Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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martes, 8 de noviembre de 2011

LOS FRANCISCANOS Y EL ECUMENISMO

Con San Francisco de Asís en el espíritu del diálogo ecuménico
Tecle Vetrali OFM
Una nueva espiritualidad
Por las observaciones expuestas anteriormente no es de extrañar el interés de todas las confesiones cristianas y de todas las religiones y del movimiento ecuménico por la figura y el mensaje de S. Francisco. En efecto, la espiritualidad franciscana es profundamente ecuménica.
La primera característica que hace de Francisco un hombre ecuménico es su relación con la Palabra de Dios. Del encuentro con el Evangelio nace la opción de su vida (An p 10.11), y la de sus frailes es una "-vida según el evangelio-" (RnB, Premisa 2.4); también el discernimiento de la vocación de los primeros compañeros se hace a la luz del evangelio (2 Cel 15; 1 Cel 24; L TC 27-29; LM 3.3). La hermenéutica de la Palabra de Dios en S. Francisco es clara y lineal. "-La letra mata, el Espíritu vivifica-" (Adm 7); no erudición, sino conversión, prontitud en el obrar, dar gloria a Dios: es el principio hermenéutico de S. Francisco; para él la caridad, contenido de la Palabra de Dios, vale más que la lectura, por lo cual no duda en regalar a una persona necesitada el texto del Nuevo Testamento (L p 56). Su profunda lectura sapiencial y experiencial de la Palabra de Dios lo preserva no sólo de una interpretación ad litteram, sino también de una pura observancia literal: el haber buscado siempre el mensaje del Espíritu ha sido en él una fuente de creatividad y de gestos proféticos, de distensión, de diálogo, de conciliación.
Francisco se hace, así, el hombre universal, precisamente por su original, profunda y radical experiencia cristiana, que no soporta barreras o divisiones. El traslada su profunda experiencia de reconciliación interior a sus relaciones con los hombres y con la creación; eliminado todo dualismo, que por su naturaleza impone una opción y un rechazo, él se encuentra en contacto sólo con hermanos: los hermanos de su Orden, los hermanos leprosos, los hermanos ladrones, el hermano lobo, el hermano fuego y el hermano viento. Por su encuentro con Cristo él se ha convertido en un hombre nuevo, regenerado, que vive ya la vida reconciliada de la resurrección, y a cuyos ojos todo es transformado y adquiere un nuevo significado.
Su relación con la naturaleza nace también de esta experiencia, y fuera de este contexto no se puede comprender la pobreza de S. Francisco, la cual no es renuncia, sino más bien liberación de un lazo con lo particular para abrirse a la acogida y a la comunión universal. La pobreza, más bien que defraudarlo, pone a la creación en las manos de Francisco; él es el custodio fiel, porque en su profunda experiencia religiosa ha encontrado la humildad de sentirse criatura entre las criaturas y, por lo mismo, hermano entre hermanos y hermanas. El camino que lo ha conducido a Dios, más que hacerlo extraño al mundo, le ha hecho descubrir la creación. Toda criatura tiene un significado y una voz que dice: "-Dios me ha creado para ti, oh hombre-" (Spec 118).
La espiritualidad ecuménica encuentra grandes respuestas en esta experiencia espiritual de Francisco. Ella, en efecto, está caracterizada: -por una actitud de escucha atenta y continua de la Palabra de Dios, abierta a la conversión y a los caminos imprevisibles del Espíritu; -por una experiencia de salvación centrada en Cristo y vivida como don, en la continua conciencia de su gratuidad, nacida de la iniciativa de Dios; esto comporta un espiritual desapego de las propias iniciativas, en la superación de toda actitud integrista, que se deriva de la absolutez y certeza en las propias ideas; sin el temor de caer en el indiferentismo y en la despreocupación, porque el principal peligro de un verdadero empeño es el apego a sí mismos; -actitud de diálogo en un espíritu de pobreza, porque uno de los impedimentos del ecumenismo es el espíritu de posesión, a distintos niveles. La séptima asamblea del CEI ha definido así la espiritualidad ecuménica: "-Una espiritualidad ecuménica para nuestro tiempo debería ser: encarnada, aquí y ahora; fuente de vida, radicada en las Escrituras y alimentada con la oración de una comunidad que ora y celebra; estar centrada en la eucaristía y ser expresada en el servicio y en el testimonio; tener confianza y seguridad. Una espiritualidad así desemboca inevitablemente en el sufrimiento, se abrirá a un ecumene más vasto, será gozosa y llena de esperanza... La acción del Espíritu Santo será su fuente y su guía. Esta espiritualidad es vivida y buscada en comunidades y para los otros. Se trata de un proceso permanente de formación y de profundización de la vocación cristiana-".
