Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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jueves, 18 de agosto de 2011

RITO PÚBLICO DE SANIDAD


Ritual para Ocasiones Especiales
Iglesia Episcopal

El rito comienza corno el señalado para una celebración de la Santa Eucaristía, o con el orden penitencial, o con la siguiente salutación:

Celebrante       Gracia y paz sea con ustedes de Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo.
Pueblo           Y con tu espíritu.
Celebrante       Oremos.

El Celebrante dice ésta o alguna otra colecta apropiada:
Oh Dios de paz, tú nos has enseñado que en la conversión y entrega seremos salvos,
y en la tranquilidad y confianza estará nuestra fortaleza:
Por el poder de tu Espíritu, te suplicamos nos eleves a tu presencia,
en donde podamos estar quietos y saber que tú eres Dios;
por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Se leen una o dos lecciones antes del Evangelio.
Entre las lecciones, y antes del Evangelio, se dice o canta un salmo, himno o antífona.
Si no se usa el Propio del Día, las lecciones, salmo y Evangelio se escogen de la lista.
Después del Evangelio puede seguir un sermón o meditación, o un período de silencio, o ambas cosas.
El rito continúa con el Credo o con la Oración de los Fieles.

Lista de lecciones y salmos que se sugieren:

Antiguo Testamento
Éxodo 16:13-15           (El maná en el desierto)
1 Reyes 17:17-24       (Elías revive al hijo de la viuda)
2 Reyes 5:9-14            (Curación de Naamán)
2 Reyes 20:1-5            (He oído tu oración... he aquí yo te sano)
Isaías 11:1 -3a             (Los dones del Espíritu)
Isaías 42:1 -7             (El siervo sufriente)
Isaías 53:3 -5             (Por sus llagas fuimos sanados)
Isaías 61:1 -3             (Buenas nuevas para los afligidos)

Salmos
Salmo 13                    (Mi corazón se alegrará en tu servicio)
Salmo 20:1-6              (El Señor te escuche en el día de asedio)
Salmo 23                    (Unges mi cabeza con óleo)
Salmo 27, o 27:1-7,9, 18 (El Señor es la fortaleza de mi vida)
Salmo 91                    (El mandará a sus ángeles que te guarden)
Salmo 103                  (El perdona todas tus iniquidades)
Salmo 121                  (Mi socorro viene del Señor)
Salmo 130                  (Mi alma aguarda al Señor)
Salmo 139:1-17          (¿A dónde huiré de tu Espíritu?)
Salmo 145:14-22        (Los ojos de todos esperan en ti, oh Señor)
Salmo 146                  (Dichosos aquellos cuya ayuda es el Dios de Jacob)

Nuevo Testamento
Hechos 3:1-10             (Pedro y Juan curan al hombre cojo)
Hechos 5:12-16          (Curaciones en Jerusalén; la sombra de Pedro)
Hechos 10:36-43        (La predicación apostólica: Pedro anduvo. . . sanando
Hechos 16:16-18        (La muchacha esclava con espíritu de adivinación)
Romanos 8:18-23      (Esperamos la redención de nuestro cuerpo)
Romanos 8:31-39      (Nada nos separará del amor de Dios)
2 Corintios 1:3-5        (Dios nos consuela en nuestras aflicciones)
Colosenses 1:11-20    (Que sean fortalecidos con todo poder)
Hebreos 12:1-2          (Mirando a Jesús, consumador de la fe)
Santiago 5:(13)14-16   (¿Está alguno enfermo entre ustedes?)
1 San Juan 5:13-15    (Que sepan que tienen vida eterna)


El Evangelio
San Mateo 9:2-8        (Tus pecados te son perdonados)
San Mateo 26:26-30, 36-39 (La Ultima Cena: no sea como yo quiero)
San Marcos 1:21-28 (Jesús sana a un hombre con espíritu inmundo)
San Mareos 1:29-34ª ( Jesús sana a la suegra de Pedro y a otras personas)
San Marcos 5:1-20    (Jesús cura a un geraseno endemoniado)
San Marcos 5:22-24 (La curación de la hija de Jairo)
San Marcos 6:7, 12-13 (Y ungían con aceite a muchos enfermos)
San Lucas 17:11-19   (Tu fe te ha salvado)
San Juan 5:1-9           (¿Quieres ser sano?)
San Juan 6:47-51       (Yo soy el pan de vida)
San Juan 9:1-11         (Jesús sana a un ciego de nacimiento)


En vez de la Oración de los Fieles se puede usar la siguiente Letanía:
Letanía de sanidad

El Celebrante comienza la Letanía con la siguiente petición:
Nombremos ante Dios a aquéllos por quienes vamos a ofrecer nuestras oraciones.
El pueblo dice en voz alta el nombre de las personas por quienes va a interceder.

