Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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jueves, 31 de enero de 2013

AÑO C +SEMANA SANTA Domingo de Pasión: Domingo de Ramos

Liturgia de las Palmas
San Lucas 19:28–40
Salmo 118:1–2, 19–29

Liturgia de la Palabra / Liturgia de la Pasión
Isaías 50:4–9a
Salmo 31:9–16
Filipenses 2:5–11
San Lucas 22:14–23:56 o 23:1–49

Liturgia de las Palmas
El Evangelio
San Lucas 19:28–40
X
Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
¡Gloria a ti, Cristo Señor!

Jesús siguió su viaje a Jerusalén. Cuando ya había llegado cerca de Betfagé y Betania, junto al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: —Vayan a la aldea que está enfrente, y al llegar encontrarán un burro atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle que el Señor lo necesita.
Los discípulos fueron y lo encontraron todo como Jesús se lo había dicho. Mientras estaban desatando el burro, los dueños les preguntaron: —¿Por qué lo desatan?
Ellos contestaron: —Porque el Señor lo necesita.
Y poniendo sus capas sobre el burro, se lo llevaron a Jesús y lo hicieron montar. Conforme Jesús avanzaba, la gente tendía sus capas por el camino. Y al acercarse a la bajada del Monte de los Olivos, todos sus seguidores comenzaron a gritar de alegría y a alabar a Dios por todos los milagros que habían visto. Decían: —¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!
Entonces algunos fariseos que había entre la gente le dijeron: —Maestro, reprende a tus seguidores.
Pero Jesús les contestó: —Les digo que si éstos se callan, las piedras gritarán.
El Evangelio del Señor.
Te alabamos, Cristo Señor.

Salmo 118:1–2, 19–29    
Contemini Domino
   1     Den gracias al Señor, porque él es bueno; *
               para siempre es su misericordia.
   2     Diga ahora Israel: *
               “Para siempre es su misericordia”.
19     Abranme las puertas de justicia; *
               entraré por ellas, y daré gracias al Señor.
20     “Esta es la puerta del Señor; *
               por ella entrarán los justos”.
21     Daré gracias porque me respondiste, *
               y me has sido de salvación.
22     La misma piedra que desecharon los edificadores, *
               ha venido a ser la cabeza del ángulo.
23     Esto es lo que ha hecho el Señor, *
               y es maravilloso a nuestros ojos.
24     Este es el día en que actuó el Señor; *
                regocijémonos y alegrémonos en él.
25     ¡Hosanna, oh Señor, hosanna! *
               Señor, danos ahora la prosperidad.
26     Bendito el que viene en nombre del Señor; *
               desde la casa del Señor le bendecimos.
27     Dios es el Señor; nos ha iluminado; *
               formen una procesión con ramos hasta los cuernos del altar.
28     “Tú eres mi Dios; te daré gracias; *
               tú eres mi Dios; te ensalzaré”.
29     Den gracias al Señor porque es bueno; *
               para siempre es su misericordia.

Liturgia de la Palabra / Liturgia de la Pasión
La Colecta
Dios omnipotente y eterno, en tu tierno amor hacia el género humano, enviaste a tu Hijo nuestro Salvador Jesucristo para asumir nuestra naturaleza, y padecer muerte en la cruz, mostrándonos ejemplo de su gran humildad: Concédenos, en tu misericordia, que caminemos por el sendero de su padecimiento y participemos también en su resurrección; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.  Amén.
Primera Lectura
Isaías 50:4–9a
Lectura del Libro de Isaías
El Señor me ha instruido
para que yo consuele a los cansados
con palabras de aliento.
Todas las mañanas me hace estar atento
para que escuche dócilmente.
El Señor me ha dado entendimiento,
y yo no me he resistido
ni le he vuelto las espaldas.
Ofrecí mis espaldas para que me azotaran
y dejé que me arrancaran la barba.
No retiré la cara
de los que me insultaban y escupían.
El Señor es quien me ayuda:
por eso no me hieren los insultos;
por eso me mantengo firme como una roca,
pues sé que no quedaré en ridículo.
A mi lado está mi defensor:
¿Alguien tiene algo en mi contra?
¡Vayamos juntos ante el juez!
¿Alguien se cree con derecho a acusarme?
¡Que venga y me lo diga!
El Señor es quien me ayuda;
¿quién podrá condenarme?
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
Salmo 31:9–16
In te, Domine, speravi
   9     Ten misericordia de mí, oh Señor, que estoy en angustia; *
               se han consumido de tristeza mis ojos, mi garganta también y mi vientre;
10     Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; *
               se agotan mis fuerzas a causa de mi aflicción,
               y mis huesos se han consumido.
11     De todos mis enemigos he sido oprobio, y de mis vecinos mucho más,
         y pavor a mis conocidos; *
               los que me ven fuera huyen de mí.
12     He sido olvidado como un muerto, desechado de toda memoria; *
               he venido a ser como un vaso quebrado.
13     Porque he oído el cuchicheo de muchos; “por todos lados hay miedo”; *
               consultan juntos contra mí; conspiran para quitarme la vida.
14     Mas yo en ti confío, oh Señor; *
               dije: “Tú eres mi Dios.
15     En tu mano está mi destino; *
               líbrame de la mano de mis enemigos, y de mis perseguidores.
16     Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; *
               sálvame por tu misericordia”.
La Epístola
Filipenses 2:5–11
Lectura de la Carta de San Pablo a los Filipenses
Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, el cual:
Aunque existía con el mismo ser de Dios,
no se aferró a su igualdad con él,
sino que renunció a lo que era suyo
y tomó naturaleza de siervo.
Haciéndose como todos los hombres
y presentándose como un hombre cualquiera,
se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte,
hasta la muerte en la cruz.

