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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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martes, 13 de marzo de 2012

ORIGEN Y SIGNIFICADO DEL VIA CRUCIS

Expresión latina que significa "camino de la Cruz", es decir, el que recorrió Cristo durante su Pasión, desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario. Dicha expresión se utiliza también de modo habitual para designar una forma de oración acompañada de meditación sobre los acontecimientos ocurridos en ese camino de Cristo, al que se añaden el hecho de su muerte en la cruz, el descendimiento de la misma y su sepultura. Junto a diversas oraciones, en general de penitencia y arrepentimiento, se van intercalando catorce meditaciones, que se llaman «estaciones», porque los que hacen este ejercicio de piedad se «estacionan» o detienen unos momentos para meditar en cada uno de los siguientes acontecimientos o escenas:

Los precedentes del Vía Crucis datan de los primeros siglos del cristianismo, de la piadosa compasión con que los cristianos primitivos veneraban los pasos de la Vía Dolorosa. La española Silvia Eteria, peregrinó a Tierra Santa en el siglo IV. Y en su Peregrinatio describe el ejercicio piadoso de los cristianos de Jerusalén, recorriendo durante la Semana Santa el camino del Calvario.

La mayoría de estas «estaciones» han sido tomadas del Evangelio, otras las ha deducido o añadido la tradición piadosa del pueblo cristiano con una sana lógica.

Las escenas o «estaciones» directamente descritas en los Evangelios son las siguientes:
· Primera: en Mt 27,1-31; Mc 15,120; Lc 23,1-25; Jn 18,28-40 y 19,1-16.
· Segunda: en Jn 19,17.
· Quinta: en Mt 27,32; Mc 15,21 y Lc 23,26.
· Octava: en Lc 23,27-32.
· Décima: en Mt 27,35; Mc 15,24; Lc 23,34 y Jn 19,23-24.
· Undécima: en Mt 27-25 s.; Mc 15,24 s.; Lc 23,33 s. y Jn 19,18.
· Duodécima: en Mt 27,50-51; Mc 15,37; Lc 23,46 y Jn 19,30-33.
· Décimo tercera: en Mt 27,57-59; Mc 15,42-45 y Lc 23,50-53.
· Décimo cuarta: en Mt 27,55-61; Mc 15, 42-47; Lc 23,50-55 y Jn 19,38-42.

Las otras estaciones –tercera, cuarta, sexta, séptima, novena– que ha añadido la tradición piadosa de los cristianos están relacionadas o deducidas de la descripción que los evangelistas hacen del camino que recorrió Jesús hacia el Calvario.

Son posibles las caídas –estaciones 3ª, 7ª y 9ª, debido al agotamiento del Huerto, de los interrogatorios y sobre todo de las vejaciones –azotes, espinas– y episodios que acompañaron al arresto. Se deduce al menos una del hecho de haber pedido a Simón de Cirene que llevase la cruz, y se suponen lógicamente otras caídas, aunque no podamos saber el número exacto. Fue casi seguro el encuentro de Cristo con su Madre antes de la cruz (4ª estación), según Jn 19,25-27 y otros pasajes. Es muy probable el episodio de la Verónica según Lc 23,27 ss. y relatos escritos que se remontan a los siglos III y IV que pueden depender de relatos y tradiciones orales anteriores.

En cuanto a los orígenes de este ejercicio piadoso, es cierto que los cristianos de las primeras centurias veneraron los lugares relacionados con la vida y muerte de Cristo. Esto se facilitó a partir de la paz otorgada a la Iglesia por Constantino, con lo que se multiplicaron las peregrinaciones a los Santos Lugares, y de las que se conservan descripciones desde el s. IV. La célebre peregrina Eteria, por ejemplo, da una relación de los actos que se celebraban en Jerusalén en la Semana Santa en los distintos lugares relacionados con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Con motivo de las Cruzadas se manifestó aún más la devoción hacia los lugares en que se había realizado algún episodio de la Pasión de Cristo. No se contentaron los cruzados con haber venerado esos mismos lugares, sino que trajeron a sus respectivos países la idea de realizar algo parecido a lo que habían visto y obrado en Jerusalén. De ahí que se erigiesen en muchas partes «Calvarios», luego «Vía Crucis», con los que los fieles manifestaban su fervor, agradecimiento y amor a la Pasión de Cristo, oraban y meditaban en ella, etc.