Una persona señalada dirige la Letanía.
Dios el Padre, tu voluntad es que toda persona tenga salud y salvación;
Te alabamos y te damos gracias, Señor.

Dios el Hijo, viniste para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia;
Te alabamos y te damos gracias, Señor.

Dios el Espíritu Santo, nuestros cuerpos son el templo donde moras;
Te alabamos y te damos gracias, Señor.

Santa Trinidad, un solo Dios, en ti vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser;
Te alabamos y te damos gracias, Señor.

Señor, concede tu gracia curativa a todos los que están enfermos, heridos o incapacitados, para que puedan ser sanos;
Óyenos, oh Señor de vida.

Concede a todos los que buscan tu dirección y a todos los que se hallan solitarios, ansiosos o deprimidos, el conocimiento de tu voluntad y la seguridad de tu presencia;
Óyenos, oh Señor de vida.

Enmienda las relaciones desechas, y restaura al buen estado mental y serenidad de espíritu a los que padecen angustia emocional;
Óyenos, oh Señor de vida.

Bendice a los médicos, a las enfermeras y a todas las personas que ministran a los que sufren, concediéndoles sabiduría y destreza, simpatía y paciencia;
Óyenos, oh Señor de vida.

Concede paz a los moribundos y una muerte serena, y por la gracia y consuelo de tu Santo Espíritu sostén a los afligidos;
Óyenos, oh Señor de vida.

Restaura a su integridad lo que haya sido quebrantado por el pecado humano, en nuestra vida, en nuestra nación y en el mundo;
Óyenos, oh Señor de vida.

Tú eres el Señor que hace portentos:
Has declarado tu poder entre los pueblos.

Contigo, oh Señor, está el manantial de la vida:
Y en tu luz veremos luz.

Óyenos, oh Señor de vida:
Cúranos y haznos íntegros.

Oremos.

Sigue un período de silencio.
El Celebrante concluye las oraciones con una de las siguientes colectas, u otra apropiada:

Dios todopoderoso, dador de vida y salud:
Envía tu bendición sobre todos los que están enfermos y sobre quienes les ministran, para que toda debilidad pueda ser derrotada por el triunfo del Cristo resucitado; que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

o ésta:
Padre celestial, tú has prometido escuchar lo que pidamos en Nombre de tu Hijo:
Acepta y cumple nuestras peticiones, te suplicamos, no como te lo pedimos en nuestra ignorancia ni
como lo merecemos por nuestro pecado, sino como tú nos conoces y amas en tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén
.
o ésta:
Oh Señor y Dios nuestro, acepta las fervientes plegarias de tu pueblo; en la multitud de tus piedades, vuelve tus ojos compasivos hacia nosotros y a cuantos acuden a ti por socorro, pues tú eres bondadoso, oh amante de las almas; y a ti rendimos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por siempre. Amén.

Sigue la confesión de pecado, si es que no se ha hecho al principio del rito

El Diácono o el Celebrante dice:
Confesemos humildemente nuestros pecados a Dios todopoderoso.

Puede guardarse un período de silencio.
Ministro y Pueblo:
Dios de misericordia,
confesamos que hemos pecado contra ti
por pensamiento, palabra y obra,
por lo que hemos hecho
y lo que hemos dejado de hacer.
No te hemos amado con todo el corazón;
no hemos amado a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Sincera y humildemente nos arrepentimos.
Por amor de tu Hijo Jesucristo,
ten piedad de nosotros y perdónanos;
así tu voluntad será nuestra alegría
y andaremos por tus caminos,
para gloria de tu Nombre. Amén.

o ésta:
Omnipotente y misericordiosísimo Padre:
Hemos errado, y nos hemos extraviado de tus caminos
como ovejas perdidas.
Hemos seguido demasiado los designios y deseos de
nuestro propio corazón.
Hemos faltado a tus santas leyes.
Hemos dejado de hacer lo que debíamos haber hecho;
y hemos hecho lo que no debíamos hacer.
Mas tú, oh Señor, compadécete de nosotros;
libra a los que confiesan sus culpas;
restaura a los que se arrepienten,
según tus promesas declaradas al género humano
en Jesucristo nuestro Señor.
Y concédenos, oh Padre misericordiosísimo, por su amor,
que de aquí en adelante vivamos
una vida sobria, santa y justa,
para gloria de tu santo Nombre. Amén.

