Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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sábado, 4 de febrero de 2012

MONTREAL Y LA ESENCIA DEL ANGLICANISMO

por John Cobb
Introducción a la Declaración de Montreal
Si un investigador tomara una muestra aleatoria de cien anglicanos de todo el mundo, preguntando a cada uno: ¿qué es el anglicanismo? , es probable que recibiera cien respuestas tan variadas entre sí que no sabría como resumirlas en una definición concisa y coherente. La confusión es consecuencia del transplante exitoso que llevó una versión inglesa de la fe cristiana a todas partes del mundo y permitió que echara raíces en suelos muy distintos. En este proceso, el cascarrón cultural inglés tuvo que morir para liberar la semilla esencialmente cristiana y dejarla crecer según las idiosincrasias de las diversas culturas.
Este hecho era —y es— fundamentalmente positivo; pero, conllevaba algunas complicaciones en cuanto a la definición y límites disciplinarios del anglicanismo. En el siglo XVI los reformadores ingleses no pretendieron definir el anglicanismo, sino recuperar para Inglaterra un cristianismo más primitivo y puro. No pensaban en términos de una corriente o tendencia que debe definirse en contra de las demás, sino en cuanto a la forma apropiada para encauzar la fe de Cristo en estructuras y prácticas concretas en Inglaterra. Jamás pretendieron que los 39 Artículos de la Religión no fuesen una exposición sistemática de la “fe anglicana” sino solamente una propuesta para evitar conflictos innecesarios. Stephen Neill pudo escribir con mucha razón: “No hay ninguna doctrina teológica especial de la Iglesia anglicana.”
Por mucho tiempo se pensaba que las Iglesias Anglicanas podrían mantener sus relaciones fraternales sobre la base de sus raíces comunes; un estilo de culto en común, el episcopado, tradiciones teológicas en común, etc. etc. Pero, la experiencia de los últimos cuarenta años demuestra que aquella expectativa era demasiado optimista. En la medida en que los lazos sociológicos con Inglaterra se han debilitado para permitir la verdadera inculturación, se ha hecho notar la falta de definiciones concretas y claras de la esencia del anglicanismo que sostengan el compañerismo y eviten la disgregación. El individualismo imperante anima a muchos a hacer lo que bien les parece en su contexto local sin tomar en cuenta el cuerpo de Cristo como un todo.
Frente a esta situación de desorden y confusión —muchos dirían “de crisis”, aproximadamente setecientos miembros de la Iglesia Anglicana de Canadá de distintas tendencias teológicas y eclesiales se reunieron en Montreal en Junio de 1994 para celebrar su fe y discernir la voluntad de Dios para esa iglesia en medio de los desafíos y oportunidades del momento actual. Lo que les unió fue el anhelo compartido de permanecer fieles a lo mejor de la herencia rica y variada del pasado anglicano con su reconocimiento de la soberanía sobrenatural de Jesucristo y hacer frente a las presiones socioculturales a conformarse a los intereses y teorías cambiantes de la actualidad que se alinean bajo el estandarte del “progreso”. La tónica de esta reacción no pudo ser una nostalgia de una supuesta edad de oro; sino, mas bien, la búsqueda de la sabiduría bíblica para responder a los problemas de la actualidad y avanzar hacer el tercer milenio.
En la asamblea, los participantes trabajaron sobre la base de 24 ponencias enfocadas hacia distintas clases de problema específico. La “Declaración de Montreal” representa en lenguaje actual una propuesta teológica que proporciona un marco de referencia adecuada para la vida y obra de las iglesias hoy. Al igual que los 39 artículos, el cuerpo de los 15 artículos no contiene casi nada que sea meramente anglicano: pretende ser una respuesta cristiana actual a las inquietudes contemporáneas.
[Para más detalles, véase el artículo “ La Esencia del Anglicanismo ”]
Declaración de Montreal sobre los esenciales del anglicanismo
“En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en todas las cosas, caridad”
Ricardo Baxter (Teólogo puritano inglés del siglo XVII) , siguiendo Agustín de Hipona (Teólogo más importante de la iglesia latina y Obispo de Hipona (395-430) en el norte de la África cerca de Cartago.)
