Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
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miércoles, 11 de mayo de 2011

EL OBJETIVO ECUMÉNICO según el DOCUMENTO DE MALINAS 2

B. EL OBJETIVO ECUMÉNICO


Para viajar juntos es preciso saber a dónde nos dirigimos. En este caso, es preciso definir, con toda claridad, la unidad visible de la Iglesia de Jesucristo, hacia la cual deseamos encaminarnos juntos.

Para ello debemos contestar estas tres preguntas:
                        ¿qué se debe entender por unidad eclesial a restaurar?
                        ¿qué se debe entender por unidad visible?
                        ¿qué se debe entender por Iglesia de Jesucristo?

1. ¿Qué se debe entender por unidad?

8. a. Unidad y no uniformidad. Desde un principio importa distinguir unidad "dogmática" y unidad "histórica". La primera se asienta en la fe, la segunda en los condicionamientos históricos de una época. No resulta fácil separar a la unidad "en estado puro" de sus envolturas accidentales. Nuestros apologistas católicos tenían antiguamente la costumbre de exaltar como signos de la unidad de la Iglesia elementos que no eran inherentes a su naturaleza. No debe confundirse unidad esencial con uniformidad.3

Después del Vaticano II, la distinción es ya clásica. Un célebre memorando de Dom Lambert Beauduin, leído por el cardenal Mercier en las Conversaciones de Malinas, llevaba este título, que en aquel tiempo resultaba atrevido: "Iglesia unida, no absorbida". En nuestros días, el cardenal Willembrands ha hecho alusión más de una vez a este texto que el mismo Papa Pablo VI evocó en su discurso de bienvenida al arzobispo de Canterbury, Dr. Coggan, en abril de 1977.4

En la perspectiva de una restauración de la unidad visible, se reserva un lugar importante al pluralismo en lo no esencial.

A este respecto y entre tantas otras declaraciones significativas ¿quien no recuerda la alocución que pronunció Pablo VI en el Simposio de obispos de África, el 27 de julio de 1969?
"Vuestra Iglesia", precisaba el Papa, "debe fundarse íntegramente sobre el patrimonio idéntico, esencial, constitucional de la misma doctrina de Cristo, profesada por la tradición auténtica y autorizada de la única y verdadera Iglesia. Esto es una exigencia fundamental e indiscutible... Nosotros no somos los inventores de nuestra fe, somos sus guardianes...

Pero la expresión, es decir, el lenguaje, la manera de manifestar la única fe, puede ser múltiple y por consiguiente original, conforme a la lengua, el estilo, el temperamento, el genio, la cultura de quien profesa esta única fe. Bajo este aspecto, un pluralismo es legítimo, incluso deseable. Una adaptación de la vida cristiana en el campo pastoral, ritual, didáctico y también espiritual, no solamente es posible sino alentada por la Iglesia... Será necesaria una incubación del "misterio" cristiano en el genio de vuestro pueblo, para que su voz original, más límpida y sincera, se eleve después armoniosamente en el coro de las otras voces de la Iglesia universal."5

Es lo que el Decreto sobre el ecumenismo expresaba ya en los siguientes términos:
"Conservando la unidad en lo que es necesario, todos en la Iglesia, cada uno según las funciones que se le haya asignado, observen la debida libertad, tanto en las diversas formas de vida espiritual y de disciplina como en la diversidad de ritos litúrgicos, e incluso en la elaboración teológica de la verdad revelada; y que en todo se practique la caridad" (n° 4).

9. b. La unidad que se debe "restaurar". Otra pregunta se plantea: ¿Qué queremos decir exactamente cuando hablamos de unidad eclesial, "que hay que restablecer", "que hay que restaurar"?

Aquí también debemos distinguir cuidadosamente entre la perspectiva de fe, por una parte, y la perspectiva sociológica, por otra; esta última considera a la Iglesia exclusivamente como un fenómeno histórico.

Solamente la fe nos permite descubrir el "misterio de la Iglesia". De esta Iglesia es de la que habla el Credo cuando dice: "Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica".
La Iglesia de la fe es la heredera de la promesa de Jesucristo: "Estaré con vosotros cada día hasta el fin de los siglos". Ella permanece animada por el Espíritu que continúa siéndole indisolublemente fiel para conducirla a la plenitud de la verdad.

