelencia de lo que ha hecho.[4]  El poeta negro, James Weldon Johnson, lo capta bellamente en su poema "Las Trompetas de Dios":

Y Dios salió al espacio,
miró por todos lados y dijo,
"Me siento solo --
voy a hacerme un mundo..."

Entonces Dios sonrió
y la luz irrumpió,
y las tinieblas se amontonaron por un lado,
y la luz resplandecía por el otro lado,
y Dios dijo, ".!Qué bien que me salió!..."

Entonces Dios paseó
y miró por todos lados
sobre todo lo que había hecho;
Miró a su sol,
y miró a su luna,
y miró a todas sus estrellitas...
y Dios dijo, "Todavía me siento solo".

Entonces Dios se sentó
sobre la ladera de un cerro donde podría pensar;
al lado de un río profundo se sentó;
con su cabeza en las manos,
Dios pensó y pensó,
hasta que pensó, "¡Me voy a crear a un hombre!..."

Y este gran Dios...
Como una madre doblada sobre su bebé,
Se arrodilló en el polvo
y trabajó formando un puño de barro
hasta tallarlo en su propia imagen;
entonces le sopló el soplo de su propia vida,
y Adán era un ser viviente.

¡AMEN, AMEN![5]

Esa nota de celebración y alegre adoración caracteriza muchos pasajes sobre la creación.  En esa nota gozosa nos damos cuenta cuán liberador fue el mensaje bíblico de la creación frente a las cosmovisiones mitológicas de la época.  Juan Driver destaca el contraste con otras culturas antiguas en las que el mundo es objeto de miedo y uno tiene que cumplir ritos para protegerse.  Según la Biblia, apunta Driver, la creación es buena para todos, hasta los animales; no es "buena para unos pero mala para otros".[6]

Definitivamente: el Creador es un gran artista, y nos ha creado a su imagen y semejanza. Nos ha creado creadores para su gloria. La creación entera es una obra de arte y belleza que nos llama a la adoración.

Cuando el Dios Creador nos creó a su imagen y semejanza, nos creó para que nosotros también seamos creativos como él. En Génesis 2 Dios permite a Adán realizar la función de nombrar a las cosas, que en Génesis 1 es un aspecto importante del proceso creativo.


El Espíritu de Dios y la belleza

Una de las primeras referencias al Espíritu de Dios en el A.T. enfatiza su ministerio estética en la preparación del tabernáculo y todos sus accesorios:

El Señor habló con Moisés y le dijo:
Toma en cuenta que he escogido a Bezalel...
y lo he llenado del Espíritu de Dios,[7]
de sabiduría, inteligencia y capacidad creativa
para hacer trabajos artísticos en oro, plata y bronce,
para cortar y engastar piedras preciosas,
para hacer tallados en madera
y para realizar toda clase de artesanía.
Además he designado como su ayudante a Aholiab...
y he dotado de habilidad a todos los artesanos...
                       (Ex 31:1-6; cf. 35:30-36:2)

Entre las pericias mencionadas aparecen joyería, carpintería, ebanistería, escultura, sastrería[8] y hasta perfumería (31:11). Incluida va también la habilidad de enseñar estas artes a otros (35:34). En cuanto a la poesía y la música, David, el "dulce cantor de Israel", confiesa que "el Espíritu de Dios habló por medio de mí; puso sus palabras en mi boca" (2 Sam 23:1-2).  El Espíritu de Dios realiza también una función política, otorgando a los dirigentes del pueblo sabiduría para gobernar (1R 3:9-12). Según el libro de Isaías, Dios dará su Espíritu al Mesías para gobernar con justicia (Isa 11:2-5) y para liberar a los pobres (Isa 61:1-3).

