Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
Palabra + Espíritu + Sacramento + Misión
Evangelizar + Discipular + Enviar


“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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domingo, 26 de agosto de 2012

EXHORTACIÓN SOBRE NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LA SANTA COMUNIÓN


LIBRO DE ORACIÓN COMÚN LOC p.238.
Amados en el Señor:
Nuestro Salvador Jesucristo, la noche antes de su pasión, instituyó el Sacramento de su Cuerpo y Sangre como señal y prenda de su amor, en memorial perpetuo del sacrificio de su muerte y para una participación espiritual en su vida resucitada. En estos santos Misterios somos hechos uno con Cristo, y Cristo con nosotros; somos hechos un solo cuerpo en él, y miembros los unos de los otros.

Considerando, por tanto, su gran amor hacia nosotros, y en obediencia a su mandato, su Iglesia rinde al Dios todopoderoso, nuestro Padre celestial, infinitas gracias por la creación del mundo, por su providencia continua para con nosotros, por su amor hacia el género humano y por la redención del mundo por nuestro Salvador Jesucristo, quien se encarnó y se humilló a sí mismo hasta la muerte, y muerte de cruz, para hacernos hijos de Dios, mediante el poder del Espíritu Santo, y exaltarnos a la vida eterna.

Si hemos de participar debidamente en la celebración de esos santos Misterios, y ser nutridos por ese Alimento espiritual, debemos recordar la dignidad de ese santo Sacramento. Les pido, por tanto, que consideren la exhortación que San Pablo hace a toda persona a que se prepare cuidadosamente antes de comer de ese Pan y beber de ese Cáliz.

Así como es grande el beneficio, si con un corazón arrepentido y una fe viva recibimos el santo Sacramento, así también es grande el peligro si lo recibimos de manera impropia, sin discernir el Cuerpo del Señor. Júzguense, pues, ustedes mismos, para no ser juzgados por el Señor.

Examinen su vida y conducta a la luz de los mandamientos de Dios, para que puedan percibir cómo han ofendido en lo que han hecho o dejado de hacer, por pensamiento, palabra u obra. Reconozcan sus pecados ante Dios todopoderoso, con el pleno propósito de enmienda de vida, y estén dispuestos a hacer restitución por todos los agravios y daños que hayan cometido en contra de los demás, y también prontos a perdonar a los que les hayan ofendido, para que ustedes mismos puedan ser perdonados. Y así, reconciliados unos con otros, vengan a participar del banquete de ese Alimento celestial.

Si necesitan ayuda y consejo en su preparación, vayan y expongan sus aflicciones ante un sacerdote discreto y comprensivo, y confiesen sus pecados, para que reciban el beneficio de la absolución, consejo y dirección espiritual; a fin de eliminar todo escrúpulo y duda, asegurar el perdón y fortalecer su fe.

A Cristo nuestro Señor, que nos ama, y nos lavó en su propia sangre, y nos hizo un reino de sacerdotes para servir a su Dios y Padre -a él sea la gloria en la Iglesia por todas las edades. Por medio de él ofrezcamos continuamente el sacrificio de alabanza, que es nuestro deber y servicio obligatorio, y con fe en él acerquémonos con valor al trono de la gracia [y humildemente confesemos nuestros pecados a Dios todopoderoso].

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