Como miembros de la Iglesia Anglicana de Canadá provenientes de todas las provincias y territorios y participantes en la “Essentials 1994 Conference” en Montreal, nos unimos en alabanza a Dios por su gracia salvífica y por el compañerismo del que nos gozamos con nuestro Señor y el uno con el otro. Afirmamos como esenciales las siguientes verdades esenciales cristianas:
1. El Dios Trino
Hay un solo Dios, que se reveló a si mismo como tres personas, “de una sustancia, poder y eternidad”, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por causa del evangelio, toda propuesta que pretenda modificar o marginar estos nombres y afirmamos su lugar debido en la oración, la liturgia y la alabanza cantada. Pues, mediante el Espíritu Santo, el Evangelio nos invita a compartir por toda la eternidad el compañerismo divino, como hijos adoptados de Dios en cuya familia Jesucristo es a la vez Salvador y nuestro hermano.
(Dt.. 6:4, Is. 45:5, Mt. 28:19, 2 Co.13:14, Gá. 4:4-6, 2 Ts. 2:13-14, 1P.1:2, Jud. 20:21. Ver Artículo I de los 39 Artículos, Libro de Oración Común)
2. Creador, Redentor y Santificador

El Dios trino y todopoderoso creó un universo que fue bueno en todo sentido hasta que la rebelión de sus criaturas lo echó a perder. Habiéndose introducido el pecado, Dios en amor se propuso restaurar el orden cósmico mediante el llamamiento del pueblo del pacto, Israel; la venida de Jesucristo como Redentor; el envío del Espíritu Santo para santificarnos; la construcción de la Iglesia para ofrecerle culto y dar testimonio en el mundo; y la segunda venida de Cristo en gloria para renovar todas las cosas. Obras realizadas con poder milagrosa caracterizan el desarrollo del plan de Dios.
(Gn. 1:3, Is. 40:28, 65:17, Mt. 6:10 Jn. 17:6, Hch. 17:24-26-28, 1Co. 15:28, 2 Co. 5:19, Ef. 1:11, 2 Ti.3:16, He.11:3, Ap. 21:5, Ver Artículo I)
3. La palabra hecha carne
El Jesús de la historia y Cristo de las Escrituras es el único Jesucristo, el hijo encarnado de Dios, nacido de la Virgen María, sin pecado en la vida, resucitado en forma corpórea de entre los muertos, quien actualmente reina en gloria, aunque todavía presente con su pueblo por el Espíritu Santo. Él es “Dios con nosotros”, mediador único entre Dios y nosotros, fuente del conocimiento salvífico del Altísimo, y dador de vida eterna a la iglesia universal.
(Mt. 1:24,25, Mr. 15:20-37, Lc. 1:35, Jn. 1:14, 17:20-21, Hch. 1:9-11, 4:12, Ro. 5:17, Fil. 2:5-6, Col.2:9, 1 Ti. 2:5-6, He. 1:2, 9:15. Ver Artículos II-IV, el Credo de Nicea)
4. El Salvador único
El pecado humano consiste en el levantamiento orgulloso en contra la autoridad de Dios, al rehusar vivir en amor con el Creador y sus criaturas. El pecado corrompe nuestra naturaleza y su consecuencia es la injusticia, la opresión, la desintegración tanto personal como social, y culpa ante los ojos de Dios. El pecado destruye, además, la esperanza y nos conduce a un futuro careciente del deleitar en Dios sin Dios y de lo bueno. Jesucristo es el único que puede salvarnos de la culpa, vergüenza y dominio del pecado y del camino que encierra: la fe del arrepentido es el único camino a la salvación.

Mediante su sacrificio propiciatorio en la cruz por nuestros pecados, Jesús venció a los poderes de las tinieblas y alcanzó nuestra redención y justificación. Por su resurrección corpórea, garantizó la resurrección venidera y herencia eterna de todos los creyentes. Por su regalo regenerador del Espíritu, restaura nuestra naturaleza caída y nos renueva a su imagen. Luego, para cada generación, Él es el camino, la verdad y la vida para el pecador, y el arquitecto único de una comunidad humana restaurada.
(Jn. 14:6, Hch.1:9-11, 2:32-33, 4:12, Ro.3:22-25,1 Co.15:20-24, 2 Co.5:18-19, Fil. 2:9-11, Col. 2:13-15, 1 Ti 2:5-6, 1P.1:3-5, 1 Jn.4:14, 5:11-12. Ver artículos II-IV-XI, XV, XVIII, XXXI)
5. El Espíritu de Vida
El Espíritu Santo “el Señor, el dador de vida”, enviado a la iglesia por el Padre y por el Hijo, revela la gloria de Jesucristo; produce convencimiento del pecado, renueva el ser íntima del pecador, le lleva a la fe; le equipa para la justicia, crea comunión; y capacita para poder para el servicio. Vivir en el Espíritu consiste en la transformación sobrenatural de nuestra existencia natural y es un anticipo auténtico de cielo mismo. La unidad en amor de los cristianos y de las iglesias llenos del Espíritu Santo es un signo poderoso de la verdad del cristianismo.