Sin embargo, los dones del Espíritu no se contraponen a los dones naturales de los seres humanos, sino que los activan y los orientan. Por eso, cuando Salomón va a construir el gran templo de Jerusalén, pide a Hiram rey de Tiro que le envíe "un experto para trabajar el oro y la plata, el bronce y el hierro, el carmesí, la escarlata y la púrpura, y que sepa hacer grabados, para que trabaje junto con los expertos que yo tengo en Judá" (1R 7:13-14; 2Cron 2:7,14; la lista se parece a las de Ex.31 y 36). Por eso, el templo de Salomón tiene características arquitectónicas prestadas de otras culturas. De manera parecida, la poesía y la música hebreas (ej. de David) se basaron en la cultura cananea de Ras Shamra. Israel, junto con su vigoroso monoteísmo teológico, en la época de los reyes practicaba también un sano sincretismo cultural y estético.

Dice Santiago 1:17 que "toda buena dádiva y todo don perfecto desciendo de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestiales". Donde hay belleza es gracia de Dios, y debemos recibirla y vivirla eucarísticamente. La música de un Beethoven o un Toscanini, una Mercedes Soza o un Silvio Rodríguez, la pintura de un Picaso o un Guayasamín -- son todas ellas regalos que Dios, la suprema belleza, ha querido compartir con sus criaturas.  


El Cordero y el culto; el Apocalipsis y la liturgia

Juan de Patmos reporta que recibió su primera visión "en el día del Señor" (1:10); podemos entender que era domingo, y un domingo en que el pastor no pudo estar con la comunidad para celebrar juntos. A esa situación de soledad, nostalgia y tristeza, Dios responde primero con darle a Juan un encuentro personal con Jesucristo (1:10-3:22) y después la experiencia emocionante de un culto completo en el cielo, en la misma presencia de Dios, desde el Sanctus inicial hasta el Amén final (Ap 4-5). El libro está lleno de elementos litúrgicos: el Sanctus, el Amén, el maranata, el "digno eres", aclamaciones, cánticos, silencios, genuflexiones y muchos más. Y todo eso descrito de una manera dramática, para que los y las lectores vivan todo y lo experimenten existencialmente.

Para vivir el Apocalipsis como experiencia propia, hay que leerlo con los cinco sentidos de percepción bien activados. Los ojos de la fe (la imaginación consagrada) tienen que ver, con todo su detalle, los cuadros que pintan las palabras del texto. El oído tiene que oír las trompetas y truenos y arpas y flautas -- y los silencios --  que acompañan el drama. El olfato tiene que deleitarse con los inciensos y preocuparse por el olor a sufre. Al leer el impactante mensaje a Laodicea (3:14-22), nuestro sentido de tacto debe hacer doler los nudos de los dedos al estar tocando la puerta con Jesús (3:20 griego) y nuestro sentido de gusto debe reproducir primero el mal sabor del vómito (3:16) pero después las ganas de compartir con Jesús una rica cena (3:20).

Apocalipsis 4-5 nos plantea todo un modelo de culto que podría transformar la liturgia de nuestras iglesias hoy. Para resumir algunas enseñanzas:

(1) El culto se realiza en la presencia de Dios, alrededor de su trono. Dios es el centro, no nosotros. Ni los talentosos "artistas" ni los sentimientos piadosos de los "espectadores" deben ocupar el centro, sino Dios mismo, el encontrarnos de repente ante su presencia y su trono.(2) La presencia de Dios es un lugar de suprema belleza visual (joyas, arco iris, tronos, coronas de oro), auditiva (declamaciones y cánticos, arpas, un silencio) y aromática (incienso).
(3) Capítulo 4 se limita estrictamente a la esfera de la creación (arco iris, vivientes; 4:11; cf. 5:4); la salvación aparece sólo después de 5:5. La creación, y la adoración a Dios como Creador (y nuestro compromiso con la creación) deben estar muy presentes en nuestro culto.
(4) El culto debe tener buen contenido bíblico (4:8; 4:11; 5:5,9-10).
(5) El culto debe tener direccionalidad, progresión como crescendo hacia una meta (numéricamente, de 4 a 24 a 28 a millones a toda la realidad; temáticamente, de la creación en cap. a la salvación en cap 5)
(6) El culto debe involucrar todo el cuerpo: ojos, voz, manos, rodillas.
(7) El culto debe terminar con el Amén de nuestras vidas, de rodillas ante el Creador y el Cordero (5:14).