Los franciscanos contribuyeron mucho a extender y propagar esta devoción, aún no muy bien definida, sobre todo cuando en el s. XIV se les concedió la custodia de los Santos Lugares. También la difundió mucho el beato Alvaro de Córdoba, dominico, a su regreso de Tierra Santa (1420). Después, el principal apóstol de esta devoción fue San Leonardo de Puerto Mauricio, que, en el curso de unas misiones por Italia (1731-51), erigió más de 572 Vía Crucis.
Había cierta diversidad con respecto al número de «estaciones».

Fueron los franciscanos los que establecieron en sus iglesias el número de catorce, para que los fieles las recorriesen a imitación de los devotos peregrinos que iban personalmente a venerar los Santos Lugares de Jerusalén. Parece que la forma definitiva, según se suele practicar hoy, surgió en España. De aquí pasó a Cerdeña y a otros lugares. En el s. XX diversos autores han pretendido que se añadiese otras estaciones, como la Resurrección, con la que culmina la Pasión y Muerte histórica de Cristo, y su Via Crucis continuado a lo largo de la historia humana.

La práctica del Via Crucis, pues, viene a arrancar de los primeros siglos y se halla muy extendida entre los cristianos. Es necesario meditar y conocer bien la vida y persona de Cristo, también su Pasión y Muerte, para facilitar la identificación con El a que está llamado todo hombre. Esta devoción es de gran importancia para la vida cristiana. Nos da la oportunidad de contemplar la pasión y muerte de Jesús, nuestro Salvador. Contemplación de los dolores en el cuerpo y en el alma del Señor. Recorrer la Vía dolorosa actualizando sus sufrimientos. La pasión de Jesús es real y actual. El motivo de sus dolores es el de siempre: el pecado. Cada vez que un cristiano peca, de algún modo crucifica de nuevo a Cristo. En cambio, cuando llevamos por amor a Jesús la cruz de cada día podemos decir, como San Pablo: "Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24).



VIA-CRUCIS 
1. El Via Crucis sigue siendo un modo de oración muy válido, sobre todo en las últimas semanas de la Cuaresma, cuando la atención de la comunidad cristiana se centra en la Pasión de Cristo.

Es un ejercicio piadoso que tiene como tema de meditación y oración el mismo que la liturgia: la muerte salvadora de Jesús, su entrega pascual. Eso sí, tiene una pedagogía distinta: las «estaciones», imitando el camino de Jesús hacia la Cruz; lecturas bíblicas; oraciones más libres; estrofas de algún canto adecuado; momentos de silencio reflexivo. Tanto si se hace en la iglesia como en un espacio abierto, el Vía Crucis puede ser una buena experiencia de oración y una preparación válida para la celebración de la Pascua. No es extraño que, históricamente, esta clase de oración caminante tuviera su origen en Jerusalén, donde los peregrinos pronto empezaron a querer seguir las huellas del camino de Jesús hacia el Calvario, a lo largo de la «Via dolorosa". Pero, al correr de los siglos, también en otros lugares se quiso imitar este ejercicio piadoso. Reflexionar y orar en torno a la muerte de Cristo ha sido siempre una de las dimensiones más populares de la fe cristiana.

La estructura actual de las catorce estaciones tomó forma en el siglo XVIII, pero siempre había existido un margen de flexibilidad en esta oración. En un tiempo como el nuestro, en el que incluso las formas más importantes de oración, por ejemplo las plegarias eucarísticas, han sido objeto de profunda revisión eclesial, no es extraño que también al Via Crucis le haya afectado este deseo de renovación.

