Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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sábado, 20 de agosto de 2011

SOBRE EL RITO DE ORDENACIÓN DE DIÁCONOS LOC


Ordenación de un Diácono

La Ordenación de un Diácono es estructuralmente idéntica con la del presbiterado y muy semejante a la de obispo, y sirve como la pro-anáfora de la liturgia eucarística. Tiene las mismas directrices generales; que los otros ritos, que el obispo tiene que estar sentado en un lugar visible, etc.

El rito comienza con el saludo, la Colecta por la Pureza, y la Presentación que es casi idéntica a la presentación de la Ordenación de Presbítero. Un presbítero y un laico, por lo menos, sirven como presentadores, pero más laicos y presbíteros también pueden participar en ella. Se ponen de pie con el ordenando ante el obispo y le
presentan.

El obispo responde con preguntas en cuanto a:
-          la selección legítima,
-          adecuada y
-          canónica del ordenando.
El ordenando responde a la pregunta del obispo en cuanto a su afirmación de fe y lealtad con
-          la afirmación en voz alta, y
-          firma el documento junto con los testigos.

El obispo pide al pueblo si hay cualquier objeción para no ordenar a esta persona. Si no hay, entonces, pregunta a la congregación su voluntad que sea ordenado diácono, y luego su compromiso a respaldarle en este ministerio.

El obispo anuncia la oración por el ordenando y sigue la Letanía para las Ordenaciones y terminada ésta, el obispo se pone de pie, para decir la Colecta del Día o la Colecta para Ordenaciones o las dos.

El Ministerio de la Palabra consiste en las tres lecturas y salmo. Termina con el Evangelio, el sermón y el credo.

Después viene el Examen del ordenando que principia con la descripción del oficio y ministerio de Diácono. El ordenando permanece de pie delante del obispo.

La descripción del oficio de diácono enfatiza su ministerio especial de servicio directamente bajo el obispo (la relación del diácono con su obispo es muy especial, distinta de la relación de presbítero con obispo o diácono con presbítero).

El diácono debe servir especialmente a los pobres, débiles, enfermos y solitarios. El oficio del diácono es interpretar «a la Iglesia las necesidades, preocupaciones y esperanzas del mundo» y también de ayudar «al obispo y a los presbíteros en el culto público y en la ministración de la Palabra de Dios y de los Sacramentos». Termina con una pregunta dirigida al ordenando, si piensa ser realmente llamado a servir en este orden y la respuesta es «Así lo creo».

Esto es seguido por una serie de preguntas en cuanto a:
-          su compromiso al ministerio,
-          su lealtad y obediencia al obispo,
-          su fidelidad en oración, lectura y estudio de las Santas Escrituras,
-          su búsqueda de Cristo en las demás personas,
-          el conformarse a sí mismo y a su familia a las normas éticas y morales del cristianismo.
Termina con la oración que Dios le dé la gracia suficiente para que esto sea cumplido en el ministerio del ordenando.

La oración de Consagración del Diácono comienza con todos de pie, a excepción del ordenando arrodillado ante el obispo. Se canta el Veni Creator Spiritus (o el Veni Sancte Spiritus) y hay un tiempo de silencio.

El Obispo recita la Oración de Consagración u Ordenación sobre el diácono. Es de tres párrafos. Durante el segundo el obispo impone sus manos sobre la cabeza del ordenando. Si hay más de un ordenando, el obispo impone las manos sobre cada ordenando y repita sobre cada uno las mismas palabras (con cambio de nombre, por supuesto). La imposición de manos se hace solamente por el obispo consagrante.

Una vez terminada la oración de consagración, el nuevo diácono es revestido con su estola (estilo diácono) y otras vestiduras y símbolos de su oficio. También se entrega una Biblia específicamente con la autoridad de proclamar la Palabra de Dios y ayudar en la administración de los sacramentos.

La Paz es dada por el obispo. El obispo y el clero saludan al nuevo diácono y él a su familia y a otros miembros de la congregación.
En la Celebración de la Eucaristía, el nuevo diácono participa en la preparación del altar y también en la administración del sacramento en la Comunión. El obispo preside el ministerio del sacramento. La familia del ordenando puede participar en el ofertorio, presentando los elementos de pan y vino, y debe tener la oportunidad de comulgar antes que los otros miembros de la congregación, después de los clérigos.

La oración de Poscomunión es igual a la Poscomunión en los dos otros ritos de ordenación.

