Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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lunes, 14 de noviembre de 2011

Eclesiología anglicana. Capítulo 3.

EL PERTENECER JUNTOS COMO ANGLICANOS

3.1. A los anglicanos los une una vida de comunión visible. El Bautismo es el don de Dios de unidad, el medio a través del cual una persona participa de la vida de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y es incorporado a la comunidad viviente de fe. La confesión de una fe común, la celebración de la Eucaristía, una vida de oración común, el servicio de un ministerio ordenado, las estructuras conciliares, el servicio y la misión compartidos, sostienen la vida del pertenecer anglicano. Esos elementos son propiedad de la Iglesia universal y no se limitan a los anglicanos. No obstante, se viven de una manera reconocible y característicamente anglicana.

3.2. En el siglo XVI, los miembros de la Iglesia de Inglaterra siguieron considerándose la encarnación local de la Iglesia Católica, continuando su vida en Inglaterra con la misma fe, sacramentos y ministerio de la Iglesia a través de los siglos. Y sin embargo, se desarrollaron al modo de una familia con una imagen que hoy caracteriza a los anglicanos no sólo residentes en Inglaterra sino también en las 36 provincias de la Comunión Anglicana.

3.3. Una de las características de la vida anglicana es la forma en que engloba diversidades de muchos tipos. Desde la Reforma, los anglicanos han procurado reunir a gente de distintos temperamentos, convicciones y perspectivas: los puritanos que deseaban una reforma más radical y los conservadores que hacían hincapié en su continuidad con la Iglesia anterior a la Reforma. Hoy en día, por ejemplo, los evangelicales, católicos, liberales y carismáticos traen una diversidad de percepciones y perspectivas a la lucha de los anglicanos por responder a los desafíos contemporáneos a la fe, el orden y la enseñanza moral. Vinculadas estrechamente con esas agrupaciones existen diferencias que surgen de una variedad de reacciones al estudio crítico de la Biblia, contextos culturales particulares, distintas escuelas de pensamiento filosófico y teorías científicas. La insistencia de la Reforma en proporcionar las Escrituras en el lenguaje corriente dio lugar a la posibilidad de que la fe se expresara con el idioma, símbolos e imágenes de los distintos contextos culturales.

3.4. En el mejor de los casos, a la modalidad anglicana la caracterizan su generosidad y tolerancia respecto de las diferentes opiniones. También implica una disposición por contener diferencias y vivir con tensión, y aun disputas, al buscar la Iglesia un acuerdo sobre temas controvertidos. La envergadura que marca a la Comunión Anglicana no es señal de debilidad ni de incertidumbre acerca de las verdades centrales de la fe. Ni tampoco significa que los anglicanos acepten que no haya límites respecto de la diversidad.

 I. La modalidad anglicana: Escrituras, tradición y razón

3.5. A los anglicanos los une la forma característica en que emplean las Escrituras, la tradición y la razón en el discernimiento nuevo del pensamiento de Cristo para la Iglesia en cada generación. Eso fue descrito con acierto en la sección del Informe sobre los temas pastorales y dogmáticos de la Conferencia de Lambeth de 1988.

3.6. Los anglicanos afirman la autoridad soberana de la Sagradas Escrituras como medio a través del cual Dios, por el Espíritu, comunica su palabra a la Iglesia y de ese modo permite que el pueblo pueda responder con entendimiento y fe. Las Escrituras son "un testimonio singularmente inspirado de la revelación divina" y "la norma primaria para la fe y la vida cristianas".

3.7. Sin embargo, es necesario traducir, leer y comprender las Escrituras, y percibir su significado mediante un proceso continuo de interpretación. Desde el siglo XVII, los anglicanos han sostenido que es necesario entender y leer las Escrituras a la luz de los contextos de "la tradición" y "la razón".