Los criterios que poco a poco han ido prevaleciendo, por iniciativa privada y a veces también por orientaciones magisteriales (aunque por tratarse de algo que no es celebración litúrgica no sean tan oficiales), se puede decir que son estos:

a) dar importancia a las escenas que aparecen en el evangelio, y relativizar otras: así, permanece el recuerdo del Cireneo que ayuda a Jesús y su encuentro con las mujeres, y desaparece de las estaciones la escena de la Verónica. Desaparece también el encuentro de María con su Hijo durante el camino, mientras que se tiende a recordar con una estación su presencia con Juan al pie de la Cruz;

b) se evitan los duplicados: las tres caídas de Jesús, quedan reducidas a una;

c) se tiende a iniciar el camino de la cruz, no en la escena de la condena a muerte por parte de Pilato, como antes, sino en la Ultima Cena (que ya fue anticipo sacramental de la muerte de Cristo) o al menos en su agonía en Getsemaní;

d) también hay una opción bastante constante, de no terminar el Vía crucis en la escena del sepulcro, sino en la resurrección; aunque sea «el camino de la cruz», pero se quiere concluir con la perspectiva de la nueva vida a la que pasa Cristo;

e) se han privilegiado las lecturas bíblicas,

Con estos criterios, se suele configurar ahora el Vía Crucis de forma distinta. Reproducimos aquí el que se celebró en Roma en 1983, con motivo del Año Santo, tal como publicamos hace años en el Dossier CPL 33, Via Crucis.

Vía Crucis tradicional 
1. Jesús condenado a muerte
2. Jesús carga con la cruz
3. Jesús cae por primera vez
4. Encuentro con su madre
5. El cireneo
6. La Verónica
7. Cae por segunda vez
8. Mujeres de Jerusalén
9. Cae por tercera vez
10. Despojado de vestidos
11. Clavado en la cruz
12. Muerte de Jesús
13. Bajado de la cruz
14. Sepultado
Vía Crucis más actualizado 
1. La Ultima Cena (Mt 26, 20-29)
2. Agonía del huerto (Lc 22,41-46)
3. Arresto de Jesús (Mt 26,47-56)
4. Ante el Sanedrín (Mc 14,53-65)
5. Pedro le niega (Mc 14,66-72)
6. Ante Pilato (Jn 18,28-38)
7. Flagelación (Mc 15,15-19)
8. Condenado a muerte (Mt 27,12-15.26)
9. Cireneo y mujeres (Lc 23,26-32)
10. Crucifixión (Mc 15,22-30)
11. Palabras de Cristo (Lc 23,34)
12. Muerte de Jesús (Jn 19,31-34)
13. Sepultura (Lc 23,50-56)
14. Resurrección (Mt 27,62-66; 28,1-7)

El Vía Crucis bien hecho nos ayuda:
- a meditar en la Pasión de Cristo, valorando la seriedad de su entrega redentora,
- a interpretar la historia contemporánea de la Humanidad como participación en este camino doloroso de Cristo,
- a solidarizarnos personalmente cada uno de nosotros tanto con el camino de Cristo como con el de la Humanidad: para dar esta dimensión de entrega pascual también a nuestra existencia, con sus fatigas y dificultades. Se trata de "concelebrar" con Cristo y con todos los hombres el misterio de la cruz: "tome su cruz y sígame".
J. ALDAZABAL



LAS CELEBRACIONES DEVOCIONALES DEL VIERNES SANTO

Nuestras celebraciones no propiamente litúrgicas de la Semana Santa, sobre todo las del Viernes Santo, son oportunidades que se nos ofrecen para meditar y comprender mejor el misterio de nuestra salvación. Realizamos procesiones y escuchamos explicaciones catequéticas sobre la pasión del Señor, que son acompañadas por nuestra oración. Estas celebraciones constituyen una especie de marco religioso general, referido todo a la celebración propiamente litúrgica del día. Son una excelente oportunidad para realizar una buena catequesis bíblica, principalmente acerca de la tradición cristiana de la pasión del Señor, como camino hacia la muerte salvadora.

