Anglocatólico

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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
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miércoles, 1 de febrero de 2012

CÓMO LA FE CRISTIANA LLEGÓ A GRAN BRETAÑA

DE CÓMO LA FE CRISTIANA LLEGÓ A GRAN BRETAÑA
En los primero siglos de nuestra Era no existía Inglaterra. Gran Bretaña estaba dividida en un gran número de tribus primitivas esparcidas por todo el territorio, cada una con su jefe o rey y su propia estructura social y de gobierno. Probablemente soldados romanos convertidos al cristianismo, mercaderes, viajeros británicos convertidos en sus viajes, y toda clase de influencias,  provenientes de la Galia cristiana, por ejemplo, fueron creando en Gran Bretaña diferentes comunidades de creyentes, aparte de que como ya dijimos existe una antigua leyenda que atribuye a San Pablo la primera predicación del Evangelio en esos territorios. En el año 200 d.c. Tertuliano escribía “… aquellos distritos británicos hasta hoy inaccesibles a los romanos, que han sido subyugados a Cristo…”
                San Albano de Verulam fue el primer mártir cristiano británico en 303 d.c ajusticiado por manos de los esbirros del Emperador Dioclesiano, porque se rehusó a hacer sacrificios a los dioses,  en la persecución de cristianos  decretada por este tirano. San Albano se habría convertido por el ejemplo de un presbítero que él asiló en su casa durante esa persecución.
                Orígenes, Teólogo y Apologista, del siglo III d.c. declaraba que “el poder de Cristo, el Salvador, es igual con aquellos que viven en Bretaña y están lejos de nuestro mundo…ahora por causa de las Iglesias de los extremos del mundo, toda la tierra vocea con júbilo al Dios de Israel…”
                La Iglesia de Gran Bretaña era un hecho cierto y aceptado por los cristianos de la época apostólica y sub apostólica. En el Concilio de Arlés, en el 314 d.c, siglo IV, en la Galia, tuvieron participación con plenos derechos los Obispos de Londres, York  y Lincoln. La Iglesia Católica Británica era, lo que hoy día se diría, una “Iglesia Nacional” de los celtas, aunque  esa afirmación  es un anacronismo, porque ellos no tenían ese concepto. Ellos eran simplemente la Iglesia de Cristo en esa región del mundo. [1]
                Sin embargo, pese a la difusión del arrianismo entre las tribus germánicas, la con­versión de los francos a la fe, y la gradual aceptación de la ortodoxia católica por los invasores germánicos, quedaba mucho por hacer, y no hay una prueba más notable de la vitalidad de la Iglesia en medio de la ruina del Imperio, a comienzos de la Edad Media, que el vigor y el éxito con que emprendió la extensión del cristianismo. En el 407 d.c., la última de las legiones romanas se retiró de Gran Bretaña, para ir a Roma a defenderla de las invasiones. La Isla quedó así a merced de todos los bárbaros. Las Islas eran asoladas por continuas invasiones de Sajones, Anglos y Jutes, que avanzaban hacia el Centro de Bretaña. Todos eran paganos, de gran ferocidad y costumbres horribles. Donde se establecían arrasaban con el cristianismo. Los británicos, incapaces de resistir fueron exterminados por cientos por los bárbaros, hombres, mujeres, niños y ancianos. Los sobrevivientes, forzados a huir, encontraron refugio en las montañas y bosques de Gales y Devonshire, donde los paganos no llegaban. Aquí en estas regiones del Oeste se instaló el remanente cristiano y después, los Obispos Theonas de Londres y Thadiocus de York, lograron reunir a sus compatriotas fugitivos en sus refugios en el Oeste. Otros habían huido al Noroeste, algunos a Cornwall, otros a Escocia y a Irlanda. Los obispos y sacerdotes fueron obligados a huir, otros fueron asesinados y los que sobrevivieron fueron reducidos a la esclavitud. Con el tiempo, los cristianos británicos lograron regresar a esta tierra, que ahora se conocía como “England”, Inglaterra.
               Antes de la conversión de Constantino el cristianismo había entrado en las Islas Británicas, como hemos dicho más arriba,  pero sólo sobrevivió a la ruina del Imperio Romano entre la población celta, mientras la gran parte del territorio del Sur y el Este de Inglaterra fue ganado para el paganismo por los invasores anglo-sajones. En Irlanda, antes del tiempo de San Patricio, po­día hallarse algunos restos del cristianismo, especialmente en el Sur; pero él dio tal impulso a la causa del evangelio y la orga­nización de sus instituciones cristianas, que merece el título de “Apóstol de Irlanda”. Nacido alrededor del 389, posiblemente en el Sur de Gales, San Patricio era hijo de un diácono y nieto de un presbitero. Por consiguiente, su educación fue cristiana. Capturado en una incursión de paganos hacia el 405, fue reducido a  esclavo durante seis años en Irlanda. Habiéndose fugado al conti­nente europeo, estuvo internado un lapso considerable en el monasterio de Lérins, sobre la costa meridional de Francia. En el 432 fue ordenado obispo misionero por el obispo Germano de Auxerre, y comenzó su obra en Irlanda que terminaría con su muerte en el 461. La mayor parte de su obra misionera se desarrolló en el Noreste de Irlanda. Pocos son los datos ciertos, pero no cabe duda de su celo, como tampoco de su destacada capacidad como organizador, que le permitió sistematizar la hasta entonces dispersa obra cristiana de Ir­landa, la cual realizó así grandes progresos. El fue quien puso a la Isla en relación con el Continente y con Roma.  San Patricio introdujo el episcopado diocesano en Irlanda,  pero esta institución pronto fue modificada por el sistema de clanes de la Isla, de modo que los obispos eran monásticos y tribales.  San Patricio favorecía el monasticismo, pero el gran propulsor del peculiar monasticismo irlandés fue San Finian de Clonard (470-548), bajo cuya dirección se formó un grupo de monasterios irlandeses vigorosamente misioneros y notablemente cultos. Las escuelas monásticas de Irlanda eran justamente famosas entre los siglos IV y VII. La gloria de este monasticismo irlandés fueron sus conquistas misio­neras.

CAPITULO I
HISTORIA DE LA IGLESIA ANGLICANA
+JORGE RODRIGUEZ


[1]Divina Comisión” Mons. Frank Wilson Editorial Publicaciones Cristianas 1966.

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