3.8. En un sentido, la tradición denota las Escrituras mismas, debido a que encarnan ‘la tradición’, ‘el mensaje’, ‘la fe entregada en otro tiempo a los santos’. La tradición se refiere a la vida, continua y guiada por el Espíritu, de la Iglesia que recibe y, al recibir, interpreta nuevamente el mensaje permanente de Dios. La tradición viviente abarca los credos ecuménicos, las plegarias eucarísticas clásicas, que junto con las Escrituras forman su mensaje esencial. La tradición no debe interpretarse como una acumulación de fórmulas y textos, sino como la mente viviente, el centro del sistema nervioso de la Iglesia. Cuando los anglicanos recurren a la tradición buscan ese pensamiento de la Iglesia que se transmite mediante el culto, las enseñanzas y la vida en el Espíritu de la Iglesia.

3.9. Si se define correctamente, "razón" significa simplemente la capacidad del ser humano de simbolizar, y así ordenar, compartir y comunicar experiencias. Es el don divino en virtud del cual las personas humanas responden y actúan con conciencia en relación a su mundo y a Dios, y se abren a lo que es cierto para todo tiempo y todo lugar. La razón no puede divorciarse ni de las Escrituras ni de la tradición, ya que ninguna de ellas es concebible aparte de la labor de la razón. Desde otra perspectiva, la razón significa, no tanto la capacidad de darle sentido a las cosas, sino más bien "aquello que tiene sentido" o "aquello que es razonable". El recurrir a la razón se vuelve entonces lo que la gente - y por gente se entiende en un momento y lugar dados - piensa que es sensato o sentido "común". Se refiere a lo que puede llamarse "el pensamiento de una cultura en particular", con sus maneras características de ver las cosas, preguntar acerca de ellas y explicarlas. Si la tradición es el pensamiento que comparten los cristianos como creyentes y miembros de la Iglesia, la razón es el pensamiento que comparten como participantes de una cultura en particular.

3.10. Para el anglicanismo la razón es vista en el sentido de "pensamiento" de la cultura en que vive la Iglesia y es proclamado el Evangelio, como instrumento legítimo y necesario para la interpretación del mensaje de Dios en las Escrituras. En algunos casos las Escrituras afirman las nuevas percepciones de una era o cultura particular, en otros presentan un desafío o contradicen esas percepciones. La Palabra de Dios se dirige a la Iglesia como parte del mundo. El Evangelio que presentan las Escrituras debe escucharse e interpretarse en el lenguaje que transmite el "pensamiento" y destila la experiencia del mundo. La tradición y la razón son, por lo tanto, para la modalidad anglicana, dos contextos distintos en los que hablan las Escrituras y de acuerdo con los cuales se interpretan.

3.11. El modo característico de vida del anglicanismo, con la acción recíproca constante y dinámica de las Escrituras, la tradición y la razón, significa que el pensamiento de Dios debe volver a discernirse continuamente, no sólo en cada período histórico, sino en cada y todo contexto. Además, la experiencia de la Iglesia en su vida en los distintos lugares tiene algo que contribuir al discernimiento del pensamiento de Cristo para la Iglesia. No hay cultura ni período histórico que monopolice las percepciones de las verdades del Evangelio. Es esencial para la comprensión más completa de la verdad que los contextos entren en diálogo con otros contextos. Hay ocasiones en que la experiencia vivida por una comunidad particular permite la percepción en forma nueva de la verdad cristiana para toda la comunidad. En otros casos, el que un lugar desee un cambio o una nueva exposición de la fe provoca una crisis en la Iglesia toda. A fin de que la Comunión Anglicana siga viviendo como comunidad dinámica de fe, explorando y haciendo pertinente el entendimiento de la fe, las estructuras de consulta y toma de decisiones son una parte esencial de la vida de la Comunión.

 II. La modalidad anglicana: sacramento y culto

3.12. La influencia e interacción constante de las Escrituras, la tradición y la razón son fundamentales para la modalidad anglicana de vivir con la diversidad y responder a ella. Las Escrituras se leen e interpretan en el ciclo cotidiano de oración común y en la celebración de los sacramentos. En el culto, hay un encuentro con la fe al escuchar la palabra y experimentar el sacramento. En el sacramento del Bautismo los cristianos mueren y resucitan con Cristo, a través del agua bautismal, a una vida nueva en El. En la Eucaristía se encuentran con los misterios centrales de la fe en el anamnesis, el hacer presentes aquellos eventos pasados y la experiencia de la gloria futura, mediante el poder del Espíritu Santo. La palabra y el sacramento son fundamentales para la vida de la Comunión Anglicana en su labor de enseñar la fe y guiar la conducta por los senderos correctos de la vida humana, expresándolas en la doctrina y las directrices morales. La semejanza familiar manifestada en la oración común traducida a muchos idiomas es un patrimonio precioso que reviste importancia para la formación de la identidad anglicana y para el mantenimiento de la unidad. El compromiso con la oración diaria, la lectura sistemática de las Escrituras, la oración de los salmos y cánticos, la confesión sistemática de los credos de la fe y la intercesión de los fieles por las necesidades de los demás y del mundo son parte integrante del pertenecer anglicano.

