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Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
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jueves, 15 de marzo de 2012

Reconciliación de un Penitente en el LOC

Reconciliación de un Penitente en el
Libro de Oración Común

Este oficio aparece por primera vez en un Libro americano o en la tradición inglesa anterior. Ha sido incluido en este LOC (Libro de Oración Común) para proveer al presbítero en su obra pastoral una fórmula para escuchar las confesiones y pronunciar la absolución. Esto es para el sacramento de la reconciliación, lo que se llama la Confesión Auricular.

A pesar de no haber aparecido antes en nuestra tradición del LOC., es esencial reconocer que en el primer BCP (Book of Common Prayer) de 1549 en el rito para la visitación de los enfermos hay una rúbrica que dice, «aquí el enfermo hará una confesión especial si siente que su conciencia está preocupada por un asunto pesado. Después de esta confesión, el presbítero le absolverá según esta forma. La misma forma de absolución se usará en todas las confesiones privadas».1

Las palabras indicadas para la absolución son exactamente lo que encontramos como la primera forma de absolución en la Fórmula Uno [370]. Este hecho indica que desde el principio la Iglesia Anglicana ha entendido que hay —de vez en cuando y bajo ciertas circunstancias y para ciertas personas— la necesidad de practicar la confesión auricular (la confesión sacramental privada). En general se puede decir que la regla que se utiliza en nuestra Iglesia en cuanto a la confesión auricular es, «todos pueden, muchos deben, ninguno tiene que hacerlo».

Es decir, no tenemos una regla ni una exigencia a todos los miembros de la Iglesia que hagan su confesión sacramentalmente, o sea en la presencia de un presbítero que escucha la confesión y da la absolución. Esto no es un requisito ni para la Santa Comunión, ni para ser miembro de nuestra Iglesia, pero en muchos casos particulares es aconsejable pastoralmente.

Especialmente para un clérigo es una buena práctica ser penitente, o sea hacer su confesión auricular como parte de su regla de vida.2

Lo Concerniente al Rito

Es menester leer y entender esta introducción al rito —el sacramento— de la reconciliación. Se da aquí una explicación breve y clara, que indica las normas, el propósito y los principios involucrados en administrar el sacramento. Sería de gran provecho si todo miembro de nuestra Iglesia leyera esta descripción para poder entender mejor este instrumento valiosísimo de la pastoral anglicana.

De suma importancia es el último párrafo en que dice, «normalmente, el contenido de la confesión no es asunto de discusión posterior. El secreto de la confesión es moralmente absoluto para el confesor, y no habrá de violarse bajo ninguna circunstancia» [368]. Es decir que ni la ley civil, ni la autoridad eclesiástica puede exigir el rompimiento del sello de la confesional, o sea que el confesor, el que escucha una confesión, tiene que guardar al costo de la vida si es necesario, los secretos revelados en la confesión3.

El penúltimo párrafo habla de que el ministro antes de dar la absolución «puede pedir al penitente que diga un salmo, una oración o un himno, o que realice una obra como señal de arrepentimiento y acción de gracias». Esto no es la reparación, sino es algo en particular que como señal o símbolo de la penitencia se ofrece a Dios. En muchos casos se puede utilizar el mismo LOC pidiendo que el penitente ofrezca a Dios un salmo como el 23, un cántico como el Te Deum o una oración como el Padre Nuestro.

En muchas iglesias hay una hora indicada en que el ministro está presente semanalmente para escuchar las confesiones, pero donde no hay una hora fija, se indica en el boletín o folleto informativo de la parroquia que se escuchan las confesiones a petición de los penitentes, o sea que el que quiere confesarse debe pedir al sacerdote una cita para hacerle su confesión.

Aunque la confesión puede escucharse y la absolución pronunciarse en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia —caminando por la calle, en un lugar aparte como en un retiro, en el campo, en el bosque, en un parque, en un despacho, en un cuarto de hospital, cualquier lugar y de cualquier postura, arrodillados, sentados— normalmente es mejor hacerlo en la iglesia, en un lugar aparte donde otros no pueden oír la confesión, o sea que haya privacidad en cuanto a lo dicho, pero es muy buena práctica hacerlo en la iglesia o en otro lugar público para evitar escándalo.

En el rito de Reconciliación de un Penitente, se encuentran dos formas distintas que se llaman Fórmula I y Fórmula II.

Fórmula Uno

La Fórmula I es el contenido y estructura tradicional de la confesión. Comienza con que el penitente, usualmente arrodillado, pide la bendición del ministro, en la que se ruega a Dios que prepare a esta persona para hablar con toda honestidad en este acto.

Sigue la forma de la confesión como tal, en que el penitente confiesa a Dios, que ha pecado por su propia culpa «en pensamiento, palabra y obra, por lo que ha hecho y lo que ha dejado de hacer, especialmente ....» y hay un espacio en blanco. Este es el momento y el lugar en que el penitente confiesa los pecados particulares que tiene en su conciencia.

Por eso, vale la pena instruir a los penitentes en el examen de conciencia para que sepan una manera breve de prepararse. A veces los penitentes traen un papelito con unas notas para refrescar la memoria en el momento de hacer su confesión. Para unas personas esto no es necesario, para otras personas es casi requerido, porque bajo la presión y la vergüenza de confesarse, es difícil recordar todo lo que ha salido a base de un autoexamen de conciencia.