El diálogo ecuménico es el factor principal de enriquecimiento de la espiritualidad cristiana. "-Los católicos debidamente preparados deben adquirir un mejor conocimiento de la doctrina y de la historia, de la vida espiritual y cultual, de la psicología religiosa y de la cultura propia de los hermanos-" (UR 9). Acercarse al vivir cristiano de los hermanos significa contemplar un aspecto vivido del misterio de Dios, a veces desconocido para nosotros, o por lo menos no comprendido adecuadamente. Es por esto por lo que el diálogo hace más integral nuestra experiencia cristiana. En efecto, debemos hablar de una pluralidad de las espiritualidades, que deben entrar en diálogo y en comunión entre sí. Las iglesias orientales nos harán atentos al papel del Espíritu Santo y a la dinámica trinitaria de la vida espiritual, al sentido de lo inefable y del misterio, al significado de la resurrección en la historia del hombre y de la creación, a la experiencia de la divinización, al camino que lleva de la teología a la contemplación y a la devoción (cf. UR 14-18). Las iglesias de la Reforma nos harán atentos al papel único de la palabra de Dios, al sentido de la justicia y de la caridad, a la continua verificación de la fe, al sentido de la gratuidad... (cf. UR 19-23).
Una espiritualidad ecuménica reconoce y celebra la unidad ya existente y con frecuencia olvidada. No son pocos ni secundarios los elementos que ya unen a las iglesias. "-La Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles: todas estas realidades que provienen de Cristo y a El conducen, pertenecen por derecho a la única Iglesia de Cristo-" (UR 3).
Conclusión
El franciscanismo es ecuménico por vocación. Los elementos fundamentales que caracterizan la experiencia franciscana son los mismos que han suscitado y hacen vivo y creíble el movimiento ecuménico: la experiencia de conversión y de reconciliación, descubrimiento de la centralidad de Cristo, la comunidad y el modelo de iglesia entendida como fraternidad en comunión y en diálogo, una espiritualidad caracterizada por la escucha de la Palabra de Dios, por una relación de fraternidad con todos los hombres y con la creación y alimentada por el diálogo. Por estos motivos, una fraternidad franciscana profundamente vivida y testimoniada es un modelo privilegiado de ecumenismo; a su vez, el principio ecuménico de la unidad en la diversidad, puede convertirse en un factor determinante para la revigorización de la comunidad franciscana.
USO DE LA BIBLIA
Extracto de "-La interpretación de la Biblia en la Iglesia-",
Pontificia Comisión Bíblica, 1993.
4. En el ecumenismo
Si el ecumenismo, en cuanto movimiento específico y organizado, es relativamente reciente, la idea de la unidad del Pueblo de Dios, que este movimiento se propone restaurar, está profundamente enraizada en la Escritura. Tal objetivo era la preocupación constante del Señor (Jn 10,16; 17,11.20-23). Supone la unión de los cristianos en la fe, la esperanza y la caridad (Ef 4,2-5), en el respeto mutuo (Flp 2,1-5) y la solidaridad (1 Cor 12,14-27); Rm 12,4-5); pero también, y sobre todo, la unión orgánica a Cristo, como los sarmientos con la vid (Jn 15,4-5), como los miembros y la cabeza (Ef 1,22-23; 4,12-16). Esta unión debe ser perfecta, a imagen de la del Padre y del Hijo (Jn 17,11.22). La Escritura define su fundamento teológico (Ef 4,4-6; Ga 3,27-28). La primera comunidad apostólica es un modelo concreto y viviente (He 2,44; 4, 32).
La mayor parte de los problemas que afronta el diálogo ecuménico tiene una relación con la interpretación de los textos bíblicos. Algunos problemas son de orden teológico: la escatologia, la estructura de la lglesia, el primado y la colegialidad, el matrimonio y el divorcio, la concesión del sacerdocio ministerial a las mujeres, etc. Otros son de orden canónico y jurisdiccional: se refieren a la administración de la Iglesia universal y de las Iglesias locales. Otros, en fin, son de orden estrictamente bíblico: la lista de libros canónicos, ciertas cuestiones hermenéuticas. Aunque no pueda pretender resolver ella sola todos esos problemas, la exégesis bíblica está llamada a contribuir al ecumenismo conuna importante ayuda. Progresos notables se han realizado ya. Gracias a la adopción de los mismos métodos y de puntos de vista hermenéuticos análogos, los exegetas de diversas confesiones cristianas llegan a una gran convergencia en la interpretación de las Escrituras, como lo muestran el texto y las notas de varias traducciones ecuménicas de la Biblia, así como otras publicaciones.
Hay que reconocer, además, que sobre puntos particulares, las divergencias de interpretación de las Escrituras son frecuentemente estimulantes y pueden revelarse complementarias y enriquecedoras. Tal es el caso, cuando expresan valores de tradiciones particulares de diversas comunidades cristianas, y traducen así los múltiples aspectos del Misterio de Cristo.
Puesto que la Biblia es la base común de la regla de fe, el imperativo ecuménico comporta, para todos los cristianos, una llamada apremiante a releer los textos inspirados en la docilidad al Espíritu Santo, la caridad, la sinceridad y la humildad, a meditar esos textos y a vivir de ellos, para llegar a la conversión del corazón y a la santidad de vida que, unidas a la oración por la unidad de los cristianos, son el alma de todo movimiento ecuménico (cf. Unitatis redintegratio, 8). Habría que hacer accesible, para esto cristianos, al mayor numero posible de cristianos, la adquisición de la Biblia, animar las traducciones ecuménicas, - ya que un texto común ayuda a una lectura y comprensión comunes -, promover grupos de oración ecuménicos, para contribuir, por un testimonio auténtico y viviente, a la realización de la unidad en la diversidad (cf. Rm 12,4-5).

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