Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
Palabra + Espíritu + Sacramento + Misión
Evangelizar + Discipular + Enviar


“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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lunes, 14 de noviembre de 2011

Eclesiología Anglicana. Capítulo 4.

NIVELES DE COMUNION
 SUBSIDIARIEDAD E INTERDEPENCIA

4.1. Las Iglesias de la Comunión Anglicana pertenecen a la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Eso significa que se consideran parte integrante del misterio de la labor reconciliadora de Dios y una encarnación de la presencia de Dios en el mundo. La tarea y metas de la Iglesia son dadas por mandato divino. La Iglesia es mandada a ir a todas las naciones y hacerlas discípulos del Señor (San Mateo 28:19 y sig.). Sus seguidores son enviados por Cristo al mundo, al igual que El fue enviado por el Padre al mundo (San Juan 17). Dios ha confiado a los ministros de la Iglesia la tarea de ser embajadores, y hace un llamado a la reconciliación por intermedio de ellos (2 Corintios 5:18 y sig.). En la forma más fundamental, por lo tanto, la Iglesia es para la misión, por mandato.

4.2. Al reflexionar la Iglesia sobre la índole de esa misión, formuló cuatro "señas" o "atributos" que debían caracterizar su vida en todo momento y en todo lugar. Los confiesa en las palabras del Credo Niceno. Ha de ser una, como el Cuerpo de Cristo, para proclamar y encarnar la reconciliación de todas las cosas en Cristo. Ha de ser santa, es decir, tener las señas de la presencia santificadora del Espíritu Santo; ha de ser católica, por lo que se entiende que es, como lo fue Cristo, para todas las personas, en todos los tiempos, en todos los lugares; y ha de ser apostólica, para dar testimonio con coraje y sin cesar del Evangelio auténtico y liberador de Cristo, como fue enseñado por los apóstoles.

4.3. A esas señas se une la presuposición de que la Iglesia debe ser una comunidad receptiva y que aprende. No puede manifestar ninguno de esos atributos si a los cristianos no se los alientan a que "vayan a la escuela" colectiva con Cristo, a que se nutran con sus enseñanzas y sacramentos, y a que crezcan en su imagen (Efesios 4:11-16). Así la Iglesia es una escuela en la que se reconoce el don de enseñar, pero en la que todos los maestros son, ellos mismos, alumnos, alentándose y corrigiéndose mutuamente. Eso permite que la Iglesia sea una comunidad de enseñanza, no simplemente por su propio bien, sino por el bien de su misión al mundo.

4.4. Aunque las metas de la Iglesia le han sido dadas, tiene que formular y reformular continuamente sus objetivos con miras a que estén en consonancia con esas metas fundamentales, y que también sean apropiados y pertinentes a la vista de las condiciones dadas en un lugar y un tiempo determinados. El Evangelio debe volver a proclamarse en cada generación. Surgen constantemente nuevos desafíos y oportunidades a los que es necesario hacer frente; y también nueva amenazas.


I. Los niveles de la vida de la Iglesia

4.5. Aquí se plantea el interrogante de dónde y a qué niveles deben tomarse las decisiones. En la Comunión los interrogantes surgen característicamente en un lugar particular y en un momento determinado. Para responder apropiada y efectivamente, la Iglesia debe tener claro que existe una diversidad de niveles en los que se ejerce la misión dada por Dios a la Iglesia. La palabra "nivel" se emplea en este contexto en forma neutra; el más local no es "más bajo" en sentido peyorativo, ni es el "más alto" el internacional, y por esa razón más importante. Cada nivel tiene su propia integridad y sus propias exigencias. Algunos asuntos se refieren a una sola parroquia; algunos se relacionan con una diócesis; algunos deben ser tratados por una asamblea nacional o provincial; unos muy pocos deben ser enfocados a nivel regional o internacional; y algunos son asuntos para la Comunión toda como parte de la Iglesia universal.

4.6. No existe manera sencilla de separar los niveles, o de asignar el estudio de asuntos particulares a niveles particulares, sin que surjan controversias. Un tema étnico, por ejemplo, puede ser divisivo a nivel parroquial, y ser pertinente en todo nivel intermediario hasta el internacional. No se puede invocar una única directriz para determinar dónde recae la responsabilidad por una decisión.

