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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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domingo, 26 de agosto de 2012

QUE ES UN ICONO


La palabra icono (en griego εκν) simplemente significa «imagen»: Esta es la palabra común en griego para designar una pintura. Pero se utiliza con un sentido especial para referirse a las pinturas hechas, siguiendo una determinada tradición cristiana, para ayudar a la gente a orar.

Es importante tener presente este propósito central si queremos comprender los iconos y su significado. Ante todo su objetivo es favorecer la oración, no son básicamente decorativos. No están hechos para ensenar la Biblia o las doctrinas de la fe (aunque también desempeñen esta función secundaria); ni tampoco, al contrario de la mayoría del arte occidental, buscan expresar la visión o la personalidad individual del artista.

El objetivo de los iconos es la oración. Y para los cristianos, la oración es una relación de amistad con Dios. Esto significa que el propósito de los iconos es sobre todo personal, pues están hechos para ayudarnos a entrar en relación con Dios, sostener esta relación y facilitar su desarrollo. Los rasgos característicos de los iconos están diseñados teniendo en cuenta este fin. Si hemos entendido esto, tenemos la clave principal para comprender los iconos. Pero antes de pasar a ver lo que esto significa en la practica, queda aun una cuestión por tratar.

Es relativamente sencillo ver como llevar una foto de un amigo o de un familiar puede servirnos para recordarles, y para avivar nuestro amor por ellos cuando están lejos. Pero como puede ser esto posible con Dios? «A Dios nadie lo ha visto nunca», dice san Juan (1 Juan 4,12). Dios no es un ser con un cuerpo físico; Dios no tiene forma o talla o color; no hay nada en Dios que permita, literalmente, hacer una imagen de el. Pero el problema es aun mas profundo. No es simplemente que Dios no tenga un cuerpo físico, visible. Sino que la propia naturaleza de Dios, su esencia, es fundamentalmente un misterio. Dios nunca puede ser aprehendido o aprisionado por nuestra imaginación, ni por ninguna forma de definición o pensamiento sobre el. A lo más que pueden llegar nuestras ideas es a apuntar en la dirección correcta; pero ellas nunca pueden abarcar a Dios. Cuando intentamos atraparle, nos elude.

Ahora bien, la mayoría de nosotros, cuando pensamos en Dios, creamos imágenes de algún tipo. Por ejemplo, recordamos que Dios es todopoderoso, y así hacemos una cierta imagen de un ser muy poderoso. O bien –y esto es aun mejor– creemos que Dios es bello, y así imaginamos alguien de una belleza resplandeciente. O también –mucho mas problemático– nos decimos a nosotros mismos que Dios quiere que hagamos lo que esta bien y que se sentirá infeliz o estará enfadado con nosotros si hacemos lo que esta mal, y así inventamos algún tipo de arbitro o policía sobrenatural. Puede que algunas de las imágenes que construimos nos sean de ayuda, y puedan llevarnos a Dios, al menos hasta un cierto punto. Otras son totalmente erróneas, y pueden distorsionar por completo nuestra idea de Dios y, por tanto, mantenernos alejados de el. Pero ninguna de estas imágenes son muy buenas. Ninguna de ellas corresponde a lo que Dios realmente es en si. Para que crezca nuestra fe, necesitamos ir gradualmente percibiendo que todas nuestras imágenes de Dios son totalmente inadecuadas a lo que el es en realidad. El es siempre mas grande, o mejor, o mas vivo, o mas sorprendente, o simplemente bastante diferente de la imagen que tenemos de el. Cualquier imagen de Dios se revela tarde o temprano como una imagen falsa.

Este hecho desempeña un papel importante en la Biblia. En tiempos bíblicos, casi todas las naciones conservan en sus lugares de culto estatuas o imágenes de su dios o dioses. Los templos de los griegos, de los romanos o de los antiguos egipcios son ejemplos bien conocidos. El pueblo judío era único al insistir en que ellos habían recibido como un mandamiento de Dios: «No te harás escultura ni imagen alguna de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postraras ante ellas ni les darás culto.» (Éxodo 20,4-5). Este principio es reiterado una y otra vez a lo largo del Antiguo Testamento. Así, mientras que el santuario de cualquiera de los otros templos de aquel tiempo contenía la imagen de su dios, el lugar mas sagrado del templo del Señor en Jerusalén contenía, en vez de una estatua, un lugar vacio.

Una manera de comprender el sentido de esto es pensar en la amistad entre dos personas. Para que la amistad crezca y madure, los amigos necesitan ser ellos mismos y no esconderse tras una mascara o personaje ficticio; aun cuando puedan sentirse tentados a colocársela para ser aceptados o admirados. Y cada uno necesita dejarle al otro espacio, sin imponer condiciones: «Necesito a mi amigo para ser tal o cual clase de persona.» Si no existe este espacio esencial de autenticidad, la amistad permanecerá atrofiada y nunca podrá crecer o hacerse mas profunda como debería ser. Cuando Dios le dice a su pueblo «No te harás una imagen», les esta diciendo: «Déjame espacio para ser quien realmente soy. No intentes rellenar ese espacio con un dios imaginario. Déjame ser yo. Porque deseo una amistad real contigo, no una imaginaria.»

