Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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lunes, 14 de noviembre de 2011

Eclesiología Anglicana. Capítulo 5.

KOINONIA:
 FINALIDAD Y PRINCIPIOS PARA EL DESARROLLO DE ESTRUCTURAS


5.1. La finalidad de todas las estructuras y procesos de la Iglesia es de servir la Koinonia, la vida trinitaria de Dios en la Iglesia, y de ayudar a todos los bautizados a abrazar y vivir la misión y ministerio de Cristo en el mundo. Mediante el Bautismo, cada persona es llamada a vivir la vida nueva en Cristo en el poder del Espíritu Santo y es ungida con gracia para hacerlo en comunión con todos los miembros del mismo Cuerpo de Cristo.

5.2. Como hemos visto en la Comunión Anglicana de hoy en día, las estructuras de unidad y comunión a nivel mundial aún están en desarrollo. Dicho desarrollo necesita inspirarse ahora en un entendimiento renovado de la Iglesia como koinonia; en un reconocimiento del don de Dios a todo el pueblo de Dios de un ministerio de episcopé, ejercido de maneras personales, colegiales y comunales, dentro de toda la compañía de los bautizados y por ella; en principios de subsidiariedad, rendición de cuentas e interdependencia; y en un entendimiento de los procesos de discernimiento y recepción guiados por el Espíritu.

I. La comunión de la Trinidad

5.3. En el capítulo dos, exploramos el concepto de la Iglesia como comunión, que participa de la vida de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y es llamada a manifestarla en su propia vida. Las personas bautizadas, por el poder del Espíritu Santo, mueren con Cristo y resucitan a una nueva vida en El, y se unen con todos los bautizados en la comunión de la propia vida y amor de Dios. A través del Bautismo y la participación en la Mesa del Señor, las personas bautizadas son llamadas a una vida de unidad e interdependencia y se les confía, mediante el empleo de todos sus diversos carismas, la realización de la misión de Dios en el mundo. Las estructuras de la Iglesia, a todo nivel, existen para servir esa vocación de la Iglesia. Según su ordenación y también según el modo en que se relacionan mutuamente y funcionan, deben reflejar y encarnar la realidad fundamental de la vida de la Iglesia: su comunión en la vida y amor de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

5.4. Eso significa que la vida personal y de relaciones de la Iglesia siempre antecede a lo estructural. Sin embargo, de no existir las estructuras que habilitan la vida de la Iglesia, ésta se debilita y la vida personal y de relaciones no tiene en qué apoyarse. Las estructuras y el ordenamiento correctos proporcionan vías mediante las cuales, por el poder del Espíritu Santo, se discierne el pensamiento de Cristo, se alienta la conducta correcta de la Iglesia y se emplea el don de los muchos en el servicio y misión de la Iglesia.

 II. Episcopé, personal, colegial y comunal

5.5. Un ministerio de supervisión (episcopé) de interdependencia, rendición de cuentas y discernimiento es esencial a todo nivel de la misión y ministerio de la Iglesia, y por el bien de la Iglesia debe ejercerse a todos los niveles de una manera personal, colegial y comunal. La autoridad de un obispo nunca se desvincula de la comunidad; tanto la comunidad de la Iglesia como la comunidad y unidad de toda la humanidad.

 i. Personal

5.6. El ministerio de supervisión debe ser personal porque a la presencia de Cristo entre su pueblo puede señalar más eficazmente la persona ordenada para proclamar el Evangelio y llamar a la comunidad a servir al Señor en una unidad de fe y testimonio. Los obispos tienen una responsabilidad especial para el mantenimiento y la concentración de la unidad y comunión internas de la Iglesia local. En la diócesis que supervisan representan, concentran y cuidan de la unidad de la Iglesia. Los obispos también relacionan la iglesia local con la Iglesia más amplia y a ésta a su vez con la iglesia local.

5.7. Los obispos son llamados por Dios, en y a través de la comunidad de los fieles, para personificar la tradición del Evangelio y la misión de la Iglesia. En su calidad de persona especialmente responsable de asegurar que la proclamación de la palabra y la celebración de los sacramentos sean fieles al Evangelio y la tradición de la Iglesia, el obispo tiene responsabilidades específicas para llamar a toda la humanidad a participar en la unidad de la Iglesia. Dicha responsabilidad específica se ejerce en asociación con otros obispos, clérigos y laicos, con miembros de otros organismos eclesiales y con líderes de la comunidad local. Por ende, el ministerio episcopal no es un ministerio autoritario por encima y aparte de la comunidad, sino que es un ministerio, basado en la gracia de Dios, que siempre se ejerce en relación con la comunidad y está siempre sujeto a la palabra de Dios.