4.7. El carácter de la fe cristiana desde sus primeros tiempos ha hecho que atribuya gran importancia a la calidad de las relaciones personales, cara a cara. Los cristianos son llamados a encarnar en su vida cotidiana la reconciliación de Dios de todas las cosas en Cristo, viviendo en forma nueva a la luz de la justicia y el perdón de Dios. Es a través del testimonio personal de la realidad de esa vida nueva de los cristianos que se manifiesta lo atractivo del Evangelio. Y esos dones del Espíritu Santo, que son diversos para personas distintas, son dados precisamente para que, empleados conjuntamente en humildad y amor y prestando atención a los intereses de los demás, puedan contribuir a la edificación del cuerpo todo.

 
II. El principio de la subsidiariedad

4.8. El principio de la "subsidiariedad" ha sido formulado para expresar esa importancia de lo local y lo cara a cara. En el uso correcto del término, por subsidiariedad se entiende que "una autoridad central debe desempeñar una función subsidiaria, realizando sólo aquellas tareas que no puedan ser realizadas efectivamente a un nivel más inmediato o local"(traducción de la definición del Diccionario Inglés de Oxford).

4.9. La subsidiariedad puede aplicarse correctamente a la vida de la Iglesia para resistir la tentación del centralismo. Sin embargo, en la vida de la Iglesia nunca se consideró que el nivel local fuera llanamente autónomo. Debido a que la labor de Cristo en sí fue la reconciliación de la humanidad, existen pruebas desde los primeros días de las iglesias de una preocupación por la unidad de las comunidades, tanto en sus relaciones internas como en sus relaciones mutuas. San Pablo, por ejemplo, escribe acerca de su ansiedad respecto de la continuidad de la predicación y enseñanza del Evangelio auténtico y apostólico y relativa a la eficacia del testimonio unido de la Iglesia del Evangelio de reconciliación. Se veló, a medida que creció la Iglesia, por preservar la continuidad de su testimonio a través del tiempo y su coherencia y eficacia en los distintos lugares.

4.10. Es importante poner en claro los principios que deben gobernar las relaciones mutuas de los distintos niveles de la vida de la Iglesia. Esa claridad hace que las asociaciones en el Cuerpo de Cristo sean creativas, sostenibles y transparentes. Toda autoridad "superior" debería alentar a que se empleen libremente los dones de Dios en los niveles "inferiores". Debe existir claridad sobre lo que debe observarse y llevarse a cabo en ese nivel, y también respecto de los límites de su competencia. Debe darse todo el espacio posible a la iniciativa y responsabilidad personales. Por ejemplo, en la relación entre un obispo y un párroco y su congregación, se comienza por confiar en estos últimos la tarea de rendir culto, dar testimonio y prestar servicio dentro de sus límites geográficos o área de influencia inmediata. Al presbítero y su parroquia se les darán una serie de tareas que deberán obligatoriamente realizar. Serán pocas y de índole general. También se explicarán al presbítero y su parroquia los límites de su autoridad y responsabilidad. Reflejarán esencialmente acuerdos a los que han llegado anteriormente los sínodos eclesiásticos y que han sido expresados en cánones y otras formas. Todos los respetarán, de no ser y hasta que cambien a través de los procesos mediante los cuales se llega a esos acuerdos. Sujetos a esos límites, el párroco y su congregación serán alentados a que empleen todos sus dones, energía y compromiso para permitir que el Evangelio avance en esa zona. El obispo y el párroco mantendrán el mayor nivel de comunicación posible a fin de que se pueda infundir aliento, prestar asesoramiento y, cuando sea necesario, corregir, además de asignar las nuevas tareas que vayan surgiendo.

4.11. Los anglicanos pueden afirmar correctamente que la observación de los distintos niveles y el otorgamiento de una considerable libertad al nivel más bajo posible han caracterizado su gobierno. Hoy en día, en el anglicanismo, las decisiones canónicamente obligatorias sólo pueden tomarse a nivel provincial o, en algunas Provincias, a nivel diocesano.

4.12. La toma de decisiones por las Provincias sobre asuntos que le competen ha resultado ser una fuente de fortaleza en la Comunión Anglicana. De ese modo, las Provincias asumen responsabilidad de manera clara y audaz por lo que hacen.