Nota final sobre la música: En 5:9, cuando aparece el Cordero, irrumpe la música por primera vez en el libro. En el capítulo 13, sobre la bestia, nadie canta y no hay nada de música, pero en seguida, en presencia del Cordero, todos cantan y tocan "arpas de Dios" (14:2-3; 15:2). En 17-18, delante de la ramera, nadie canta. Lo peor del destino final de la gran Babilonia es que queda sin música y artesanía, sin luz ni amor romántico (18:22-23). Es el silencio de la muerte final.






, la  belleza y la liturgia
            /el Apoc /el silencio
            El Apocalipsis y los sentidos de percepción
            El Apocalipsis como culto (el domingo que no pudo asistir)

una teología de la estética Gn 1
una pneumatología de la estética tabernáculo/ si no, el talento bloquea la adoración
una cristología de la estética

Gracia y gratitud (eucaristía)
Belleza (Gloria) y asombro/maravilla
Silencio y respuesta
Desafío y Obediencia, no basta orar

Gálatas JC fue presentado (hecho presente) ante Uds

DOS TRAMPAS Y UNA META SANA la auténtica bendición UN MILAGRO (bARTH) TRANSFIGURACO
qué bien que lo hacen (profesionalismo; el arte por el arte),
    o qué bien que me siento yo (egoismo) el sentimiento por el sentimiento
Sano: cuán grande es el! y acción Papá llorando

Gal 3.1 JC ha sido re-presentado, oîs kat' ofthalmoùs Iesoôs Jristòs proegráfe estauroménos



[1] Los siguientes párrafos son citados de mi libro, Las buenas nuevas de la creación.
[2]) Eugene Peterson (1988), p.170.
[3]) P. ej. Col. 1.22; Ef. 2.15; Ro. 8.3; I P. 3.18, 4.1.
[4]) Cf. Prov 8.30s; Ruiz de la Peña (1986), p.55; Anderson (1984), p.15.
[5]) Traducción personal del inglés.  El poema entero, de diez estrofas, es una encantadora visión afro-americana de la creación.  Katzanzakis, en Zorba el Griego, da otra versión también lúdica: Después de crear a Adán, Dios no lo vio bien y le parecía un cerdo.  Pero luego Dios puso sus anteojos y dijo, "¡Qué bueno!".
[6]) Driver (1991), p.15. Cf. Losada y de Angulo (1992), "El mundo como creación bondadosa de Dios para el ser humano", pp. 19-22.
[7] Ya que el concepto del "Espíritu de Dios" estaba poco desarrollado en esa época, es siempre posible que RûaJ  AeLoHîM signifique algo así como "un señor viento, un poderoso viento", dado por Dios a artesanos para efectos estéticos.
[8] Cf. 26:1, cada cortina "con dos querubines artísticamente bordados en ellas" (27:1)

BELLEZA DE DIOS

Por Juan Stam

La teología de la gracia y la gracia de la teología:[1]  Desde hace muchos años me he sentido convencido, con cada vez más convicción, de que la teología evangélica, como teología de la sobreabundante gracia de Dios, debe sobreabundar también con gracia en su estilo teológico.  El paradigma cristológico para todo teólogo es el Verbo encarnado, que vino "lleno de gracia (incluso su aspecto estético) y de verdad (aspecto ético) de modo que en él "vimos la gloria de Dios" (Jn 1.14).  Más allá de la ley -- o de nuestra seca teología sistemática --, Cristo trajo la gracia y la verdad de su Padre, "y de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia" (1.16s). 