Por eso Dios le dio el más alto honor
y el más excelente de todos los nombres,
para que, ante ese nombre concedido a Jesús,
doblen todos las rodillas
en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra,
y todos reconozcan que Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.



El Evangelio
San Lucas 22:14–23:56 o 23:1–49
X
La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos


Narrador (57)
Discípulo (3)
Criminal 1 (1)
Jesús (24)
Pedro (3)
Criminal 2 (2)
Anciano 1 (5)
Pueblo (2)
Sirvienta (1)
Anciano 2 (4)
Soldado (2)
Sirviente 1 (1)
Pilato (4)
Capitán (1)
Sirviente 2 (1)


San Lucas 22:14–71
Narrador
Cuando llegó la hora para la cena de Pascua, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa. Jesús les dijo:
Jesús
—¡Cuánto he querido celebrar con ustedes esta cena de Pascua antes de mi muerte! Porque les digo que no la celebraré de nuevo hasta que se cumpla en el reino de Dios.
Narrador
Entonces tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, dijo:
Jesús
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes; porque les digo que no volveré a beber del producto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.
Narrador
Después tomó el pan en sus manos y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:
Jesús
—Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor de ustedes. Hagan esto en memoria de mí.
Narrador
Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo:
Jesús
—Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi sangre, la cual es derramada en favor de ustedes. Pero ahora la mano del que me va a traicionar está aquí, con la mía, sobre la mesa. Pues el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que se le ha señalado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!
Narrador
Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el traidor.
Los discípulos tuvieron una discusión sobre cuál de ellos debía ser considerado el más importante. Jesús les dijo:
Jesús
«Entre los paganos, los reyes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y a los jefes se les da el título de benefactores. Pero ustedes no deben ser así. Al contrario, el más importante entre ustedes tiene que hacerse como el más joven, y el que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre ustedes como el que sirve.
»Ustedes han estado siempre conmigo en mis pruebas. Por eso, yo les doy un reino, como mi Padre me lo dio a mí, y ustedes comerán y beberán a mi mesa en mi reino, y se sentarán en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»
Narrador
Dijo también el Señor:
Jesús
—Simón, Simón, mira que Satanás los ha pedido a ustedes para sacudirlos como si fueran trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes.
Narrador
Simón le dijo:
Pedro
—Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, y hasta a morir contigo.
Narrador
Jesús le contestó:
Jesús
—Pedro, te digo que hoy mismo, antes que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.
Narrador
Luego Jesús les preguntó:
Jesús
—Cuando los mandé sin dinero ni provisiones ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?
Narrador
Ellos contestaron:
Discípulo
—Nada.
Narrador
Entonces les dijo:
Jesús
—Ahora, en cambio, el que tenga dinero, que lo traiga, y también provisiones; y el que no tenga espada, que venda su abrigo y se compre una. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí esto que dicen las Escrituras: “Y fue contado entre los malvados.” Pues todo lo que está escrito de mí, tiene que cumplirse.
Narrador
Ellos dijeron:
Discípulo
—Señor, aquí hay dos espadas.