(Gn. 1:2, Ex. 31:2-5, Sal.51:11, Jn.3:5-6, 14:26, 15:26,16:7-11, 13,15, 1 Co.2:4, 6:19, 12:4-7, 2 Co.3:18, Gá. 4:4-6, 5:22-26, Ef.1:13-24, 5:18, 1 Ts. 5:19, 2 Ti. 3:16. Ver Art. V, el Credo de Nicea)
6. La autoridad de la Biblia
Las Escrituras canónicas de los Testamentos Antiguo y Nuevo son “la Palabra escrita de Dios”, una palabra que es: inspirada y autoritativa, verdadera y de confianza, coherente, suficiente para la salvación, viva y potente como guía divina en cuanto a las creencias y la conducta.

La fe trinitaria, cristocéntrica, y orientada hacia la redención que se encuentra en la Biblia está incorporada en los históricos credos ecuménicos y los documentos fundacionales anglicanos. Por intermedio de la tradición y la razón, utilizadas con oración y reverencia, el Espíritu Santo conduce, en cada época, al Pueblo de Dios y los consejos de la iglesia, a esta comprensión básica de las Escrituras
La Iglesia no puede constituirse en juez de las Escrituras, seleccionando y descartando de entre sus enseñanzas. Las Escrituras, bajo Cristo, juzgan a la iglesia en cuanto a su fidelidad a la verdad por El revelada.
(Dt. 29:29, Is.40:8, 55:11, Mt. 5:17-18, Jn. 10:35, 14:26, Ro. 1:16, Ef. 1:17-19, 2 Ti. 2:15, 3:14-17, 2P.1:20-21. Ver art. VI - VIII - XX).
7. La iglesia de Dios
Aquella sociedad sobrenatural denominada la Iglesia es la familia de Dios; -el cuerpo de Cristo; y -el templo del Espíritu Santo. Es la comunidad de los creyentes, quienes han sido justificados por fe en Cristo, incorporados a la vida resucitada de Cristo y puestos bajo la autoridad de las Sagradas Escrituras como la Palabra de Cristo. La iglesia en la tierra está unida por medio de Cristo a la que está en el cielo en la comunión de los santos. A través del ministerio de la iglesia, por intermedio de la Palabra y los sacramentos del evangelio, Dios suministra vida en Cristo a los fieles, capacitándoles para la adoración, el testimonio y el servicio.

En la vida de la iglesia, sólo debe ser considerado como esencial para la salvación lo que puede comprobarse en las Escrituras y cualquier cosa que no sea esencial no debe ser requerida de nadie como obligatoria para la fe , ni impuesto como asunta de doctrina, de disciplina, o de culto.
(Ef. 3:10-21, 5:23-27, 1 Ti.3.15, Heb.12:1-2, 2 Ti.3.14-17. Ver Artículos XIX, XX y XXI).
8. La nueva vida en Cristo
Dios formó los seres humanos a su imagen divina para que pudieran glorificar su creador y gozarse de Él por siempre; pero, desde la Caída, el pecado nos ha alejado a todos de Dios y dejado en desorden las motivaciones y acciones del ser humano en todo momento. Así como la reconciliación y la justificación restauran nuestra comunión con Dios mediante el perdón de los pecados, la regeneración y la santificación renuevan en nosotros la imagen de Cristo, venciendo el pecado. Es el Espíritu Santo, quien nos ayuda a poner en práctica las disciplinas de la vida cristiana, nos transforma más y más a través de ellas. Sin embargo, en este mundo, no nos es dado llegar a ser si pecado y nosotros que creemos quedamos en la imperfección en cuanto nuestros “pensamientos, palabras y obras” hasta que seamos hechos perfectos en el cielo.
(Gn. 1:26-28, 3, Jn. 3:5-6, 16:13, Ro. 3:23-24, 5:12, 1 Co. 12:4-7, 2 Co. 3:17-18, Gál. 5:22-24, Ef. 2:1-5, Fil. 2:13, 2P.3:10-13. Ver Artículos. IX-XVI).
9. El Ministerio en la Iglesia
El Espíritu Santo reparte dones diferentes a todos los cristianos a fin de glorificar a Dios y edificar su iglesia en la verdad y el amor. En su bautismo, todos los cristianos son llamados a ser ministros, sea cual fuere su género, raza, edad, o situación socioeconómica. Cada miembro del Pueblo de Dios debe procurar encontrar la forma específica de servicio para lo cual Dios le ha llamado y preparado, y cumplir con ello
Dentro del sacerdocio de todos los creyentes, honramos el ministerio de la Palabra y de los sacramentos, para lo cual han sido apartados los obispos, presbíteros y diáconos mediante la ordenación.