3.13. Todos esos recursos unen a los anglicanos en una vida común de fidelidad a la memoria y esperanza de Jesús, guiados por el Espíritu Santo, que conduce hacia toda la verdad. En el presente se vinculan estrechamente al recordar el pasado y anticipar la reconciliación de todas las cosas en Cristo al final del tiempo.


III. Interdependencia de carismas en la vida de la Iglesia

3.14. A todos los bautizados en la vida de Dios que viven su llamado como miembros de la Comunión Anglicana se les da un carisma del Espíritu Santo para la vida de la Comunión y para el servicio a los demás. La vocación del Laos se ejerce en un amplio contexto de vida comunal y social en la sociedad civil, en el trabajo y en la recreación y dentro de la familia, además de la vida en la comunidad de la Iglesia. En virtud de su Bautismo, todos los miembros son llamados a confesar su fe y rendir cuentas de su esperanza en lo que hacen y lo que dicen.

3.15. El llamado de los laicos es a representar a Cristo y su Iglesia; dar testimonio de El dondequiera que se encuentren; y, de acuerdo con los dones que les han sido dados, llevar a cabo la labor de reconciliación de Cristo en el mundo; y participar en la vida, el culto y el gobierno de la Iglesia.

3.16. A fin de que la comunidad de fe pueda responder al llamado de Cristo, Dios ha dado a la Iglesia el carisma del ministerio ordenado: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. El ministerio ordenado se ejerce con, en y entre todo el pueblo de Dios.

3.17. El llamado de un obispo es a representar a Cristo y su Iglesia, especialmente como apóstol, sacerdote principal, maestro y pastor de una diócesis; velar por la fe, unidad y disciplina de toda la Iglesia; proclamar la Palabra de Dios; actuar en nombre de Cristo para la reconciliación del mundo y la edificación de la Iglesia; y ordenar a otros para continuar el ministerio de Cristo.

3.18. El llamado de un sacerdote o presbítero es a representar a Cristo y su Iglesia, especialmente como pastor al pueblo; participar con los obispos en el gobierno de la Iglesia; proclamar el Evangelio; administrar los sacramentos; y bendecir y declarar el perdón en nombre de Dios.

3.19. El llamado de un diácono es a representar a Cristo y su Iglesia, especialmente como servidor de los necesitados; y ayudar a los obispos y presbíteros en la proclamación del Evangelio y la administración de los sacramentos (ECUSA [Iglesia Episcopal de los Estados Unidos de América], LOC, página 748).

3.20. Los dones complementarios conferidos por el Espíritu Santo a la comunidad son para el bien común y para la edificación de la Iglesia y para el servicio al mundo al que es enviada la Iglesia.


 I
V. El ministerio de supervisión

3.21. A la continuación de un ministerio de supervisión (Episcopé) a partir de la Reforma, ejercido por obispos, por obispos en colegios y por obispos en concilios, se refieren los escritos ecuménicos actuales cuando hablan de las modalidades "personales, colegiales y comunales" de ejercer el ministerio de supervisión. Esas formas de ministerio ayudan a los anglicanos a mantenerse unidos en una comunidad de discernimiento y reflexión.

3.22. Toda diócesis de la Comunión Anglicana sabe algo acerca del ejercicio del ministerio personal de supervisión por parte del obispo (u obispos); de la colegialidad en la reunión de obispos y clero; y de la dimensión comunal de la supervisión que reúne al obispo con el clero y el laicado en las asambleas de los sínodos. Esas dimensiones del ministerio de supervisión se expresan de maneras diferentes en las distintas regiones del mundo y son afectadas por circunstancias y costumbres locales.