     La gracia es más que un concepto abstracto teológico; implica amabilidad, belleza, encanto.  Según el profesor H.-H. Esser de Muenster, "los términos de la raíz griega jar indican lo que produce agrado" (Coenen 2:236).[2]  En griego clásico, muchas veces jaris era intercambiable con jara (gozo) y jairô (gozar), para referirse a lo que deleita en lo bello.  Se usaba de la hermosura de una mujer bella, como la esposa de Hefaisto, o de "las siete Gracias" que repartían la belleza, la elegancia y el encanto entre los seres humanos.[3]  A veces describía una manera hermosa y agradable de hablar, un lenguaje encantador (Lc 4.22; Col 4.6; Ef 4.29).

      El teólogo contemporáneo que más ha reflexionado sobre la belleza de Dios, y por eso la de la teología, es Karl Barth, sobre todo en su exposición de la gloria de Dios (Church Dogmatics II/1 640-677).  Barth ve la belleza de Dios subordinada a su revelación, como "la figura y forma" de su auto-manifestación, "con la que nos ilumina y nos convence y nos persuade"[4]  En su revelación, "Dios es bello, divinamente bello, bello a su propia manera" (650).  "Dios actúa como aquel que da placer, crea deseo y la premia con el goce de lo deseado" (651).  Dios se revela así y actúa así, porque es así, porque es bello y deseable, lleno de goce (ibid). 

      Siglos antes de Karl Barth, San Agustín expresó esta verdad en un testimonio conmoveder, citado por Barth en su exposición:

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva (pulchritudo tam antiqua et tam nova), tarde te amé!  He aquí, tu estabas dentro de mí, y yo fuera, y fuera te buscaba, y sobre esas hermosuras que tu creaste me arrojaba deforme.  Tu estabas conmigo y yo no estaba contigo.  Me tenían lejos de tí aquellas cosas, que, si no estuvieran en tí, no existirían.  Pero tu llamaste y clamaste y rompiste mi sordera.  Relampagueaste y resplandeciste y ahuyentaste mi ceguera.  Exhalaste fragancia, la respiré y anhelo por tí.  Gusté y ahora  tengo hambre y sed de tí.  Me tocaste, y encendí en deseos de tu paz.  (Confesiones 10:27).


      Aquí encontramos la razón más profunda, fundamentada en la misma persona de Dios, para la estética del discurso teológico evangélico.  Como reflexión sobre la gracia y la gloria de Dios – y ojalá, reflejo de ellas –- la teología debe ser la más bella de todas las disciplinas intelectuales.  Tradicionalmente. se ha descrito como "la reina de las ciencias ",[5] pero casi siempre por la coherencia y la simetría de su sistema racional.  Con todo aprecio por el valor estético de una buena argumentación (cf. Anselmo, Cur Deus homo 1.1), es un error ver "el sistema" como el fin y meta del teologizar o de quedar embelesado sólo por el brillo racionalista de esa forma tradicional de teologizar.  Más  bien y sobre todo, su belleza debe reflejar la hermosure de la gracia y la gloria del Dios sobre quien reflexiona y a quien adora.

     La teología, sin perder su rigor intelectual, está llamada a ser un acto de adoración.  Desde el día de Pentecostés, los teólogos tenemos la tarea, con los carismas que el Espíritu reparte, de explicitar ante las naciones "las maravillas de Dios" (magnalia dei, Hch 2.11).  La teóloga también está llamada a adorar y servir a Dios "en la hermosura de la santidad" (Sal 29.2; 96.9; 110.3).  El anhelo, la tarea y el privilegio de los teólogos es el de "estar en la casa de Yahvéh...para contemplar la hermosura de Yahvéh, y para inquirir en su templo" (Sal 27.4).  La teología debe vivir en continua actitud de adoración.

     La seriedad académica de la teología, su veracidad y su criticidad, no deben apagar el aspecto de asombro y maravilla en el teologizar.  Se ha afirmado, creo que con razón, que tanto la filosofía como la teología nacieron del asombro: la filosofía, con Tales de Mileto, ante el misterio del cielo y las estrellas; la teología, con la fe, ante el misterio de Dios y la salvación.  En cambio la modernidad, a partir de Descartes, suplantó ese punto de partida por otro, que era la duda.[6]  Aun si ese método cartesiano de la duda sistémica pueda tener mucho valor para otras disciplinas, para la teología es una trampa fatal.  La buena teología parte de la fe (Agustín, Anselmo), después sujeta sus conceptos a los fuegos del más riguroso examen crítico hasta forjar convicciones firmes, y termina de nuevo en asombro y adoración.