(Ro. 12:6-8, 1 Co. 3.16, 6:11, 12:4-7, 27, 2Co. 5:20, Gál. 2.16, Ef. 4:11-13, 1 Ti. 3:1, 12-13, 5:17, Heb. 2:11, 1 P. 2:4-5, 9-10. Ver Art. XIX, XXIII).
10. El culto de la iglesia
La vocación primaria de la iglesia, como de todo cristiano, es la de adorar al Dios de la creación, de la providencia y de la gracia, en el Espíritu y en verdad. Los elementos básicos del culto son la alabanza y la acción de gracias por todas las cosas buenas, la proclamación y celebración de la gloria de Dios y de Jesucristo, la intercesión por las necesidades humanas y por el desarrollo del reino de Cristo, y la entrega de si mismo para servir. Todas las formas litúrgicas —verbales, musicales y ceremoniales— están bajo la autoridad de las Escrituras.
El Libro de Oración Común proporciona un patrón doctrinal enraizado en la Biblia, y debe ser retenido como la norma para toda liturgia alternativa (En muchas provincias anglicanas, los nuevos cultos se publican como el “Libro de Cultos Alternativos”: véase más adelante en el mismo párrafo) . No debe ser revisado en el clima de divisiones teológicas que existen en la iglesia de hoy. El Libro de Cultos Alternativos responda a la necesidad sentida por muchos de una liturgia contemporánea, y trae vida y gozo a muchos fieles anglicanos.
Ninguna forma de adoración puede exaltar verdaderamente a Cristo ni promover la devoción verdadera a Él sin la presencia y el poder del Espíritu Santo. La oración, tanto la pública como la personal, es central para la salud y renovación de la iglesia La sanación, espiritual y física, es una faceta bienvenida del culto anglicano.
(Jn. 4:24, 16:8-15, Hch. 1:8, 2: 42-47, Ro. 12:1, 1Co. 11:23-26, 12:7, 2Co. 5:18-19, Ef. 5:18-20, Co. 3:16, 1 Ts. 1:4-5, 5:19) Ver Artículo XXXIV.
11. La prioridad del Evangelismo
El evangelismo quiere decir la proclamación de Jesucristo como Salvador divino, Señor y Amigo, den una forma que invita a las personas acercarse a Dios por medio de El, a rendirle culto y a servirle, y a buscar el poder del Espíritu Santo para su vida como discípulos dentro de a comunidad de la Iglesia. Todos los cristianos son llamados a dar testimonio de Cristo, como señal de amor, tanto a Él como al prójimo. La tarea, que es, por lo tanto, asunto prioritario, demanda formación personal y la búsqueda constante de modos de propagación convincente. Sembramos la semilla y miramos a Dios por la cosecha.
(Mat. 5:13-16, 28:19-20, Jn. 3:16-18, 20:21, Hch. 2:37-39, 5:31-32, Jn.1, 1Co. 1:23, 15:2-4, 2Co.4:5, 5:20, 1P. 3:15).
12. El desafío de la Misión Global
El evangelismo y cuidado pastoral interculturales, son todavía respuestas necesarias a la Gran Comisión de Jesucristo. Su mandato de predicar el evangelio a todo el mundo, haciendo discípulos y estableciendo iglesias iglesias, sigue vigente. La misión de la Iglesia exige misiones.
Cristo y su salvación deben ser proclamados en todo lugar, con tino y energía, dentro del país y fuera y la misión intercultural ha de ser apoyada mediante la oración, las ofrendas y el envío de misioneros. La misión global involucra la colaboración como socios y el intercambio y los misioneros que sean enviados a Canadá por las iglesias más jóvenes deben ser bienvenidos.
(Mat. 28:19-20, Mr. 16:15, Lc. 10:2, Ro. 15:23-24, 1Co.2:4-5, 9:22-23, 2Co. 4:5, 8:1,4,7, Ef. 6:19-20, Fil. 2:5-7,1 Ts.1:6-8)
13. El desafío a la acción social
El evangelio obliga a la iglesia a ser “sal” y “luz” en el mundo, elaborando las implicancias de la enseñanza bíblica para el recto ordenamiento de la vida social, económica y política y para la mayordomía humana de toda la creación. Los cristianos deben esforzarse en pro de la causa de la justicia y acciones compasivas. Aunque no se puede identificar ningún sistema social con el Reino venidero de Dios, la acción social es parte integral de nuestra obediencia al evangelio.