La razón para prohibir las imágenes de Dios era dar cabida a una realidad, a un misterio, mayor que cualquier imagen.

Tanto la fe judía como el Islam han mantenido hasta nuestros días este principio en su forma literal, ninguno de los dos aceptan el uso de imágenes en la oración.

¿Como es posible entonces que muchas Iglesias cristianas permitan y promuevan el uso de estas imágenes? Este hecho, a primera vista, parece especialmente paradójico en el caso de la Iglesia ortodoxa, ya que es precisamente el pensamiento ortodoxo quien subraya mas que ninguna otra tradición el misterio de Dios, esto es, el hecho de que no podemos abarcar a Dios mediante nuestra imaginación o pensamiento.(1) Y, sin embargo, La Iglesia ortodoxa ha desarrollado de un modo especial la tradición de fabricar y usar iconos.

La resolución de esta paradoja se halla en la persona de Cristo. Un icono no representa a Dios en si mismo. No hay en la tradición autentica iconos de Dios Padre, ni del Espíritu Santo, ni de Dios Hijo excepto aquellos que tienen que ver con su encarnación como Cristo, precisamente porque Dios es por naturaleza misterio invisible, y cualquier imagen hecha para representarlo puede convertirse en una barrera para conocerle mejor. Pero lo que esta representado en los iconos es Jesucristo en cuanto hombre. La razón por la que es posible hacer iconos no se halla en el Antiguo Testamento, cuya revelación de Dios prohíbe hacer imágenes, sino en el Nuevo. «Quien me ha visto,» dice Jesús, «ha visto al Padre» (Juan 14,9). «Cristo,» dice san Pablo, «es imagen de Dios invisible» (Colosenses 1,15). Estas palabras misteriosas evidencian que, si bien Dios no puede ser representado por una imagen en el sentido ordinario, existe una imagen verdadera de Dios: no una imagen pintada o dibujada por un ser humano, sino la propia persona y la vida de un ser humano, de Jesucristo. Esto es lo que la Teología llama la Encarnación: Cristo no fue simplemente un maestro, aunque vino a decirnos algo sobre Dios, ni tan siquiera fue un profeta con la tarea de traernos un mensaje de parte de Dios. Su identidad, su propio ser, expresado  en todos sus actos y obras, es la misma identidad de Dios. ¿Quien es Dios? ¿Quien es Jesús? La respuesta a estas cuestiones es la misma. La persona y la vida de Jesús revelan el corazón del misterio de Dios.

Ahora bien, Jesús tiene un cuerpo físico como el nuestro, se le puede ver y tocar. Si hubieran existido cámaras en aquellos tiempos, habría sido posible fotografiarle. No es imposible hacer una imagen de el, como lo es hacer una imagen de Dios. Y este es el punto de partida de los iconos cristianos: un icono es una imagen de Jesucristo. Pero no es un retrato fotográfico que simplemente muestra su apariencia física. Los iconos no están interesados en la altura o constitución o el color de cabello de Jesús; no se centra en lo externo, sino en la identidad de Jesús, su identidad profunda como ser humano. Y esto conlleva, al mismo tiempo, su identidad única como Dios.

Así pues, los iconos no están hechos en contra del mandamiento del Antiguo Testamento; sino que más bien suponen una celebración de Cristo, de Dios encarnado hecho hombre, y son una vía para orar a Dios a través de Cristo. San Juan Damasceno, que escribió en el siglo VIII, lo expreso del siguiente modo:
En otro tiempo, Dios invisible que no tenia cuerpo ni figura no podía de ningún modo ser representado con una imagen. Pero ahora que se ha hecho ver en la carne y ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de Dios. No adoro la materia; adoro al creador de la materia, que se ha hecho cuerpo material por mi, que elige vivir en la materia y que, a través de la materia, ha causado la salvación. (Discurso I, 16)


(1)
Este aspecto importante del pensamiento cristiano es llamado
teologia apofatica. Esta se acerca a Dios no mediante afi rmaciones
sobre el, sino negando progresivamente todas las afi rmaciones
para transcenderlas: si Dios es poderoso, su poder es tan diferente
respecto a la fuerza humana que la palabra «poderoso» puede llevar
a confusion. Si Dios es amor, su amor es mucho mas profundo que
el amor humano hasta el punto que la palabra «amor» es del todo
inadecuada. De esta manera, negar las afi rmaciones sobre Dios se
convierte en una via, incluso mucho mas positiva, para aproximarse a
el. Esta corriente de pensamiento esta practicamente presente en toda
tradicion cristiana, pero es la tradicion ortodoxa quien la subraya, en
particular.

1 comentario:

  1. EXCELENTE MATÉRIA,FELICITACIONES EN CRISTO.vOY A COMPARTIR.PAX ET BONUM!

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Muchas gracias por tu aporte lleno de amor y sabiduría, nos edifica...