      En último análisis, el teologizar auténtico nace del amor – un profundo amor a Dios, a Cristo, al prójimo, al evangelio, a las escrituras, a la iglesia, al reino de Dios y (en nuestro caso) a América Latina.  Teologizar es obedecer el mandato del Señor, de amar a Dios con toda la mente (Mt 22.37) y de "llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Co 10.5).  El móvil supremo del teólogo sigue siendo el del gran teólogo misionero del primer siglo: "El amor de Cristo se ha apoderado de nosotros" (2 Co 5.14 DHH).  Para adaptar la descripción que hizo San Agustín del filósofo, podemos afirmar que verus theologus amator Dei est.  El antiguo padre expresó con profunda emoción y transparente sinceridad su propia motivación teológica:

No es con conciencia dudosa, oh Señor, sino con certeza, que yo te amo.  Heriste mi corazón con tu palabra y te he amado.  Y de hecho, cielo y tierra, y todo lo que en ellos hay, por todas partes me están diciendo que te he de amar...Cuando amo a mi Dios, estoy amando una cierta luz, una cierta melodía, una cierta fragancia, un cierto manjar y un cierto abrazo – la luz y la melodía y la fragancia y el manjar y el abrazo en el alma, cuando en mi alma resplandece esa luz que no ocupa lugar, suena esa voz que no lo arrebata el tiempo; respiro esa fragancia que ningún viento puede esparcir; recibo ese manjar que no se consume comiéndose; reposo en el abrazo que nunca se disminuye por la saciedad.  Todo esto es lo que amo cuando amo a mi Dios.  (Confesiones, 10:6).

      Todo teólogo es un amator Dei, un enamorado de Dios, y no tiene vergüenza de confesarlo sino realiza todo su quehacer teológico desde ese pozo profundo de amor.


[1]  Adaptado del artículo "Ética y estética del discurso teolóico" en Haciendo teología en América Latina pp. 23-46, donde ampliamos más el concepto.
[2]  La familia semántica de jar inlcuye jaris, jarizomai, jaritoô, jarisma y el opuesto a todo eso, ajaris.  Cf. eujaristos con sentido de placentero, agradable. 
[3] ) H.-H. Esser, "Gracia" en Diccionario teológico del Nuevo Testamento, Lothar Coenen et al, ed. (Salamanca: Sígueme, 1980), tomo II, p.237.
[4] ) Con subordinar la belleza de Dios a su revelación, Barth evita cuidadosamente cualquier "esteticismo" que pretendería divinizar la belleza o poner encima de Dios una norma de belleza a la cúal el correspondería para ser bello. Barth insiste en que la belleza de Dios no pertenece a su esencia divina sino a su revelación (652).
[5]  De todos modos, más que reina, la teología debe ser sierva, siendo a la  vez reina de belleza.
[6] ) Soeren Kierkegaard, entre otros, elaboró este análisis.

martes, 6 de septiembre de 2011

¿Qué es la avaricia? ¿Quién es un avaro? ¡¡Yo no!!

Por Juan Stam

Cada cultura tiene su propia escala de valores y antivalores. En algunas épocas de la historia de Israel, para muchos judíos guardar el sábado tenía una prioridad destacada, de la máxima gravedad. Por ejemplo, para ellos la fornicación era pecado, sin duda, pero aun peor era el pecado de irrespetar el sábado. También era pecado grave comer cerdo o sentarse en la mesa con gentiles incircuncisos.

Es obvio que nuestra cultura contemporánea concentra sus valoraciones fuertemente en lo sexual, hasta lo obsesivo. Para las personas seculares ("mundanos", para emplear el término bíblico), el placer sexual parece ser la meta prioritaria de la existencia humana, y una vida de orgasmos sísmicos se considera la summum bonum de todos los valores en la vida. Nuestra cultura está obsesionada con el sexo.