Desde el primer capítulo de su Constitución Lumen Gentium, el Vaticano II tuvo cuidado de definir a la Iglesia como misterio, antes de describir los demás aspectos que se derivan de su esencia. Nunca debe perderse de vista este orden de los capítulos, tal como muy oportunamente recordaba Mons. Quinn, actual Presidente de la Conferencia de obispos de los Estados Unidos:
"Es importante hacer notar que el Concilio Vaticano II no empezó su exposición sobre la Iglesia con el pueblo de Dios, tal como por error se afirma frecuentemente. El Concilio empezó a estudiar a la Iglesia como misterio. La Iglesia como misterio de Dios es el sostén de todo el magisterio del Concilio. Es una realidad oculta en Dios, manifestada en Jesucristo y ampliamente difundida por el poder del Espíritu Santo.”6

Debemos por tanto abstenernos de usar un lenguaje que pudiera hacer creer que la Iglesia de hoy debe restaurarse como un viejo castillo cuyas paredes sé tambalean, como si la Iglesia hubiera sido abandonada por el Espíritu, o como si su misma "unidad" no fuera un atributo de origen, inherente a su constitución.

La unidad, así como la santidad, de la Iglesia no se han de entender situadas al final de nuestros esfuerzos: se trata de dones de Cristo otorgados desde un principio a su Iglesia.

Así como la santidad de la Iglesia no es la suma de las santidades acumuladas de sus miembros, así tampoco la unidad de la Iglesia es un ideal remoto a conseguir, ni una unidad que deba hacerse o rehacerse por nosotros, sino una unidad que es don de Dios, y que nos impone su lógica y sus exigencias.

El ecumenismo estaría condenado al fracaso -sobre este punto la Iglesia Ortodoxa está de acuerdo con la Iglesia Católica- si olvidara estas verdades eclesiales de base y tratara de presentarse como un esfuerzo combinado para crear una Iglesia del futuro.
Mons. Philips, el principal redactor de la Lumen Gentium, hablando de la unidad de la Iglesia escribe en su comentario:

"Su unidad (la de la Iglesia) debe por tanto comprenderse también en un sentido dinámico: es una tuerza que emana del Espíritu Santo infundido en la Iglesia. Si Cristo es uno, su Iglesia debe ser una, y cada día debe serlo más: he aquí en germen todo el ecumenismo".7
La unidad es al mismo tiempo un don y una tarea, una realidad poseída y una realidad por conseguir. Los esfuerzos para recomponer la unidad se sitúan en el plano de la visibilidad y de la historia y no en lo íntimo de su misterio.

10. c. La unidad fundamental. Como decíamos, la unidad de la Iglesia es compatible con un pluralismo en el campo litúrgico, canónico y espiritual. Pero en cambio requiere, sin compromiso posible, una unidad fundamental en la fe. No decimos en la teología, puesto que la Iglesia acepta una pluralidad de teologías, siempre que quede a salvo la fe. Es por tanto importante deslindar bien lo que constituye lo esencial de la fe.

El Cardenal Ratzinger escribía con mucha razón que "el ecumenismo sólo tiene consistencia si concede plena importancia a la obligación de compartir en la Iglesia una fe común".

A continuación, en las mismas líneas está la siguiente declaración de Theological Renewal, una revista Protestante para carismáticos: "Una unidad basada en la experiencia a expensas de la doctrina sería bastante menos que la unidad que contempla el Nuevo Testamento, y, en último término, resultaría peligrosa".8

Pero es precisamente con respecto a esta unidad de fe necesaria que puede darse una ambigüedad peligrosa. Fácilmente podemos caer en la tentación de deslindar lo que reputamos "esencial" de la fe, situando nuestras divisiones y las verdades controvertidas en el terreno de lo secundario y de lo accidental. Es imposible establecer semejante ecuación, como si "fundamental" equivaliera a "lo que es común".

No existe un cristianismo "genérico", algo así como un residuo de diferencias que sólo serían variantes accesorias. Cristo fundó una sola Iglesia, con todo lo que ella comporta. Nuestras divisiones, que siguen siendo un escándalo, no nos autorizan a definir lo esencial y lo accesorio en función de los cambiantes accidentes de la historia. Habrá que recordar esta exigencia en el capítulo que trata de las directrices pastorales.

Constituiría la negación del auténtico ecumenismo el que los cristianos sólo pudieran llegar a reunirse sobre la base del más reducido común denominador. Ello podría incluso llegar a desembocar en un cristianismo sin Iglesia, y hasta sin bautismo, o en una súper-Iglesia sin fundamento.
Es necesario que la vía de acceso a la unidad permanezca bien despejada, si se quiere que cada uno lleve a cabo las experiencias de acercamiento, sin confusión doctrinal y guardando las necesarias fidelidades.