5.8. En virtud de su ordenación, los obispos son llamados a representar a Cristo, y habilitados para hacerlo, ante la comunidad de los fieles y la comunidad local más amplia. Ese es el ministerio personal de episcopé. Si bien es la responsabilidad singular del obispo diocesano, al mismo tiempo siempre es compartida con otros. A nivel regional, los Primados ejercen un ministerio personal de supervisión y a nivel de la Comunión toda el Arzobispo de Canterbury ejerce un ministerio personal de episcopé.

ii. Colegial

5.9. Los obispos comparten una relación colegial con quienes nombran para servir con ellos en la diócesis, en el ministerio sacerdotal de la palabra y el sacramento y en la labor pastoral de la Iglesia. Los obispos también comparten colegialmente con otros obispos de la misma Provincia, representando los intereses de la iglesia y comunidad locales ante la Iglesia más amplia y llevando de vuelta los intereses y decisiones de la Iglesia más amplia a su comunidad local. La Conferencia de Lambeth y la Reunión de Primados son expresiones más amplias de colegialidad.

iii. Comunal

5.10. Los obispos ejercen su cargo en forma comunal. La participación efectiva de la comunidad es necesaria para descubrir la voluntad de Dios, guiados por el Espíritu. En sus relaciones comunales, los obispos se reúnen con representantes de quienes ocupan cargos o quienes ejercen responsabilidad en la comunidad de las iglesias locales. Esto concuerda con el principio de la subsidiariedad, manteniendo al obispo en contacto con los intereses y decisiones que pertenecen justamente a los niveles más parroquiales de la vida diocesana. En su calidad de personas representativas, los obispos tienen el deber moral de reflejar los intereses de toda la comunidad, especialmente de todos aquellos a quienes la sociedad margina.

5.11. La expresión práctica del ministerio personal, colegial y comunal del obispo se ve en el gobierno sinódico. Puede decirse que las iglesias de la Comunión Anglicana son guiadas episcopalmente y gobernadas sinódicamente. A los sínodos corresponden justamente las tareas de consulta, deliberación y legislación. El liderazgo episcopal, no obstante, siempre debe rendir cuentas a la Iglesia toda, tanto local como universal.

5.12. Existe un lugar indicado para la expresión comunal de la vida y ministerio de la Iglesia en niveles que no son el diocesano. Cada Provincia tiene su reunión sinódica comunal. A nivel mundial, el Consejo Consultivo Anglicano encarna actualmente la dimensión comunal de la vida de la Iglesia, recordando a la Comunión la vocación episcopal, presbiteral, diaconal y laica compartida en el descubrimiento del pensamiento de Jesucristo. A nivel mundial, sin embargo, las reuniones del Consejo Consultivo Anglicano son de consulta, y no de índole legislativa.

5.13. La primacía y la colegialidad son elementos complementarios dentro del ejercicio del episcopé. No puede ejercerse uno sin hacerse referencia al otro en un equilibrio crítico y creativo. Además, ambos a su vez deben abrirse a la comunidad cristiana de una manera que sea transparente y responsable y, en la toma de decisiones de la Iglesia, sostenga un proceso de recepción en que sean posibles la crítica, la afirmación y el rechazo.

5.14. El papel de la primacía es de fomentar la comunión, ayudando a los obispos en su tarea de liderazgo apostólico tanto en su iglesia local como en la Iglesia universal. El papel particular del Primado en el episcopé es ayudar a las iglesias a escucharse unas a otras, a crecer en amor y unidad y a procurar juntas el logro de la plenitud de la vida y testimonio cristianos. El Primado respeta y promueve la libertad y la espontaneidad cristianas, no busca uniformidad donde es legítima la diversidad, ni centraliza la administración en perjuicio de las iglesias locales.