Después de esta enumeración de pecados particulares, el penitente afirma que en cuanto a pecados no recordados y los confesados, siente arrepentimiento y pide perdón. También hay que notar que esta declaración se incluye la intención de corrección de vida. Al fin el penitente pide consejo, dirección y absolución al confesor.

Este es el momento en que el confesor puede hacer preguntas si hay cosas de duda o si es necesario aclarar la naturaleza pecaminosa o no pecaminosa de una parte de su confesión; averiguar —si es necesario— la profundidad de la confesión; exigir la reparación si es necesario y dar «consejo, dirección y consuelo» como dice la rúbrica [369]. Esto debe ser corto y claro, en vez de un sermón o una meditación. Este también es el lugar en que el sacerdote puede pedir a la persona como señal de su penitencia, un salmo, cántico, himno u oración.

La primera fórmula [370] de absolución, como se anotó anteriormente, es la forma tradicional que encontramos en el primer Book of Common Prayer de Thomas Cranmer y es lo que se ha utilizado durante los siglos en la tradición anglicana. La segunda es una forma nueva.

La práctica es que al pronunciar la absolución, el ministro da sobre el penitente el signo de la cruz, y si se hace la confesión en un lugar público donde hay otras personas, se debe hacer esta señal privadamente porque si es necesario rehusar la absolución a una persona, una tercera persona no debe poder observar si realmente se ha dado la absolución o no.

Finalmente el ministro despide al penitente. La forma más tradicional que se utiliza mucho es, «Vete en paz, el Señor ha quitado todos tus pecados, y ora por mí, que soy pecador. Es obvio que la respuesta, «Demos gracias a Dios» no es apropiada a esta expresión y por tanto creo que han cambiado el orden de los elementos, poniéndose primero la afirmación, «el Señor ha quitado todos tus pecados», con su respuesta «Demos gracias a Dios» y después las otras dos frases.

Como la última cosa en la primera fórmula, tenemos una Declaración de Perdón para uso de un Diácono o de un Laico, en vez de la absolución, que pertenece solamente a obispo o presbítero.

Fórmula Dos

La Fórmula II es un nuevo rito diseñado para ser más atractivo y más útil para las personas que no están acostumbradas a la fórmula tradicional, o que encuentran ella un poquito anticuada o demasiado formal.

La Fórmula II comparte algunos elementos con la confesión en los cultos públicos y está escrita en lenguaje muy bíblico.

Comienza con el uso de unos versículos del Salmo 51, recitado por el confesor y el penitente y luego el penitente pide la oración al ministro, quien responde con una breve oración semejante a la bendición utilizada en la Fórmula I Después siguen las palabras consoladores tradicionales del Rito I de la eucaristía y la invitación del ministro al penitente a hacer su confesión [372].

La confesión como tal es muy bíblica. Comienza con referencia a Génesis, entonces al sacrificio de Jesucristo en la cruz, habla del bautismo y de la Iglesia. Entonces, utilizando el lenguaje de la parábola del Hijo Pródigo, habla del mal uso de la herencia que tenemos como Hijos de Dios y el hecho de haber extraviado. Viene aquí la parte de la confesión particular que se hace por el penitente, y termina la confesión con una serie de imágenes también de la misma parábola.

Una vez hecha la confesión, el ministro puede ofrecer —como en la otra fórmula— consejo y consuelo. Este es el momento de preguntar si hay algo en duda o aclarar la naturaleza de pecados particulares, si es necesario en el contexto, pedir la reparación si es menester y también se puede pedir a la persona un salmo, cántico o himno como señal de arrepentimiento y acción de gracias.

Sigue un diálogo corto que parece ser una versión breve de la renovación de los votos bautismales, que no es mera coincidencia porque en realidad el sacramento de la penitencia es la renovación del bautismo.

Termina con una oración por el ministro que Dios acepta la confesión y entonces sigue la absolución. La rúbrica dice que el ministro impone o extiende una mano sobre la cabeza del penitente mientras dice una de las formas de absolución.

Aquí tenemos las mismas dos formas de absolución como en la primera fórmula, pero en este caso en orden reverso, primero viene la nueva forma y en segundo lugar la forma tradicional.

Es conveniente que el ministro imponga la mano sobre la cabeza de la persona, y en el momento de pronunciar las palabras, «Yo te absuelvo», haga la señal de la cruz sobre el penitente.

La oración o afirmación concluyente [373] tiene otra vez lenguaje tomado de la parábola del Hijo Pródigo, «porque te habías perdido, y eres hallado; porque eras muerto, y has revivido». La respuesta del penitente es igual a la de la primera fórmula, «Demos gracias a Dios».

Aquí [373] también tenemos la alternativa de la Declaración de Perdón para uso de un diácono o de un laico. Esto es igual a la fórmula anterior [370].

1 El BCP (y LOC) de 1662, que sigue siendo el Prayer Book oficial de la Iglesia de Inglaterra, tiene una rúbrica semejante, y el texto idéntico de la absolución.

2 Cf. el capítulo 5 del Manual de Espiritualidad y 6 y 10 del Manual de Pastoral (ambos publicados por ISETA).

3 Para una discusión más amplia de este tema, véase el Apéndice 11, «El Sello de la Confesión».

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