Viacrucis

Con Jesucristo por el camino de la Cruz
El Viacrucis es seguramente la más antigua y la más hermosa de las devociones populares, con las cuales se ha hecho posible la meditación del evangelio de la pasión. Cuando se habló en el siglo IV del hallazgo de la cruz de Cristo, los peregrinos que llegaban a Jerusalén se encontraron ya con una tradición establecida que ligaba con determinados lugares los acontecimientos más importantes de la pasión del Señor. El peregrino hacía este recorrido para recordar piadosamente los principales hechos allí acaecidos. Las “estaciones” impresionaban fuertemente a los peregrinos, que recorrían la vía dolorosa hacia el lugar de la crucifixión. Los franciscanos fueron los que se preocuparon con el tiempo de divulgar esta práctica por todas partes, en especial en ciertos días del año litúrgico (Viernes de Cuaresma y el Viernes Santo.

El Viacrucis tradicional es un ejercicio devocional que combina la imagen y la idea, la acción exterior y la disposición interior, la verdad histórica y la creación del espíritu religioso.

Algunas de las estaciones del Viacrucis tradicional tienen como base los relatos evangélicos; otras no se encuentran directamente en la Sagrada Escritura, sino que han sido creación del amor y de la fe de los cristianos, que han querido reconstruir en muchos aspectos el camino de Jesús hacia la muerte. En este sentido hay que señalar el encuentro de Jesús con su Madre, o el gesto de la Verónica que enjuga el rostro sudoroso y ensangrentado del Mesías, o las repetidas caídas de Jesús bajo el peso de la cruz. Desde 1991 conocemos una propuesta nueva para la celebración del Viacrucis que recoge los episodios más centrales de los evangelios de la pasión.

Recomendaciones para la celebración del Viacrucis
*Para comenzar cada estación, como ha sido costumbre, conviene proclamar el título del episodio y recitar el responsorio tradicional: Adorámoste, Cristo, y te bendecimos, Porque por tu santa cruz redimiste al mundo!

*Debemos leer el texto evangélico. El evangelio de la pasión del Ciclo A es San Mateo, Ciclo B es San Marcos y Ciclo C es el de San Lucas, pero el evangelio de la pasión que se lee cada año el Viernes Santo es el de San Juan.

*No todos los episodios de la Pasión tienen la misma importancia ni ofrecen las mismas posibilidades de explicación. Por eso, es mejor pensar que unas estaciones deben ocupar más tiempo que otras.

*Una breve explicación del sentido propiamente dicho del texto y una breve referencia a las posibles situaciones de nuestra realidad, podrían ser una excelente catequesis.

*El silencio y la oración para el tiempo en el cual caminamos hacia la próxima estación deben ser combinados. Las oraciones no deberían ser fórmulas que recitamos solamente para llenar el tiempo: no propiamente rosarios, por ejemplo, sino plegarias, meditaciones, cánticos que tengan que ver con el episodio que recordamos.

Primera Estación:
Jesús en el huerto de los olivos (Lc 22-39-26; Jn 18,1)

La tradición de San Juan sólo nos ha recordado el episodio anecdótico de la venida de Jesús al huerto con sus discípulos. La tradición sinóptica, representada en nuestro caso por el evangelio de Lucas, nos recuerda el episodio del huerto como el escenario de un diálogo entre Jesús y sus discípulos y, sobre todo, como el escenario de una oración de Jesús, en la que se retrata de manera muy hermosa lo que fue su actitud interior ante los acontecimientos que habrían de tener lugar.

Jesús sufría intensamente: Mi alma está triste hasta morir (Mc 14,34), es decir, triste con una tristeza como de muerte, a lo que Lucas añade que el sudor le corría como gotas de sangre (Lc 22,44). La oración de Jesús es una hermosa palabra dirigida al Padre, en la que se deja percibir la angustia y el temor humanos, pero en la que se revela también la inmensa confianza inquebrantable que tiene en su Padre querido.

Segunda Estación:
Jesús, traicionado por Judas, es arrestado (Lc 22,47-54a; Jn 18,1-12)

Los evangelios señalan que una tropa grande arrestó a Jesús. Pero tenía que aparecer también desde este episodio el compromiso de las autoridades judías y de las romanas en el proceso contra Jesús.

El papel de Judas, en el sentido de su colaboración con las autoridades que decidieron la suerte de Jesús, se puede comprender de alguna manera. El arresto tuvo lugar en medio de la noche tal vez porque los interesados temían la intervención de simpatizantes de Jesús. En el fondo, la tragedia que está en juego en la narración de este episodio es la traición del discípulo, querido y llamado también como los demás, por el Maestro. No deberíamos olvidar que no ha sido solamente Judas el que ha traicionado a Jesús.