'''La primera ley del ecumenismo es respetar la fe sincera del otro: en realidad la estamos ya ofendiendo cuando clasificamos como accesorio todo lo que nos divide, sin hacer las v necesarias distinciones.

Declarar, por ejemplo, "fundamental":
                        un cristianismo que acepta a Cristo pero no a la Iglesia,
                        la Palabra de Dios pero no la Tradición viva, que la sostiene y sirve de vehículo, a la vez que se somete a ella,
                        los carismas del Espíritu pero no la estructura ministerial y sacramental de la Iglesia, es pedir, ya de entrada, al católico, que reniegue a los puntos esenciales de su fe y conducir el diálogo ecuménico a un callejón sin salida.

11. d. Jerarquía de las verdades. Todo eso no contradice, de ninguna manera el hecho de que todas las verdades no son igualmente ciertas. El Concilio Vaticano II habló con mucha razón de una "jerarquía de verdades".

"En el diálogo ecuménico -se dijo allí- los teólogos católicos, fieles a la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanos separados de investigar los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al confrontar las doctrinas no olviden que hay un orden o "jerarquía" de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana. De esta forma se preparará el camino por donde todos se estimulen a proseguir con esta fraterna emulación hacia un conocimiento más profundo y una exposición más clara de las incalculables riquezas de Cristo" (Decreto sobre el Ecumenismo, nº 11).

Queda aquí una puerta abierta para el acercamiento. A condición de que comprendamos exactamente lo que significa "jerarquía de verdades”

En el contenido de la Revelación no hay verdades más o menos reveladas; y todo lo que Dios nos comunica merece ser igualmente creído.

Todas las verdades deben ser creídas con la misma fe, pero no todas ellas ocupan el mismo lugar en el misterio de la salvación. Están más o menos íntimamente y más o menos directamente referidas a Cristo y, a través de Él, al misterio trinitario. Algunas verdades conciernen a la misma substancia de la vida cristiana, mientras otras pertenecen al orden de los medios para alcanzar este fin. Finalmente, hay una jerarquía de verdades en lo abstracto, tal como pueden establecerla los teólogos, y una jerarquía concreta tal como la viven los cristianos corrientes. Los dos procesos no son idénticos. Es una cuestión que los teólogos deben profundizar más, pero que nos ofrece una pista ecuménica que interesa seguir.
En lo que nos concierne, es importante hacer notar que la Iglesia, como institución animada por el Espíritu, es uno de los misterios fundamentales del cristianismo. No se la puede considerar por tanto como una superestructura y clasificarla como de categoría secundaria, aún cuando el pecado de los hombres oscurezca su valor de signo. La Iglesia está en el centro de las enseñanzas del Nuevo Testamento, por el solo hecho de que Cristo continúa su vida en ella por su Espíritu.

El ministerio eclesial no es tampoco una especie de armazón; no corresponde únicamente a una necesidad de orden funcional: en sus rasgos fundamentales pertenece a la esencia de la Iglesia y por ello no puede hacerse a un lado para ceder su lugar a un liderazgo carismático, por muy valioso que éste fuera. Este ministerio eclesial es un ministerio de presidencia y de unidad, fundado sobre una ordenación sacramental que estructura desde dentro a la comunidad. Su misión inalienable es hacer converger los carismas para edificar la Iglesia y hacer de ella una comunión en el Espíritu Santo.

14. e. ¿Es verdad que la doctrina separa y que la acción une? Hubo un tiempo que en los medios ecuménicos se repetía con agrado el estribillo según el cual "la doctrina separa mientras que la acción une". De la anterior afirmación sacaban la conclusión de que era necesario dejar de lado las cuestiones doctrinales y contentarse con aspirar a una colaboración en el terreno práctico.

En un importante informe al Comité General del Consejo Ecuménico, el pastor Lukas Vischer acaba de afirmar sin rodeos que es preciso prevenirse contra este género de simplismo, y escribe así:

"Recientemente, esta consigna (la doctrina separa, la acción une) ha experimentado con frecuencia una inversión. Habiendo demostrado la experiencia que la acción conduce a las Iglesias a nuevas formas de división, se ha llegado a la afirmación algo sorprendente de que es la doctrina lo que une y la acción lo que separa. Pero estos dos slogans, ¿no son, en realidad, tan erróneos el uno como el otro? ¿No descansan ambos sobre una extraña separación entre fe y acción? ¿El error contenido en el primer slogan, no es, a fin de cuentas, el mismo que aparece en forma invertida en el otro? En el fondo, también en la acción es la fe lo que está en juego. y en el origen de las diferentes opciones de acción en el mundo se encuentran diferentes teologías, cristologías, y pneumatologías. Tanto hoy como ayer, las Iglesias están llamadas a encontrar los medios de confirmarse mutuamente en la común fe apostólica. Alguna forma de consenso es necesaria. Los conflictos que hoy en día rodean la acción de la Iglesia, lejos de hacer superfluo el consenso, lo hacen aparecer más urgente que nunca."9

2. ¿Por qué es necesaria una unidad visible?

