Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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domingo, 11 de enero de 2015

SITUACIÓN ECUMÉNICA EN BRASIL

El movimiento ecuménico en Brasil tiene raíces en la experiencia de colaboración interdenominacional entre distintas agencias misioneras evangélicas que llevaron a cabo su labor en el país a partir del siglo XIX. Animado por la colaboración pan-evangélica, en 1903 el pastor presbiteriano Erasmo Braga promovió la organización de la Alianza Evangélica y de Esfuerzo Cristiano. Las dos instituciones tenían la finalidad de fomentar la unión entre distintos grupos evangélicos y la colaboración en la evangelización y la educación. Estas organizaciones también se comprometieron a mantener el principio republicano de igualdad religiosa.

En 1916 el Congreso de Panamá[4], dedicado a la cooperación interdenominacional misionera en América Latina, dio un fuerte impulso a estas iniciativas. Tras el Congreso de Panamá, surgió el Comité Brasileño para la Cooperación que reunió a diecinueve comunidades eclesiales, incluyendo Iglesias, sociedades misioneras y otras organizaciones evangélicas.

En 1934 se creó la Confederación Evangélica de Brasil (CEB) con la finalidad de promover el movimiento ecuménico. Más tarde la CEB jugaría un papel importante en la promoción de los ideales del Consejo Mundial de Iglesias. Las Iglesias que participaron en la creación de la CEB fueron las Iglesias metodista, episcopal y presbiteriana de Brasil y la Iglesia Independiente Presbiteriana de Brasil. En 1959 se unió también la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana de Brasil, en 1963 la Iglesia del Evangelio Cuadrangular y en 1968 la Iglesia Pentecostal Brasil por Cristo.

La misión era un tema importante para la CEB. Esto llevó a la creación del Consejo para las Relaciones Intereclesiales, que tenía la tarea de coordinar la actividad misionera llevada a cabo por las distintas organizaciones misioneras y evitar así la duplicación del esfuerzo y la competencia entre diferentes agencias e Iglesias. 

Otro aspecto conocido del trabajo de la CEB[5] eran sus cartas circulares que trataban temas sociales de Brasil como la necesidad de una reforma agraria, la mejora de la educación, la alfabetización y las intervenciones en situaciones de emergencias.

Los movimientos juveniles eclesiales jugaron un papel importante en este intento de reflexionar sobre la responsabilidad social de la Iglesia en el contexto brasileño. Un acontecimiento importante que ayudó a fomentar estas iniciativas fue la Conferencia Mundial de la Juventud Cristiana, que tuvo lugar a finales de los años 1940 en Oslo. En esa Conferencia los jóvenes brasileños tuvieron acceso a nuevas perspectivas bíblicas y teológicas surgidas en Europa y Estados Unidos.

La creciente participación de los jóvenes brasileños en movimientos juveniles internacionales cristianos como la Federación Mundial de los Movimientos Estudiantiles Cristianos (siglas en inglés: WSCF) fue un factor importante para el desarrollo de una teología del evangelio social y para la gradual organización de grupos de lectura y para una interpretación contextualizada de la Biblia capaz de establecer un diálogo con la realidad social. Las Iglesias no tuvieron más remedio que afrontar las cuestiones sociales y económicas que surgían continuamente de estos grupos.
Este ambiente efervescente se intensificó bajo el influjo del teólogo americano Richard Shaull, un pionero en la formulación de una teología de la revolución. Otro influjo importante fue el ejemplo de sacerdotes católicos franceses que quisieron vivir al lado de los pobres y que se volvieron una fuente de inspiración para muchos jóvenes cristianos de Brasil. El desafío era el de promover una teología que incorporara a la vez la cultura brasileña y los problemas de la sociedad brasileña.

Esta experiencia se profundizó en 1953 con la creación de la División de Responsabilidad Social de la Iglesia en la CEB. La finalidad de esta nueva división era la de estudiar las implicaciones de la fe a nivel nacional y de evaluar el trabajo social y la evangelización en relación al contexto social y político. Como consecuencia de esto se organizaron cuatro conferencias para analizar la realidad del país y para encontrar propuestas desde una perspectiva protestante.

Los temas tratados en estas cuatro conferencias fueron: la responsabilidad social de la Iglesia (1955), el estudio de la responsabilidad social de la Iglesia (1955), la presencia de la Iglesia en la evolución de la nacionalidad (1960) y Jesucristo y el proceso revolucionario brasileño (1962). A partir de la tercera y cuarta conferencia se empieza a constatar una apertura al diálogo con los católicos romanos que también se reunían para debatir los problemas sociales y políticos del país.

El desarrollo del movimiento ecuménico en los años 1950 y 1960 se caracterizó por su posicionamiento crítico respecto a los modelos prevalentes de desarrollo económico. Los conceptos de «progreso» e «industrialización» se invocaban para justificar la acumulación de riqueza por parte de unos pocos mientras que se negaba a la mayoría de la población el acceso a los bienes producidos y a la riqueza creada. Inspirada por las cuatro conferencias, la focalización ecuménica sobre la misión y el cambio social también influyó en la Iglesia católica romana. Una de sus revistas publicó algunas de las conclusiones de una de las conferencias. La reflexión teológica sobre la responsabilidad social de la Iglesia contribuyó al desarrollo del movimiento ecuménico como un proyecto de unidad entre las Iglesias que mantenía unidos el compromiso social y la evangelización.

