Año C — Cueresma 2
Génesis 15:1–12, 17–18
Salmo 27
Filipenses 3:17–4:1
San Lucas 13:31–35
La Colecta
Oh Dios, cuya gloria es siempre tener misericordia: Sé benigno a todos los que se han descarriado de tus caminos, y tráelos de nuevo con corazones penitentes y fe firme, para recibir y abrazar la verdad inmutable de tu Verbo, Jesucristo tu Hijo; que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Génesis 15:1–12, 17–18
Después de esto, el Señor le habló a Abram en una visión y le dijo: —No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande.
Pero Abram le contestó: —Señor y Dios, ¿de qué me sirve que me des recompensa, si tú bien sabes que no tengo hijos? Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo va a ser Eliézer de Damasco, uno de mis criados.
El Señor le contestó: —Tu heredero va a ser tu propio hijo, y no un extraño.
Entonces el Señor llevó a Abram afuera, y le dijo: —Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues bien, así será el número de tus descendientes.
Abram creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo y le dijo: —Yo soy el Señor; yo te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra como herencia.
—Pero, Señor y Dios, ¿cómo podré estar seguro de que voy a heredar esta tierra? —contestó Abram.
Y Dios le dijo: —Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, de tres años cada uno, y también una tórtola y un pichón de paloma.
Abram trajo todos estos animales a Dios, los partió por la mitad y puso una mitad frente a otra; pero no partió las aves. Y los buitres bajaban sobre los cuerpos de los animales muertos, pero Abram los espantaba. Cuando empezaba a anochecer, Abram se quedó profundamente dormido. De pronto lo rodeó una gran oscuridad y sintió mucho miedo. […]
Cuando ya era de noche y todo estaba oscuro, apareció un horno que echaba humo y una antorcha encendida que pasaba por en medio de los animales partidos. Aquel mismo día el Señor hizo una alianza con Abram y le dijo: —Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
Dominus illuminatio
1 El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? *
El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?
2 Cuando se juntaron contra mí los malignos para comer mis carnes, *
ellos mismos, mis adversarios y mis enemigos, tropezaron y cayeron.
3 Aunque un ejército acampe contra mí, *
no temerá mi corazón;
4 Y aunque contra mí se levante guerra, *
yo estaré confiado.
5 Una cosa he demandado del Señor; ésta buscaré: *
que esté yo en la casa del Señor, todos los días de mi vida;
6 Para contemplar la hermosura del Señor, *
y despertarme cada día en su templo;
7 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; *
me ocultará en lo reservado de su morada,
y sobre una roca me pondrá en alto.
8 Aún ahora él levanta mi cabeza *
sobre mis enemigos en derredor de mí.
9 Por tanto ofreceré en su morada sacrificios de júbilo; *
cantaré y tañeré al Señor.
10 Escucha, oh Señor, mi voz cuando a ti clamo; *
ten misericordia de mí y respóndeme.
11 Tú hablas en mi corazón y dices: “Busca mi rostro”. *
Tu rostro buscaré, oh Señor.
12 No escondas tu rostro de mí; *
no apartes con ira a tu siervo.
13 Mi ayuda has sido; no me deseches; *
no me desampares, oh Dios de mi salvación.
14 Aunque mi padre y mi madre me desamparen, *
aun con todo el Señor me recogerá.
15 Enséñame, oh Señor, tu camino; *
guíame por senda llana a causa de mis enemigos.
16 No me entregues al rencor de mis adversarios,
porque se han levantado contra mí testigos falsos; *
y también los que respiran maldad.
17 Hubiera yo desmayado si no creyese que tengo de ver la bondad del Señor *
en la tierra de los vivientes.
18 Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; *
sí, aguarda al Señor.
La Epístola
Filipenses 3:17–4:1
Hermanos, sigan mi ejemplo y fíjense también en los que viven según el ejemplo que nosotros les hemos dado a ustedes. Ya les he dicho muchas veces, y ahora se lo repito con lágrimas, que hay muchos que están viviendo como enemigos de la cruz de Cristo, y su fin es la perdición. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza. Sólo piensan en las cosas de este mundo. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y estamos esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo, que cambiará nuestro cuerpo miserable para que sea como su propio cuerpo glorioso. Y lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas. Por eso, mis queridos hermanos, a quienes tanto deseo ver; ustedes, amados míos, que son mi alegría y mi premio, sigan así, firmes en el Señor.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
El Evangelio
San Lucas 13:31–35
X
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Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas
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¡Gloria a ti, Cristo Señor!
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Llegaron algunos fariseos, y le dijeron a Jesús: —Vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
Él les contestó: —Vayan y díganle a ese zorro: “Mira, hoy y mañana expulso a los demonios y sano a los enfermos, y pasado mañana termino.” Pero tengo que seguir mi camino hoy, mañana y el día siguiente, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
»¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos bajo las alas, pero ustedes no quisieron! Pues miren, el hogar de ustedes va a quedar abandonado; y les digo que no volverán a verme hasta que llegue el tiempo en que ustedes digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”
El Evangelio del Señor.
Te alabamos, Cristo Señor.
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