3.23. El obispo preside en las reuniones, tanto colegiales como comunales, de la diócesis. A veces el obispo comparte la presidencia en las reuniones con un miembro del laicado. En la mayoría de los lugares, un arzobispo o primado preside a nivel de la Provincia en las reuniones colegiales y sinódicas. La colegialidad y la primacía son, por lo tanto, parte de la experiencia anglicana a los niveles de la diócesis, la Provincia y la Comunión. Dentro de la Comunión, la primacía provincial, influida por los distintos contextos culturales, varía en percepción y práctica.


V. Estructuras de interdependencia

3.24. La vida del conjunto pertenecer, con su carácter distintivo dentro de la Comunión Anglicana, se apoya en una red de estructuras que sostienen y guían una vida común de pertenencia. Esas estructuras deben algo a su continuidad con la Iglesia católica occidental y también a la Reforma del siglo XVI. Se han desarrollado en forma importante desde el siglo XVI y siguen sujetas al cambio y desarrollo hoy en día.

3.25. En la Reforma, la Iglesia de Inglaterra mantuvo la orden del ministerio triple en continuidad con la iglesia primitiva. Los obispos en sus diócesis siguieron siendo el foco personal de la continuidad y la unidad de la Iglesia. No hubo ningún intento de reducir a un mínimo el papel de los obispos como ministros de la palabra y el sacramento, ni de obstaculizar la relación colegial entre obispos y presbíteros en la diócesis o entre los obispos reunidos a nivel de la Provincia. La vida conciliar siguió siendo parte de la experiencia de la Iglesia de Inglaterra. El papel desempeñado por el Parlamento y la Supremacía Real aseguraron que el papel y lugar del laicado quedaran firmes en la estructura de la vida de la Iglesia de Inglaterra. Con el tiempo se pasó a estructuras sinódicas que reúnen a ordenados y laicos para el discernimiento, la toma de decisiones y la enseñanza autorizada.

3.26. La expansión de la Iglesia de Inglaterra como consecuencia de la colonización británica llevó a la formación de Provincias, cada una con sus propias estructuras episcopales y sinódicas para el mantenimiento de la vida de la Iglesia. En el período posterior a la colonia, en el siglo XX, las diversas Iglesias Anglicanas independientes son gobernadas por sínodos que reconocen la autoridad de los obispos como de alguna forma crítica y distinta, pero que incluyen, no sólo representación presbiteral, sino también representación laica. Cada Provincia también ha desarrollado alguna forma de posición de primacía en el papel del arzobispo o primado.

3.27. La expresión del episcopado y la forma de gobierno sinódico y colegial no son idénticos en todos lados. La experiencia y ejercicio de la autoridad en el contexto local han desempeñado un papel en la formación de las distintas estructuras y procesos provinciales. En algunos lugares el énfasis creciente en formas democráticas de representación en los gobiernos seculares modernos también ha afectado al gobierno de la Iglesia.

3.28. En el desarrollo de la Comunión Anglicana no existe ninguna autoridad legislativa más alta que el nivel provincial. (Puede ser motivo de reflexión el grado en que esto se debe a la Supremacía Real en la Iglesia de Inglaterra. Otros factores históricos en otras Provincias también han afectado a la cuestión de la autonomía e interdependencia.) Se ha insistido en la autonomía de las Provincias de la Comunión Anglicana. Sin embargo, si bien de la autonomía deriva el derecho legal y jurídico de cada Provincia de gobernar su modo de vida, en la práctica la autonomía no ha sido nunca el único criterio para una comprensión de la relación de las Provincias entre sí. Ha existido generalmente un entendimiento implícito de conjunto pertenecer e interdependencia. La vida de la Comunión se mantiene unida en la tensión creativa de la autonomía y la interdependencia provinciales. Existen algunas señales de que las Provincias se están dando cuenta cada vez más de que necesitan compartir sus recursos espirituales, intelectuales y materiales a fin de cumplir con su tarea de misión. Cada Provincia tiene algo distintivo para ofrecer a las demás, y a su vez las necesita para poder dar testimonio de Cristo efectivamente en su propio contexto. Se hacen preguntas acerca de la posibilidad de seguir como Comunión mundial con estructuras a nivel internacional que gozan de autoridad moral pero que en el campo de la toma de decisiones no imponen una obligación jurídica. Otro interrogante se plantea respecto de la relación entre la autonomía de una Provincia y la importancia teológica de una diócesis que se considera la unidad básica del anglicanismo.