(Gn. 1:26-28, Is. 30:18, 58:6-10, Am. 5:24, Mt. 5:13-16, 22:37-40. 25:31-46, Lc. 4:17-21, Jn. 20:21, 2Co. 1:3-4, Stg. 2:14-26, 1Jn. 4:16, Ap.1:5-6, 5:9-10. Ver Art. XXXVIII)
14. Las normas para la conducta sexual
Dios diseñó la sexualidad humana no solamente para la procreación, sino también para la expresión gozosa del amor, honor y fidelidad entre esposa y esposo. Estas son las únicas relaciones sexuales que la teología bíblica considera buena y santa.
El adulterio, la fornicación y las uniones entre homosexuales son intimidades contrarias al designio de Dios. La iglesia tiene que buscar como ministrar la sanidad e integridad a los que han sido heridos sexualmente y a los que luchan contra las tentaciones sexuales persistentes como lo hacen la mayoría de las personas. La homofobia y toda forma de hipocracía y abuso sexuales son males contra los cuales todos los cristianos tienen que mantenerse siempre en guardia. La iglesia no podrá rebajar los patrones divinos de conducta sexual para ninguno de sus miembros; sino, más bien, honrar a Dios respaldándolos tenazmente frente a las desviaciones sociales.
Cada congregación local deberá buscar como satisfacer las necesidades específicas de amistad y comunidad de las personas solteras.
(Gn. 1:26-28, 2:21-24, Mt. 5:27-32, 19:3-12, Lc. 7:36-50, Jn. 8:1-11, Ro. 1:21-28, 3:22-24, 1Co. 6:9-11, 13-16, 7:7, Ef. 5:3, 1 Ti.1:8.11, 3:2-4, 12).
15. La familia y el llamado a ser soltero
La familia es un lugar divinamente ordenado para el amor, la intimidad, el crecimiento personal, y la estabilidad para mujeres, hombres y niños. El divorcio, el abuso de menores, la violencia intrafamiliar, la violación, la pornografía, el ausentismo de padres, la dominación sexista, el aborto, las relaciones de hecho, y las parejas homosexuales, todos reflejan el debilitamiento del ideal de la familia. Los cristianos deberán fortalecer la vida familiar mediante la enseñanza, la formación y el apoyo activo; y trabajar en pro de las condiciones sociales y políticas que apoyan a la familia. Las familias donde hay un solo padre y las víctimas de los hogares colapsados tienen necesidades especiales a las cuales las congregaciones locales tienen que reaccionar con sensibilidad y apoyo.
El ser soltero o soltera también es un don de Dios y vocación santa. La gente soltera está llamada a ser célibes y Dios le dará la gracia para vivir en castidad.
(Sal. 119:9-11, Pr. 22:6, Mat. 5:31-32, Mr. 10:6-9, 1 Co.6:9-11, Ef. 5:21, 6:4, Col. 3:18-21, Jn. 3:14-15).
Un nuevo comienzo
Juntos reafirmamos el cristianismo anglicano que encuentra su expresión en los patrones normativos históricos de los credos ecuménicos, los Treinta y Nueve Artículos, la Solemne Declaración de 1893 (Declaración del primer sínodo nacional en cuanto a la doctrina fundamental de la iglesia canadiense. Contiene el reconocimiento de Libro de Oración Común inglés de 1662 y los 39 artículos como normativos y el compromiso a transmitirlos sin alteraciones a la posterioridad.) y el Libro de Oración Común de 1962 (Aparentemente, una revisión modesta y no controversial del libro de 1922 que fue, a su vez, un afinamiento de 1662 para la situación en Canadá.) . El respeto por estos patrones refuerza nuestra identidad y comunión. Reconocemos humildemente que a menudo nos hemos avergonzados del evangelio que recibimos y que hemos sido desobedientes al Señor de la iglesia. Siendo Dios nuestro ayudador, resolvemos mantener nuestra herencia de fe y transmitirla intacta. Esta plenitud de fe es necesaria tanto para la renovación del anglicanismo como para la proclama eficaz de las Buenas Noticias de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo.
Invitamos a todos los anglicanos a unirse con nosotros, al afirmar que lo dicho arriba es lo esencial de la fe, práctica formación cristianas hoy. Creemos que, en esta declaración, insistimos solamente en aquello que es genuinamente esencial. En cuanto a lo no lo sea, debemos reconocer y respetar aquella libertad y amplitud que figuran entre las gracias especiales concedidas a nuestra herencia anglicana.
Texto traducido del inglés de ANGLICAN ESSENTIALS: Reclaiming Faith within the Anglican Church of Canada , George Egerton (ed.)

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