13. a. Unidad invisible y visible. Ante la dificultad de unir a la Iglesia, más de una vez se ha intentado recurrir a la unión puramente espiritual de los cristianos por encima de las demarcaciones confesionales. Esto es desconocer la verdadera naturaleza de la Iglesia. El Vaticano II, en la Lumen Gentium, ha subrayado fuertemente el lazo entre los dos aspectos, visible y espiritual, de la misma Iglesia, con estas palabras:

"Cristo, Mediador único, estableció su iglesia santa, comunidad de fe, de esperanza y de caridad en este mundo con una trabazón visible y la mantiene constantemente, por la cual comunica a todos la verdad y la gracia. Pero la sociedad dotada de órganos jerárquicos, y el Cuerpo místico de Cristo, reunión visible y comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia dotada de bienes celestiales, no han de considerarse como dos cosas, porque forman una realidad compleja, constituida por un elemento humano y otro divino: Por esta profunda analogía se elimina al Misterio del Verbo encarnado. Pues como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como órgano de salvación a Él indisolublemente unido de forma semejante la unión social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la vivifica, para el incremento del cuerpo (Cf. Ef 4,16).

"Ésta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos una, santa, católica y apostólica.” (Lumen Gentium, nº 8).

14. b. La institución y el acontecimiento. En la visión cristiana de la salvación, la oposición entre Espíritu e institución, entre inspiración y estructura, es inaceptable y donde quiera que se manifieste (lo que a veces ocurre) debe ser superada:

Como ha señalado certeramente un teólogo suizo, de tradición reformada, el profesor Jean-Louis Leuba, de Neuchtel10, el acontecimiento de la salvación toma cuerpo en una institución histórica, que es su memoria, da testimonio de él y es su signo en el corazón del mundo y de la historia.

E inversamente, la institución debe permanecer abierta al acontecimiento del Espíritu, que es el único que puede volverla fecunda y significante. La Iglesia es la comunidad en la que el Espíritu Santo obra a la vez por medio de los carismas institucionales constantes y por medio de los dones del Espíritu, ordinarios y extraordinarios, que manifiestan su presencia y su poder.
En una palabra, el Espíritu siempre se nos da para reunificar y purificar sin cesar las estructuras institucionales que aseguran la cohesión y el crecimiento del Cuerpo de Cristo en este mundo, para hacerlas cada vez más transparentes al misterio que deben manifestar.

3. ¿Qué se debe entender por "Iglesia de Jesucristo"?

15. Antes del Vaticano II, los teólogos católicos acostumbraban a identificar Iglesia de Jesucristo, Cuerpo Místico de Cristo, con Iglesia Católica Romana, y esta identificación era frecuentemente presentada como absoluta, exclusiva. Se trataba de un endurecimiento doctrinal como consecuencia de la lucha contra los que disociaban erróneamente Iglesia jurídica e Iglesia de la caridad, Iglesia-institución e Iglesia de la libertad espiritual.

A partir del Vaticano II, bajo la influencia del movimiento ecuménico y gracias a un entendimiento más matizado del misterio de la Iglesia, la posición católica puede resumirse en estas palabras tomadas de la Lumen Gentium, n° 8:
"Esta Iglesia (de Jesucristo), constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, permanece en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él".

La introducción del permanece en puede ilustrar mucho a los demás cristianos acerca de la eclesiología de los católicos. Si los Padres conciliares no aceptaron la fórmula que se les proponía a saber: el Cuerpo místico es la Iglesia Católica fue debido a que consideraron que esta identificación sin matices no expresaba íntegramente el misterio de la Iglesia.

