A la luz de la liturgia de la Iglesia y de sus contenidos podemos
resumir algunas líneas del pensamiento
teológico y de la vivencia existencial de este tiempo de gracia.
1. Adviento, tiempo de
Cristo: la doble venida
La teología litúrgica del
Adviento se mueve, en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano: la espera de la Parusía, revivida con
los textos mesiánicos escatológicos del AT y la perspectiva de Navidad que renueva la memoria de alguna de estas
promesas ya cumplidas aunque si bien no definitivamente.
El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración
que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos
de Pablo (1 Cor 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20), que se encuentra también
en la Didaché, y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística. Todo el Adviento resuena como un
"Marana-thá" en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere
en las preces de la Iglesia.
La palabra del Antiguo
Testamento invita a repetir en la vida
la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida
de Cristo en la carne estimula a renovar
la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas
tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo
parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta
compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana.
El tema de la espera del
Mesías y la conmemoración de la
preparación a este acontecimiento salvífico toma pronto su auge en los días
feriales que preceden a la Navidad. La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros
Padres en la Fe, patrísticas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el
pequeño núcleo de los anawim de Yahvé que está allí para esperarle: Zacarías,
Isabel, Juan, José, María.
El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de
la salvación, como el descubrimiento del
misterio de Cristo presente en cada página del AT, del Génesis hasta los últimos libros
Sapienciales. Es vivir la historia
pasada vuelta y orientada hacia el Cristo escondido en el AT que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y una espera de Cristo que
viene.
En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un
redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Se
recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y las
antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado
por los profetas... En sus títulos y funciones Cristo, revelado por el Padre,
se convierte en el personaje central,
la clave del arco de una historia, de la historia de la salvación.
2. Adviento, tiempo del Espíritu: el
Precursor y los precursores
Adviento es tiempo del
Espíritu Santo. El
verdadero "Prodromos", Precursor de Cristo en su primera venida es
el Espíritu Santo; él es ya el
Precursor de la segunda venida. El ha hablado por medio de los profetas, ha
inspirado los oráculos mesiánicos, ha anticipado con sus primicias de alegría
la venida de Cristo en sus protagonistas como Zacarías, Isabel, Juan, María; el
Evangelio de Lucas lo demuestra en su primer capítulo, cuando todo parece un
anticipado Pentecostés para los últimos del AT, en la profecía y en la alabanza
del Benedictus y del
Magnificat. Y en la
espera del nuevo adviento la Iglesia pronuncia su "Ven Señor", como
Esposa, guiada por el Espíritu Santo (Ap 22,20).
El protagonismo del Espíritu se transmite a sus órganos vivos que
son los hombres y mujeres carismáticos del AT que ya enlazan la Antigua Alianza
con la Nueva.
En esta luz debemos recordar
"los precursores" del Mesías,
sin olvidar al "Precursor", que es el Espíritu Santo del
Adviento.
3. Adviento tiempo por
excelencia de María, la Virgen de la
espera
Es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Lo ha expresado con toda autoridad Pablo
VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.
Históricamente la memoria de
María en la liturgia ha surgido con la lectura del Evangelio de la Anunciación antes de Navidad en el que con razón ha
sido llamado el domingo
mariano prenatalicio.
Hoy el Adviento ha
recuperado de lleno este sentido con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la
siguiente manera:
- Desde los primeros días
del Adviento hay elementos que recuerdan
la espera y la acogida del
misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.
- La solemnidad de la “Concepción
de Santa María La llena de gracia” se celebra como "preparación
radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni
arruga ("Marialis Cultus 3).
- En las ferias del 17 al 24
el protagonismo litúrgico de la Virgen es muy característico en las lecturas
bíblicas, en el tercer prefacio de
Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, como la
del 20 de diciembre que nos trae un antiguo texto del Rótulo de Ravena o en la
oración sobre las ofrendas del IV domingo que es una epíclesis significativa
que une el misterio eucarístico con el
misterio de Navidad en un
paralelismo entre María y la Iglesia en la obra del único Espíritu.
En una hermosa síntesis de
títulos. I. Calabuig presenta en estas pinceladas la figura de la Virgen del Adviento:
- Es la "llena de
gracia", la "bendita entre las mujeres", la "Virgen",
la "sierva del Señor".
- Es la mujer nueva, la
nueva Eva que restablece y recapitula en el designio de Dios por la obediencia de la fe el
misterio de la salvación.
- Es la Hija de Sion, la que
representa el Antiguo y el Nuevo Israel.
- Es la Virgen del Fiat, la
Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida.
En su ejemplaridad hacia la
Iglesia, María es plenamente la Virgen del Adviento en la doble
dimensión que tiene siempre en la liturgia su memoria: presencia y ejemplaridad. Presencia litúrgica en la palabra y en la
oración, para una memoria grata de Aquélla que ha transformado la espera en
presencia, la promesa en don. Memoria de
ejemplaridad para una Iglesia que quiere vivir como María la nueva presencia de
Cristo, con el Adviento y la Navidad en el mundo de hoy.
En la feliz subordinación de María a Cristo y en la
necesaria unión con el misterio de la Iglesia, Adviento es el tiempo de la
Hija de Sión, Virgen de la espera que en el "Fiat" anticipa
el Marana thá de la Esposa; como Madre
del Verbo Encarnado, humanidad cómplice de Dios, ha hecho posible su
ingreso definitivo, en el mundo y en la historia del hombre.
4. Adviento, tiempo de la Iglesia misionera y
peregrina
La liturgia con su realismo
y sus contenidos pone a la Iglesia en un tiempo de características expresiones
espirituales: la espera, la esperanza,
la oración por la salvación universal.
Se corre el riesgo de
percibir el Adviento como un tiempo un tanto ficticio. La tentación y la
superación son propuestas así por A. Nocent: "Preparándonos a la fiesta de
Navidad, nosotros pensamos en los justos del AT que han esperado la primera
venida del Mesías. Leemos los oráculos de sus profetas, cantamos sus salmos y
recitamos sus oraciones. Pero nosotros no hacemos esto poniéndonos en su lugar
como si el Mesías no hubiese venido todavía, sino para apreciar mejor el don de
la salvación que nos ha traído. El
Adviento para nosotros es un tiempo real. Podemos recitar con toda verdad
la oración de los justos del AT y esperar el cumplimiento de las profecías
porque éstas no se han realizado todavía plenamente; se cumplirán con la
segunda venida del Señor. Debemos
esperar y preparar esta última venida".
En el realismo del Adviento
podemos recoger algunas actualizaciones que ofrecen realismo a la oración litúrgica y a la participación
de la comunidad:
- La Iglesia ora por un
Adviento pleno y definitivo, por una
venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han
conocido al Mesías o no lo reconocen aún al único Salvador.
- La Iglesia recupera en el
Adviento su misión de anuncio del Mesías
a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para
toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo
debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.
- En un mundo marcado por
guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas,
las imágenes utópicas de la paz y de la concordia,
se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual
"profecía" del Mesías Libertador.
- En la renovada conciencia
de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a
través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su
esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la
Navidad es primicia y confirmación preciosa.
A la luz del misterio de
María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la
experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a
los hombres la presencia y la gracia del Salvador.
La espiritualidad del
Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la
comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de
esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en
la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.
J. CASTELLANO
ORACIÓN DE LAS HORAS
Noviembre 1989, 11, 325
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