5.15. El Primado no ejerce su ministerio en forma aislada sino en asociación colegial con otros obispos. Si es necesario intervenir en los asuntos de una diócesis de la Provincia, el Primado consultará a otros obispos y, de ser posible, tomará medidas a través de las estructuras normales de consulta y toma de decisiones. El Primado se esforzará por no pasar nunca por alto ni usurpar la responsabilidad de la iglesia local. ARCIC I dijo lo siguiente acerca del ministerio de primacía:

La primacía cumple su finalidad ayudando a las iglesias a escucharse unas a otras, a crecer en amor y unidad, y a procurar el logro de la plenitud de la vida y testimonio cristianos; respeta y promueve la libertad y espontaneidad cristianas; no busca la uniformidad donde es legítima la diversidad, ni centraliza la administración en perjuicio de las iglesias locales. (The Final Report [El informe final], Autoridad I, párrafo 21.)

5.16. La primacía del Arzobispo de Canterbury y la Reunión de Primados refleja a nivel de la Comunión Anglicana la primacía y colegialidad ejercidas a nivel provincial. Existe una diferencia, sin embargo, en que la distancia y poca frecuencia de las reuniones hacen más difícil el proceso de consulta y decisión. El discernimiento, la decisión y la acción a este nivel dependerán normalmente sólo del consenso de la Reunión de Primados o una parte de ella y exige gran sensibilidad.

 III. Subsidiariedad, rendición de cuentas e interdependencia

5.17. La Santa Iglesia Católica está plenamente presente en cada una de sus encarnaciones locales. Las decisiones acerca de la vida y misión de la Iglesia deben hacerse en ese lugar y sólo es necesario referirlas a concilios más amplios si el tema amenaza la unidad y la fidelidad de enseñanza o práctica de la Iglesia católica, o en casos en que la iglesia local se topa con circunstancias realmente nuevas y desea asesoramiento sobre la forma en que debe responder.

5.18. Los diversos niveles de la Iglesia deben rendirse cuentas mutuamente. Eso se expresará mediante una apertura al diálogo, la atención a la particularidad de las personas, tiempos y lugares, la aceptación de la interdependencia a nivel personal y colectivo y el respeto por la pluralidad y diversidad como dones de Dios.

5.19. La atención, en la comunidad cristiana, es una cualidad especial de la acción recíproca entre los miembros del Cuerpo de Cristo. Por atención cristiana se entiende la decisión de dar mayor importancia a la comprensión de los demás que a ser comprendido. Significa escuchar y responder a las necesidades y las esperanzas de los demás, especialmente cuando éstas difieren de las necesidades, intereses y esperanzas propias. Además, la atención cristiana mantiene presente esas necesidades e intereses al


tomar las decisiones propias y desarrollar las prácticas propias. Esa atención está en consonancia, hemos dicho, con la calidad del amor de Dios conocido en Cristo y compartido en el Espíritu Santo. Ese amor divino se describe hermosamente en el Evangelio según San Juan, cuando el Padre y el Hijo glorifican y afirman recíprocamente su identidad. Se refleja asimismo en la aguda conciencia del Señor de las necesidades de los demás y su respuesta compasiva a ellas.

5.20. Las asambleas anglicanas a nivel mundial son de consulta y no de índole legislativa. Se plantea un interrogante al respecto: ¿es esto satisfactorio si la Comunión Anglicana ha de mantenerse unida en los malos tiempos además de los buenos? Más aún, surge otra pregunta: ¿no requiere la comunión efectiva, a todos los niveles, instrumentos apropiados, con las garantías debidas, no sólo para la legislación, sino también para la supervisión? ¿No es la autoridad universal un corolario necesario de la comunión universal? Hemos comenzado un proceso de análisis de ese tema con nuestros compañeros ecuménicos. Se relaciona, no sólo con nuestro entendimiento del ejercicio de la autoridad en la Comunión Anglicana, sino también con el tipo de unidad y comunión que buscamos en una Iglesia visiblemente unida.


IV. Discernimiento y recepción

5.21. Es necesario volver a interpretar constantemente la fe de la Iglesia a fin de que el Cristo viviente pueda realizarse en las vidas de los hombres y mujeres contemporáneos. El discernimiento del pensamiento de Cristo para la Iglesia es la tarea de todo el pueblo de Dios, bajo la orientación y liderazgo de quienes han sido ordenados para un ministerio de supervisión. La autoridad es correlativa. En algunos casos las determinaciones corresponden al nivel local o regional, mientras que en otros, que afectan la unidad de la fe, el análisis debe hacerse en la comunión de todas las iglesias.

