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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
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martes, 17 de enero de 2012

VIVIR LA VIDA COMO VOCACIÓN

Por: Tomás Ventura Tejedo
Qué es la vocación, Ed. Paulinas

Vivir la vida como vocación es entrar en el juego de la llamada, respuesta y encuentro de Dios con los hombres. Es la relación profunda que Dios ha realizado con la humanidad desde el comienzo de la Historia de la Salvación. No sólo una relación individual, sino también con todos, como miembros de la comunidad humana.

Vivir la vida como vocación es dejar actuar a Dios. Dios toma la iniciativa de llamar a todos los hombres y en todas las épocas. Los hombres, atentos al plan de Dios, que contempla a toda la humanidad, responden desde su libertad. Decir SÍ a la propuesta divina es dar una respuesta salvadora a las necesidades de los hombres, a las necesidades del mundo.

Vivir la vida como vocación es seguir un itinerario, seguir “el camino”: la identificación con Cristo Jesús. Jesús de Nazaret vivió en un permanente SI al Padre. Toda su vida transparenta la misión a la que es enviado. Su fidelidad al plan salvador de Dios le lleva hasta la muerte, pero no le deja en la muerte. Dios le resucita para una vida nueva y definitiva.

Vivir la vida como vocación es vivir la fe cristiana. La fe como llamada de Dios, llamada nominal (por mi nombre); la fe como respuesta personal. La fe que requiere encuentro. La fe en el Reino; creo, me apasiono y trabajo por el Reino. La fe que es adhesión personal a Jesús y a su Mensaje, confianza total en El. Es vivir fiándose de El.

Vivir la vida como vocación es mantenerse en un camino de conversión como dinamismo de renuncia a valores que están en alza en el mundo, para adherirme a los valores del Reino. En constante discernimiento para identificarme con el proyecto de Jesús, con disponibilidad para participar en el plan de Dios, con libertad para acoger el puesto concreto que Dios me tiene reservado, como regalo y compromiso al mismo tiempo.

Vivir la vida como vocación es dejarse interpelar por los problemas humanos, por las situaciones de marginación, por la falta de valores, por el hambre de Dios, por la pobreza, por la injusticia y, ¡cómo no!, por los acontecimientos de mi propia vida como signos de la acción de Dios. Requiere analizar los impulsos que percibo en el interior del corazón, cuando conecto con Dios y, en traducción simultánea, con los gritos de los hombres.

Vivir la vida como vocación es optar por la felicidad, mía y de todos. Por la felicidad que se conquista al contagiarse de los mismos sentimientos de Cristo Jesús, al entrar en el juego divino del “gana-pierde” (quien pierde la vida la gana) o del trueque (si eliges el último, serás el primero). Es saber que la felicidad juega al escondite (como sombra que te sigue) y para alcanzarla no es aconsejable buscar la propia, sino que es mejor vivir empeñados en que muchos encuentren la suya.

Para vivir la vida como vocación ES IMPRESCINDIBLE acoger y desarrollar un proceso de maduración en la fe que requiere contemplar la actitud de total disponibilidad de Jesús al Padre, imitar la incondicionalidad y humilde respuesta de María y, hacer de la vida un servicio de amor a los hermanos.

Para vivir la vida como vocación ES NECESARIO vivir la experiencia de oración, unificando oración y compromiso cristiano; lo que supone la fidelidad al deber de cada día, la constancia en las propias obligaciones, la dedicación desinteresada en favor de los otros, vivir el gozo que origina estar en actitud de echar una mano siempre, en todo y a todos.

Para vivir la vida como vocación ES BUENO contemplar modelos de referencia, hombres y mujeres identificados con su vocación ministerial, laical o consagrada.

Para vivir la vida como vocación ES INDISPENSABLE desarrollar con responsabilidad un proceso de personalización, dejándose acompañar por guías espirituales, para descubrir que la fe en Jesús abarca toda la persona, nos integra en la Iglesia y nos llama a realizar la única vocación de la Iglesia, ser sacramento de Dios, de Jesucristo. Desde el compromiso a realizar una misión de servicio a los hombres y al mundo, optando por el matrimonio, la vida religiosa, el ministerio ordenado o el ministerio laical. Consciente de que nadie opta por mi y de que es difícil vivir la vida como vocación, si en un momento de mi existencia no he realizado mi opción vocacional.

Para vivir la vida como vocación ES IMPORTANTE descubrir que en la Iglesia todos los miembros participan de una dignidad común, todos son llamados a la santidad, todos cooperan a la edificación del único Cuerpo de Cristo, cada uno según su propia vocación y los dones recibidos: los laicos que en su dimensión secular reflejan el misterio de Cristo, en cuanto alfa y omega del mundo, fundamento y medida del valor de las cosas creadas; los ministros sagrados, como imagen viva de Cristo Cabeza y Pastor, con sus distintos ministerios, al servicio de la Comunidad; los consagrados que señalan al Hijo de Dios hecho hombre como meta escatológica a la que todo tiende, belleza infinita trascendiendo lo terreno, reproducción en el hoy histórico de Cristo virgen, pobre y obediente.

Vivir la vida como vocación es decir SÍ al Dios que llama a la VIDA, a la FE, y a LA MISIÓN.

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