En los años posteriores al golpe de estado militar de 1964, la CEB se desmanteló progresivamente. Sin embargo, la labor ecuménica promovida por la confederación no desapareció del todo. Como consecuencia del Concilio Vaticano II, la Iglesia católica romana en Brasil se abrió cada vez más al diálogo con los demás cristianos y se volvió cada vez más consciente de la responsabilidad social de la Iglesia. Ante la represión política, las diferencias doctrinales que separaban a las Iglesias pasaban a un segundo plano respecto a los acuciantes problemas sociales que enfrentaba el pueblo brasileño y esto contribuyó a la revitalización del movimiento ecuménico.

En el contexto de la dictadura militar los grupos ecuménicos de evangélicos y católicos romanos que incluían también a algunos no cristianos, empezaron a promover los derechos humanos, a denunciar las torturas y a perseguir una apertura democrática. Estas alianzas ecuménicas potenciaron otros grupos y proyectos que tenían como finalidad la promoción de valores sociales ligados a los derechos humanos. Estos son los antecedentes del proyectoBrasil Nunca Mais (Brasil Nunca Más) desarrollado conjuntamente por el Consejo Mundial de Iglesias y la archidiócesis de São Paulo en los años 1980. Coordinado por el pastor Jaime Wright y el arzobispo de São Paulo, Dom Evaristo Cardinal Arns, el proyecto pretendía evitar que documentos legales de los crímenes políticos fueran destruidos al final de la dictadura militar y obtener información de las torturas practicadas durante la represión política. Se esperaba que la revelación de las violaciones de los derechos humanos cometidas por los militares pudiera cumplir un papel educativo para la sociedad brasileña.

Algunas situaciones de opresión y de derechos humanos siguen estando en el centro de la atención del movimiento ecuménico en Brasil. En este sentido es importante subrayar la aportación de teólogos de distintas Iglesias identificados con el movimiento ecuménico. Por ejemplo, la colaboración ecuménica en los estudios bíblicos ha promovido el debate sobre la situación de la mujer tanto en la sociedad como en la Iglesia.

Desde 1975 los líderes de la Iglesia católica romana, de la Iglesia evangélica de confesión luterana de Brasil, de la Iglesia episcopal anglicana y de la Iglesia metodista empezaron a concebir el establecimiento del Consejo Nacional de Iglesias. Su idea se volvió una realidad en 1982 cuando se creó el Consejo Nacional de Iglesias Cristianas de Brasil (CONIC). Para todo el movimiento ecuménico de Brasil, el CONIC representa el carácter institucional del ecumenismo que persigue promover unas relaciones estables entre las Iglesias que forman parte de él. Entre sus muchos cometidos tiene el desafío de impulsar a las Iglesias a asumir la dimensión ecuménica en todas las áreas de su actividad pastoral.

En el contexto religioso bastante complejo de Brasil, el CONIC intenta promover el diálogo entre las Iglesias y las otras religiones. En medio de una intolerancia religiosa creciente, el CONIC está presente en varios foros de debate que intentan minimizar el impacto del fundamentalismo religioso. Ha asumido también un papel de liderazgo en las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, debatiendo especialmente sobre la necesidad de reglamentar la relación entre organizaciones de la sociedad civil y el estado. En las relaciones –y a veces en los conflictos– entre grupos y movimientos religiosos identificados con la lucha por los derechos humanos, el CONIC ha trabajado con la intención de promover la reflexión teológica sobre distintas perspectivas y percepciones presentes en la sociedad.
Una de las actividades más importantes del CONIC es la celebración anual de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. También ha apoyado tres campañas cuaresmales patrocinadas por la Conferencia de obispos católicos de Brasil, que tuvieron lugar de forma ecuménica en los años 2000, 2005 y 2010. La cuarta campaña cuaresmal ecuménica tendrá lugar en 2016.

Es de destacar que el movimiento ecuménico brasileño incluye un gran variedad de grupos y organizaciones como la sección brasileña del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), el Centro Ecuménico para Estudios Bíblicos (CEBI), el Centro Ecuménico de Servicios de Evangelización y Educación Popular (CESEP), como también algunas agencias como la Coordinación Ecuménica de Servicios (CESE) y Koinonia. Estas agencias también se reúnen como ACT Foro-Brasil donde las estrategias principales del movimiento ecuménico nacional se debaten y deciden. También existe un movimiento de la Fraternidad de Iglesias Cristianas (la Casa de la Reconciliación) que promueve reuniones y cursos de estudios entre Iglesias, editoriales y universidades. El testimonio de nuestra unidad se realiza en las distintas experiencias con las que pretendemos transformar las estructuras que causan violencia y nos distancian del Reino de Dios, un reino de justicia y de paz (Romanos 14, 17).


[4] El Congreso de Panamá se celebró para protestar contra el Congreso Internacional Misionero de Edimburgo (1910), que no invitó a algunas agencias misioneras activas en Latinoamérica al considerar que llevaban a cabo una labor proselitista respecto a otros cristianos de la región. Entre las muchas reseñas de este Congreso, la de Hans-Jürgen Prien señaló que el Congreso de Panamá marcó el fin de las misiones evangélicas más activas en América Latina e impulsó una reflexión crítica acerca de la misión evangélica en un contexto que es predominantemente católico romano (TIEL, 1998, p. 43). A partir de este Congreso surgieron varias conferencias regionales con la finalidad de debatir la cooperación misionera en América Latina.

[5] La CEB participó en las Conferencias Evangélicas Latinoamericanas (CELA), de las cuales la más importante fue la CELA II, celebrada en Lima en 1961. Esta conferencia reunió a 220 representantes de 34 denominaciones latinoamericanas. De la conferencia de Lima surgió el Comité para la Educación Cristiana Evangélica en Latinoamérica (CELADEC) y el Comité para la Iglesia y la sociedad en Latinoamérica (ISAL); especialmente este último jugó un papel importante a la hora de impulsar el ecumenismo en Brasil.

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