Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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miércoles, 8 de junio de 2011

LA MISIÓN DEL ESPÍRITU SANTO IV


4. LAS DOS FUENTES DE LA TEOLOGÍA

Si existen dos misiones, es que hay dos fuentes de conocimiento del Padre. Esto puede parecer la resurrección de la teoría de las dos fuentes superada en la constitución Dei Verbum del Vaticano II. No se trata de volver al pasado, aunque sí de matizar una cierta unilateralidad que el Concilio parece aceptar, en su esfuerzo hasta el límite para entrar en la perspectiva protestante de sola Scriptura como única fuente de conocimiento posible de Jesús. Esta preocupación dejó un poco de lado la tradición en el sentido católico, que es, por supuesto, mucho más que la transmisión fiel de la enseñanza de Jesús, porque si sólo fuera esto, no sería una nueva fuente de conocimiento. Al lado del conocimiento que trajo Jesús hay que afirmar el aportado por el Espíritu, inscrito en 2.000 años de historia de la Iglesia, fuente permanente de la que brotan siempre nuevas iniciativas y  conocimientos.

La teología de la liberación ha puesto de relieve el unilateralismo de una inspiración exclusivamente bíblica de la teología, y lo ha corregido con lo que llama la reflexión crítica sobre la praxis de la Iglesia. Esta reflexión debe encontrar su norma en la misión del Espíritu Santo que juzga las instituciones concretas y orienta el conocimiento de la vida práctica. Sólo ella puede discernir la acción, siempre ambigua, de la Iglesia, casta meretriz en terminología de los Padres.

A continuación compararemos ambas fuentes de la fe y la teología para resaltar mejor las diferencias y la complementariedad.

1) Las palabras y los hechos de Jesús tienen una cierta ambigüedad. Son signos abiertos a una iluminación futura, por esto los intérpretes los han valorado diversamente. Hay que subrayar que no es posible deducir de los Evangelios una filosofía, una concepción de la vida, una metafísica, una moral o un estilo de civilización. Porque, p. e., proyectamos la vida de Francisco de Asís en los Evangelios, creemos conocer el estilo de vida evangélico. Pero la vida de Francisco es sólo una inspiración del Espíritu, una interpretación evangélica en un contexto determinado. Pero, para el cristiano moderno, la cuestión está en que el mundo de Francisco no existe ya y se precisa hoy una nueva imagen de vida evangélica.

El Espíritu no vino a formular nuevas palabras o nuevos signos, ni a recordar los de Jesús, sino a darles contenido en la situación histórica concreta. Vino a deducir nuevos actos en la realidad humana bajo la inspiración de la vida y palabras de Jesús. Ni el monacato, ni los franciscanos o los jesuitas podían deducirse mecánicamente de los acontecimientos religiosos anteriores. A posteriori es posible mostrar la continuidad de las fases de la misión del Espíritu, pero no a priori, porque los hombres pensamos en el futuro como una repetición o un restauracionismo. Conocer la materialidad de las palabras de Jesús es un conocimiento de la letra, y de acuerdo con la propia escritura, se trata de un conocimiento falaz.

2) El NT no ofrece ninguna ciencia teórica o contemplativa; anuncia una vida nueva; es un conocimiento que exige un modo de vivir. El verdadero conocimiento de Dios se halla sólo en la práctica de la caridad. Pero el NT no dibuja patrones estereotipados de comportamiento. Las mismas recomendaciones prácticas de la segunda parte de las cartas del NT son ejemplo de adaptación a circunstancias concretas, pero carecen de valor paradigmático para generaciones posteriores.

En cambio, el Espíritu sugiere actitudes concretas en cada época histórica, de forma que el Evangelio sea factor activo en una cultura o en una sociedad. Las palabras del Evangelio no descubren la voluntad de Dios en cada instante, tampoco lo hace la praxis histórica. Se necesita la confluencia de ambos elementos.

3) Las palabras y actos de Jesús son llamada abierta hasta el fin de los tiempos, de forma que hasta la conclusión de la historia el cristianismo no manifestará su pleno significado. El sentido del Evangelio se descubre solo en las aplicaciones concretas inspiradas por el Espíritu.

A su vez toda práctica cristiana no busca otra cosa que "la vida evangélica". Por esto, toda inspiración del Espíritu se manifiesta como vuelta al Evangelio, redescubrimiento de los orígenes, no como repetición temática, sino como fuerza de superación de una situación ya caducada.

4) Ninguna teología viva quiso definir nunca la esencia intemporal del cristianismo, sino responder a un desafío concreto en la búsqueda de la vida evangélica. Así, la escolástica pretendió responder evangélicamente a la nueva cultura de las ciudades. Pretendía sustituir la cruzada por la evangelización, e intentar la reforma de la Iglesia sin rupturas ni herejías en diálogo con la cultura del tiempo.

Significativamente sólo precisan de la teología las épocas en que los cristianos procuran conciliar términos aparentemente inconciliables. A los activistas les basta la ideología, a los pietismos la literatura devocional, a los misioneros un catecismo, a una Iglesia establecida una colección de tradiciones religiosas. La tarea de una teología es la búsqueda de una práctica urgida a la vez por un deseo de vida evangélica y por la aceptación de los obstáculos de un mundo independiente, autónomo e insumiso.

5) Una teología viva se opone al fixismo de fórmulas que la resguardan de los problemas del mundo y la encierran en sí. Critica tanto una práctica vacía de contenido como un dogmatismo fijo que paraliza la acción. El Espíritu alienta la crítica y asume los desafíos nuevos con iniciativas inesperadas.

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