Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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lunes, 14 de noviembre de 2011

I. INTRODUCCIÓN. El Don de la Autoridad.

I. INTRODUCCIÓN


1. El diálogo entre Anglicanos y Católicos ha mostrado significativos signos de progreso sobre la cuestión de la autoridad en la Iglesia. Este progreso puede ya verse en la convergencia en la comprensión de la autoridad lograda por las declaraciones previas de ARCIC, especialmente:

            * reconocimiento de que el Espíritu del Señor resucitado mantiene al pueblo de Dios en      obediencia a la voluntad del Padre. Mediante esta acción del Espíritu Santo, la        autoridad del Señor actúa en la Iglesia (cf. La Relación Final, Autoridad en la Iglesia I,3);

            * reconocimiento de que por su bautismo y su participación en el sensus fidelium el laicado representa una parte integrante en las tomas de decisión en la Iglesia (cf.   Autoridad en la Iglesia: Aclaración, 4);

            * la complementareidad de primacía y conciliaridad como elementos de episcopé dentro     de la Iglesia (cf. Autoridad en la Iglesia I,22);

            * la necesidad de una primacía universal ejercida por el obispo de Roma como un signo      y salvaguarda de la unidad dentro de una Iglesia re-unida (cf. Autoridad en la Iglesia II,9);

            * la necesidad de un primado universal que ejerza su ministerio en asociación colegiada      con los otros obispos (cf. Autoridad en la Iglesia II,19);

            * una comprensión de la primacía universal y la conciliaridad que complemente y no          suplante el ejercicio de episcopé en las Iglesias locales (cf. Autoridad en la Iglesia I, 21-23;.           Autoridad en la Iglesia II,19).


2. Esta convergencia ha sido oficialmente señalada por las autoridades de la Comunión Anglicana y la Iglesia Católica. La Conferencia de Lambeth, reunida en 1988, no sólo vio los acuerdos de ARCIC sobre doctrina eucarística y ministerio y ordenación como congruentes en sustancia con la fe de los Anglicanos (Resolución 8,1) sino que afirmó que las declaraciones de acuerdo sobre autoridad en la Iglesia proporcionaban una base para un diálogo más amplio (Resolución 8,3). De modo similar, la Santa Sede, en su respuesta oficial de 1991, al reconocer áreas de acuerdo sobre cuestiones muy importantes para la fe de la Iglesia Católica, tales como la Eucaristía y el ministerio de la Iglesia, señaló los signos de convergencia entre nuestras dos comuniones sobre la cuestión de la autoridad en la Iglesia, indicando que esto abría el camino para un mayor progreso.

3. No obstante, las autoridades de nuestras dos comuniones han pedido una mayor exploración de áreas en las que, aunque ya existe convergencia, creen que no se ha conseguido aún el necesario consenso. Estas áreas incluyen:

            * la relación entre Escritura, Tradición y el ejercicio de la autoridad magisterial;

            * colegialidad, conciliaridad y el papel del laicado en la toma de decisiones;

            * el ministerio petrino de primacía universal en relación con la Escritura y la Tradición.

Aunque se han realizado progresos, han surgido serias dificultades en el camino hacia la unidad. Han surgido agudos problemas relativos a la autoridad para cada una de nuestras comuniones. Por ejemplo, los debates y decisiones sobre la ordenación de mujeres han llevado a cuestiones sobre las fuentes y estructuras de la autoridad y sobre cómo funcionan para Anglicanos y Católicos.

4. En ambas comuniones la exploración de cómo debería ser ejercida la autoridad a diferentes niveles se ha abierto a las perspectivas de otras Iglesias sobre estos temas. Por ejemplo, El Informe de Virginia de la Comisión Teológica y Doctrinal interanglicana (preparado para la Conferencia de Lambeth de 1998) declara : «La larga historia del empeño ecuménico, tanto local como internacional, nos ha mostrado que el discernimiento y la toma de decisiones Anglicanos y deben tener en cuenta las intuiciones hacia la verdad y la sabiduría guiada por el Espíritu de nuestros interlocutores ecuménicos. Más aún, cualquier decisión que adoptemos deberá ser ofrecida para el discernimiento de la Iglesia universal» (El Informe de Virginia 6,37). También el Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Ut Unum Sint invitaba a dirigentes y teólogos de otras Iglesias a comprometerse con él en un diálogo fraterno sobre cómo el ministerio particular de unidad del Obispo de Roma debería ejercerse en una situación nueva (cf. Ut Unum Sint 95-96).

5. Existe un extenso debate sobre la naturaleza y ejercicio de la autoridad en ambas Iglesias y en una sociedad más amplia. Anglicanos y Católicos quieren dar testimonio a las Iglesias y al mundo de que la autoridad correctamente ejercida es un don de Dios que trae la reconciliación y la paz a la humanidad. El ejercicio de la autoridad puede ser opresor y destructivo. Puede, sin duda, serlo muchas veces tanto en las sociedades humanas como en las Iglesias cuando adoptan sin sentido crítico ciertos modelos de autoridad. El ejercicio de la autoridad en el ministerio de Jesús muestra un camino diferente. Es en conformidad con el pensamiento y ejemplo de Cristo como la Iglesia está llamada a ejercer la autoridad (cf. Lc 22,24-27; Jn 13,14-15; Fil 2,1-11). Para el ejercicio de esta autoridad la Iglesia ha sido dotada por el Espíritu Santo con variedad de dones y ministerios (cf. 1 Cor 12,4-11; Ef 4,11-12).


6. Desde el comienzo de este trabajo, la ARCIC consideró las cuestiones de la enseñanza de la Iglesia o su práctica en el contexto de nuestra real pero imperfecta comunión en Cristo y la unidad visible a la que hemos sido llamados. La Comisión ha buscado siempre situarse ante posturas opuestas y enfrentadas para descubrir y desarrollar nuestra herencia común. Edificando sobre el trabajo previo de ARCIC, la Comisión ofrece una ulterior declaración sobre cómo el don de la autoridad correctamente ejercido, permite a la Iglesia seguir en obediencia al Espíritu Santo, que la mantiene fiel en el servicio del Evangelio para la salvación del mundo. Deseamos aclarar más cómo el ejercicio y la aceptación de la autoridad en la Iglesia es inseparable de la respuesta de los creyentes al Evangelio, cómo está en relación con la interacción dinámica de Escritura y Tradición, y cómo se expresa y experimenta en la comunión de las Iglesias y la colegialidad de sus obispos. A la luz de estas intuiciones hemos llegado a una profunda comprensión de una primacía universal que sirva a la unidad de todas las Iglesias locales.

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