 Muchos cristianos, por su parte, también están obsesionados con el sexo y reflejan esta misma concentración pansexista, pero invertida. Para ellos los pecados sexuales son los más graves, a veces los únicos pecados que les preocupan (junto con la borrachera, en un segundo lugar). Un empresario puede explotar a sus empleados pagándoles sueldos de miseria, pero asiste a la iglesia, ofrenda y no "cae en pecado" (¿cómo que "cae"? ya está en pecado), es un buen cristiano, toma la Santa Cena y a lo mejor puede ser anciano o diácono de la congregación. El presidente de un país "cristiano" puede mentir descaradamente para justificar así matanzas sangrientas, pero si pertenece a una iglesia, reproduce el discurso religioso y no causa escándalos sexuales, sigue siendo "hermano" en la fe.[1]

Se nos olvida muy fácilmente que según el Nuevo Testamento los pecadores sexuales y los borrachos no son los únicos que "no heredarán el reino de Dios".[2] Entre los diez grupos de 1 Cor 6:9-10 van incluido los idólatras (¿los hay en nuestras iglesias?)[3], los avaros (¡Los hay, y muchos!), ladrones, estafadores y calumniadores (¡de todos ellos tenemos!). Gal 5:19-21, en su lista de 15 pecados que cierran las puertas del reino, añade brujería, odio, discordia, celo, ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia "y otras cosas parecidas".[4]  Entre los seis pecados que según Efes 5:4-6 excluyen del reino de Dios van incluidos la avaricia, necedades y chistes groseros. La larga lista de 21 pecados vergonzosos en Rom 1:24-31 incluye avaricia, envidia, engaño. chismes y "toda clase de maldad".[5] Se ve que eran muy rigurosas las exigencias de la comunidad cristiana. ¿Quién de nosotros no sería culpable de por lo menos una o dos de estas ofensas?

Lo que más sorprende en estas listas es la frecuente inclusión de la avaricia, en los mismos términos que la de la borrachera y los pecados sexuales. Si esos pecados escandalosos excluyen del reino de Dios, entonces también la avaricia, en los idénticos términos, excluye de reino de Dios. De hecho en las doce listas de vicios en los escritos paulinos, la avaricia aparece más frecuentemente que la borrachera.[6] Y es más, en dos de las listas San Pablo agrega una frase sumamente grave, cuando escribe "la avaricia, la cual es idolatría" (Ef 5:5; Col 3:5), el más condenable de todos los pecados.[7] Puede algún cristiano o cristiana negar que la avaricia es pecado?
La Real Academia Española define la avaricia en pocas palabras pero de mucho peso, como "Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas".[8] El Diccionario Cuyás, un poco más sucinto, lo define como "un apego desordenado a las riquezas".  De las varias palabras griegas para la avaricia, dos son especialmente reveladores. La más común, "pleonexia", se deriva, según Ceslas Spicq (tomo III, p.117), de "pleon" ("más") y el verbo "ejw" ("tener"). Por eso Louw y Nida, en su léxico griego, lo definen como "un fuerte deseo de adquirir más y más posesiones materiales, o de  poseer más cosas que las que otros tienen... " (Louw-Nida I:291-2). La avaricia es un deseo insaciable; cuánto más posee, más desee. Otro término para la avaricia es "filarguros", que significa "amor al dinero"; podríamos decir que son "dinerófilos", "enamorados del dinero" (Lc 16:14; 1Tm 6:10; 2Tm 3:2). Esta dinerofilia,  según 1Tm 6:10, es "la raíz de toda clase de maldad".

