Anglocatólico

COMUNIDAD ECUMÉNICA MISIONERA LA ANUNCIACIÓN. CEMLA
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“Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos.” Ef 4,5s.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

+Gabriel Orellana.
Obispo Misionero
¡Ay de mí si no predico el Evangelio! 1 Co 9,16b.

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jueves, 31 de mayo de 2012

EL PRIMER LIBRO DE ORACIÓN COMÚN

El primer Libro de Oración Común
Es apropiado que esta fiesta se observe un día de entresemana después del día de Pentecostés.


El primer Libro de Oración Común se estrenó el 9 de junio de 1549, fiesta de Pentecostés, en el segundo año del reinado de Eduardo VI. A partir de esta versión se han derivado todas las ediciones y revisiones subsiguientes del Libro de Oración en las iglesias de la Comunión Anglicana.

Aunque fue preparado por una comisión de obispos y sacerdotes eruditos, el formato, la sustancia y el estilo del Libro de Oración fueron ante todo obra de Tomás Cranmer, arzobispo de Cantórbery, 1533-1556. Las fuentes principales empleadas en su compilación fueron los libros de culto latinos medievales del uso Saro, con enriquecimiento de las liturgias griegas, varios ritos galicanos antiguos, elementos de la liturgia hispana mozárabe, fórmulas vernaculares en alemán preparadas por Martín Lutero y una liturgia en latín revisada por el arzobispo reformador Hermann de Colonia.

El salterio y otros pasajes bíblicos proceden de la “gran Biblia” inglesa autorizada por Enrique VIII en 1539, y la letanía se tomó de la fórmula inglesa publicada en 1544.

La originalidad del Libro de Oración Común, además de las felices traducciones y paráfrasis de las antiguas fórmulas latinas, radicaba en la simplificación de los complejos usos litúrgicos de la Iglesia medieval, de tal manera que su uso se hizo asequible tanto a laicos como al clero. Así que el Libro se convirtió en un manual para la adoración común de los anglicanos y en una fuente básica de espiritualidad personal.




ORACIÓN COLECTA
Omnipotente y sempiterno Dios, cuyo siervo Tomás Cranmer, junto con otros, restauró el lenguaje del pueblo en las oraciones de la Iglesia, haz que seamos siempre agradecidos por esta herencia y ayúdanos a orar de tal manera con el Espíritu y con el entendimiento, para que dignamente glorifiquemos tu santo Nombre; por Jesucristo nuestro Señor, quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.


Salmo Lecturas
33:1–5,20–21 1 Reyes 8:54–61
Hechos 2:38–42
Juan 4:21–24
Prefacio de Pentecostés






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