El obispo termina el culto con su bendición y el recién ordenado da la Despedida. Después de la comunión, «es apropiado que los diáconos retiren los vasos sagrados del Altar, consuman los Elementos restantes y limpien los vasos sagrados en algún lugar conveniente».

La Ordenación de un Diácono

Puede cantarse un himno, salmo o antífona.

El pueblo de pie, el Obispo dice:
Bendito sea Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Pueblo Y bendito sea su reino, ahora y por siempre.
            Amén.

Desde el Día de Pascua hasta el Día de Pentecostés inclusive, en lugar de lo anterior, se dice:

Obispo ¡Aleluya! Cristo ha resucitado.

Pueblo ¡Es verdad! El Señor ha resucitado. ¡Aleluya!

Durante la Cuaresma y en otras ocasiones penitenciales, se dice:
Obispo Bendigan al Señor, quien perdona todos nuestros pecados.

Pueblo Para siempre es su misericordia.

Obispo:
Dios omnipotente, para quien todos los corazones están manifiestos, todos los deseos son conocidos y ningún secreto se halla encubierto: Purifica los pensamientos de nuestros corazones por la inspiración de tu Santo Espíritu, para que perfectamente te amemos y dignamente proclamemos la grandeza de tu santo Nombre; por Cristo nuestro Señor.
Amén.

Presentación

El obispo y el pueblo se sientan. Un Presbítero y un Laico y, si se desea, presentadores adicionales, de pie ante el obispo, presentan al ordenando, diciendo:

N., Obispo en la Iglesia de Dios, en nombre del clero y pueblo de la Diócesis de N., te presentamos a N.N. para ser ordenado diácono en la santa Iglesia católica de Cristo.

Obispo:
¿Ha sido escogido de acuerdo con los cánones de esta Iglesia? Y ¿creen ustedes que su forma de vida es apropiada para el ejercicio de este ministerio?
Presentadores:
Certificamos que ha satisfecho los requisitos de los cánones, y le creemos calificado para esta orden.

El Obispo dice al ordenando:
¿Serás leal a la doctrina, disciplina y culto de Cristo, tal y como esta Iglesia los ha recibido? Y ¿obedecerás, de acuerdo con los cánones de esta Iglesia, a tu obispo y otros ministros que tengan autoridad sobre ti y tu trabajo?

Respuesta:
Estoy dispuesto a hacerlo así; y declaro solemnemente que creo que las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento son la Palabra de Dios, y que contienen todas las cosas necesarias para la salvación; y me comprometo solemnemente a conformarme a la doctrina, disciplina y
culto de la Iglesia Católica Apostólica en traición Anglicana.

El Ordenando firma entonces la Declaración anterior delante de todos los presentes.
Todos se ponen de pie.

 El Obispo dice al pueblo:
Amados hermanos en Cristo, ustedes conocen la importancia de este ministerio, y el peso de su responsabilidad al presentar a N.N. para ser ordenado a la sagrada orden del diaconado. Por tanto, si alguno de ustedes tiene conocimiento de impedimento o crimen por lo cual no debamos proceder, acérquese ahora y delo a conocer.

Si no se presentan objeciones, el Obispo continúa:

¿Es su voluntad que N. sea ordenado diácono?

El Pueblo responde con éstas u otras palabras similares:

Esa es nuestra voluntad.

Obispo:

¿Le respaldarán en este ministerio?

El Pueblo responde con éstas u otras palabras similares:

Así lo haremos.

Entonces el Obispo invita al pueblo a orar con éstas o palabras similares:

En paz oremos al Señor.

Todos se arrodillan, y la Persona señalada dirige la Letanía para Ordenaciones, u otra aprobada. Terminada la letanía, y después del Kyrie, el Obispo se pone de pie y dice la Colecta del Día, o la siguiente, o ambas, diciendo primero:

El Señor sea con ustedes.
Pueblo   Y con tu espíritu.

Oremos.

Dios de poder inmutable y luz eterna: Mira con favor a toda tu Iglesia, ese maravilloso y sagrado misterio; por la operación eficaz de tu providencia lleva a cabo en tranquilidad el plan de salvación; haz que todo el mundo vea y sepa que las cosas que han sido derribadas son levantadas, las cosas que han envejecido son renovadas, y que todas las cosas están siendo llevadas a su perfección, mediante aquél por quien fueron hechas, tu Hijo Jesucristo nuestro Señor; que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Ministerio de la Palabra

Se leen tres Lecciones. La Lección del Antiguo Testamento y la Epístola son leídas por laicos.