La avaricia -- esta pasión cuasi-erótica por el dinero y por las cosas -- muy fácilmente conduce a la idolatría (Isa 2.7-8; Mt 6:24). La persona avara consagra toda su vida al dinero y deposita toda su fe y esperanza en la riqueza. Cree que posee sus bienes, pero pronto es poseído por ellos. A menudo la avaricia termina distanciándolo de su familia, del prójimo y de Dios mismo, por qué ahora está sirviendo a otro dios. "Dios sabe muy bien", escribió Orígenes, "qué es lo que uno ama con todo su corazón y alma y fuerza; eso para él es su Dios. Que cada uno de nosotros se examine ahora, y silenciosamente en su propio corazón decida cuál es la llama de amor que principalmente y sobre todo está encendida dentro de su ser".[9]

La avaricia es relativamente fácil de definir, pero muy difícil de identificar. Rarísimas veces alguien va a decir, "yo reconozco que soy avaro".  Hace poco un amigo me hablaba de un pastor que mostraba muchos síntomas de "prosperidaditis aguditis", pero el amigo aclaró que "él no es avaro, lo que pasa es que le gustan las cosas lujosas". Es muy fácil racionalizar la avaricia y justificar la acumulación y los lujos. Parece que sólo la voz del Espíritu Santo en el corazón del rico le podrá convencer de su avaricia.[10] Por eso dice San Pablo, hablando del papel de la ley como revelación de Dios, "tampoco hubiera conocido la codicia, si la ley no dijera: no codiciarás" (Rom 7:7)."

Para San Pablo, la avaricia no sólo bloquea la entrada al reino de Dios. sino está también entre los vicios que descalifican para ocupar cualquier oficio en la iglesia (1Tm 3:3,8; Tito 1:7). En el caso de pecados visibles y escandalosos, como borrachera o adulterio, la situación hubiera sido evidentes y relativamente fácil de identificar, pero sospecho que fue muy difícil de aplicar esta restricción en el caso de la avaricia. ¿Quién decide si alguien es avaro o no, con cuáles criterios? ¿En qué punto la prosperidad legítima se convierte en avaricia? En el fondo se trata de una actitud del corazón, de criterios relativos y poco precisos. ¿Cómo habría funcionado eso en el proceso de escogencia de los líderes congregacionales en los tiempos de San Pablo?

Me cuesta imaginar que algún rico, al ser considerado para el liderazgo, hubiera dicho, "Me disculpan, hermanos y hermanas, pero no puedo ocupar ningún puesto porque soy avaro, lo tengo que reconocer".  ¡Más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja!!

Me imagino más bien que otra persona, a lo mejor un líder de la congregación, tendría que señalar al avaro con su dedo y confrontar, como Natán ante David, este pecado en la comunidad. "Lo siento mucho, hermano, y me da mucha pena, pero usted no puede ocupar ninguna carga en la iglesia de nuestro Señor, porque usted es un avaro."

Me imagino la respuesta:

¿Quíen es un avaro?  ¡¡¡Yo no!!!

Todos tenemos que hacernos la pregunta, ¿Qué clase de mayordomo soy de los bienes que mi Señor me ha confiado?,

Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón
Ponme a prueba y sondea mis pensamientos,
Fíjate si voy por mal camino,
y guíame por el camino eterno.
(Sal 139:23-24)


Bibliografia:

Louw Johannes y Rugene Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament (NY: United Bible Society 1989)
Spicq, Ceslas, Theological Lexicon of the New Testa,emt (Peabody:Henderson 1994)


