Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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jueves, 12 de abril de 2012

IV. EL INICIO DEL MOVIMIENTO ECUMÉNICO MODERNO: EL PIONERISMO PROTESTANTE

IV. EL INICIO DEL MOVIMIENTO ECUMÉNICO MODERNO: EL PIONERISMO PROTESTANTE
1. El movimiento ecuménico moderno surge como reacción a la fragmentación de la Iglesia de Jesucristo. Es una señal de inconformidad con ella. De cierta forma concluye el período confesional, esto es el período de la división regional del mundo por “confesiones”. La guerra de los treinta años (1618-1648) había sido el último intento de restablecer, por la fuerza, la unidad de la cristiandad, intento que redundó en un terrible fracaso. Desde entonces el Norte era predominantemente protestante, el Sur católico, el Este ortodoxo y el Oeste anglicano y calvinista. Pero la internacionalización del mundo que ocurre en el siglo XIX ya no permite más la separación geográfica de las confesiones, y hace que colisionen principalmente en las áreas misioneras de África y de Asia. De allí surgen importantes impulsos para el ecumenismo.
2. La internacionalización del planeta es consecuencia de las conquistas tecnológicas que acortan las distancias, así como de la migración intercontinental de grandes sectores de la población mundial. Se trata del avance de la globalización, iniciada con el descubrimiento de las Américas en el siglo XV y se ve fuertemente acelerada en el siglo XIX. La máquina altera los medios de producción, de transporte y de comunicación. Se hacían necesarias organizaciones internacionales para hacer frente a los problemas y a las necesidades de un mundo progresivamente más pequeño. Entre las promociones mencionamos:
- la primera Exposición Mundial, en 1851;
- la fundación de la Cruz Roja, en 1864;
- la creación de la Asociación para el Derecho Internacional, en 1873;
- los Juegos Olímpicos Modernos, realizados por primera vez en 1896.

Infelizmente, también los conflictos políticos se volverían internacionales. Las guerras del siglo XX, sobre todo las de 1914-1918 y de 1939-1945, tendrían proporciones mundiales, con daños inéditos hasta entonces.
3. El colonialismo también es un síntoma de esa internacionalización. La hegemonía europea demuestra que, después de sufrir la pérdida de las Américas en virtud de la emancipación de las mismas, se apodera de África y de Asia como aquel resto del mundo considerado todavía “sin dueño”. Promueve la mezcla de los pueblos, la misión cristiana y el intercambio cultural. De la misma forma, sin embargo, hizo chocar a los intereses colonialistas en la explotación de las riquezas de las regiones ocupadas. En ese contexto actúan las sociedades misioneras. Sería injusto rotular indiscriminadamente de “colonialismo cristiano” la admirable y abnegada obra de las mismas; muchas veces, las misiones entraron en choque con las fuerzas colonizadoras, exigiendo la observancia de principios evangélicos y su primacía sobre los brutales intereses económicos. Aún así, es cierto que los imperios coloniales propiciaron la expansión de la misión; simultáneamente, aguzaron la conciencia de las dolorosas divisiones en la misma cristiandad. En un mundo crecientemente global y, todavía fragmentado, emerge casi naturalmente la idea ecuménica.
4. La primera reacción de las Iglesias a la internacionalización consistió en la constitución de estructuras igualmente globales. Surgen en el siglo XIX e inicios del siglo XX las federaciones y alianzas eclesiásticas. Son las Iglesias protestantes que buscan la comunión con sus hermanos y hermanas en la fe diseminados por el mundo con la intención de conjugar el testimonio. He aquí algunos ejemplos:
- en 1867: Se organiza la “Comunión Anglicana”
- en 1875: Se crea la “Alianza Mundial de Iglesias Reformadas”
- en 1881: Se unen los metodistas en la “Conferencia Ecuménica Metodista”
- en 1905: Se constituye la “Federación Bautista Mundial”
- en 1923: Es creada la “Convención Luterana Mundial”.
No se trata de fundación de Iglesias. Las estructuras son de naturaleza más bien “federativas” entre Iglesias hermanas. En eso se distingue el protestantismo de la Iglesia Católica con su “estructura planetaria”; esta celebra en el Concilio Vaticano I, en 1870, una demostración pública de su “internacionalidad”. Proclama solemnemente la infalibilidad papal y así consagra el centralismo eclesiástico como decidida respuesta a los avances del pluralismo e individualismo de la modernidad. En todo ese escenario, el imperativo de unir es sentido con mucha mayor preeminencia por el protestantismo, en lo que reside seguramente uno de los motivos para su pionerismo ecuménico. Las afinidades doctrinales y la magnitud de los desafíos a enfrentar, cuestionaban la permanencia de las lesivas divisiones en el cuerpo de la cristiandad.