Narrador
Y él contestó:
Jesús
—Basta ya de hablar.
Narrador
Luego Jesús salió y, según su costumbre, se fue al Monte de los Olivos; y los discípulos lo siguieron. Al llegar al lugar, les dijo:
Jesús
—Oren, para que no caigan en tentación.
Narrador
Se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y se puso de rodillas para orar. Dijo:
Jesús
«Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
Narrador
[En esto se le apareció un ángel del cielo, para darle fuerzas. En medio de su gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía a tierra como grandes gotas de sangre.]
Cuando se levantó de la oración, fue a donde estaban los discípulos, y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza. Les dijo:
Jesús
—¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren, para que no caigan en tentación.
Narrador
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó mucha gente. El que se llamaba Judas, que era uno de los doce discípulos, iba a la cabeza. Éste se acercó a besar a Jesús, pero Jesús le dijo:
Jesús
—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?
Narrador
Los que estaban con Jesús, al ver lo que pasaba, le preguntaron:
Discípulo
—Señor, ¿atacamos con espada?
Narrador
Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Jesús dijo:
Jesús
—Déjenlos; ya basta.
Narrador
Y le tocó la oreja al criado, y lo sanó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos, que habían venido a llevárselo:
Jesús
—¿Por qué han venido ustedes con espadas y con palos, como si yo fuera un bandido? Todos los días he estado con ustedes en el templo, y no trataron de arrestarme. Pero ésta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas.
Narrador
Arrestaron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Allí, en medio del patio, habían hecho fuego, y se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. En esto, una sirvienta, al verlo sentado junto al fuego, se quedó mirándolo y dijo:
Sirvienta
—También éste estaba con él.
Narrador
Pero Pedro lo negó, diciendo:
Pedro
—Mujer, yo no lo conozco.
Narrador
Poco después, otro lo vio y dijo:
Sirviente 1
—Tú también eres de ellos.
Narrador
Pedro contestó:
Pedro
—No, hombre, no lo soy.
Narrador
Como una hora después, otro insistió:
Sirviente 2
—Seguro que éste estaba con él. Además es de Galilea.
Narrador
Pedro dijo:
Pedro
—Hombre, no sé de qué hablas.
Narrador
En ese mismo momento, mientras Pedro aún estaba hablando, cantó un gallo. Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de que el Señor le había dicho:
Jesús
«Hoy, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.»
Narrador
Y salió Pedro de allí y lloró amargamente.
Los hombres que estaban vigilando a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. Le taparon los ojos, y le preguntaban:
Soldado
—¡Adivina quién te pegó!
Narrador
Y lo insultaban diciéndole muchas otras cosas.
Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y llevaron a Jesús ante la Junta Suprema. Allí le preguntaron:
Anciano 1
—Dinos, ¿eres tú el Mesías?
Narrador
Él les contestó:
Jesús
—Si les digo que sí, no me van a creer. Y si les hago preguntas, no me van a contestar. Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios todopoderoso.
Narrador
Luego todos le preguntaron:
Anciano 2
—¿Así que tú eres el Hijo de Dios?
Narrador
Jesús les contestó:
Jesús
—Ustedes mismos han dicho que lo soy.
Narrador
Entonces ellos dijeron:
Anciano 1
—¿Qué necesidad tenemos de más testigos?
Anciano 2
—Nosotros mismos lo hemos oído de sus propios labios.

La forma de la Pasión más corta empieza aquí.