Las Lecturas se escogen normalmente de la lista siguiente y pueden ser ampliadas, si así se desea. En una Fiesta Mayor o en Domingo, el Obispo puede escoger Lecturas del Propio del Día.

Antiguo Testamento
Jeremías 1:4-9, ó Eclesiástico 39:1-8
Salmo 84, ó 119:33-40
Epistola 2 Corintios 4:1-6, ó 1 Timoteo 3:8-13, ó Hechos 6:2-7

El Lector dice:
Lectura (Lección) de _____________.
Puede añadirse la referencia al capitulo y versículo.

Después de cada Lectura el Lector puede decir:
Palabra del Señor.

Pueblo Demos gracias a Dios.
o el Lector puede decir: Aquí termina la Lectura (Epístola).

Puede guardarse un período de silencio.
Después de cada Lectura sigue un Salmo, cántico o himno.

Entonces, todos de pie, el Diácono, o un Presbítero si no hay diácono, lee el Evangelio, diciendo primero:
Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, según _____________.

Pueblo ¡Gloria a ti, Cristo Señor!
San Lucas 12.:35-38, ó San Lucas 22:14-27

Después del Evangelio el Lector dice:
El Evangelio del Señor.
Pueblo Te alabamos, Cristo Señor.

Sermón
Entonces la Congregación canta o dice el Credo Niceno.

Creemos en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador de cielo y tierra,
de todo lo visible e invisible.

Creemos en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros
y por nuestra salvación
bajó del cielo:
por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.
Por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato:
padeció y fue sepultado.
Resucitó al tercer día, según las Escrituras,
subió al cielo
y está sentado a la derecha del Padre.
De nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creemos en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Reconocemos un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

Examen
           
Todos se sientan, excepto el ordenando, quien permanece de pie frente al Obispo.

El Obispo se dirige al ordenando de la siguiente manera:

Hermano mío, todo cristiano es llamado a seguir a Jesucristo, sirviendo a Dios el Padre, con el poder del Espíritu Santo. Dios te llama ahora a un ministerio especial de servicio directamente bajo tu obispo. En nombre de Jesucristo, sirve a todos, particularmente a los pobres, débiles, enfermos y solitarios.

Como diácono en la Iglesia, estudia las Sagradas Escrituras, buscando en ellas sustento, y forja tu vida de acuerdo con ellas. Da a conocer a Cristo y su amor redentor, por tu palabra y ejemplo, a aquéllos entre quienes tú vives, trabajas y adoras. Interpreta a la Iglesia las necesidades, preocupaciones y esperanzas del mundo.

Ayuda al obispo y a los presbíteros en el culto público y en la ministración de la Palabra de Dios y los Sacramentos, y desempeña otros deberes que se te asignen de vez en cuando. En todo momento, tu vida y enseñanza deberán mostrar al pueblo de Cristo que, sirviendo a los desvalidos, están sirviendo al mismo Cristo.

Hermano mío, ¿crees que estás verdaderamente llamado por Dios y por su Iglesia a la vida y trabajo de un diácono?

Respuesta
Así lo creo.

Obispo
Ahora, en presencia de la Iglesia, ¿te comprometes a cumplir con este deber y responsabilidad ?

Respuesta
Sí, me comprometo.

Obispo
¿Te guiarás por la dirección pastoral y liderato de tu Obispo?

Respuesta
 Así lo haré.

Obispo
¿Serás fiel en la oración y en la lectura y estudio de las Sagradas Escrituras?

Respuesta
Así lo haré.

Obispo
¿Buscarás a Cristo en los demás, estando dispuesto a ayudar y servir a los necesitados?

Respuesta
 Así lo haré.

Obispo
¿Harás cuanto puedas por forjar tu vida [y la de tu familia, o casa, o comunidad] de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, de tal manera que seas un ejemplo saludable para todo tu pueblo?

Respuesta
 Así lo haré.

Obispo
 ¿Buscarás en todo, no tu gloria sino la del Señor Jesucristo ?

Respuesta
Así lo haré.

Obispo
 Que el Señor por su gracia te sostenga en el servicio que te impone.

Respuesta
Amén.