3.29. La interdependencia de las Provincias se ha llegado a mantener mediante ciertos ministerios, estructuras y relacionamientos que se siguen desarrollando. El primero de ellos es el Arzobispo de Canterbury.

3.30. Si bien cuando en 1867 se solicitó la celebración de la primera Conferencia de Lambeth el pedido no provino de la Comunión ni de Canterbury, la Conferencia se reunió como consecuencia de la invitación del Arzobispo de Canterbury, que también la presidió. De ese modo quedó clara la continuidad del papel desempeñado por Canterbury como foco de la unidad de la Comunión Anglicana y el "primero entre iguales" en el colegio anglicano de obispos. Existe una intrincada relación mutua entre la primacía de Canterbury y la colegialidad y conciliaridad internacionales del anglicanismo.

3.31. La primacía de la Sede de Canterbury y su papel clave en la Comunión emergen claramente de muchas de las resoluciones de la primera Conferencia de Lambeth. Sin embargo, en la Conferencia de 1897 el papel desempeñado por el Arzobispo de Canterbury en la reunión de la Comunión fue reconocido y afirmado explícitamente cuando se le instó a que fomentara el mantenimiento y desarrollo de la Comunión mediante la convocatoria de la Conferencia de obispos cada diez años.

3.32. Hoy en día, la identidad y autenticidad anglicanas de pertenencia se determinan generalmente a través de la prueba exterior y visible de comunión con la Sede de Canterbury. La Conferencia de Lambeth de 1930 definió explícitamente el anglicanismo de la siguiente manera:

"Es parte de la Santa Iglesia Católica y Apostólica. Su centro de unidad es la Sede de Canterbury. Para ser anglicano es necesario estar en comunión con dicha Sede".

En la resolución 49 se agrega lo siguiente:

La Comunión Anglicana es una hermandad, con Una Santa Iglesia Católica y Apostólica...en comunión con la Sede de Canterbury... (Conferencia de Lambeth de 1930, Resolución 49).

3.33. La Conferencia de Lambeth de 1968 describió el papel del Arzobispo de Canterbury en mayor detalle:

Dentro del colegio de obispos es evidente que debe existir un presidente. En la Comunión Anglicana esa posición la ocupa actualmente quien ocupa la histórica Sede de Canterbury, que goza de una primacía de honor, y no de jurisdicción.Se halla que esa primacía entraña, de un modo particular, ese cuidado de todas las iglesias que comparten todos los obispos.

3.34. La Conferencia de Lambeth de 1978, en otra declaración sobre las bases de la unidad anglicana, dijo entre otras cosas lo siguiente.

"Su [unidad] se basa personalmente en la relación leal de cada una de las iglesias con el Arzobispo de Canterbury que es reconocido libremente como el centro de la unidad".

3.35. El estar en comunión con la Sede y el Arzobispo de Canterbury ha sido una señal visible de membresía de los obispos y de sus Iglesias en la Comunión Anglicana. La tarea del Arzobispo de Canterbury ha sido descrita como que entraña "de un modo particular, ese cuidado de todas las iglesias que comparten todos los obispos", y también como una tarea que "no es de mando sino de reunión" de la Comunión. Claramente, se hace hincapié en el servicio y el cuidado y no en un poder coercitivo.