5. Los protestantes querían más que una simple asociación confesional. Las instituciones eclesiásticas quedaron inicialmente al margen de las iniciativas. El protagonismo cupo a personas laicas, por ejemplo del metodista John Mott y del anglicano Joseph Oldham, o a movimientos como la “Alianza Evangélica”, fundada en 1846 con el nombre de “Liga Fraternal de Oración y Combate a la Incredulidad”. Aún deben ser mencionadas la “Asociación Cristiana de Jóvenes”, fundada en 1855, y las “Sociedades Bíblicas”. Entidades como esas prepararon el ecumenismo, trasponiendo las tradicionales fronteras denominacionales y promoviendo la cooperación.
6. De las sociedades misioneras es que parten los más fuertes impulsos para la unión. Pero hay otras causas en la raíz del sueño ecuménico. Se destaca el problema de la economía y de la justicia social en medio al capitalismo emergente. La pauperización de amplias camadas de la población debido a la explotación salvaje del trabajo, el éxodo rural, el crecimiento del proletariado y de la miseria en los centros urbanos, sensibilizaba a las conciencias y clamaba por una reacción de las Iglesias. El embate ideológico de las fuerzas restauradoras después de la revolución francesa de 1789-94 y de los movimientos revolucionarios, por ejemplo del comunismo de Karl Marx, provocaba necesariamente a la fe cristiana. Algo semejante vale decir para el avance del ateismo científico en un mundo progresivamente secular. Las consecuentes pérdidas para la fe eran motivo de inquietud no solo de una confesión o de una Iglesia. Debemos mencionar, finalmente, las amenazas a la paz mediante el exacerbado nacionalismo y militarismo en los países europeos que más tarde, de hecho, detonarían en horribles baños de sangre. Todo ese cuadro compelía a los cristianos y los animaba a juntar fuerzas y voces. El evangelio exigía una respuesta común de la cristiandad.
7. El marco inicial del movimiento ecuménico fue la Conferencia Internacional acerca de la Misión que tuvo lugar en Edimburgo, Escocia, en 1910. No fue la primera conferencia de ese tipo, pero sí la más grande y la más representativa. Ella es considerada el divisor de aguas en la historia del ecumenismo. Lo que antecedió fueron preliminares; lo que sucedió en Edimburgo es la concretización de una visión y de derrumbamiento de estructuras. Se pretendía la coordinación de la misión, principalmente, en África y Asia. Sin embargo, el resultado fue mucho más allá. Representantes de las Iglesias Ortodoxas y de la Iglesia Católica Romana todavía estuvieron ausentes. Se reúnen, en esa oportunidad, más de 1.200 delegados de Sociedades Misioneras protestantes. La Conferencia fue marcada por un fuerte optimismo misionero. Se pregonaba la “evangelización del mundo aún en esta generación”, una esperanza que se frustró. La importancia de la convención, sin embargo, reside en los incentivos ecuménicos que se dieron. Las mismas Iglesias demoraron en acoger la idea; pero la semilla estaba lanzada. Cada vez más se sentía la necesidad de no solo ordenar la tarea misionera, sino también de hablar acerca de doctrinas y de promover acciones conjuntas en cuestiones prácticas entre las Iglesias.
8. A partir de esta Conferencia nacieron diversas organizaciones que darían origen al Consejo Mundial de Iglesias. Ellas son:
a. El Consejo Misionero Internacional, constituido legalmente en 1921, en los Estados Unidos. Su objetivo consistía en el apoyo y en la coordinación de las iniciativas misioneras a nivel global. Cabe resaltar que ello debería suceder en el simultáneo esfuerzo por la evangelización y por la justicia en la relación entre los pueblos y razas.
b. El movimiento para el cristianismo práctico, llamado “Vida y acción” (“Life and Work”). El movimiento fue una respuesta ecuménica inmediata a los horrores de la Primera Guerra Mundial, teniendo en la promoción de la paz una de sus grandes metas.
c. El movimiento “Fe y Orden” (“Faith and Order”, llamado en portugués “Fé e Constituição”), que se propone el diálogo teológico y la regulación de las Iglesias en cuestiones doctrinales. La idea de crear tal foro se remonta al obispo anglicano Charles Brent. En Edimburgo, él se convenció de la imposibilidad de aproximar a las Iglesias sin la remoción de los impedimentos doctrinales de la unidad.