Tercera Estación:
Jesús es condenado por el Sanedrín (Lc 22,54b.66-71)

El Sanedrín, la instancia judicial suprema de los judíos, se componía de 70 miembros, a los que se añadía uno, el Sumo Sacerdote en ejercicio.

Los evangelios sinópticos nos informan de la reunión del Sanedrín (Mc 14,53-65 y par.). Pero, ¿qué autoridad real tenía el Sanedrín en cuestiones judiciales y penales? Judea era, desde el año 6 d.C., una provincia imperial. La autoridad para aplicar la pena capital pertenecía en todas las provincias romanas al Prefecto, por lo tanto, también en esta provincia en la que había mucho malestar y riesgos de levantamientos.

¿Cuántos de nuestros hermanos, como Jesús, también han sido condenados sin un juicio justo? ¿Cuántos han sido víctimas de la justicia privada? ¿Cuántos como Jesús tampoco pudieron defenderse?

Cuarta Estación
Jesús es negado por Pedro (Lc 22,54b-62; Jn 18,15-18.25-27)

A pesar de las diferencias en los relatos, se puede señalar la coincidencia en algunos aspectos. Primero que todo el hecho de una triple negación, que puede tener que ver con las condiciones exigidas para la validez de un testimonio (tiene que ser confirmado por dos o tres testigos). Se enfatiza así la actitud de Pedro, que además maldice y jura. Es la debilidad del discípulo. Pero, en segundo lugar, el Mesías Jesús lo sostiene en la hora del fracaso. La palabra de Jesús es la gracia que nos libera de la cobardía ante el seguimiento de la cruz. En realidad Jesús es abandonado por sus discípulos. Los evangelios nos recuerdan la fidelidad de las mujeres, de manera muy especial, en el seguimiento de Jesús. No debemos escandalizarnos por la negación de Pedro porque lo que él hizo también lo han hecho actualmente muchos de los discípulos de Jesús.

Quinta Estación
Jesús es juzgado por Pilato (Lc 23,1-25; Jn 18,28-19,16)

El evangelio de Juan nos presenta un hermoso diálogo teológico entre Pilato y Jesús acerca de la verdad, por medio del cual se hace posible la precisión acerca del Reino de Dios, con el que está comprometido Jesús. Pilato cree estar juzgando a Jesús, mientras en realidad está siendo juzgado por la verdad. Al final, Pilato mismo termina por reconocer que Cristo es el rey, mediante el rótulo que coloca en la cruz, convirtiéndose así involuntariamente en un testigo de su autoridad, en cuanto Hijo del Hombre, para juzgar al mundo.

En nuestra patria no podremos conseguir la paz mientras muchos de nuestros hermanos sean explotados y tratados injustamente; mientras la justicia esté comprometida con el más fuerte, y las cárceles se llenen de personas que no tienen quien hable por ellas.

Sexta Estación
Jesús flagelado y coronado de espinas (Mc 15,15-20 (par en Mt 27,27-31; Jn 19,1-6a.)

Condenado a muerte, Jesús fue azotado por los soldados a quienes se les confió la ejecución. El relato más antiguo (Mc 15,15) menciona muy de paso esta tortura. El que era sometido a ella era desnudado, arrojado al suelo, atado a una columna. El número de azotes entre los romanos era de cuarenta; los judíos acostumbraban disminuir uno para no sobrepasar lo establecido.

El relato presenta luego la escena de la entronización de Jesús como rey de los judíos por los soldados, en la que se utilizaba irónicamente el ritual real. Pensemos en todas las personas que en nuestro tiempo han sido torturadas y masacradas, sin derecho a la defensa, por su compromiso evangélico con los hermanos que sufren.