3.36. La Conferencia de Lambeth de obispos se reunió por primera vez en 1867. Surgió de la preocupación misionera de las Provincias, y en particular de los obispos de Canadá, aunque a las primeras mociones de convocatoria de una reunión de todos los obispos de la Comunión Anglicana no faltó quien se opusiera. Lo dicho acerca de la identidad y el papel de la primera Conferencia de Lambeth de 1867 fue cauteloso:

Nunca se ha contemplado que deberíamos asumir las funciones de un sínodo general de todas las Iglesias en plena comunión con la Iglesia de Inglaterra, y que nos arroguemos la promulgación de cánones que deberían ser de cumplimiento obligatorio para los representados. Nos disponemos meramente a estudiar asuntos de interés práctico y pronunciar lo que consideremos oportuno en resoluciones que puedan servir para la orientación sana. (Conferencias de Lambeth de 1867 a 1930, SPCK (1948), página 9, en inglés.)

3.37. En 1920 se reiteró en forma clara el papel consultivo más bien que legislativo de la Conferencia:

La Conferencia de Lambeth no se arroga el derecho de ejercer poderes de control. Representa el principio mucho más espiritual y más cristiano de lealtad a la hermandad. Las Iglesias representadas en ella son efectivamente independientes, pero independientes con la libertad cristiana que reconoce los constreñimientos de la verdad y el amor. No gozan de libertad para pasar por alto la hermandad...la Conferencia es una hermandad en el Espíritu (Conferencia de Lambeth de 1920, SPCK (1920), Carta Evangelical, página 14, en inglés).

3.38. Se establece un equilibrio entre la negación de cualquier poder de obligatoriedad o control mientras se defiende la necesidad de lealtad a la hermandad expresada en un refrenamiento impuesto en virtud de pertenecer a la Comunión. Una parte nunca debe actuar sin tener en cuenta las demás.

3.39. En 1958, la Conferencia de Lambeth reconoció la necesidad de que existiera un funcionario ejecutivo que sirviera tanto al Organismo Consultivo de Lambeth como al Consejo Asesor sobre Estrategia Misionera. Fue a través de los esfuerzos incansables del Revmo. Stephen F. Bayne Jr. que se fortaleció la comunicación dentro de la Comunión y que se dio forma a una nueva visión de interdependencia y rendición de cuentas mutua en el anglicanismo. De esa labor, y de la de su sucesor, el Arzobispo Ralph Dean, surgió la visión de un Consejo Consultivo.

3.40. El Consejo Consultivo Anglicano fue establecido mediante una resolución de la Conferencia de Lambeth de 1968. La Conferencia reconoció que existía la necesidad de mayor contacto entre las Iglesias de la Comunión Anglicana que el que suministraba la Conferencia de Lambeth celebrada cada diez años, reuniendo a obispos, presbíteros y laicos, bajo la presidencia del Arzobispo de Canterbury, para trabajar sobre intereses comunes. El Consejo se reunió por primera vez en Limuru, Kenya, en 1971.

3.41. La Resolución 69 de la Conferencia de Lambeth de 1968 estableció 8 esferas de ministerio que competían al Consejo Consultivo Anglicano:

Compartir información sobre desarrollos en una o más provincias con las demás partes de la Comunión y servir según las necesidades como instrumento de acción común.

Asesorar sobre las relaciones interanglicanas, provinciales y diocesanas, incluidos la división de provincias, la información de las nuevas provincias y de los consejos regionales, y los problemas de las diócesis extraprovinciales.


Desarrollar en el mayor grado posible acuerdos sobre políticas anglicanas en la misión mundial de la Iglesia y alentar a las Iglesias nacionales y regionales a que participen juntas en el desarrollo y la aplicación de esas políticas, compartiendo sus recursos de mano de obra, dinero y experiencias para la mejor ventaja de todos.

Llamar a la atención de las Iglesias nacionales y regionales la importancia de la colaboración anglicana en la mayor medida posible con otras Iglesias Cristianas.

Alentar y guiar la participación anglicana en el movimiento ecuménico y las organizaciones ecuménicas; cooperar con el Consejo Mundial de Iglesias y los organismos confesionales mundiales en nombre de la Comunión Anglicana; y tomar disposiciones para la conducción de conversaciones pananglicanas con la Iglesia Católica Romana, las Iglesias Ortodoxas y otras Iglesias.

Prestar asesoramiento sobre los asuntos que surjan de las negociaciones o conversaciones nacionales o regionales sobre la unión de la Iglesia y sobre las relaciones subsecuentes con Iglesias unidas.
Prestar asesoramiento sobre los problemas de la comunicación interanglicana y ayudar en la diseminación de información anglicana y ecuménica.