El Obispo, si está presente, o el Presbítero, puesto de pie, dice:
El Señor Omnipotente y misericordioso, os conceda
absolución y remisión de todos vuestros pecados,
verdadero arrepentimiento, enmienda de vida y la gracia
y el consuelo de su Espíritu Santo. Amén.

El Celebrante invita ahora a pasar al frente a aquellos que quieran recibir la imposición de manos (y la unción).

Si el aceite para la unción de los enfermos ha de bendecirse, se usa la fórmula  del Libro de Oración Común.
Oh Señor, Padre Santo, dador de la salud y salvación:
Envía tu Santo Espíritu para santificar este óleo, a fin de que,
así como tus santos apóstoles ungieron a muchos
enfermos y los sanaron, del mismo modo sean sanados
cuantos reciban con fe y arrepentimiento esta santa
unción; por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina
contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Se canta o dice la siguiente antífona:
Salvador del mundo, por tu cruz y preciosa sangre nos has redimido;
Sálvanos y ayúdanos, te suplicamos humildemente, oh Señor.

El Celebrante pronuncia la siguiente bendición sobre los que han pasado al frente:
El Dios todopoderoso, que es torre fuerte de todos los que
ponen su confianza en él, a quien todas las cosas en el cielo, en
la tierra y debajo de la tierra se inclinan y obedecen: Sea su
defensa ahora y siempre, y les haga saber y sentir que el único
Nombre dado bajo el cielo para salud y salvación es el Nombre
de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Entonces el Celebrante impone las manos sobre cada persona (y habiendo mojado el dedo pulgar en el aceite para la unción de los enfermos, hace señal de la Cruz en sus frentes), y dice una de las siguientes oraciones:
N., yo impongo las manos sobre ti, [y te unjo con aceite] en el
Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, suplicando a
nuestro Señor Jesucristo que te sostenga con su presencia, que
ahuyente de ti toda enfermedad de cuerpo y espíritu, y que te
conceda esa victoria de vida y de paz, la cual te capacitará para
servirle ahora y siempre. Amén.

o ésta:
N., yo impongo las manos sobre ti [y te unjo con aceite] en el
Nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, suplicándole te
sostenga y te colme de su gracia, a fin de que conozcas el poder
sanativo de su amor. Amén.

o ésta:
N., yo impongo las manos sobre ti [y te unjo con aceite] en el
Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Puede ofrecerse una oración por cada persona de acuerdo a sus necesidades con la imposición de manos (y la unción).
Los laicos, con el don de sanidad, pueden unirse al Celebrante en la imposición de manos.

El rito continúa con el intercambio de la Paz.

Si no se celebra la Comunión, el rito concluye con el Padre Nuestro y la oración y bendición que se encuentran más abajo.
Si se celebra la Eucaristía, la liturgia continúa con el ofertorio.

En lugar de la oración usual de poscomunión (o, si no ha habido Comunión después del Padre Nuestro), se dice la siguiente oración:
Dios todopoderoso y eterno, atrae nuestro corazón hacia ti,
dirige nuestra mente, inspira nuestra imaginación y gobierna
nuestra voluntad, de tal modo que seamos totalmente tuyos,
dedicados por completo a ti. Te rogamos nos uses según tu
voluntad, y siempre para tu gloria y el bienestar de tu pueblo;
por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

El Celebrante pronuncia esta bendición:
Que Dios Padre les bendiga, Dios Hijo les sane y Dios Espíritu
Santo les fortalezca. Que Dios, la santa e indivisa Trinidad,
guarde sus cuerpos, salve sus almas y les lleve con seguridad a
sus país celestial, done él vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.

Un diácono, o el Celebrante, despide al pueblo.

Tomado del
Ritual para Ocasiones Especiales
Iglesia Episcopal

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