Consagración del Diácono

Ahora, todos se ponen de pie, excepto el ordenando que se arrodilla frente al Obispo.

Se canta el himno Veni Creator Spiritus, o el Veni Sancte Spiritus.
Veni Creator Spiritus

Ven Espíritu creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.

Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.

Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre
y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre
y al Hijo que resucitó de entre los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos.
Amén.

Veni Sancte Spiritus
Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres;
ven, dador de las gracias;
ven, lumbre de los corazones.
Consolador óptimo,
dulce Huésped del alma,
dulce refrigerio.
Descanso en el trabajo,
en el ardor tranquilidad,
consuelo en el llanto.
O Luz santísima,
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea inocente.
Lava lo que está manchado,
riega lo que es árido,
cura lo que está enfermo.
Doblega lo que es rígido,
calienta lo que es frío,
dirige lo que está extraviado.
Concede a tus fieles
que en ti confían,
tus siete sagrados dones.
Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación
dales el eterno gozo.
Sigue un período de oración en silencio, mientras el pueblo permanece de pie.

Entonces el Obispo dice esta Oración de Consagración:

Oh Dios, Padre de toda misericordia, te alabamos por habernos enviado a tu Hijo Jesucristo, quien tomó forma de siervo, y se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Te alabamos porque le has exaltado hasta lo sumo, y le has hecho Señor de todo; y porque por medio de él, sabemos que el que quiera ser grande debe ser siervo de todos. Te alabamos por los muchos ministerios en tu Iglesia, y por haber llamado a éste tu siervo a la orden del diaconado.

Ahora, el Obispo impone sus manos sobre la cabeza del ordenando, y dice:

Por tanto, Padre, por medio de Jesucristo tu Hijo, derrama sobre N. tu Espíritu Santo; cólmale de gracia y
poder, y hazle un diácono en tu Iglesia.

El Obispo continúa:

Hazle, oh Señor, modesto y humilde, fuerte y constante, para observar la disciplina de Cristo. Que su vida y enseñanza reflejen tus mandamientos, de tal modo que a través de él muchos lleguen a conocerte y amarte. Y así como tu Hijo vino no para ser servido sino para servir, concede que este diácono comparta el servicio de Cristo, y llegue a la gloria inacabable de aquél, quien contigo y el
Espíritu Santo vive y reina, un solo Dios, por los siglos de los siglos.

El Pueblo en voz alta responde Amén.

Ahora el nuevo diácono es revestido de acuerdo con su orden.
Entonces el Obispo le entrega una Biblia al recién ordenado, diciendo:

Recibe esta Biblia como señal de tu autoridad para proclamar la Palabra de Dios y para ayudar en la administración de sus santos Sacramentos.

La Paz

Entonces el Obispo dice a la congregación:

La paz del Señor sea siempre con ustedes.

Pueblo Y con tu espíritu.

Ahora el Obispo y el Clero saludan al recién ordenado.
Entonces el nuevo Diácono intercambia saludos con los miembros de su familia y otros, como sea conveniente.
El Clero y el Pueblo se saludan mutuamente.

En la Celebración de la Eucaristía

La Liturgia continúa con el Ofertorio.
El nuevo Diácono prepara el pan, vierte suficiente vino (y un poco de agua) en el cáliz, y coloca los vasos sagrados en la Mesa del Señor.
El Obispo va a la Mesa y comienza la Gran Plegaria Eucarística.

Poscomunión

En lugar de la oración usual de poscomunión, se dice la siguiente oración:
Padre todopoderoso, te damos gracias porque nos has nutrido con el santo alimento del Cuerpo y Sangre de tu Hijo, y nos unes, por medio de él, en la comunión de tu Santo Espíritu. Te damos gracias porque levantas entre nosotros siervos fieles para el ministerio de tu Palabra y Sacramentos. Te suplicamos que N. sea para nosotros un ejemplo eficaz en palabra y obra, en amor y paciencia, y
en santidad de vida. Concede que, junto con él, te sirvamos ahora, y que siempre nos gocemos en tu gloria; por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.

El Obispo bendice al pueblo, después de lo cual el nuevo Diácono lo despide, diciendo:

Salgamos con gozo al mundo, en el poder del Espíritu.

Pueblo             Demos gracias a Dios.

Desde el Día de Pascua hasta el Día de Pentecostés inclusive, puede añadirse ¡Aleluya, aleluya! a la despedida y a la respuesta.

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