Lucas 23:1–49
Narrador
Todos de la Junta Suprema se levantaron, y llevaron a Jesús ante Pilato. En su presencia comenzaron a acusarlo, diciendo:
Anciano 1
—Hemos encontrado a este hombre alborotando a nuestra nación.
Anciano 2
—Dice que no debemos pagar impuestos al emperador, y además afirma que él es el Mesías, el Rey.
Narrador
Pilato le preguntó:
Pilato
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
Jesús
—Tú lo has dicho—
Narrador
contestó Jesús.
Entonces Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:
Pilato
—No encuentro en este hombre razón para condenarlo.
Narrador
Pero ellos insistieron con más fuerza:
Anciano 1
—Con sus enseñanzas está alborotando a todo el pueblo.
Anciano 2
—Comenzó en Galilea, y ahora sigue haciéndolo aquí, en Judea.
Narrador
Al oír esto, Pilato preguntó si el hombre era de Galilea. Y al saber que Jesús era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió, pues él también se encontraba aquellos días en Jerusalén. Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento, porque durante mucho tiempo había querido verlo, pues había oído hablar de él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le contestó nada. También estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que lo acusaban con gran insistencia. Entonces Herodes y sus soldados lo trataron con desprecio, y para burlarse de él lo vistieron con ropas lujosas, como de rey. Luego Herodes lo envió nuevamente a Pilato. Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, que antes eran enemigos.
Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo:
Pilato
—Ustedes me trajeron a este hombre, diciendo que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no lo he encontrado culpable de ninguna de las faltas de que lo acusan. Ni tampoco Herodes, puesto que nos lo ha devuelto. Ya ven, no ha hecho nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar y después lo dejaré libre.
Narrador
Pero todos juntos comenzaron a gritar:
Pueblo
—¡Fuera con ése! ¡Déjanos libre a Barrabás!
Narrador
A este Barrabás lo habían metido en la cárcel por una rebelión ocurrida en la ciudad, y por un asesinato. Pilato, que quería dejar libre a Jesús, les habló otra vez; pero ellos gritaron más alto:
Pueblo
—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Narrador
Por tercera vez Pilato les dijo:
Pilato
—Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no encuentro en él nada que merezca la pena de muerte. Lo voy a castigar y después lo dejaré libre.
Narrador
Pero ellos insistían a gritos, pidiendo que lo crucificara; y tanto gritaron que consiguieron lo que querían. Pilato decidió hacer lo que le estaban pidiendo; así que dejó libre al hombre que habían escogido, el que estaba en la cárcel por rebelión y asesinato, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Narrador
Cuando llevaron a Jesús a crucificarlo, echaron mano de un hombre de Cirene llamado Simón, que venía del campo, y lo hicieron cargar con la cruz y llevarla detrás de Jesús.
Narrador
Mucha gente y muchas mujeres que lloraban y gritaban de tristeza por él, lo seguían. Pero Jesús las miró y les dijo:
Jesús
—Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. Porque vendrán días en que se dirá: “Dichosas las que no pueden tener hijos, las mujeres que no dieron a luz ni tuvieron hijos que criar.” Entonces comenzará la gente a decir a los montes: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a las colinas: “¡Escóndannos!” Porque si con el árbol verde hacen todo esto, ¿qué no harán con el seco?
Narrador
También llevaban a dos criminales, para crucificarlos junto con Jesús.

Todos de pie.
Narrador
Cuando llegaron al sitio llamado La Calavera, crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.  [Jesús dijo:
Jesús
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»]
Narrador
Y los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él, diciendo:
Anciano 1
—Salvó a otros; que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido.
Narrador
Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban y le daban a beber vino agrio, diciéndole:
Soldado
—¡Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!
Narrador
Y había un letrero sobre su cabeza, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.»
Uno de los criminales que estaban colgados, lo insultaba:
Criminal 1
—¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a nosotros!
Narrador
Pero el otro reprendió a su compañero, diciéndole:
Criminal 2
—¿No tienes temor de Dios, tú que estás bajo el mismo castigo? Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo.
Narrador
Luego añadió:
Criminal 2
—Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.
Narrador
Jesús le contestó:
Jesús
—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Narrador
Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Jesús gritó con fuerza y dijo:
Jesús
—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Narrador
Y al decir esto, murió.

Se puede guardar silencio.
Narrador
Cuando el capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios, diciendo:
Capitán
—De veras, este hombre era inocente.
Narrador
Toda la multitud que estaba presente y que vio lo que había pasado, se fue de allí golpeándose el pecho. Todos los conocidos de Jesús se mantenían a distancia; también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea estaban allí mirando.

La forma de la Pasión más corta termina aquí.
La forma más larga concluye con la siguiente.

San Lucas 23:50–56
Narrador
Había un hombre bueno y justo llamado José, natural de Arimatea, un pueblo de Judea. Pertenecía a la Junta Suprema de los judíos. Este José, que esperaba el reino de Dios y que no estuvo de acuerdo con lo que la Junta había hecho, fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro excavado en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie. Era el día de la preparación para el sábado, que ya estaba a punto de comenzar.
Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, fueron y vieron el sepulcro, y se fijaron en cómo habían puesto el cuerpo. Cuando volvieron a casa, prepararon perfumes y ungüentos.
Las mujeres descansaron el sábado, conforme al mandamiento.




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