Séptima Estación
Jesús carga con la cruz (Jn 19,16b-17 )

Juan nos dice que Jesús llevaba la cruz, y los sinópticos también lo suponen cuando mencionan al Cirineo que viene a ayudarle. El condenado a muerte de cruz tenía que arrastrarla hasta el lugar del ajusticiamiento. Se trataba sólo de la parte transversal (patibulum), mientras que la parte vertical estaba ya colocada sobre el suelo en el lugar de la ejecución. Jesús era inocente y, sin embargo, carga en la cruz con nuestros pecados. ¡Cuántas personas, en nuestro tiempo, deben cargar con la cruz de los crímenes que no han cometido.

Octava Estación
Jesús es ayudado por el Cirineo (Lc 23,26; Mc 15,21)

Por el camino se obliga a un transeúnte casual a tomar la cruz de Jesús. Probablemente Simón, como también Jesús, vivía en una aldea en los alrededores de la ciudad. Sorprende la enumeración de los varios detalles referidos a Simón. Desciende de Cirene, una de las cinco ciudades principales de Cirenaica (Africa del Norte). Allí había una respetable diáspora judía. Los cireneos tenían una sinagoga propia en Jerusalén. Simón es, por lo tanto, un judío de la diáspora, que había venido a Jerusalén como peregrino o sea había trasladado aquí en la ancianidad. De todos modos, el cristiano Simón es testigo del camino de la cruz de Cristo. No se dice que él estuviera presente también en la crucifixión y en la muerte. El tomar la cruz tiene importancia en el sentido del seguimiento del Maestro. Aunque fue obligado a tomar la cruz, su servicio fue considerado como ejemplar seguimiento del Mesías.

Cuando ayudamos a la viuda, al enfermo, a los huérfanos, a los desplazados, a todos los necesitados, estamos, como el Cirineo, ayudando a Jesús a llevar la cruz.

Novena Estación
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén (Lc 23,27-31)

Es importante tener en cuenta la situación de la mujer en Israel en tiempos de Jesús. Al igual que en los pueblos del antiguo cercano oriente, la mujer era, en todos los aspectos, inferior al los hombres: las mujeres en Israel "no sobrepasan la puerta del patio" al decir de Filón de Alejandría; tampoco a las mujeres les estaba permitido hablar con los hombres en público; los derechos y deberes en el campo de la religión estaban limitados. Sólo partiendo del conocimiento del trasfondo de la época podemos apreciar plenamente la postura de Jesús ante la mujer (cfr. Lc 8,1-3; Mac 15,41 y par). Hablar de las mujeres que siguen a Jesús es un acontecimiento sin parangón en la historia de la época.

No sólo las mujeres de Jerusalén lloran por la injusticia que se cometió contra Jesús. Hoy, todas las mujeres tienen motivos para llorar por sus hijos o esposos muertos o secuestrados; por sus niños enfermos y desamparados, por los sufrimientos de sus vecinos y conocidos, pero, sobre todo, por las discriminaciones de que son víctimas.

Décima Estación
Jesús es crucificado (Lc 23,33-38; Jn 19,16b-24)

El lugar de la crucifixión fue el Gólgota el lugar de "La Calavera". Jesús soportó pacientemente la tortura. El relato evangélico interpreta este episodio a la luz del Salmo 22,19. Si se tiene en cuenta que el Gólgota quedaba cerca de los muros de la ciudad, se puede pensar en la presencia de curiosos, que se congraciaban con las autoridades y disfrutaban cínicamente, estas escenas.

Jesús, clavado en una Cruz, es al mismo tiempo que denuncia contra las injusticias que a diario se comenten, el signo de esperanza para los que este mundo considera derrotados. Sólo quien se compromete con el Reino, considera su propia cruz como una victoria.

Undécima Estación
Jesús promete su reino al buen ladrón (Lc 23,39-43)

En la presentación que se hace de los dos malhechores crucificados con Jesús, Lucas opone dos tipos de personas que encarnan dos maneras de reaccionar ante la salvación que nos trae Jesús.

El buen ladrón ha sabido leer los signos de los tiempos y ha reconocido en el crucificado al Mesías que va a participar de la gloria en la resurrección. Los creyentes de la comunidad lucana ven aquí el perdón de Jesús, que está en el origen de la vida cristiana, y que han experimentado en el momento de su conversión. Nunca es tarde, nos recuerda Lucas, para volver a los caminos del evangelio. Cualquier día puede ser el hoy de la salvación.