Mantenerse atentos a las necesidades que pudieran surgir de posteriores estudios y, donde sea necesario, promover la investigación y el análisis.

3.42. El Consejo Consultivo Anglicano se reúne cada tres años y su Comité Permanente se reúne todos los años. Su constitución y funciones han sido establecidas claramente y aprobadas por las Provincias, y ha sido incorporado como entidad jurídica para la Comunión. En 1988, los miembros del Consejo fueron participantes sin voto invitados a la Conferencia de Lambeth. También han sido invitados a la Conferencia de Lambeth de 1998.

3.43. Sin embargo, su finalidad más vital, al igual que la Conferencia de Lambeth, es el establecimiento de una comunión de atención, interdependencia y rendición de cuentas mutuas para servir a la unidad e interdependencia en misión de la Comunión Anglicana. La atención mutua necesaria cuando miembros de diversas partes de la Comunión comparten la riqueza de sus experiencias también ayuda a formar el pensamiento de la Comunión y es un recordatorio de la rica diversidad de dones que Dios nos ha dado. El intercambio de relatos incrementa y profundiza la experiencia de interdependencia de la Comunión a todo nivel.

3.44. Es importante para ese proceso que los representantes puedan, no sólo traer consigo las preocupaciones y los relatos de sus Provincias, sino que lleven lo aprendido en el Consejo a sus comunidades, a nivel provincial, nacional y diocesano. Solamente ese intercambio constante proporcionará la base sobre la cual las Iglesias miembros podrán desarrollarse y mantener relaciones constantes y plena comunión con sus hermanos y hermanas alrededor del mundo. Cada Iglesia Provincial debe responsabilizarse de asistir a sus representantes para que puedan llevar a cabo esa tarea.

3.45. Desde Kenya en 1971, la participación de obispos, presbíteros y laicos en las reuniones del Consejo Consultivo Anglicano proporciona una oportunidad muy necesaria para compartir opiniones y experiencias de la Comunión.

3.46. La Conferencia de Lambeth de 1978 aprobó una propuesta de que el Arzobispo de Canterbury convocara una Reunión de Primados periódica. En esa Conferencia el Arzobispo Coggan dijo lo siguiente:

"...Estoy llegando a creer que el camino que debemos tomar en los próximos años - y puede ser un proceso lento - tendrá dos senderos: en primer lugar, reunir a los Primados de la Comunión con una frecuencia razonable, para pensar tranquilamente, orar y consultarse en forma profunda. Ha habido reuniones de esa índole, aunque sobre una base muy informal y en raras ocasiones. Opino que deben celebrarse quizás cada dos años. Sin embargo, si esa reunión que ya se celebra en forma bastante periódica ha de rendir fruto, esos primados deberán venir a ellas bien informados, con un conocimiento del pensamiento y la voluntad de sus hermanos a quienes representan. Entonces serían vías a través de las cuales se oiría la voz de las Iglesias miembros y tendría lugar un intercambio real de pensamiento y voluntad y corazón. Eso es lo primero.

Por otro lado, pienso, podríamos lograr progresos si nos aseguramos que el organismo de los Primados, al reunirse, estuviera en contacto sumamente estrecho e íntimo con el Consejo Consultivo Anglicano".

3.47. En el acta de la Reunión de Primados de 1979 se hace el siguiente comentario:

El papel de la reunión de Primados no podría ser, y no se deseaba que fuera, el de un sínodo superior...Más bien fue de un centro distribuidor de ideas y experiencias a través de la libre expresión, los frutos del cual los Primados podrían comunicar a sus Iglesias.

3.48. Desde entonces, las reuniones de los Primados se han convertido en ocasiones de debate y análisis de asuntos personales y provinciales en el contexto de Eucaristía, oración y estudio, en las que los primados han logrado, a pesar de la membresía constantemente cambiante del grupo, un profundo sentido de fraternidad que ha nutrido la unidad de la Comunión. En una reunión de los Primados en Newcastle, Irlanda del Norte, celebrada en 1991, los Primados determinaron que la importancia primaria de las reuniones es la edificación y mantenimiento de las relaciones personales:

(a) como señal de la unidad y catolicidad de la Iglesia;

(b) para realzar cuestiones importantes;

(c) para el apoyo y asesoramiento mutuos.