4.13. Sin embargo, cuando las Provincias toman decisiones sin consulta previa sobre asuntos que tienen que ver con la vida de toda la Comunión, pueden ser causa de tensiones, al rechazar otras Provincias u otras tradiciones cristianas lo que ha sido decidido fuera de ellas. La Comisión Eames ha hecho hincapié en la necesidad de la consulta previa a la acción, y de caridad y paciencia en esa situación, insistiendo en que el discernimiento y la "recepción es un proceso continuo en la vida de la Iglesia, que no se puede apurar". (Eames III, Recepción 43-4, en inglés).

4.14. En la proclamación del Evangelio a toda la humanidad debe mantenerse su coherencia universal. Es necesario tener cuidado de que a una Provincia no la limite su cultura. Con frecuencia los efectos corrosivos de ciertos ambientes no son percibidos por quienes están inmersos en ellos. El principio articulado aquí de la relación entre las Provincias y la Comunión mundial se aplica también a otros niveles. En cada zona interfacial la meta es liberar al pueblo de Dios para que emplee sus dones dados por Dios en forma responsable y colaboradora, en todo compatible con el Evangelio y su proclamación efectiva en palabra y obra.

4.15. La moción sobre la ordenación de la mujer al presbiterado y episcopado constituye un ejemplo reciente del proceso mediante el cual los anglicanos han luchado juntos para formar una opinión sobre un asunto que afecta al ministerio y, por lo tanto, a la unidad de la Comunión. Es una historia que pone agudamente de relieve algunas de las cuestiones emergentes tanto respecto de las estructuras de interdependencia interanglicana como de los procesos por intermedio de los cuales llegamos a decisiones conjuntas.

4.16. La historia ilustra, por razones históricas particulares, cómo las decisiones de cumplimiento obligatorio sólo pueden tomarse a nivel de una Provincia o, en algunos lugares, de una diócesis. Sin embargo, también revela una lucha por respetar la interdependencia de los anglicanos mediante el sometimiento a la evaluación de los órganos internacionales de consulta. Cuando, en los años sesenta, la ordenación de la mujer se transformó en una cuestión de urgencia para la misión de la Iglesia en Hong Kong, ese país trajo el tema a la Conferencia de Lambeth. La Conferencia pidió que todas las iglesias regionales lo estudiaran. De ese modo se inició la consulta. Sin embargo, a pesar de que hubo un intento de escucharse mutuamente, de hecho no había sido recibida ninguna respuesta escrita en el momento en que los representantes provinciales celebraron la primera reunión del Consejo Consultivo Anglicano. El Consejo aprobó la siguiente resolución:

En respuesta a la solicitud del Consejo de la Iglesia del Sureste de Asia, este Consejo notifica al Obispo de Hong Kong, de obrar con la aprobación de su Sínodo, y a todo obispo de la Comunión Anglicana que obre con la aprobación de su Provincia, que, si decide ordenar a mujeres al presbiterado, su acción será aceptable para este Consejo; y que este Consejo empleará sus buenos oficios para alentar a todas las Provincias de la Comunión Anglicana a que continúen en comunión con esas diócesis. (Resolución 28(b) The Time is Now (El tiempo es ahora), Primera Reunión del Consejo Consultivo Anglicano, Limuru, Kenya, 23 de febrero a 5 de marzo de 1971. Londres: SPCK (1971), página 39, en inglés).

4.17. De manera semejante, en 1985, luego que la Convención General de ECUSA hubiera expresado su intención de no negar consentimiento a la elección de un obispo sobre la base de su sexo, también solicitó el asesoramiento de la recién creada Reunión de Primados. A través de su grupo de trabajo, los Primados pidieron la opinión de sus Provincias. Fue esa reflexión a nivel de la Comunión, de 17 Provincias, que constituyó el trasfondo de la resolución 1 de la Conferencia de Lambeth de 1988:

Que cada provincia debe respetar la decisión y actitudes de otras provincias...sin que ese respeto indique necesariamente una aceptación de los principios en juego, manteniendo el mayor grado de comunión con las provincias que difieren.