[1] Es notorio en muchos países latinoamericanos que los congresistas evangélicos/as se especializan en los temas sexuales pero no tienen nada que decir sobre la corrupción, la pobreza y hasta asesinatos políticos.
[2] Otros textos que hablan de exclusión del reino de Dios son Mt 5.20; 7:21-22; 18:3 y Jn 3:3,5.
[3] Véase "¿Es posible ser idólatra sin darse cuenta?". juanstam,com, 7 de enero de 2007.
[4] Según las listas de Apoc 21:8 y 21:25, no podrán entrar en la Nueva Jerusalén los cobardes, los incrédulos y los mentirosos 9CF. 22:15).  
[5] La lista en !Tm 1:9-10, de pecadores ante la ley de Dios, incluye los irreverentes, los que maltratan a sus padres y los traficantes de esclavos. Col 3:5 incluye avaricia junto con cuatro pecados sexuales.
[6] La borrachera se menciona en las listas de 1Cor 5:10; 6:10 y Gal 5;21; la avaricia en Rom 1:29; 1Cor 5:11; 6:10; Ef 5:3,5, más la lista de Mr 7:22.
[7] Esa frase corresponde al dicho de Jesús, "nadie puede servir a Dios y a la riqueza" (Mt 6:24; Lc 16:13). Es muy significativo que para su reformulación de la disyuntiva radical de Elías, "O Yahveh o Baal, pero no los dos" (1R 18:21), Jesús opta por poner a "Mamón" como equivalente de "Baal" . Parece implicar que "servir a las rquezas" era (y es) la idolatría más sutil y peligrosa de todas y que es totalmente irreconciliable con la fe en Dios.
[8]  La Academia define "codicia" como "Afán excesivo de riqueza; Deseo vehemente de algunas cosas buenas; apetito sexual".....
[9] Orígenes, Homilía sobre el libro de los Jueces, citado en Christian Century 9.4.97, p. 371).
[10] Entiendo bien que los ricos no son los únicos avaros, pero creo que la Biblia está pensando principalmente en ellos cuando habla de avaricia.

sábado, 3 de septiembre de 2011

REUNIDOS POR JESÚS


José Antonio Pagola
Mateo 18, 15-20

Al parecer, el crecimiento del cristianismo en medio del imperio romano fue posible gracias al nacimiento incesante de grupos pequeños y casi insignificantes que se reunían en el nombre de Jesús para aprender juntos a vivir animados por su Espíritu y siguiendo sus pasos.

Sin duda, fue importante la intervención de Pablo, Pedro, Bernabé y otros misioneros y profetas. También las cartas y escritos que circulaban por diversas regiones. Sin embargo, el hecho decisivo fue la fe sencilla de creyentes cuyos nombres no conocemos, que se reunían para recordar a Jesús, escuchar su mensaje y celebrar la cena del Señor.
No hemos de pensar en grandes comunidades sino en grupos de vecinos, familiares o amigos, reunidos en casa de alguno de ellos. El evangelista Mateo los tiene presentes cuando recoge estas palabras de Jesús: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

No pocos teólogos piensan que el futuro del cristianismo en occidente dependerá en buena parte del nacimiento y el vigor de pequeños grupos de creyentes que, atraídos por Jesús, se reúnan en torno al Evangelio para experimentar la fuerza real que tiene Cristo para engendrar nuevos seguidores.

La fe cristiana no podrá apoyarse en el ambiente sociocultural. Estructuras territoriales que hoy sostienen la fe de quienes no han abandonado la Iglesia quedarán desbordadas por el estilo de vida de la sociedad moderna, la movilidad de las gentes, la penetración de la cultura virtual y el modo de vivir el fin de semana.

Los sectores más lúcidos del cristianismo se irán concentrando en el Evangelio como el reducto o la fuerza decisiva para engendrar la fe. Ya el concilio Vaticano II hace esta afirmación: "El Evangelio... es para la Iglesia principio de vida para toda la duración de su tiempo". En cualquier época y en cualquier sociedad es el Evangelio el que engendra y funda la Iglesia, no nosotros.

Nadie conoce el futuro. Nadie tiene recetas para garantizar nada. Muchas de las iniciativas que hoy se impulsan pasarán rápidamente, pues no resistirán la fuerza de la sociedad secular, plural e indiferente. Dentro de pocos años sólo nos podremos ocupar de lo esencial.

Tal vez Jesús irrumpirá con una fuerza desconocida en esta sociedad descreída y satisfecha a través de pequeños grupos de cristianos sencillos, atraídos por su mensaje de un Dios Bueno, abiertos al sufrimiento de las gentes y dispuestos a trabajar por una vida más humana. Con Jesús todo es posible. Hemos de estar muy atentos a sus llamadas.