Duodécima Estación
Jesús en la cruz, la madre y el discípulo (Jn 19,25-27)

Juan es el único que señala el episodio de la madre de Jesús y el discípulo amado, quienes lo acompañaron hasta el último momento. Jesús llama a la madre con el apelativo de "Mujer" como lo había hecho en las Bodas de Caná (2,4). En aquel momento no había llegado la hora, estaban en la antigua alianza; ahora cuando se va a inaugurar la nueva alianza, la comunidad antigua se identifica con la nueva.

María debe reconocer como descendencia suya esa nueva comunidad judía representada en el discípulo Juan y en María Magdalena, puesto que ellos han roto con la comunidad judía y han aceptado el amor de Jesús y en ellos a todos nosotros. La presencia de María al lado de la cruz es una invitación a todas las mujeres en el mundo que, como ella compartan los dolores de todos los que sufren, los otros Cristos. Un nuevo rostro se observa en el mundo cuando se piensa en tantas mujeres que, a pesar de sometidas y despreciadas por la sociedad, siguen abriéndose camino y, sin pretensiones, se dedican a trabajar para mitigar los sufrimientos de los que la sociedad ha abandonado.

Decimotercera Estación
Jesús muere en la cruz (Lc 23,44-49; Jn 19,28-37)

¿Cómo fue propiamente la muerte de Jesús? No es fácil decirlo. Los evangelistas han pintado, cada cual a su manera, la escena. La muerte de un hombre es siempre algo completamente personal e intransferible. También hay que decir esto de la muerte de Jesús. Pero algo es cierto: Jesús se durmió en su Abba, a cuya voluntad había entregado lleno de confianza toda su existencia.

Los detalles del no quebrantamiento de los huesos y de la lanzada están ciertamente cargados de significación teológica y han sido interpretados a la luz de las profecías. De todos modos conviene recordar la importancia que tiene la tipología pascual, para interpretar la muerte de Jesús, en el evangelio de Juan: Jesús es la Pascua, es decir, el cordero pascual o la encarnación de la salvación-liberación. Ante Jesús Crucificado, coloquemos hoy tantas y tantas personas inocentes que han sido asesinadas y abandonadas como fue abandonado Jesús en la Cruz.

Decimocuarta Estación
Jesús es puesto en el sepulcro (Lc 23,50-56;19,38-42)

El cadáver de Jesús fue sepultado la misma tarde de la crucifixión por José de Arimatea. Según el derecho romano, los cadáveres de los crucificados no eran sepultados, sino que se descomponían en la misma cruz y eran dejados para las aves de rapiña, o tal vez arrojados a un río. Con ello se completaba el ajusticiamiento, al borrar la memoria del ajusticiado.

José no era un discípulo de Jesús, aunque se dice que lo fue posteriormente. El día de la fiesta se convierte en un obstáculo para la sepultura, por lo cual se comprende que la sepultura de Jesús se haya realizado de manera extremadamente sencilla: José envolvió el cadáver en un lienzo y lo colocó en una tumba. María de Magdala se preocupó inmediatamente de la sepultura y la cuidó.

Cuando José de Arimatea pide a Pilato el cadáver de Jesús, actúa como judío piadoso, que obedece a la prescripción de Dt. 21,23: Su cadáver no debe permanecer colgado durante la noche. Tú lo tienes que sepultar necesariamente todavía de día, pues un ajusticiado es maldito de Dios. Tú no puedes manchar tu país, el que Yahveh, tu Dios, te ha dado como heredad.

Así se pone un punto final, aparentemente sombrío, a esta historia maravillosa. Pero no eran los hombres los llamados a poner el punto final a ella, sino que era Dios, el Padre de Jesús, el que tenía la verdadera última palabra. Por el contrario no todo se ha terminado sino que es ahora cuando comienza la hermosa historia de la vida.

Hoy no hay más estaciones. La próxima será la celebración misma de la vida definitiva del Crucificado, que ha sido glorificado y que por eso vive para siempre. La próxima estación será la Vigilia Pascual.

SERVICIO BIBLICO _LATINOAMERICANO

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