Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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jueves, 31 de enero de 2013

LECCIONARIO DOMINICAL Último domingo después de la Epifanía Domingo de la Transfiguración

Año C — Epifanía Último
Éxodo 34:29–35
Salmo 99
2 Corintios 3:12–4:2
San Lucas 9:28–36, (37–43a)
La Colecta
Oh Dios, que antes de la pasión de tu unigénito Hijo, revelaste su gloria en el monte santo: Concédenos que, al contemplar por fe la luz de su rostro, seamos fortalecidos para llevar nuestra cruz y ser transformados a su imagen de gloria en gloria; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.  Amén.
Éxodo 34:29–35
Después bajó Moisés del monte Sinaí llevando las dos tablas de la ley; pero al bajar del monte no se dio cuenta de que su cara resplandecía por haber hablado con el Señor. Cuando Aarón y todos los israelitas vieron que la cara de Moisés resplandecía, sintieron miedo y no se acercaron a él. Pero Moisés los llamó, y cuando Aarón y todos los jefes de la comunidad volvieron a donde estaba Moisés, él habló con ellos. Poco después se acercaron todos los israelitas, y Moisés les dio todas las órdenes que el Señor le había dado en el monte Sinaí. Luego que terminó de hablar con ellos, se puso un velo sobre la cara.
Cuando Moisés entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo y se quedaba así hasta que salía. Entonces comunicaba a los israelitas las órdenes que había recibido del Señor. Al ver los israelitas que la cara de Moisés resplandecía, él volvía a ponerse el velo sobre la cara, y se lo dejaba puesto hasta que entraba a hablar de nuevo con el Señor.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
Dominus regnavit
1      El Señor es Rey; tiemblen los pueblos; *
              está entronizado sobre querubines; sacúdase la tierra.
2      El Señor es grande en Sión; *
              es excelso sobre todos los pueblos.
3      Alaben su Nombre, porque es grande y temible; *
              él es el Santo.
4      “Oh Rey poderoso, amante de la justicia, has establecido la equidad; *
              has administrado la justicia y el derecho en Jacob”.
5      Proclamen la grandeza del Señor nuestro Dios,
        y póstrense ante el estrado de sus pies; *
              él es el Santo.
6      Moisés y Aarón entre sus sacerdotes,
        y Samuel entre los que invocan su Nombre, *
              invocaban al Señor, y él les respondía.
7      Desde la columna de nube les hablaba; *
              guardaban sus testimonios, y el decreto que les dio.
8      “Oh Señor Dios nuestro, en verdad les respondías; *
              tú eras para ellos un Dios de perdón;
              con todo, les castigabas por sus malas obras”.
9      Proclamen la grandeza del Señor nuestro Dios,
        y adórenle sobre su santo monte, *
              porque el Señor nuestro Dios es el Santo.
La Epístola
2 Corintios 3:12–4:2
Precisamente porque tenemos esta esperanza, hablamos con toda libertad. No hacemos como Moisés, que se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran el fin de aquello que estaba destinado a desaparecer. Pero ellos se negaron a entender esto, y todavía ahora, cuando leen la antigua alianza, ese mismo velo les impide entender, pues no les ha sido quitado, porque solamente se quita por medio de Cristo. Hasta el día de hoy, cuando leen los libros de Moisés, un velo cubre su entendimiento. Pero cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu.
Por eso no nos desanimamos, porque Dios, en su misericordia, nos ha encargado este trabajo. Hemos rechazado proceder a escondidas, como si sintiéramos vergüenza; y no actuamos con astucia ni falseamos el mensaje de Dios. Al contrario, decimos solamente la verdad, y de esta manera nos recomendamos a la conciencia de todos delante de Dios.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
El Evangelio
San Lucas 9:28–36, (37–43a)
X
Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
¡Gloria a ti, Cristo Señor!

Unos ocho días después de esta conversación, Jesús subió a un cerro a orar, acompañado de Pedro, Santiago y Juan. Mientras oraba, el aspecto de su cara cambió, y su ropa se volvió muy blanca y brillante; y aparecieron dos hombres conversando con él. Eran Moisés y Elías, que estaban rodeados de un resplandor glorioso y hablaban de la partida de Jesús de este mundo, que iba a tener lugar en Jerusalén. Aunque Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Cuando aquellos hombres se separaban ya de Jesús, Pedro le dijo: —Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pero Pedro no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube se posó sobre ellos, y al verse dentro de la nube tuvieron miedo. Entonces de la nube salió una voz, que dijo: «Éste es mi Hijo, mi elegido: escúchenlo.»
Cuando se escuchó esa voz, Jesús quedó solo. Pero ellos mantuvieron esto en secreto y en aquel tiempo a nadie dijeron nada de lo que habían visto.
Al día siguiente, cuando bajaron del cerro, una gran multitud salió al encuentro de Jesús. Y un hombre de entre la gente le dijo con voz fuerte: —Maestro, por favor, mira a mi hijo, que es el único que tengo; un espíritu lo agarra, y hace que grite y que le den ataques y que eche espuma por la boca. Lo maltrata y no lo quiere soltar. He rogado a tus discípulos que le saquen ese espíritu, pero no han podido.
Jesús contestó: —¡Oh gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Trae acá a tu hijo.
Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo tiró al suelo e hizo que le diera otro ataque; pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. Y todos se quedaron admirados de la grandeza de Dios.
El Evangelio del Señor.
Te alabamos, Cristo Señor.

Leccionario Dominical, creado por el Ministerio Latino/Hispano de la Iglesia Episcopal (www.episcopalchurch.org/latino • 212-716-6073 • P.O. Box 512164, Los Angeles, CA 90051).

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