5.22. Cuando una iglesia local plantea un problema, entran en juego procesos de discernimiento, toma de decisiones y recepción. La iglesia local es responsable de tener en cuenta las implicancias de sus decisiones para la Comunión en general. Los anglicanos convienen en que los Grandes Concilios Ecuménicos de los siglos IV y V fueron la autoridad conciliar máxima. No obstante, ningún concilio ecuménico posee la autoridad última simplemente como institución. Aun en el caso de esos primeros concilios no existían garantías de que la orientación dada por el concilio no padeciera de errores de juicio ni distorsionara la verdad. Sus palabras fueron aceptadas como ciertas y de cumplimiento obligatorio, no porque se había pronunciado un concilio en particular, ni tampoco porque había sido convocado por una autoridad en particular, sino porque los fieles en las iglesias locales llegaron a recibir y reconocer sus decisiones como la expresión de la verdad del Evangelio. Eso no significa que los fieles no deban respetar ciertos concilios de la Iglesia celebrados en el pasado y en la Comunión Anglicana de nuestros tiempos y que no deban tenerse en cuenta con la debida seriedad en el proceso de respuesta y discernimiento.


5.23. Los anglicanos sostienen que la Iglesia universal no terminará por fracasar. Mediante el liderazgo del Espíritu Santo, se discierne gradualmente la verdad. No obstante, el discernimiento de la verdad no es nunca un proceso sin complicaciones e inequívoco. En su camino siempre surgen reveses.

5.24. En la Comunión Anglicana, los asuntos que afectan a la comunión de todas las iglesias deben discernirse y ponerse a prueba en la vida de interdependencia de las Provincias, a través de la reunión de obispos en la Conferencia de Lambeth y del proceso de consulta del Consejo Consultivo Anglicano y la Reunión de Primados. Luego sigue el proceso de la recepción abierta dentro de la vida de las iglesias locales. En el proceso que pone a prueba la verdad de una decisión, para el mantenimiento de la comunión, tanto dentro como entre las iglesias, es necesario ejercer gran sensibilidad, y debe encontrarse el espacio adecuado para el disentimiento expresado claramente en la puesta a prueba y refinación de la verdad. En el proceso de discernimiento y recepción deben mantenerse las relaciones, pues sólo en la hermandad existe la oportunidad de corregir los desequilibrios o la ignorancia. Aunque pueda surgir tensión respecto de algunos de los medios a través de los cuales se expresa la comunión, como cristianos estamos obligados a respetar la necesidad de cortesía, tolerancia, respeto mutuo, oración por los demás y de un continuo deseo de conocernos y estar unos con otros. Para el proceso de recepción es necesario preparar materiales de estudio informativos e idóneos y oportunidades para el diálogo, reuniendo a quienes sostienen opiniones encontradas sobre el tema de que se trate.

5.25. En un mundo cristiano dividido no es posible hoy en día tomar decisiones en un Concilio General. No obstante, en la etapa actual del movimiento ecuménico, toda decisión que afecte a la fe o el orden de la Iglesia universal debe ser ofrecida para su puesta a prueba en la hermandad ecuménica más amplia.

5.26. En lo que se refiere al análisis del pensamiento de Cristo para la Iglesia, guiado por el Espíritu Santo, el discernimiento, el debate conciliar y la toma de decisiones seguidos de un proceso de recepción tienen todos un papel que desempeñar. No es por debilidad que la Iglesia no pueda tomar decisiones inmediatas respecto de los asuntos complejos de fe, orden y moral que se le plantean, sino que el modo en que vive en el proceso de discernimiento, toma de decisiones y recepción pueden dar un profundo testimonio y proporcionar un modelo para otras comunidades.


V. Coherencia teológica

5.27. La misión de la Iglesia es encarnar y proclamar el Evangelio de Cristo, de amor y reconciliación, sanación y libertad. Debe ser transparente, no sólo en lo que dice y en su promoción de la justicia y la paz, sin también en sus estructuras y procesos visibles. Debe existir una concordancia entre la teología implícita en las estructuras y procesos de la Iglesia y la teología explícita de sus palabras.

5.28. Es con los principios que hemos explorado en este capítulo que volvemos ahora a estudiar los instrumentos del pertenecer anglicano a nivel mundial y a plantear interrogantes sobre la forma en que podrían desarrollarse a la luz de esos principios.

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