4.18. Casi al igual que una decisión jurídica tomada a nivel provincial debe ser recibida, la ‘opinión de la Comunión’ expresada en resoluciones de las Conferencias de Lambeth debe todavía ser sometida a un proceso de ‘recepción abierta’ en la vida de la Comunión Anglicana y la Iglesia toda. La Comisión Eames hizo importante hincapié en la necesidad de un proceso abierto de recepción después de la Resolución de la Conferencia de Lambeth de 1988 (ver The Eames Commission [La Comisión Eames], páginas 54-5, en inglés).

4.19. Cada vez más se es consciente de que surgen ciertas cuestiones que afectan la unidad de la Iglesia universal. Los temas relacionados con la fe, los sacramentos, la ordenación del ministerio, los cambios fundamentales en los relacionamientos con otra Comunión Mundial y cuestiones éticas tienen implicancias para la vida de comunión. Para esos casos es menester una opinión a nivel de la Comunión si se ha de preservar una vida de interdependencia.

4.20. Los asuntos que afectan la unidad de la Comunión toda raramente pueden decidirse sin un análisis previo, por lo que es siempre necesario someterlos a la vida de oración. La Iglesia debe ser lo suficientemente tolerante y abierta para llevar a cabo sus análisis con caridad y atención a la sabiduría y orientación del Espíritu Santo. Es menester velar por asegurar que las cuestiones complejas sean estudiadas justa y adecuadamente. Las diferentes culturas tienen tradiciones distintas en materia de consulta y toma de decisiones.

4.21. Los teólogos anglicanos, tales como Richard Hooker, han hablado de la necesidad de consentimiento, sin el cual el mero ejercicio de la autoridad puede resultar en tiranía. Sin embargo, no hay una única manera de establecer lo que constituye el consentimiento. Donde hay disparidad y diversidad de tradiciones debe ejercerse mucho cuidado con la comunicación. Ya en 1888 el Cuadrilátero Chicago-Lambeth afirmó que era apropiado que hubiera distintos estilos de autoridad episcopal, según las diferentes culturas: "El Episcopado Histórico, adaptado localmente en los métodos de su administración a las variantes necesidades de las naciones y pueblos llamados por Dios a la Unidad de Su Iglesia" (Report on Home Reunion, artículo 4, páginas 159 y sig., en inglés).

 
III. La Iglesia particular y la Iglesia católica

4.22. La vida y misión de la Iglesia llegan a su apogeo de autenticidad y vibración en un contexto particular, es decir, en una región geográfica cohesiva o un área cubierta por un pueblo, tribu o grupo con sus propias tradiciones y costumbres. Por ‘local’ pueden entenderse diferentes cosas en distintos lugares. Una sola parroquia puede ser una localidad y ese lugar puede ser tan pequeño como un pueblo o tan grande como una ciudad. Una región geográfica cohesiva puede ser una entidad local, como lo puede ser un área cubierta por un pueblo, tribu o grupo con sus propias tradiciones y costumbres. Los estilos y modos de vida, la sabiduría recibida, las costumbres o rituales sociales, las estructuras y relaciones mutuas de los clanes pueden todos contribuir a dar un sentido de particularidad. La Iglesia es eficaz cuando está implantada en un lugar local, desafiando errores, sanando relaciones, acompañando a los vulnerables y marginados, y creando nuevas posibilidades para el servicio mutuo, el respeto y el amor. En un contexto de esa índole, la palabra "iglesia" se refiere a una realidad rica, de facetas múltiples, que encarna la presencia salvadora y reconciliadora de Dios en un contexto particular. Es un término con una abundancia de referencias, de resonancia cultural, y enlazado con un sistema simbólico o una red de significados establecidos.

4.23. Es importante que la Iglesia en su forma particular no sea la ‘traducción’ de un ideal abstracto a un vehículo meramente temporario o transitorio. La vida de la Iglesia, desarrollada en forma particular, demostraría respeto por la historia de la Iglesia en los siglos pasados, incluidos los siglos tempranos y las comunidades bíblicas, tomando nota tanto de sus puntos débiles como de su fidelidad. También estaría dispuesta a ser ayudada y desafiada por la Iglesia contemporánea en otros lugares, y a emplear las experiencias de sus compañeros cristianos como vía para discernir la verdad dentro de las ambigüedades de la tradición y cultura locales.