9. En el período entre la Conferencia de Edimburgo y la fundación del Consejo Mundial de Iglesias, la idea ecuménica madura, fue abrazada de forma creciente por el liderazgo eclesiástico. En 1919, en Suecia, el obispo luterano Nathan Söderblom lanza, por primera vez, la sugerencia de la creación de un “Consejo Ecuménico de Iglesias”; la idea cayó en terreno fértil. Era fuerte el anhelo por una mayor unidad entre las Iglesias cristianas, nutrido entre otras causas por las turbulencias de un mundo en crisis. Se asocia también la Iglesia Ortodoxa, aunque de forma tímida y parcialmente reluctante; en 1920, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla envía una encíclica en la que propone una “Koinonia ton Ekklesion” (Comunión de las Iglesias). En aquel mismo año, la Conferencia de Lambeth, realizada por la Iglesia Anglicana, avanza un paso más: clama por la reunificación de la cristiandad. Estos son apenas algunos ejemplos del entusiasmo con que venía siendo acogida la idea ecuménica en la época. Mientras tanto, la Iglesia Católica Romana se mantenía alejada del movimiento; solamente decenios más tarde iría a despertar al mismo.
10. La misión, la acción y la doctrina, cada cual con sus respectivas organizaciones, son las principales venas que confluirán en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI). Hay otros movimientos que se unen, por ejemplo el “Consejo Mundial de Educación Cristiana”, creado en 1947 a partir de la Liga Mundial de las Escuelas Dominicales, ya existente desde 1907. Además, no deben ser olvidadas las iniciativas de los grupos laicos. Jóvenes, mujeres y otros tienen una participación decisiva en desatar y hacer crecer la idea ecuménica. Y los movimientos alrededor de la misión, de la acción y de la doctrina constituyen algo así como las motivaciones fundamentales del ecumenismo en las Iglesias. “Fe y Orden” pretende el testimonio conjunto, la fe profesada de común acuerdo. Trabaja la teología y la doctrina; parte de la convicción de que la unidad necesita de un consenso básico en el credo, y promueve el diálogo interconfesional. El movimiento “Vida y Acción” quiere conjugar los esfuerzos diaconales de las Iglesias, al servicio de las sufridas criaturas. Tiene en vista la praxis eclesial, convencida que ella es una poderosa fuerza de unión. Las misiones, finalmente, buscan la sintonía en el cumplimiento del mandato de llevar el evangelio a los confines de la tierra; pretenden evitar el descrédito y demostrar la coherencia evangélica. En todos estos casos había dificultades por vencer. “Fe y Orden” celebra dos grandes conferencias internacionales, la primera en 1927, en Lausanne (Suiza), y la segunda en 1937, en Edimburgo (Escocia). Decide adherir a la sugerencia de crear una comisión preparatoria del “Consejo Mundial de Iglesias” (CMI). Algo semejante sucede con el movimiento “Vida y Acción”. Se realiza su primera conferencia en 1925, en Estocolmo, Suecia, y la segunda en 1937, en Oxford, Inglaterra. En esa oportunidad, se manifiesta, igualmente, el apoyo para la creación de un Consejo Mundial.
11. Quien queda fuera es el Consejo Misionero Internacional. Él también realiza Conferencias Internacionales, en Jerusalén (1928) y en Tambaram, India (1938). Pero todavía no se ve en condiciones de integrarse al Consejo en formación. Lo que sería conocido como “misión cristiana”, ya era controvertido en aquella época. La adhesión se daría recién en 1961, en la tercera Asamblea General del CMI, en Nueva Delhi (India). Permanece como cierto que la misión, la acción social y el diálogo doctrinal, estos tres elementos son el trípode sobre el cual se asienta, y a partir del cual se desarrolla, el proyecto del CMI. Se pretende la misión conjunta, la acción conjunta y el testimonio conjunto.
12. Debe anotarse al margen que el movimiento ecuménico, en la primera parte del siglo XX, era una promoción predominantemente europea y norteamericana. Las Iglesias jóvenes, del así llamado Tercer Mundo, eran más bien espectadoras que partícipes. Esto empieza a cambiar ya en 1928, en la Conferencia acerca de la Misión, en India. Parece imposible concebir la “misión cristiana” como una única vía, siendo unos los permanentes “dadores” y otros los “receptores”. Solamente la mutualidad promete el buen éxito. Un desarrollo semejante se puede observar en lo que respecta al ecumenismo. De una promoción de entidades cristianas del hemisferio Norte iría gradualmente transformarse en un movimiento global, adquiriendo forma de hecho “ecuménica”. Ello no disminuye para nada la validez de la iniciativa. Demuestra, sin embargo, que el “ecumenismo”, también bajo este aspecto, es un proceso de aprendizaje.

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