3.49. Los Primados también expresaron la opinión de que parece no existir ningún asunto que sea propiedad exclusiva de los Primados; todas las cuestiones, doctrinarias, eclesiales y morales, se refieren a toda la comunidad bautizada.

3.50. Lo que aún queda por estudiarse seriamente es la Resolución 18, Sección 2 (a), de la Conferencia de Lambeth de 1988:

Esta conferencia insta a que se dé aliento al desarrollo de un papel colegial de la Reunión de Primados bajo la Presidencia del Arzobispo de Canterbury, de modo que la reunión de Primados pueda ejercer una mayor responsabilidad en el ofrecimiento de orientación sobre asuntos doctrinarios, morales y pastorales.

3.51. El episcopado es el instrumento primario de la unidad anglicana, pero el episcopé se ejerce personal, colegial y comunalmente. La emergencia de la Conferencia de Lambeth y, en forma más reciente, la Reunión de Primados y el Consejo Consultivo Anglicano, conjuntamente con la primacía del Arzobispo de Canterbury, se han convertido en medios eficaces para mantener a las Provincias en contacto unas con otras y para vincular estrechamente a todos los miembros de la Comunión Anglicana. Aparte del episcopado, estos instrumentos no fueron dados desde el principio sino que se han desarrollado paulatinamente y siguen desarrollándose. Los instrumentos, aunque no gocen de autoridad legislativa, proporcionan el medio para la consulta y ayudan en parte a formar un pensamiento a nivel de Comunión sobre temas que afectan a toda la Comunión. En estos avances vemos la índole conciliar del anglicanismo moderno, que es una de sus características más salientes aunque menos reconocidas. Sin embargo, las Provincias siguen siendo autónomas. Las gobiernan y regulan sínodos que reconocen la autoridad de los obispos como de alguna forma de índole crucial y clara, pero que también incluyen representación del clero ordenado y el laicado.

3.52. Esta compleja red de estructuras en el anglicanismo, aún en etapa de evolución, se ha desarrollado y sirve para mantener a los anglicanos en una vida de pertenencia conjunta, una vida de relacionamiento. Esas estructuras son tanto formales como informales y se relacionan mutuamente y se afectan unas a otras de maneras sutiles. Incluyen relacionamientos personales, colegiales y comunales a nivel parroquial, regional e internacional. Cada una contribuye hacia una red de interdependencia y sirve para evitar el aislamiento.

3.53. Esta compleja red de estructuras expresa el vínculo fundamental de la vida anglicana que es la unidad dada en la vida de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esa vida de comunión divina se hace visible de un modo característico en la vida ordenada de la Comunión Anglicana. La combinación de fidelidad a las Escrituras, tradición y razón, la vida vivida en los dones de las Escrituras, credos, sacramentos y ministerio ordenado, la relación mutua esencial de los laicos y los ordenados y la vida estructurada, conciliar, contribuyen, cada una a su manera, a una vida de interdependencia y pertenencia. La vida de la Comunión es dinámica al procurar la hermandad responder a nuevas percepciones, desafíos y amenazas.


3.54. Al finalizar el decenio, los anglicanos se pueden preguntar si sus vínculos de interdependencia son lo suficientemente fuertes como para mantenerlos unidos, abarcando tensiones y conflictos, mientras se buscan respuestas a problemas aparentemente insolubles. En particular, en la Conferencia de Lambeth de 1998 será necesario hacer frente a la expresada necesidad de estructuras de comunión más efectivas a nivel mundial, a fin de fortalecer la Comunión Anglicana y su unidad para el próximo milenio. Otro interrogante tiene que ver con la comunidad ecuménica más amplia. ¿Es necesaria una primacía universal ejercida colegialmente y que respete el papel del laicado en la toma de decisiones dentro de la Iglesia? Esa cuestión fue referida a la Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana (ARCIC) por la Conferencia de Lambeth de 1988 y también surge de la invitación del Obispo de Roma en Ut Unum Sint.

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