4.24. Depende de tales eclesiologías encarnadas la expresión de una doctrina católica de la Iglesia, que trata de expresar lo que es verdad, o debería serlo, respecto de la Iglesia en todo lugar. Nuestra teología trinitaria (capítulo 2) proporciona la base para una eclesiología de esa índole. No es accidental que esté arraigada, no sólo en las doctrinas y experiencias de las iglesias de la Comunión Anglicana, sino en las convicciones de la vasta preponderancia de los cristianos que han vivido en todos los tiempos y del testimonio público de sus iglesias. Esa eclesiología no es de ningún modo experimental o frágil. Al igual que ciertas formas de metales modernos altamente sofisticados, es fina y excepcionalmente fuerte, probada en un enorme número de esfuerzos. Es un recurso vital, y su aplicación demuestra un respeto enteramente apropiado por la catolicidad de la Iglesia. También hemos dicho que las "señas" o "atributos" de la Iglesia (párrafo 4.2) proporcionan sus metas generales. Estas son verdaderas, aunque tampoco son específicas. Y tampoco impiden que surjan conflictos respecto de su interpretación precisa. ¿Qué significa, por ejemplo, ser una Iglesia "santa" en el contexto de una cultura hedonista? Al mismo San Pablo le costó interpretar la responsabilidad del cristiano en relación con las ramificaciones de la idolatría en una sociedad pagana.

4.25. La reflexión y praxis teológicas de la iglesia local debe estar siempre en consonancia con la verdad del Evangelio que pertenece a la Iglesia universal. La doctrina de la Iglesia es especialmente importante cuando se desarrollan localmente prácticas o teorías particulares que dan lugar a conflictos. En algunos casos puede ser posible y necesario que la Iglesia universal diga con firmeza que una práctica o teoría local particular es incompatible con la fe cristiana. Eso fue dicho, por ejemplo, a aquellas iglesias de Sudáfrica que practicaban y justificaban la discriminación racial en la Eucaristía. En forma semejante, de desarrollar una iglesia una fórmula bautismal distinta de la que figura en las Escrituras y se emplea en todo el mundo, surgiría una situación comparable. El Cuadrilátero Chicago-Lambeth es una lista de normas y prácticas que deben caracterizar a la Iglesia en todo tiempo y lugar. No obstante, no es una eclesiología completa; ni tampoco está libre de ambigüedades motivo de distinta interpretación.

4.26. La eclesiología anglicana isabelina, por ejemplo la desarrollada por Richard Hooker (aprox. 1544-1600) o Richard Field (1561-1616), es una eclesiología encarnada localmente para un tiempo y lugar particular. No es una ‘traducción’ de una eclesiología universal, que luego puede (como quien dice) ‘retraducirse’ a distintos tiempos y lugares. Es, como deben serlo las eclesiologías, un intento sincero de encarnar la presencia salvadora de Dios en una cultura específica. Es una presentación de la eclesiología bíblica, que es de por sí particular y local. Los anglicanos isabelinos, sin embargo, reconocieron la autoridad del Credo Niceno y procuraron demostrar cómo la Iglesia de Inglaterra pertenecía a la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Las iglesias contemporáneas de la Comunión Anglicana también precisan eclesiologías encarnadas localmente; no imitaciones pálidas del anglicanismo isabelino, sino encarnaciones completas, ricas y pertinentes de la presencia salvadora de Dios en una localidad. Tampoco serán meras ‘traducciones’ de una eclesiología universal, sino que procurarán encontrar, con confianza y sinceridad, el camino de Dios para la Iglesia en la transformación de las relaciones con tradiciones, estructuras e instituciones particulares.

4.27. Sin embargo, ninguna encarnación local de la Iglesia es simplemente autónoma, y la historia de la Iglesia pone en claro que las iglesias locales pueden cometer errores. El velar por la reconciliación y la unidad está implícito en la catolicidad de la singular labor expiatoria de Jesús. La apostolicidad de una iglesia particular se mide por su consonancia con los elementos vivientes de la sucesión y la unidad apostólicas: Bautismo y Eucaristía, los Credos Niceno y de los Apóstoles, el ministerio ordenado y el canon de las Escrituras. Estos elementos vivientes de la sucesión apostólica promueven la sucesión auténtica del Evangelio y sirven para mantener a los diversos niveles de la Iglesia en una comunión de verdad y vida.

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