Es también digna de tenerse en cuenta la razón que se adujo para este cambio. "El informe oficial dice que se dio lugar al cambio porque en las demás Iglesias cristianas se encuentran también elementos constitutivos de la Iglesia. Por lo demás, debe observarse que en diferentes ocasiones el Concilio habla de "Iglesias" cristianas o de "comunidades eclesiales", en el sentido teológico de estas expresiones. En las perspectivas que dejamos señaladas, podemos por tanto decir con J. Hoffmann:

"Creemos que la Iglesia Católica es la Iglesia donde permanece plenamente la única Iglesia de Cristo y que la realidad propia del misterio eucarístico se da en ella con plenitud. Pero no es menos cierto que hay distancia -en tensión dinámica- entre la plenitud de medios de salvación, que creemos se dan en la Iglesia Católica, y su concreta realización histórica; entre la plenitud del don eucarístico y su actualización en la fe y en la caridad de los creyentes".11

Para llegar a un buen entendimiento con nuestros hermanos separados, es indispensable que ellos sepan cómo concibe la Iglesia de Roma su propia identidad.

La seguridad de permanecer esencialmente fiel a la Iglesia querida por Jesucristo, de ninguna manera impide proseguir la búsqueda de los medios para restaurar la unidad visible con las otras comunidades cristianas, en inserción real aunque imperfecta en lo que consideramos el tronco del árbol plantado por el Señor, "junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto", y "jamás se amustia su follaje" (Salmo 1), a pesar de la debilidad y la miseria de los hombres que tan mal han correspondido, en el curso de la historia, al don de Dios que se les había confiado.
En otras palabras, indudablemente más simples, podemos concluir que: por razón de los muchos bienes eclesiales que ya poseen en común -como el Bautismo, el Evangelio, los dones del Espíritu, etc.- todas las Iglesias cristianas, comprendida la Iglesia Católica Romana, viven desde ahora en una comunión real aunque imperfecta. Todos los esfuerzo del movimiento ecuménico tienden a conseguir que esta unión real sea cada vez menos imperfecta a fin de que llegue el día en que, habiéndose alcanzado las condiciones suficientes para la unidad esencial de fe y de constitución, todos puedan celebrar juntos la restauración de la unidad v vivir fraternalmente en la Iglesia una y única de Jesucristo.12
3 El distinguido teólogo anglicano de Oxford, JOHN MACQUARRIE ha consagrado un libro reciente a demostrar que diversidad no es sinónimo de división. Su título es Christian Unity and Christian Diversity, Ed. Westminster Press, Philadelphia 1975, U.S.A.
4 Doc. Cath., 15 de mayo 1977, p. 457 (L’Osservatore Romano, 29 abril 1977).
5 Doc. Cath., 7 septiembre 1969, p. 765 (L’Osservatore Romano, 28 julio 1969).
6 Arzobispo JOHN QUINN. Characteristics of the Pastoral Planner, en "Origins", 1 Enero 1976, vol. 3, N° 28, p. 439.
7 Mons. YHILIY5, L'Eglise et son mvstére au deuxiéme Concile du Vatican, Desclée de Brouwer, 1967, t.l. comentario al n° 8 de Lumen Gentium
8 J. RATZJNGER, The future of Ecumenism, p. 204, y Theological Renewal. N° 68, Abril-Mayo 1977.
9 Doc. Cath., 15 Enero 1978, p. 65. Informe de LUKAS VISCHER con el título: Baptême, Eucharistie, Ministére, où en sommes-nous sur la voie du consensus?.
10 L'lnstitution et l'Evénement, Ed. Delachaux et Nestlé, Neuchátel 1950
11 J. HOFFMANN, Revista "Unité Chrétienne", Febrero 1977, p. 63.
12 Se puede leer con gran interés el artículo del P. LANNE. O.S.B. Consultor del Secretariado para la Unidad de los Cristianos: Le Mystére de l'Eglise et de son unité, en "Irenikon—, 1973, n" 3.

1 comentario:

  1. Acepto la unidad, comunición y ecumenismo, porque es llamado de Cristo, pero un Jesús netamente histórico, como el cuento de Cachemira, es inaceptable; un Jesús histórico que quedó vivo después de la crucifixion, es inaceptable; un Jesús casado con María Magdalena o Marjan, es inaceptable; un Jesús que salió de la tumba y no resucitó, sino que la resurrección es fe de la primera Iglesia, igualmente su ascención al Cielo, es absolutamente inaceptable. Si esto es así, VANO ES NUESTRA FE. ENTREMOS, ENTONCES, DE LLENO, AL MATERIALISMO DIALECTICO DE MARX, FINANCIADO POR WALL STREET Y CIERTOS JUDÍOS.

    Norberto Ramón Polanco Pérez, seminarista-teólogo de la Iglesia Católica Anglicana de Europa, Diócesis Misionera de Madrid.

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